domingo, 18 de enero de 2015

Libertad o Dependencia



La tesis según la cual “X pero Y”, i.e.  la matanza de Charlie Hebdo es un crimen atroz e imperdonable, pero debe ser entendido en contexto, sigue ganando adeptos, que van desde Florencia Saintout hasta Judith Butler, pasando por Aldo Ferrer y Steven Pinker. La pregunta sigue siendo qué es lo que agrega el famoso “pero” en esta llamativa proposición. Por un lado, es obvio que toda acción, qué decir las criminales, deben ser puestas en contexto ya que es absurdo—o perverso—condenar (o absolver para el caso) una acción sin haberla comprendido. Solamente la Policía de la Provincia, dicen, primero dispara y después pregunta. Por eso, dudamos que quienes usan la proposición “X pero Y” quieran señalar un punto redundante.

Una alternativa es la mera curiosidad, tal como Publio Escipión alguna vez le preguntara a sus tropas luego de que éstas hubieran cometido un acto nefasto: “yo, aunque ningún crimen tiene justificación [o literalmente “razón”], sin embargo, en la medida en que sea posible en un hecho nefasto, querría saber cuál fue vuestra idea, vuestra intención” (Tivo Livio, XXVIII.28).

Sin embargo, el “pero” en cuestión parece ir más allá de la redundancia y la curiosidad, ya que pretende hacer una diferencia real. La pregunta entonces es qué diferencia puede hacer el “pero”. Lo que suele aparecer luego del pero es la referencia a la desigualdad social y económica, la exclusión, etc., de quienes cometieron el acto. Ahora bien, la explicación que sigue al pero atenúa—si no es que exonera de—la responsabilidad de quienes cometieron la matanza. Si no hubieran sido víctimas de desigualdad y exclusión, los implicados jamás habrían cometido el acto. En otras palabras, no fueron libres de actuar de otro modo. 

Se trata de una hipótesis con proyecciones muy preocupantes, amén de que empíricamente es bastante dudosa. Pero, si supusiéramos que fuera correcta, no haría falta ser un científico especializado en cohetes para darse cuenta de que no tendría sentido entonces repudiar el acto, ya que equivaldría a responsabilizar a quienes fueron víctimas de desigualdad y exclusión, las cuales los llevaron a cometer lo que parecía ser un crimen. Insistir con el repudio—y qué decir con un eventual castigo—no solamente sería contradictorio (una contradicción que emerge claramente en la declaración del polemista francés Dieudonné, que reúne a las víctimas con los autores del crimen: “yo me siento Charlie Coulibaly”), sino además completamente sádico.  

Otro tanto sucede con la explicación evolutiva. Una conocida psicóloga canadiense, Susan Pinker, v.g., sostiene que: “Claramente, los asesinatos no son remotamente justificables. Al mismo tiempo, tal violencia no es azarosa. Combine las anteojeras de la religión extrema con ostracismo social, luego sazónelo con impulsos agresivos dirigidos por testosterona que a menudo se encuentran en hombres jóvenes marginados y Ud. puede terminar con un estofado letal”. Otra vez, si las causas fueron tales, o en realidad si es que hubo causas en sentido estricto, los implicados no pudieron haber sido entonces héroes, pero tampoco responsables por lo que hicieron. Toda explicación posterior a la valoración hace caer el repudio, so pena de contradicción y sadismo. 

A esta altura da la impresión de que las ciencias humanas tal como suelen ser practicadas hoy en día son un obstáculo para cualquier juicio moral, ya que su trabajo consiste precisamente explicar y comprender todo acto humano y de esta forma diluir la libertad y por lo tanto la responsabilidad de los agentes en las causas que los determinan y/o en las culturas a las que pertenecen.

Sin duda, alguien podría objetar que hemos ido demasiado rápido. Después de todo, la explicación que hace hincapié en la desigualdad y en la exclusión es de naturaleza moral ya que semejantes fenómenos no son naturales como un terremoto o un huracán sino que se deben en última instancia a decisiones humanas. 

Sin embargo, esta objeción en realidad refuerza nuestro punto. En efecto, nuestro rechazo de la desigualdad y de la exclusión se debe a que son evitables ya que son el producto de la explotación capitalista. ¿Podrían sin embargo los dueños de las grandes corporaciones multinacionales alegar que son capitalistas por razones culturales, o porque los educaron así, y por eso les resulta indiferente la pobreza global que ocasionan? Y los funcionarios del Departamento de Estado que ejecutan las órdenes de bombardear no combatientes y entrenar fanáticos que luego se les van de las manos—qué decir de quienes toman semejantes decisiones—, ¿podrían alegar con razón que lo hacen por razones igualmente culturales, porque los educaron para hacer eso, y por lo tanto no tiene sentido criticarlos? Si fuéramos consistentes en este caso deberíamos decir: “el capitalismo es atroz, pero…”, con lo cual atenuaríamos o aniquilaríamos lo que parecía ser un rechazo total. 

En resumen, la proposición “X pero Y”, de ser verdadera, debe ser aplicada siempre, y no solamente cuando nos conviene. Nuestra filosofía de las ciencias sociales, por así decir, no puede depender de nuestra ideología política.

2 comentarios:

Truman dijo...

¿Podríamos decir que, en este caso, el que contextualiza quiere engañar, es decir, lo hace para confundir explicación (ciencias sociales "libres de valores") con justificación (ciencias morales)?

Andrés Rosler dijo...

Muchas gracias por el comentario. No sé si quiere engañar. Pero sí se confunde. Quizás aspira a una explicación weberiana en sentido estricto o neutra, pero entonces no puede valorar: ni repudiar ni defender lo que sucedió, pero además tampoco podría explicar por qué se dedica a las ciencias humanas, o por qué hay que estudiar, v.g., el terrorismo, y no la campaña del River de 1975. Por otro lado, los que sí quieren valorar y por eso se dedican a las ciencias humanas, primero deben explicar y comprender lo que pasó.