Hernán Brienza es un verdadero hombre del Renacimiento, como se solía decir en otra época. No sólo es un historiador de fuste y un escritor de renombre internacional, amén de haber logrado que nos sintiéramos contritos por remordimientos de ingratitud ya que no nos merecemos a Cristina (
lo que vos te merecés) y haber revolucionado el pensamiento jurídico-político mediante una nueva teoría de la responsabilidad que explica por qué Milani no puede ser responsable de violación de derechos humanos alguna (
la ley de Brienza y
big bang Brienza), sino que ahora ha decidido incursionar en la disciplina filosófica de la ontología para explicar por qué él mismo no es un vil adulador como muchos suponen sino un pensador integral.
En efecto, parafraseando al personaje de John Gielgud en la película "Arturo", parecería a primera vista que si la adulación fuera deporte olímpico Brienza habría hecho orgulloso a su país en innumerables ocasiones, habría sido algo así como el Sergei Bubka argentino.
Brienza en su habitual columna dominical en
Tiempo Argentino reconoce, sin embargo, que “el ‘relato’ kirchnerista, …, ha sufrido algunas contradicciones en las últimas semanas”. Es más, sostiene que “no siento ninguna simpatía por las medidas” últimas tomadas por el Gobierno: “Ni [por los supuestos funcionarios corruptos ni por] la devaluación… ni la devolución de los trenes a las empresas privadas –sobre todo después de la millonaria inversión que hizo el Estado para que ahora un par de empresas vendan pasajes y cobren subsidios– ni por la toma de deuda”.
Es precisamente por eso que Brienza ahora incursiona en el ámbito de la ontología para impedir que su obstinada militancia sea vista como vil adulación u obsecuencia: “En términos ontológicos, el 'ser' no se define por una etapa determinada de su existencia”. Nos imaginamos el interés que semejante opinión despertará entre los filósofos, particularmente los que se dedican a la discusión sobre el ser en tanto que ser, la rama filosófica más distinguida y de mayor prosapia. Se trata de uno de los desafíos que tanto le gustan a Brienza.
La teoría de Brienza entonces consiste en que por más que Cristina devalúe, ajuste, se endeude, designe personas acusadas de violaciones de derechos humanos, haya designado a Boudou, etc., semejantes acciones sólo son "una etapa determinada de su existencia", y no forman parte del "ser" kirchnerista en sentido estricto.
Ahora bien, no es fácil asir la ontología briencista, y no podría ser de otro modo. A primera vista la mención de una "etapa" parece sugerir una velada referencia al barco de Neurath, que abandona todo soporte o fundacionalismo para proponer una teoría coherentista, del mismo modo que un barco sigue siendo el mismo a pesar de que al llegar a puerto ha cambiado completamente todos sus componentes. Para muchos el kirchnerismo está haciendo precisamente eso al devaluar, ajustar, designar a Milani, etc., pero un barco kirchnerista que llegara a puerto con semejantes partes, seguiría dando que hablar (v.g. ¿no era que quienes deseaban una devaluación tenían que esperar a otro Gobierno?), y no es lo que Brienza precisamente tiene en mente.
En aras de la argumentación, vamos a suponer que la distinción de Brienza entre el ser y la existencia no es una evocación de la distinción heideggeriana entre el ser y el ente, porque si ése fuera el caso, evidentemente no habríamos entendido la nota en absoluto.
Los dos ejemplos que usa Brienza para ilustrar su complejo pensamiento ontológico ofrecen otras tantas concepciones. El primero: "El amor de una persona por otra no se define por un divorcio y una separación de bienes", sugiere una grave confusión por parte de Brienza. En efecto, cuando tiene lugar un divorcio (o la separación de bienes) no tiene sentido seguir hablando de amor. En la terminología de Brienza, ya no hay ser (amor) sino la nada (del amor). El segundo ejemplo: "la pata del perro no es el perro", no es menos confuso. Efectivamente, quien confundiera al perro con la pata cometería una sinécdoque, pero seguramente hasta el perro mismo convendría en que la pata es al menos parte del perro, y por eso no aprobaría que alguien deseara por ejemplo quitársela. Volviendo a Cristina, la devaluación, el ajuste, Boudou, Milani, etc., son parte de Cristina, aunque no todo por supuesto. Para que la ontología briencista funcione tendría que distanciar a Cristina de semejantes fenómenos en lugar de acercarlos.
Sin embargo, como fino pensador que es, Brienza quiso que sus lectores advirtieran que él deliberadamente los sometió a prueba, tal como lo hace en cada una de sus notas, al proponerles semejantes "arenques rojos" como se dice en inglés, es decir, señuelos o pistas falsas que sus lectores agradecen y esperan ansiosamente, ya que se sentirían irremediablemente ofendidos si Brienza les diera el proverbial pescado ontológico en lugar de la caña metafísica. Todo esto, en realidad, es muy fácil de percibir ya que Brienza, en la misma nota un poco más abajo se refiere a la "esencia" del kirchnerismo, lo cual descarta no sólo al barco de Neurath sino además a la sinécdoque. Todo lector de Brienza entonces podrá fácilmente advertir que lo que Brienza tenía en mente era la distinción entre la substancia o la esencia y los accidentes del kirchnerismo.
De ahí que la misma acción puede accidentalmente ser hereje o salvadora, dependiendo de quién sea la esencia o el autor. Hay algo en Cristina
qua Cristina que explica por qué ella puede tomar medidas económicas ortodoxas, pero eso no lo convierte en ortodoxa en términos económicos. Y podrá haber designado a Milani Jefe del Ejército (o apoyar a gobernadores como Insfrán), sin que esto haga mella sobre su política de derechos humanos. En resumen, Cristina podrá cortar todas las flores, pero eso no detendrá la primavera, sólo porque se trata de Cristina. La esencia kirchnerista en otras palabras es
nulla salus extra Cristinam.
Brienza no es un psicótico y se da cuenta de que a pesar de que el kirchnerismo no es sólo un relato sino una realidad substancial es rechazado "en la calle, los comercios, los bares". Todo realista no tiene otra alternativa que defender la realidad en estos casos y responsabilizar a los sujetos que se niegan a verla. La gente, estúpida o malvada, se deja llevar por los medios opositores (a los cuales Brienza, en otro gesto ennoblecedor, les reconoce "ironía y destreza").
A Brienza tampoco se le escapa que “el resultado de las elecciones de octubre pasado, sumado a la ausencia de la presidenta por cuestiones de salud y al horizonte de 2015 como relevo presidencial obligatorio, deja al kirchnerismo en una situación diferente a la que tenía en 2011”. La explicación de estos hechos no es otra que la mala suerte del kirchnerismo. La realidad está de su lado, nos ha dado los mejores gobiernos de la historia, viene equipado con un relato unificador, y sin embargo le fue mal en las elecciones y encima se le enfermó su líder político y espiritual. Como ya mencionamos, Brienza ya había explicado este fenómeno en su inmortal “no nos merecemos a Cristina” (
lo que vos te merecés).
Sólo resta desear que alguien se encargue de coleccionar estas columnas dominicales y se asegure de que el paso del tiempo no impida que sean legadas a la posteridad.