No es la primera vez que constatamos que Hernán Brienza es lo que en otra época habría sido denominado como un verdadero hombre del Renacimiento. No sólo es un historiador de fuste y un escritor por derecho propio, sino que nos ha hecho sentir contritos por remordimientos de ingratitud ya que no nos merecemos a Cristina (lo que vos te merecés), ha revolucionado el pensamiento jurídico-político mediante una nueva teoría de la responsabilidad que explica por qué Milani no puede ser responsable de violación de derechos humanos alguna (Big Bang Brienza y La Ley de Brienza), y ahora continúa con su muy exitosa incursión en la teoría filosófica.
En efecto, hace poco había recurrido a la ontología para explicar por qué él mismo no es un adulador como muchos suponen sino un pensador integral (La ontología de Brienza), y ahora desembarca en el ámbito de la filosofía hegeliana de la historia para entender la figura precisamente histórica de Cristina como un portador del espíritu del pueblo, por no decir del espíritu universal (click).
Brienza, con razón, sostiene que “[e]n los últimos años, los argentinos hemos podido ser testigos de la significación que tienen las características personales de los líderes en la construcción de la acción política”. ¿Hace falta decir que el sustento de esta afirmación es “la emergencia de Néstor Kirchner, con elementos únicos, y luego, claro, Cristina Fernández de Kirchner”? Nobleza obliga, habría que aclarar que la novedad del planteo de Brienza no consiste precisamente en el énfasis en la agencia individual para poder comprender la historia (suponemos de hecho que otros historiadores han afirmado algo semejante, por ejemplo, en relación al papel que desempeñó Hitler en el nazismo), sino en que Néstor y Cristina cumplen en nuestra época el papel de lo que Hegel denominaba eran los “portadores del espíritu”, siguiendo los pasos de, v.g., Sócrates, Jesús, quizás Lutero, y Napoleón, ciertamente en sus épocas respectivas.
Naturalmente, un pensador como Brienza no podía dejar de plantearse la gran cuestión metafísica. Dado que “Cristina Fernández de Kirchner se ha plantado disputando sin descanso a los grupos corporativos y los poderes económicos”, y que “no es lo mismo” que “las decisiones las tome la actual presidenta o que las tome otro actor o dirigente político”, entonces: “¿Qué particularidades tiene la presidenta que le permiten enfrentarse a los poderes reales?”. Después de todo, no todos los días los súper-poderes de una súper-heroína de ultra-izquierda mantienen a raya al capitalismo global.
Aquí es donde irrumpe el misterio del pensamiento de Brienza. Si la respuesta fuera que los súper-poderes provienen del voto, semejante hipótesis colapsaría por su propio peso con tal solamente recordar que, v.g., Macri y Scioli también han ganado elecciones y han sido re-electos. Los lectores de Asterix podrían aventurar la hipótesis de una poción mágica administrada por un druida como Panoramix, quizás de conformidad con el propio Brienza cuando sostiene en relación no solamente a Néstor sino a Cristina, que “como ya se sabe”, “No fue Magia. Pero fue mágico”. Claro que semejante hipótesis solamente devalúa las virtudes del agente portador del espíritu universal, como si cualquiera que tomara la poción mágica podría hacer magia o historia para el caso.
En realidad, la idea misma de ser "portador del espíritu" también contradice la idea de una persona excepcional, ya que, precisamente, el portador o portadora no es sino un vehículo del espíritu, lo cual implica que el mérito es de la época y no del agente, lo cual, suponemos, contradice el propósito de Brienza de mostrar a Cristina como la súper-heroína que es. Quizás alguna Cadena Nacional, por ejemplo la cuadragésimo-primera, nos ayude a develar el misterio, siempre y cuando el Papa, otro portador del espíritu, no interrumpa con sus misas.