Es muy curioso. A juzgar por el triunfo electoral del macrismo, aproximadamente a la mitad del país no podía haberle importado menos el republicanismo debido a que votó al kirchnerismo. En efecto, se podrá acusar al kirchnerismo de muchas cosas, pero no de ser republicano.
Para aclarar este punto, antes de seguir adelante convendría caracterizar muy brevemente qué entendemos por “republicanismo”. La republicana es una muy larga y rica historia que abarca diferentes clases de repúblicas y republicanismos, desde sus orígenes romanos hasta la actual República de Francia, pasando por las repúblicas tardo-medievales, temprano-modernas y la norteamericana, sin dejar de lado varios autores tan diferentes como Cicerón, Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau, Jefferson, Kant, Hegel (vengan de a uno), Tocqueville, y siguen las firmas. Así y todo, creemos que los ingredientes de una receta republicana tienen, tal como suelen decir los wittgensteianianos, un aire o parecido de familia entre ellos.
Dichos ingredientes son cinco: libertad (el valor alrededor del cual gira todo el republicanismo, aunque no como inexistencia de interferencia o como auto-control sino como no dominación), virtud (v., v.g.,
República, corrupción y virtud), debate o conflicto, ley y patria (valga la aclaración, no en el sentido usual del nacionalismo contemporáneo, sino la patria entendida como una noción político-institucional, el espacio que defiende la libertad, la virtud, el debate y la ley).
El ingrediente que
no puede aparecer jamás en una receta republicana es César, o su equivalente moderno, el cesarismo. En otras palabras, el republicanismo, debido a su rechazo del cesarismo, se opone a la dominación (política pero además social o económica) y a la corrupción, desconfía de la unanimidad, piensa que la ley está por encima incluso de los líderes más encumbrados, se preocupa por su patria mas no soporta el chauvinismo, y cree, por consiguiente, que el cesarismo es el enemigo natural de la república. Vendría bien un libro que explicara la (in)compatibilidad entre estos cinco o seis ingredientes.
Ahora bien, a raíz de las decisiones tomadas por el macrismo una vez en el poder, ha tenido lugar una inesperada y masiva conversión al republicanismo por parte de quienes hasta el triunfo del macrismo no habían mostrado gran interés que digamos por la agenda republicana. En efecto, muchos kirchneristas han hecho pública su preocupación por la falta de adecuación de algunas decisiones macristas al ideario republicano. En otras palabras, quienes hasta ahora no se interesaron por el republicanismo acusan a los macristas de ser incoherentes, para decir lo mínimo, pero sin advertir que la incoherencia, otra vez para decir lo menos, empieza por casa.
Un ejemplo claro es el de Atilio Borón. Es extraño que se considere republicano alguien que se siente tan cerca del chavismo y del kirchnerismo, dos regímenes decididamente anti-republicanos por su ultra-personalismo y su consiguiente indiferencia respecto de la virtud, el debate genuino, el Estado de Derecho y la patria entendida políticamente como un conjunto de instituciones. Sin embargo, Borón acaba de hacer pública su defensa del republicanismo y su consiguiente preocupación por la debilidad republicana del macrismo:
Argentina: de la República al Régimen.
En realidad, el marxismo "de Marx", al revés que el republicanismo, cree que la libertad, particularmente como no dominación, es incompatible con la autoridad del derecho, por lo cual ningún marxista que se precie de ser tal puede ser republicano en sentido estricto. En realidad, el marxismo cree que una vez superada la explotación capitalista el conflicto político desaparecerá y con él la necesidad del Estado de Derecho. En todo caso, el marxismo solamente rescata de la más antigua tradición republicana la noción de dictadura en la forma de la "dictadura del proletariado", para dar el golpe final a la dominación capitalista y por lo tanto al conflicto político mismo. De hecho, cuando el filósofo del derecho marxista Evgeny Pashukanis le recordó al stalinismo la incompatibilidad entre el derecho y el comunismo, semejante recordatorio le costó la vida.
El republicanismo, en cambio, cree que el conflicto político sobreviviría incluso a la desaparición del capitalismo y es por eso que cree que el conflicto político y la autoridad del derecho son dos caras de la misma moneda.
Nótese que la cuestión que nos interesa aquí y ahora es conceptual. No estamos afirmando la superioridad o la inferioridad de los discursos en juego sino solamente su caracterización, qué es cada cosa. Nótese también, precisamente, que el macrismo, a su modo, y sin entrar en el análisis de sus decisiones recientes, continúa la tradición hiperpersonalista de agregar el sufijo –ismo a un apellido para designar un discurso político, por no decir nada de varias de sus recientes medidas.
Pero, y este es nuestro punto, de ahí no se sigue que quienes critican al macrismo sean
eo ipso republicanos. En todo caso, quienes simpatizan por el kirchnerismo pueden acusar al macrismo de ser incoherente, pero eso no los convierte en republicanos. Por supuesto, abandonando la discusión conceptual, si resulta que no solamente se comportan estratégicamente sino que efectivamente han visto la luz como San Pablo en el camino hacia Damasco, bienvenidos sean los conversos a la Iglesia republicana. Los esperamos con los brazos abiertos.