Sabbatella tiene razón al exigirnos que nos esforcemos más para entenderlo. Se trata de un pensador difícil, al que no podemos entender sin esforzarnos bastante. A veces sucede con los grandes pensadores. A Nietzsche le había pasado lo mismo y se había quejado de que sólo en los siglos subsiguientes iban a entenderlo. Tuvo razón.
Sin embargo, el caso de Sabbatella es más difícil todavía. Da la impresión de que hace falta un científico especializado en cohetes para entenderlo. Por un lado, su metáfora es más que elocuente. Él no compra en la calle Warnes ni trata con mafiosos, golpistas o criminales de lesa humanidad. El problema es que no sólo hasta el Director de la AFIP, sino incluso el candidato electoral más importante del Gobierno al que él pertenece, Insaurralde, últimamente no sólo compran en Warnes sino parecen estar dispuestos a poner varios negocios a la calle en Warnes, desde Jorge Newbery hasta Parque Centenario: no hay día en el que no salgan en TN.
No es casual entonces que Sabbatella se sienta tan incomprendido como Nietzsche: hizo todo lo posible para congraciarse con el Gobierno, en particular con Cristina, y ahora sólo falta que Cristina le conceda una entrevista a Clarín o dé una conferencia de prensa en TN.
La razón ciegamente uniforme, el entendimiento como lo llamaba Hegel, insistirá en que no tiene sentido la posición de Sabbatella. La ley que según Sabbatella incumple Clarín no sólo exige cierta conducta por parte de Sabbatella, sino de todos los súbditos del derecho argentino, incluyendo a Insaurralde y a Etchegaray. En todo caso, de Sabbatella quizás exija algo un plus ético, pero no más. El entendimiento, decíamos, insistirá en que hay dos alternativas: o bien todos, o ninguno, deben cumplir la ley.
Sabbatella, desafiante, nos recuerda que no hay dos posiciones sino tres. Por un lado, existen quienes cometen delitos de lesa humanidad y sólo tratan con gente como ellos; por el otro existen quienes no violan derecho alguno y sólo tratan con gente tan respetuosa del derecho como ellos; y finalmente está Sabbatella, que pertenece al grupo de quienes si bien cual vestales se mantienen impolutos sin embargo tienen tratos con quienes no son impolutos como ellos.
La defensa hegeliana a la que, al menos implícitamente, recurre Sabbatella para tratar de salvar su posición desesperada nos hace recordar, otra vez, aquella famosa escena hegeliana de “Hechizo de Luna”, la cual, no por casualidad evidentemente, ya habíamos usado para ilustrar otro comentario de Sabbatella (click):
- Bien, Sr. Castorini, ¿qué piensa?
- 10,800 dólares [N. de la R.: en 1987!!!].
- Eso parece ser muchísimo.
- Miren, hay tres clases de caños. Está la clase de caños que Uds. tienen, y es basura, y Uds. pueden ver adónde los llevó. Después está el bronce, que es muy bueno, a menos que algo salga mal, y algo siempre sale mal. Y finalmente está el cobre, que el único caño que yo uso: cuesta plata, cuesta plata porque ahorra plata.
- Pienso que deberíamos seguir el consejo del Sr. Castorini, amor.
Quizás el mensaje de Sabbatella sea gadameriano: el arte (cinematográfico al menos) está más cerca de la verdad que la ciencia o la filosofía.