«La causa victoriosa complació a los dioses, mas la vencida a Catón» (Lucano, Farsalia, I.128-9).
martes, 14 de enero de 2020
Roger Scruton, un Hereje muy Ortodoxo
Roger Scruton (1944-2020) era—o mejor dicho todavía es—una verdadera bête noire, un intelectual que se enorgullece de la incorrección política de ser un conservador o si se quiere un pensador de derecha, en una época en la cual muy pocos se animan a hacer algo semejante, lo cual indica además que Scruton es una verdadera rara avis.
En las palabras de Scruton: “Una vez identificado como de derecha Ud. está más allá de los límites de la discusión; sus ideas son irrelevantes, su carácter es desacreditado, su presencia en el mundo es un error. Ud. no es un oponente con el que discutir, sino una enfermedad que ha de ser evitada”.
Por supuesto, no solo se trata de alguien que muchos aman odiar, sino que sus opiniones molestan porque suelen estar muy bien argumentadas, haciendo gala de su formación filosófica anglosajona con su correspondiente claridad y precisión. Su obra se extiende desde Kant hasta el pensamiento político en general, pasando por la estética y el arte, la música, la arquitectura, la religión e incluso la caza del zorro, y como conservador que era entre otras cosas fue un activo militante a favor del Brexit.
Quizás podamos resumir el conservadurismo político de Scruton en la frase siguiente de su libro sobre el pensamiento de la nueva izquierda, Tontos, fraudes y agitadores: “si las condiciones del conflicto residen, como evidentemente lo hacen, en la naturaleza humana, entonces esperar su remoción es albergar una esperanza inhumana y moverse hacia la acción inhumana”. De ahí que “las revoluciones comienzan por encerrar la realidad en Neolengua, y a partir de ese momento son atormentadas por el miedo de que la realidad escape de su encierro y devenga visible tal como realmente es”.
Según Scruton, su ideología le costó su carrera universitaria. De hecho, la editorial de uno de sus libros—Longman—recibió una carta en relación al libro Pensadores de la nueva izquierda (publicado en 1985, que sirviera de base a Tontos, fraudes y agitadores de 2015), en la cual un filósofo académico de Oxford decía que “muchos colegas aquí sienten que la respetada editorial ha mancillado su reputación debido a su asociación con la obra de Scruton” y expresaba su deseo de que “las reacciones negativas generadas por esta aventura editorial particular hagan que Longman piense más cuidadosamente sobre su política en el futuro”.
Gerald Cohen—cuyas credenciales de izquierda son difíciles de negar—ilustró un trabajo suyo en defensa del conservadurismo valorativo con un meta-chiste (o un chiste dentro de otro) sobre el All Souls College, una institución con fama de ser bastante conservadora y además el colegio quizás más prestigioso de Oxford al cual pertenecía Cohen:
“Profesor Cohen, ¿cuántos miembros del All Souls hacen falta para cambiar una lamparita?”
“¿Cambiar?”
Cohen tal vez se vio forzado por las circunstancias a escribir en defensa de cierto tipo de conservadurismo ya que en nuestra época se ha reforzado notablemente el espíritu progresista, es decir, la idea de que todo progreso es valioso y toda conservación es sospechosa, para no decir nada de un retroceso y mucho menos de la reacción.
Es curioso que el progreso o avance merezcan tan buena prensa—y el retroceso lo contrario—con independencia de hacia dónde estemos yendo. No solo se trata de una cuestión espacial, sino que lo mismo sucede con el tiempo ya que la idea misma de futuro cuenta con mucho mejor prensa que el pasado. Creemos por definición que el progreso y el futuro están bien y que el retroceso y el pasado están mal, ya que nociones formales o independientes de contenido tales como el espacio y el tiempo tienen adosado un contenido positivo o negativo inexorablemente por el solo hecho de ser tales.
Esto se debe originaria y bastante irónicamente (teniendo en cuenta el descrédito que suele tener hoy en día la teología) a que la filosofía moderna de la historia está imbuida de la noción providencial del cristianismo que suponía un camino inexorable hacia la redención final, de ahí que el progresismo sea una forma secularizada del cristianismo.
En rigor de verdad, no somos tan progresistas o revolucionarios como creemos, sino que todo suele depender del orden social y político al que nos estemos refiriendo. Hannah Arendt ya había notado que “El revolucionario más radical se convertirá en un conservador el día siguiente a la revolución”. A ella misma le sucedía que “la izquierda piensa que soy conservadora y los conservadores algunas veces me consideran de izquierdas, disidente o Dios sabe qué”, muy probablemente debido a que, como buena republicana, Arendt no defendía la revolución permanente ni el orden permanente para el caso, sino que trataba de basar su razonamiento político en la idea de juicio.
El propio conservadurismo de Scruton no impidió que corriera grandes riesgos al formar parte de un programa clandestino de enseñanza de filosofía en Checoslovaquia bajo el régimen comunista, por lo cual fuera finalmente deportado, aunque luego de la caída del régimen fue condecorado en 1988 por el gobierno de la República Checa y por la misma razón.
Ciertamente, así como en algunos círculos ser de “derecha” o “conservador” es digno de oprobio, otro tanto sucede en otros ámbitos con ser de “izquierda” o “progresista”. El caso de Scruton debería servirnos de advertencia. Sin duda, las ideologías son muy importantes, pero si nos interesa pensar debemos tener en cuenta que el mundo se divide entre quienes son inteligentes y por lo tanto interesantes, y quienes no lo son. La ideología en el mejor de los casos podrá ser un indicio en el que confiamos debido a nuestros propios prejuicios, pero, si somos verdaderamente inteligentes, jamás puede tener la última palabra.
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