sábado, 12 de febrero de 2022

George Schwab: el Amigo de Schmitt


El 6 de octubre de 1957 en su Glosario Carl Schmitt se refiere a “mi amigo George Schwab”, quien en aquel entonces lo visitaba a menudo en Plettenberg, la ciudad en la que había nacido y a la que se había retirado después de la caída del nazismo. Las repetidas visitas de Schwab se debían a que había decidido estudiar el pensamiento de Carl Schmitt como tema de su tesis de doctorado. 

Schwab en 1954 había sido admitido en la maestría en ciencia política de Columbia. La decisión de Schwab se debió a que había asistido a una conferencia de Franz Neumann sobre la Alemania nazi en el City College de Nueva York. Como Neumann—profesor en Columbia y uno de los discípulos judíos de Schmitt en Weimar—había fallecido cuando Schwab inició su master, Herbert Deane tomó su lugar como consejero de estudios. Deane, discípulo de Neumann, era un experto en la obra de Harold Laski. 

Dado que Schwab sabía alemán, Deane le aconsejó que dedicara su investigación a un pensador altamente controversial: Carl Schmitt, de quien Schwab no había oído hablar hasta ese momento. Según Deane, Neumann se la pasaba hablando sobre Schmitt en sus clases y seminarios. Cabe recordar que en aquel entonces no existían trabajos académicos sobre Schmitt en inglés y tampoco traducciones de sus obras. Era un tema ideal para una investigación doctoral. Según Deane los esfuerzos de Schwab podía ser verdaderamente pioneros. 

Antes de tomar una decisión, Schwab se dedicó a leer todo lo que pudo encontrar sobre Schmitt en inglés. La opinión común era que Schmitt era brillante pero sin carácter alguno y que había preparado el camino para la conquista nazi del poder, para no decir nada de su antisemitismo. Las únicas excepciones eran las referencias hechas a Schmitt por pensadores como Hannah Arendt o Clinton Rossiter. Fue entonces que Schwab decidió concentrarse en la teoría política de Schmitt, incluso para su doctorado. Deane le había hecho notar que sus investigaciones serían una verdadera carta de presentación de Schmitt en el mundo intelectual angloparlante, e incluso le sugirió visitar a Schmitt en Alemania. 

Fue en la primavera boreal de 1957 que Schwab se embarcó—literalmente—hacia Europa en el transatlántico Île de France. Desde París Schwab se dirigió hacia Berlín, atravesando la zona soviética. Allí visitó el centro de documentación en Grunewald para estudiar el archivo nazi de Schmitt, que casi no contenía información, a no ser por la fecha de nacimiento y el día que se unió al partido (1 de mayo de 1933). Luego se marchó hacia Plettenberg vía Colonia y Hagen. 

En un principio no pensaba quedarse mucho tiempo, pero las cosas cambiaron a tal punto que en el pueblo se rumoreaba que se iba a casar con Anima, la hija de Schmitt. Anima estaba comprometida con un profesor español, Alfonso Otero, y la gente del pueblo prefería al doctorando estadounidense. Schwab entonces decidió irse, sin dejar de asegurarle a Schmitt que iba a regresar a Alemania a tiempo para el casamiento de Anima en Heidelberg. 

Con Schmitt habían quedado en que Schwab lo visitaría a las 4:30 de la tarde. Abrió la puerta Anni Stand, la secretaria y ama de llaves de Schmitt, quien lo invitó a pasar a la sala de estar, cálidamente  amoblada y que contaba con un piano. Unos minutos después se abrió la puerta y apareció Carl Schmitt. Schwab se sorprendió por la altura de Schmitt (1,60), una cara adusta y “labios casi invisibles cuando no hablaba”, obviamente vestido de traje y corbata. A Schwab le parecía más un “astuto y despreocupado millonario o abogado de Wall Street que un nervioso intelectual, fumador en cadena de la margen izquierda de París”. Después de una pocas palabras de bienvenida en inglés, Schmitt pasó al alemán y lo invitó a tomar café con torta. 

Mientras trataba de prestar mucha atención a lo que Schmitt decía, particularmente sus preguntas sobre el tema de la disertación doctoral, Schwab no podía evitar pensar en Schmitt como un “diablo”, a cuyos pies se sentaba. Luego del café con torta Schmitt lo invitó a acompañarlo en el paseo que solía dar por la tarde. Según Schwab, en esos paseos aprendió más de Schmitt sobre teoría política y del derecho, derecho constitucional alemán y relaciones internacionales que de cualquier otra persona. 

Lo que aprendió sobre historia antigua, medieval y moderna era igualmente sorprendente, para no decir nada del conocimiento de Schmitt sobre las grandes mentes del pensamiento político occidental, incluyendo a Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Rousseau, Hegel, Marx y Lenin. Schmitt también era un melómano, admirador del arte expresionista alemán y de Shakespeare, Melville, Schiller y Goethe. Como tantas otras personas, Schwab no podía entender cómo alguien con el vasto conocimiento y la alta cultura de Schmitt pudo haberse convertido en un nazi. 

Sin embargo, su estudio de la obra de Schmitt lo convenció a Schwab de que el antisemitismo de Schmitt no era racial sino derivado de algunas enseñanzas católicas y protestantes que eran comunes en el mundo cristiano de aquel entonces. Schwab se dio cuenta de que sus investigaciones podían contribuir a una mejor comprensión de la obra de Schmitt. 

Durante las primeras caminatas Schmitt trató de convencer a Schwab de que confinara su tesis de doctorado dentro del período anterior al nazismo. Eso le permitiría a Schwab entender mucho mejor la República de Weimar, y de paso eliminaría el mito de que Schmitt había sido su enterrador. Schwab, no obstante, sabía que su consejero de estudios Deane no aceptaría esto y le insistió a Schmitt que su investigación debía incluir los años entre 1933 y 1936. 

Por otro lado, Schwab no tenía en claro por qué Schmitt a partir de 1936 dejó de tratar temas de derecho constitucional y teoría política para dedicarse al derecho internacional y las relaciones internacionales. Tampoco entendía Schwab por qué había cambiado significativamente la actitud de Schmitt hacia los judíos en 1936. Según Schmitt, todo esto habría salido a la luz si Schwab se hubiera limitado a los años previos a Hitler. Además, Schmitt le había advertido que si incluía el período nazi Schwab terminaría embrollado en discusiones que podían tener consecuencias negativas para su disertación, su carrera académica e incluso para Schwab personalmente. 

Schwab elegantemente desestimó las consideraciones de Schmitt. Esto se debió no solo a que probablemente eran bastante auto-interesadas, sino que además a Schwab jamás se le cruzó por la cabeza que una tesis doctoral escrita en la tradición de Leopold von Ranke—es decir interesada en explicar la historia tal como ha sucedido realmente—podía correr riesgo alguno. Después de todo, Schwab había sido educado según esa tradición. Schmitt, por su parte, lo miraba a Schwab como si se tratara de otro candidato doctoral estadounidense bastante ingenuo. 

Para 1960 la tesis doctoral de Schwab estaba bastante avanzada. Sin embargo, fue entonces que aparecieron las primeras nubes cuando Otto Kirchheimer fue contratado por el Departamento de Ciencia Política de Columbia. Schwab estaba ansioso por conocerlo, sobre todo cuando se enteró de que Kirchheimer había sido un doctorando de Schmitt. Schwab le envió el manuscrito y Kirchheimer lo invitó a su oficina. Allí le hizo saber a Schwab que no había entendido a Schmitt. 

Kirchheimer insistía en que Schmitt había preparado el camino para la victoria de Hitler y que ya era antisemita durante la República de Weimar. Schwab le respondió que no había encontrado evidencia alguna en sus escritos para concluir que había ayudado a que Hitler llegara al poder y que tampoco había encontrado algo que incluso sonara antisemita durante el período de Weimar (cabe recordar que para aquel entonces no se habían hecho públicos los diarios de Schmitt y tampoco el Glosario). Kirchheimer le insistió en que tenía que leer más trabajos de Schmitt y de los que habían tratado el tema y que de todos modos él tenía un solo voto como miembro del jurado doctoral. 

Llegó el día de la defensa doctoral. El jurado estaba compuesto por Herbert Deane y Neal Wood (Ciencia Política), Robert Cumming (Filosofía), John Wuorinen (Historia), un profesor visitante del exterior, y por supuesto Otto Kirchheimer. Durante el examen Schwab explicó que, a pesar de lo que todavía suelen creer muchos liberales, Schmitt salió en defensa de la Constitución de Weimar en contra de sus enemigos tanto nacionalsocialistas como comunistas, que la propia Constitución de Bonn incorporó la advertencia schmittiana sobre el peligro que representan los partidos antisistema para el orden político, mostró que en las obras publicadas antes de 1933 no hay referencias antisemitas, etc. Además, Schwab hizo referencia a las relaciones de Schmitt con Leo Strauss y Fritz Eisler, también con Franz Neumann y Otto Kirchheimer, su opinión sobre Hugo Preuss, etc. De ahí que Schwab entendiera la relación de Schmitt con el nazismo en términos oportunistas; en cuanto a su repugnante antisemitismo, no era racial sino teológico. 

Durante su disertación Schwab había notado que Kirchheimer estaba incómodo, nervioso y se movía en su silla hacia adelante y hacia atrás. Cuando llegó el turno de Kirchheimer para examinar a Schwab, comenzó un ataque sin piedad. Kirchheimer lo acusó a Schwab de haber dado vuelta a Schmitt y le dijo que “esta no es la manera en la que hay que escribir sobre Schmitt”. Kirchheimer insistió en que Schmitt había sido el sepulturero de Weimar. El tono de su voz alcanzó un nivel febril. 

Schwab, por su parte, insistió durante la defensa con mucha razón en que Schmitt en 1932 había advertido sobre los peligros del nazismo y pedido su prohibición (La Culpa la tienen Carl Schmitt y los Ciclistas), y como dice Borges en “Los Teólogos”: “Discutió con los hombres de cuyo fallo dependía su suerte y cometió la máxima torpeza de hacerlo con ingenio y con ironía. Lo sentenciaron a morir en la hoguera”. 

Cuando Kirchheimer le indicó que Schmitt había criticado la Constitución de Weimar, Schwab respondió que era cierto y no tuvo mejor idea que decir “como lo hicieron muchos otros” y gentilmente agregó que “Kirchheimer (quien se hacía pasar en los EEUU como un defensor de Weimar) publicó un ensayo en 1930 bajo el provocador título ‘Weimar—¿y entonces qué?’, en el cual fue más allá del orden constitucional de Weimar desde su perspectiva”, la cual era de izquierda aunque Schwab omitió decir esto último. Entonces, cuenta Schwab, “Kirchheimer casi explotó y, con saliva que era lanzada desde su boca, gritó: ‘de todas mis publicaciones, tuviste que elegir esa’”. Sobre la base de su argumentación en el sentido de que Schmitt no fue el enterrador de Weimar y en vista del estallido de Kirchheimer, Schwab creyó que se había anotado un punto con los examinadores. 

Una vez terminada la examinación, Schwab esperó unos veinte minutos fuera de la sala hasta que Deane apareció y le informó impasiblemente que la defensa había sido reprobada. Sorprendido por la actitud de Deane, Schwab le pidió una explicación. Después de todo, durante siete años Deane había promovido su trabajo. Sin embargo, la reacción de Deane fue: “¿Quién eres tú para desafiar a Kirchheimer? Él es el experto en este campo”. 

Schwab entendió que Kirchheimer puso en práctica el viejo eslogan según el cual “la mejor defensa es un buen ataque” y había intimidado a sus colegas que no tenían la menor idea sobre la obra de Schmitt. A todo esto habría que recordar que para 1949 Kirchheimer había restablecido contacto con Schmitt, lo había visitado en Alemania y se intercambiaban sus trabajos. Cuando Schmitt se enteró del trato que Schwab había recibido de Kirchheimer durante la defensa doctoral, no quiso recibirlo en Alemania. Schwab solo pudo doctorarse luego del fallecimiento de Kirchheimer, quien hizo todo lo posible para impedirlo. 

Para que esta historia esté medianamente completa hay que agregar que Schwab es un intelectual judío sobreviviente del Holocausto y que Schwab cuenta que: “En más de una ocasión, Schmitt me dijo que los judíos entendieron sus pensamientos mejor que nadie”. Si bien Schwab jamás habló con Schmitt sobre su condición de judío (no quería influir en su objeto de estudio), Bernhard von Mutius ya le había escrito a Schmitt en septiembre de 1957 que sospechaba que Schwab era al menos “ medio judío”. Schmitt tampoco jamás le mencionó el tema a Schwab. 

Schwab nació en Letonia en 1931, en donde primero sufrió la invasión soviética y luego la nacionalsocialista. Siendo un niño fue trasladado junto a parte de su familia a un campo de concentración en Alemania. Luego fue miembro del Grupo Stern que combatió a los ingleses en Palestina. Finalmente, decidió quedarse en Estados Unidos, en donde se convirtió no solo en profesor de historia, sino además en un especialista en relaciones internacionales, entre cuyos logros se cuentan los inicios del acuerdo de paz en Irlanda del Norte. Junto a otro discípulo de Schmitt (Hans Morgenthau) fue miembro principal del National Committee on American Foreign Policy (NCAFP).

A pesar de las dificultades que tuvo durante el examen doctoral, Schwab tuvo el jutzpah de traducir al inglés El concepto de lo político, así como la Teología política y El Leviatán en la teoría del Estado de Thomas Hobbes. Eventualmente, su tesis doctoral The challenge of the exception, se convertiría en un clásico de los estudios serios sobre la obra de Carl Schmitt. A pesar de los intentos de Kirchheimer, de Schwab se puede decir lo mismo que Schmitt decía de Hobbes: ya no enseñas en vano.