En primer
lugar, la reacción ignora que el control judicial de constitucionalidad es parte del derecho argentino vigente. Se
trata de un poder contramayoritario que, dicen sus defensores, tiene como tarea
proteger las decisiones del pueblo de las decisiones de los representantes del
pueblo, proteger al poder constituyente del poder constituido. Puede
no gustarnos, e incluso su defensa puede ser absurda. Pero, insistimos, es
derecho vigente, votado por el pueblo, que precisamente votó que un poder fuera contramayoritario y aseguró el resultado de ese voto con un blindaje constitucional.
En
segundo lugar, y nos vamos a repetir lamentablemente (v.g. rara avis), la reacción K ignora que la decisión constitucional
se ocupa de casos en los cuales las “diferencias de opinión sobre una relación
de cosas que yace directamente delante de los ojos bajo los que comparten una
convicción del mismo círculo…”, en cuyo caso estamos en presencia de verdaderas
cuestiones constitucionales que “jurídicamente consideradas siempre sólo pueden
tratar acerca del quis judicabit, i.e. acerca de la decisión y no acerca de la
pseudonormatividad de una judicialidad tribunalicia” (Carl Schmitt, Der Hüter
der Verfassung, [El Guardián de la Constitución], pp. 30-31). Es más, en los casos constitucionales “la duda
sobre el contenido de una norma está tan fundada y la norma en sí misma tan
poco clara en su contenido, que tampoco se puede hablar de una violación cuando
el tribunal es de otra opinión que el legislador o el gobierno, cuyas
disposiciones están en contradicción con la ley constitucional dudosa” (op.
cit., p. 45).
En tercer
lugar, la reacción K ignora que es precisamente por eso, porque puede haber desacuerdos constitucionales, que hace falta una institución que los decida, particularmente en un sistema democrático, en el
cual siempre va a haber por lo menos dos posiciones en disputa con argumentos
igualmente atendibles, no sólo al momento de la elección sino además al momento
de interpretar la constitución, que es la que sienta las reglas básicas de la
democracia.
Decir de
una institución autoritativa que se equivoca, o es opositora, o destituyente, o da vergüenza ajena
sólo porque toma una decisión que va en contra de lo que creemos, simplemente
equivale a no entender cómo funciona la autoridad. Cada vez que una autoridad decide algo, alguien pierde. "Así es la vida", con Luis Sandrini y Malvina Pastorino (o como diría Cristina Kirchner, "la vida es así": click).
Lo más curioso es que el kirchnerismo tuvo la oportunidad de elegir precisamente a los jueces de la Corte que hoy considera anti-democráticos. En realidad, no fue el kirchnerismo sin más sino el padre fundador literalmente, Néstor Kirchner, quien designó a los jueces. De ahí que el kirchnerismo se encuentra en una muy curiosa situación, similar a la de un espartano criticando a Licurgo, o la de un ateniense criticando a Solón, o un romano criticando a Numa. Se trata ciertamente de una situación irónica, ya que el kirchnerismo suele ser criticado por su obediencia ciega a los mandatos de sus líderes. La ignorancia en este punto puede ser matizada por cierta akrasia o falta de voluntad de cumplir con las decisiones de jueces designados por los interesados mismos, sea porque los consideraba afines o porque los consideraba independientes, o probablemente las dos cosas.
Lo más curioso es que el kirchnerismo tuvo la oportunidad de elegir precisamente a los jueces de la Corte que hoy considera anti-democráticos. En realidad, no fue el kirchnerismo sin más sino el padre fundador literalmente, Néstor Kirchner, quien designó a los jueces. De ahí que el kirchnerismo se encuentra en una muy curiosa situación, similar a la de un espartano criticando a Licurgo, o la de un ateniense criticando a Solón, o un romano criticando a Numa. Se trata ciertamente de una situación irónica, ya que el kirchnerismo suele ser criticado por su obediencia ciega a los mandatos de sus líderes. La ignorancia en este punto puede ser matizada por cierta akrasia o falta de voluntad de cumplir con las decisiones de jueces designados por los interesados mismos, sea porque los consideraba afines o porque los consideraba independientes, o probablemente las dos cosas.
Quizás lo que subyace a la reacción K no es ignorancia o akrasia sino la suposición de que el kirchnerismo está llevando a cabo una revolución. Era la misma suposición jacobina (aunque, como sabemos, jacobinos eran los de antes) de
Robespierre y de Saint-Just (que resultó ser mucho más que una suposición a
decir verdad) que los llevó a sostener que no tenía sentido llevar a juicio a
Luis XVI, ya que hacerlo implicaba que, como diría Sheldon Cooper, en algún
mundo posible cabía a su vez la posibilidad de que Luis XVI hubiese sido
inocente. Y por otro lado, si Luis XVI era inocente, entonces la Revolución era culpable. No, Luis XVI era culpable antes o en realidad con independencia del juicio. Lo mismo sucede con la reforma judicial según el kirchnerismo, o con toda posición kirchnerista su
posición es la constitucional sin más, toda decisión que se le oponga es por
definición monárquica, un desafío no sólo al kirchnerismo sino a la democracia
misma.
En otras palabras, el kirchnerismo no cree ser un partido democrático
entre otros, sino que cree estar haciendo una revolución. Algunos podrán decir que, tal como dijo Chou En-Lai en relación a la Revolución Francesa, es todavía muy
temprano para saber. Nos parece sin embargo que con la información que tenemos ya podemos
darnos una muy buena idea al respecto.