A raíz de una nota publicada por Mario Wainfeld en
Página12 el domingo 27 de enero en la que criticaba la restricción de la compra de divisas en efectivo para turismo (
click), la AFIP contestó que "El sistema es transparente y se relaciona con la capacidad contributiva de los solicitantes". Es más, según la AFIP, dicha nota "en la cual se menciona que el sistema de AFIP que valida la compra de moneda extranjera con fines de viajes al exterior es torpe, de nula transparencia y sin justificación, es un ejemplo de la falta de profesionalismo al momento de comunicar cuestiones técnicas que involucran mecanismos de control y fiscalización que desarrolla la AFIP en el marco de la Ley de Procedimientos Tributarios". Según la AFIP, el sistema en cuestión es "inteligente y de actualización permanente en el cual AFIP valida los montos para adquirir moneda extranjera con fines de viajes al exterior en función de la capacidad contributiva del solicitante". Asimismo, según la AFIP, su "sistema de validación" no es, como cree Wainfeld, “una suerte de lotería de Babilonia donde son castigadas personas de a pie”, sino una aplicación "equitativa para todos los ciudadanos en función a la exteriorización de ingresos y bienes efectuadas ante el Estado nacional. Esto debería saberlo el autor de la nota o, al menos, tratar de obtener información de las propias fuentes de AFIP, como han hecho otros periodistas de otros grupos de medios". Finalmente, la AFIP exige "prudencia y responsabilidad en la opinión de aquellos actores con influencia en la opinión pública, máxime si luego pretenden capitalizar los logros de este gobierno" (
click).
Wainfeld, sin embargo, replicó a la réplica de la AFIP, tanto a la defensa que hizo la AFIP del sistema de compra de divisas cuanto a la crítica que la AFIP hizo a la opinión profesional de Wainfeld. En efecto, Wainfeld insistió en que "el otorgamiento o negativa de divisas para viajar no se funda en norma escrita alguna. El Estado republicano fija sus reglas por escrito, para que los ciudadanos las conozcan y sepan a qué atenerse". Y la AFIP no explica "cuáles son los parámetros reglamentados y publicitados con antelación que utilizó. Los criterios cualitativos y las fórmulas cuantitativas que permitirían que cualquiera supiera de antemano “qué me van a dar”". La AFIP, continúa Wainfeld, no menciona cuál "es la norma escrita que establece qué es, a estos fines, “capacidad económica del contribuyente”? ¿Hay topes máximos para otorgar divisas a quienes, eventualmente, tienen esa capacidad? ¿Hay cupos máximos o promedio, por días de viaje o por año para autorizar ventas? De nuevo ¿dónde están escritos?" Y, según Wainfeld, "la negativa no se funda, es dogmática. La autorización tampoco se explica ni tampoco la razón de su cuantía cuando es menor al pedido. Un acto administrativo infundado es imperfecto e impreciso (secretista, en suma) por muy inteligente que se pretenda el sistema informático que lo anuncie. Si hay criterios generales universales y pautas matemáticas que deban traducirse simplemente en la decisión, éstos deben ser conocidos públicamente por estar escritos y publicados. Y descritos en la decisión". En la nota originaria Wainfeld había sostenido además que el sistema es "piantavotos".
Wainfeld, creemos, tiene razón, porque es indudable que las sumas que autoriza la AFIP (si es que las autoriza) responden a la capacidad contributiva de un colibrí que además es evasor impositivo. Y nos animamos a agregar, sin embargo, que la discusión está mal planteada. La Presidenta había explicado en Harvard
urbi et orbe que las restricciones a la compra de divisas se deben a la evasión de divisas justo cuando el Estado tiene muchos compromisos en moneda extranjera. No tiene nada que ver con la capacidad contributiva de los solicitantes.
Sea como fuere, tal como habíamos adelantado, Wainfeld detecta que la "la respuesta de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP)... abunda en comentarios despectivos a mi labor profesional y en panegíricos al ente. También me aconseja cómo hacer mi tarea. La libertad de expresión es sagrada: no responderé en detalle ni con igual desprecio, aunque no le reconozco al organismo legitimidad para juzgar la labor periodística. Lo que no hace el comunicado es responder el núcleo de mis críticas". Y aclara que es "periodista hace muchos años. Cada cual aprende como mejor puede y tiene el prestigio que le reconocen los demás. Integro el movimiento nacional y popular desde hace décadas. Eso va referido a la pertinencia que atribuyo a los comentarios políticos de la AFIP, que son menos importantes que el resto, pero que creo justo replicar". De hecho, en la réplica a la réplica, por si hiciera falta, insiste que reitera su "adhesión a la política general que orienta esa medida". En todo caso, da toda la impresión de que Wainfeld quiere ejercer no sólo un derecho a la crítica sino fundamentalmente un
ius reformandi, en aras del propio kirchnerismo, jamás un
ius resistendi. Hasta donde sabemos, Wainfeld no quiere trabajar ni trabaja para el Grupo Clarín.
Lo cual nos lleva al punto que más nos interesa. La respuesta kirchnerista a las críticas puede ser entendida en términos moderados (o internos), o extremos (o externos). Según la respuesta moderada, las críticas sólo son bienvenidas o apropiadas si provienen de quienes al menos comparten parte de las políticas kirchneristas, así como el modo de implementarlas, ya que no se trata de críticas malintencionadas, "políticas" en el peor sentido de la intención, sino que son fundamentalmente internas. Sin duda, es el caso de Wainfeld, quien ocupa un muy importante cargo en un diario oficialista, así como trabaja en la Radio Pública y en un programa de TV que depende de fondos públicos. Su crítica, claramente, es interna.
Sin embargo, algunos, no sin razón, han advertido que el mensaje de la AFIP fue «vos trabajás y cobrás en un diario, Página 12 que ya casi ni vende y sólo se sostiene por la gorda publicidad estatal; vos trabajás y cobrás un sueldo en Radio Nacional, vos trabajás y cobrás en un programa de televisión, “Duro de domar”, cuyo productor da vida a las campañas del gobierno, que sale con un punto de ráting por un canal de televisión, el 9, que también se sostiene únicamente por la gigantesca y discrecional publicidad oficial…» (
click). En lugar de darle la bienvenida a la crítica de un kirchnerista, el kirchnerismo la rechaza precisamente porque proviene de un kirchnerista.
Este mensaje se desprende del comunicado de la AFIP citado más arriba: ""prudencia y responsabilidad en la opinión de aquellos actores con influencia en la opinión pública, máxime si luego pretenden capitalizar los logros de este gobierno". Con lo cual, lo que surge es una segunda respuesta ante la crítica, una respuesta según la cual sólo quienes están en contra del kirchnerismo pueden hacer esta clase de críticas (nótese que la vergonzosa opinión de Del Sel sobre la Presidenta no tuvo una respuesta oficial, muy probablemente porque no merece siquiera ser dignificada de ese modo, tomándola como de quien viene; pero por las mismas razones de Darín se encargó la propia Presidenta, y, creemos, por las mismas razones que la AFIP le respondió a Wainfeld).
Según la AFIP, entonces, quienes critican al kirchnerismo no pueden querer "capitalizar los logros de este gobierno". Dicha capitalización, entendemos, no sólo se refiere a quienes literalmente reciben fondos públicos sino además a quienes se sienten parte del proyecto. La crítica sólo puede venir de afuera. Y por obvias razones: ningún proyecto político que represente al pueblo puede tener fisuras que sólo pueden ser corporativas. Uno está adentro o afuera.
Mutatis mutandis, los católicos solían usar como argumento en contra del protestantismo el hecho de que mientras que en la única Iglesia la ortodoxia se imponía sin resistencia debido a que era correcta, las sectas se multiplicaban debido a los desacuerdos provocados por los errores. Respecto a los herejes se aplicaba la máxima:
quot capita tot sententiae, tantas opiniones como cabezas (Hasso Höpfl,
Jesuit Political Thought, pp. 70-1).
Finalmente, como la crítica viene de afuera por definición, esta segunda clase de reacción del kirchnerismo es extrema: dado que cuenta con el 54 % de los votos, quienes quieran criticar tienen que formar un partido político y ganar las elecciones. Si no, déjennos gobernar. Esta reacción, sin embargo, tiene un par de problemas ciertamente. Es extraño que en democracia (la liberal al menos, como ya hemos visto:
click) no se tolere la crítica, sea de adentro, de afuera o de donde sea. En segundo lugar, no queda claro por qué la crítica impide gobernar, a menos que la crítica sea apropiada y por eso molesta, y/o a menos que la gente sea tan estúpida de creer que es apropiada (aunque por supuesto la gente no es estúpida cuando vota al kirchnerismo). Como hemos repetido hasta el cansancio, es obvio que el kirchnerismo sacó el 54 %, y que quienes desean gobernar van a tener que ganar las elecciones (otra obviedad!). Lo que es mucho menos obvio es cómo se puede hacer frente a las críticas que hizo Wainfeld mencionando tales hechos. Tal como lo sostuvo Wainfeld, la reacción de la AFIP no sólo no es republicana sino piantavotos. Aunque para confirmar esta hipótesis, por supuesto, vamos a tener que esperar a las próximas elecciones.