miércoles, 23 de abril de 2014

Es Hora de Auto-crítica

Según Página 12 de ayer la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner invitó al sector político, junto al empresario y al económico, a “hacer una autocrítica de lo que hicieron en los años ’90” (click). La idea era que los menemistas hicieran su autocrítica.

No faltarán los que se apresurarán a señalar que los mismos padres fundadores del kirchnerismo deben encabezar la fila de quienes deben llevar a cabo semejante autocrítica entonces. En su defensa, estos críticos podrían invocar pruebas como la siguiente:




Ahora bien, nótese que Néstor Kirchner en ningún momento dice ser menemista. Sólo sostiene que Menem había sido el mejor presidente desde Perón (sobre todo por su apoyo financiero a las provincias patagónicas, lo cual implicaría que Cristina se equivoca al decir que Santa Cruz no recibió tal apoyo). Por lo demás, hasta el momento en que Kirchner hizo esa afirmación, ni Néstor ni Cristina habían sido presidentes: hoy seguramente habría dicho algo completamente diferente.

Finalmente, ¿qué significa ser menemista? ¿Elogiar a Menem, por razones de principio o de oportunismo político? ¿Qué es mejor, o peor? Hernán Brienza, una vez más, tiene razón: no nos merecemos a Cristina.

jueves, 17 de abril de 2014

Una Cuestión de Principios





Los linchamientos no sólo han provocado un debate acerca de su justificación, sino que han originado también una discusión paralela acerca de cuál es su relación con el delito común. En efecto, Alejandro Katz, por ejemplo, ha sostenido en varios lugares que “El que le pega a un delincuente es peor que ese delincuente” (v.g.: click). La tesis de Katz en realidad consiste en que tanto el así llamado linchador como el que es linchado son delincuentes, pero la conducta del primer delincuente es mucho más disvaliosa que la conducta del segundo. Katz tiene razón.

La razón principal por la cual el linchamiento es peor que el delito común consiste en que mientras quien comete un delito común sólo busca salirse con la suya, el linchador cae bajo la descripción del delito principista o ideológico, el cual se caracteriza por contener al menos un ensayo de justificación. Decimos que se trata sólo de un ensayo ya que dicho intento, como decía Tu Sam, puede fallar. Un miembro del KKK o de las SS solían invocar una justificación para sus actos, la cual sólo hacía su acción tanto más grave que la de un mero homicida. El hecho de que el delincuente ideológico no sólo siga una causa sino que esté dispuesto a dar su vida por ella hace que sus actos sean más disvaliosos aún.

El disvalor mayor del acto proveniente de su pretendida justificación podría sorprender a quienes creen que todo acto principista es por eso moralmente superior, lo cual a su vez podría ser explicado por cierta escasez de principios en un mundo que se guía fundamentalmente por el auto-interés. Sin embargo, hay casos en los cuales es preferible tratar con delincuentes comunes que con personas cuya abnegación sirve una causa inmoral, o personas que cometen actos aberrantes al servicio de causas nobles. Ya habíamos tratado en otra oportunidad la tesis de Marcos Aguinis según la cual la Hitlerjugend era moralmente superior a La Cámpora (Al menos tenían ideales) en la cual habíamos dicho que si estuviéramos en un campo de concentración nazi o stalinista para el caso preferiríamos que quienes estuvieran a cargo de dicho campo fueran corruptas y no gente de principios. 

En resumen, mientras que el delito común sólo refuerza la necesidad de la autoridad estatal, el delito principista pone en duda a la autoridad misma del Estado, ya que cree ser moralmente superior a la misma. Quienes creen que el Estado es esencial para proteger los derechos individuales no pueden darse el lujo de poner en duda su autoridad punitiva.

martes, 15 de abril de 2014

Alto Nivel de Kirchnerismo en Sangre

Gracias a un video de anoche que apareció esta mañana en los diarios nos hemos enterado de que D'Elía es insulino-dependiente:




Quién sabe, la información que aporta este video podría ser de mucha ayuda para quienes se preguntan no sólo por las oscilaciones políticas de D'Elía (por ejemplo, en relación al Papa Francisco), sino además y fundamentalmente por qué se convirtió en uno de los voceros más conocidos del kirchnerismo. De hecho, los adelantos de la medicina permiten dar cuenta de muchos comportamientos que a primera vista parecen inexplicables. Nuestros lectores seguramente también estarán pensando en esta otra escena del musical de Woody Allen:


domingo, 13 de abril de 2014

¿Linchamientos cívico-militares?



Nos hemos enterado de que los linchamientos de los últimos días en nuestro país han sido objeto de una comparación con el terrorismo de Estado. La comparación, hasta donde sabemos, fue hecha al menos por Gustavo López, ex funcionario del Gobierno de Raúl Alfonsín y actual Subsecretario General de la Presidencia de la Nación (click), amén del conocido actor y abogado Gerardo Romano (click).

Dicha comparación nos llama la atención por dos grandes razones. En primer lugar, la comparación en sí misma, o como diríamos en la jerga, la cuestión conceptual. ¿Qué tienen en común un linchamiento y un acto terrorista de Estado? Precisamente, nada. Para empezar a hablar, mientras que los linchamientos suelen ser espontáneos, el terrorismo de acto fue producto de una cuidadosa planificación. Por lo demás, y fundamentalmente, mientras que un linchamiento típicamente es un acto cometido por la sociedad civil, un acto terrorista de Estado no tiene otra alternativa que haber sido cometido por el Estado. En otras palabras, creer en un linchamiento de sociedad civil y de Estado es una contradicción en sus términos, sobre todo para quienes creen que la expresión terrorismo de Estado es una redundancia.

La segunda razón por la cual nos llama la atención esta comparación entre el linchamiento y el terrorismo de Estado es de naturaleza esencialmente política. En efecto, la comparación es bastante halagadora para quienes cometieron actos terroristas desde el Estado. Hasta aquí, nadie ha tratado de justificar el terrorismo de Estado. Pero como lamentablemente parece haber gente dispuesta a justificar los linchamientos a pesar de que implicaría justificar un crimen, el acercamiento conceptual entre las dos nociones sólo puede jugar a favor del terrorismo de Estado. En efecto, merced a dicho acercamiento parece haber gente dispuesta a parafrasear ¡otra vez! al personaje de Sacha Cohen en “El Dictador” y a creer entonces en que existe algo así como terrorismo de Estado en el buen sentido de la palabra.

Finalmente, como ni López ni Romano dan la impresión de ser gente cercana al terrorismo de Estado, nos llama la atención que hayan sido ellos los que suscriben a la comparación. Por alguna razón, ellos también han caído en la tentación de creer que todo lo que es moralmente repudiable se debe al terrorismo de Estado, así como muchos otros suponen que todo lo que es digno de elogio es por lo tanto democrático. Semejante hábito sólo confunde las cosas. En el fondo, creer que el terrorismo de Estado es el responsable de los linchamientos es sólo una manera más o menos consciente de desviar nuestra atención sobre la responsabilidad de semejantes actos de salvajismo, particularmente de sus condiciones de posibilidad.  

viernes, 4 de abril de 2014

Son Linchamientos, y no en el buen Sentido de la Palabra

La discusión sobre los linchamientos, la cual supone la idea misma de que puede haber algo así como un linchamiento justificado, parece un homenaje indirecto al sutil sentido del humor de Sacha Cohen en su película "El Dictador", cuando su personaje hace referencia al fascismo pero "no en el buen sentido de la palabra". También nos hizo acordar a la famosa escena de "La Vida de Brian" sobre la lapidación, en la que habrán pensado obviamente todos los iniciados apenas se enteraron de la discusión en virtud del sentido grotesco de la misma:




si no fuera porque el linchamiento es uno de los delitos más serios que se pueden cometer y que varios políticos, y no sólo políticos, parecen estar tomándose el debate en serio. 

La Presidenta, por su parte, también mostró cierto sentido del humor al sostener que la respuesta a la violencia es la inclusión social (click), ya que se suponía que después de una década de redistribución equitativa del ingreso no podría haber semejante exclusión como la que todavía existe, la cual precisamente provoca los linchamientos para empezar a hablar.

Finalmente, los que dicen no justificar los linchamientos sino "comprenderlos" como el PRO y el Frente Renovador (click), también son graciosos a su modo. En efecto, mal puede alguien emitir un juicio sobre algo si no lo comprende antes. Por lo cual, la comprensión en este caso o bien es redundante, o peligrosamente contradictoria porque sugiere que en el fondo el que comprende además justifica el linchamiento.