Envalentonados por la repercusión que tuvo la nueva sección La Causa de Catón Internacional (Servicio Internacional), vamos a sucumbir a la hubris de continuarla, como no podía ser de otra manera. Claro que al lado de la explicación de la muerte del fiscal Nisman, la tarea de comprender el fenómeno que hemos elegido para hoy es a todas luces quijotesca. Ciertamente, mientras que la inmoralidad es siempre comprensible, a veces demasiado, la irracionalidad tiende a ser ininteligible.
En efecto, si la muerte de Nisman parece corresponderse, habíamos dicho, con la trama de una película clase B surrealista, nuestro tema de hoy es indudablemente pythonesco. A esta altura, por supuesto, nuestros lectores regulares (a quienes le rogamos sepan ser benevolentes si o cuando nos repetimos, ya que tratamos de cumplir con la misión cosmopolita de hacer inteligible a nuestro país para el mundo), sabrán que se trata de ese invento muchísimo más argentino que el dulce de leche y Nicola Paone, i.e., la denominada Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional (SECOESPENAC a continuación y para abreviar).
Como a esta altura muchos, si no todos, los lectores internacionales habrán dejado de leer esta entrada porque no están interesados en la literatura de ficción, nos vemos obligados a subir un video (gentilmente editado por @mis2centavos) de la televisión estatal para demostrar que la creación de la SECOESPENAC no es en absoluto una ironía de este blog:
No pocos críticos del Gobierno, guiados suponemos por las mejores intenciones, creyeron ver en esta institución, cuya reminiscencia orwelliana es indudable, un resabio o atavismo nazi o fascista. Sin embargo, aunque tuvieron indudablemente ministerios y secretarías consagrados a la propaganda, a la censura, al cine, etc., ni el nazismo ni el fascismo contaron con una Secretaría dedicada al Pensamiento. La razón es muy sencilla, al menos en Alemania. Martin Heidegger habría acogotado a Hitler con sus propias manos si éste se hubiese animado a crear una Sekretariat des Denkens, o algo parecido. Hay cosas que ni siquiera un nazi se atrevería a hacer, y menos en vida de Heidegger, quien no era precisamente un enemigo del régimen.
A los efectos de esta edición internacional puede ser muy ilustrativo comparar la designación de Ricardo Forster al frente de la SECOESPENAC con la de Roberto Mangabeira Unger en Brasil hace unos años como
Secretario de Planificación de Largo Plazo, si es que Mangabeira Unger
nos perdona por haberlo comparado con Forster. Mientras que Lula había designado a
Mangabeira no sólo porque era un intelectual destacadísimo sino además y
fundamentalmente porque Mangabeira había denunciado a su gobierno como el más
corrupto de la historia (a pesar de que Mangabeira de todos modos terminó yéndose del
gobierno de Lula acusado de haber sido cooptado), el Gobierno argentino, quizás
para ganar tiempo, designó directamente a un militante feroz como Forster
a quien la corrupción no le preocupa demasiado. Por ejemplo, Forster ha
manifestado pública y gráficamente que, y aquí citamos de memoria, el patrimonio de Lázaro Báez “no me
importa un carajo”.
Quizás nuestros lectores foráneos supongan que la creación
de la SECOESPENAC fue literalmente ad
hominem, aunque en el buen sentido de la expresión ciertamente, tal como
sucede cuando se crea una cátedra en una universidad debido al irresistible
atractivo que emana de una mente brillante. Por ejemplo, a los filósofos del derecho les vendrá a la mente de modo inmediato el caso de Joseph Raz y de John Finnis, para quienes la Universidad de Oxford
creara otras tantas cátedras paralelas a la hasta entonces única y muy prestigiosa cátedra de jurisprudencia ocupada por
Ronald Dworkin, sucesor entonces de H. L. A. Hart.
Si bien no se trata necesariamente de un mal argumento, tiene al menos dos grandes dificultades. En primer lugar, Ricardo Forster confesó públicamente que no tenía idea de que el Gobierno pensaba crear una institución semejante y mucho menos designarlo a él como titular de la misma. Ciertamente, alguien podría sostener que precisamente se trataba de una sorpresa, quizás con el comprensible propósito de conmemorar su propio natalicio.
La segunda dificultad es mucho más difícil de sortear, ya que atañe al pensamiento de Forster y a la opinión que Forster tiene de sí mismo. Efectivamente, preguntado una vez sobre la existencia de un imitador en twitter tan fidedigno que la gente era—y sigue siendo—incapaz de distinguir entre el imitador y el original, Forster sostuvo que “quien lo hace... es un poco tonto” y que se trata de un pensamiento “mezquino, pequeño, ... pigmeo”. Sin embargo, es muy extraño que el Secretario para el Pensamiento no se dé cuenta de que si el contenido proposicional de la imitación es tan parecido que a veces es imposible distinguir quién lo dice, entonces, merced al principio de identidad, su propio pensamiento tiene que ser tan tonto, mezquino, pequeño o pigmeo como el de su imitador. Si Forster, por el contrario, con estas declaraciones quiso hacer gala de una ironía voltaireana, entonces reconocemos que hemos sido batidos en nuestro propio juego y concedemos muy gustosos la derrota.
Otra muestra acabada del pensamiento de Forster emergió al declarar que “Si Pagni y La Nación
dicen lo que dicen, es porque no debemos estar equivocándonos demasiado”, lo
cual supone irónicamente que sus adversarios son, a su modo, infalibles en sus
errores: siempre que critican al kirchnerismo lo hacen porque el kirchnerismo
tiene razón. En este punto, Forster parece estar invocando la
figura de aquel egregio militante, San Ignacio de Loyola, quien agregara a sus
Ejercicios Espirituales ciertas “reglas para pensar como un militante”. En
efecto, según la quinta regla un militante “siempre debe proceder de modo
contrario al cual procede el enemigo”.
En otras palabras, un buen militante debe criticar todo lo que dice el
enemigo, sólo porque lo dice el enemigo.
Nobleza obliga, sería injusto no destacar dos campos en los
cuales la excelencia de Forster es incontrastable. Por un lado, la adjetivación maníaco-compulsiva, que arranca con no menos de tres y que puede llegar hasta seis, siete u ocho adjetivos por sustantivo. Claro que, como sucede con todo talento desmedido, bien puede tratarse de una "bendición mixta", una virtud que puede convertirse en una adicción y requerir tratamiento médico.
Otro tanto se aplica a su talento para la tautología. Como muestra, basta el botón de su profunda indicación según la cual Daniel Scioli tiene derecho a participar de las PASO en la interna kirchnerista. Parafraseando al personaje de Sir John Gielgud en "Arturo el Millonario", si estas capacidades pudieran mostrarse en una competencia olímpica, Forster nos enorgullecería en cuanta lid se presentara, convirtiéndose de este modo en el Sergei Bubka de la adjetivación y de la redundancia. Es más, no nos extrañaría que no le permitieran participar en tales competencias, tal es su superioridad. Quizás algunos lectores recuerden el caso de los Globetrotters, de quienes se decía que no podían participar en competencias oficiales por la diferencia de su juego con la de los demás equipos de la liga.
Otro tanto se aplica a su talento para la tautología. Como muestra, basta el botón de su profunda indicación según la cual Daniel Scioli tiene derecho a participar de las PASO en la interna kirchnerista. Parafraseando al personaje de Sir John Gielgud en "Arturo el Millonario", si estas capacidades pudieran mostrarse en una competencia olímpica, Forster nos enorgullecería en cuanta lid se presentara, convirtiéndose de este modo en el Sergei Bubka de la adjetivación y de la redundancia. Es más, no nos extrañaría que no le permitieran participar en tales competencias, tal es su superioridad. Quizás algunos lectores recuerden el caso de los Globetrotters, de quienes se decía que no podían participar en competencias oficiales por la diferencia de su juego con la de los demás equipos de la liga.
Para finalizar, un homenaje a la SECOESPENAC por Monty Python, un grupo al cual, insistimos, en Argentina no le habría sido nada fácil ganarse el sustento.