Es hora de decir la verdad, aunque duela (y, sobre todo, aunque algunos digan que la verdad no existe o es solo interpretación, o que es mentira la verdad): el antikirchnerismo es el nuevo antisemitismo. Este descubrimiento se lo debemos a Elina Malamud, escritora y periodista que ha tenido la valentía de hacer pública su posición el último viernes en Página 12 (Pogrom).
En efecto, para Malamud los kirchneristas son "los nuevos judíos" (queda la duda de si Pichetto los consideraría "argentinos argentinos", pero dejaremos esta discusión para otra oportunidad) que hoy son víctimas de pogroms, perseguidos esta vez por los "nuevos zares sudamericanos". De hecho, Malamud sostiene no solo que estamos en presencia de nuevos pogroms sino que además "no está lejana la creación de un nuevo Dreyfus cuya exposición en la plaza pública, para arrancarle las charreteras ante la turba embobada, se prepara no tan en las sombras". Suponemos que este "nuevo Dreyfus" será Cristina Kirchner, que hace las veces de Diosa y víctima al mismo tiempo, una víctima sacrificial tras los pasos de Walter Benjamin y René Girard.
Nuestros lectores saben que La Causa de Catón solo toma partido por la verdad y por eso no se guarda nada, al igual que Elina Malamud. De ahí que nos veamos obligados a decir que (a) Agustín Rossi ya había denunciado que los kirchneristas están siendo perseguidos como los judíos por los nazis (Perfil) y (b) si bien no es ningún secreto nuestra cercanía con la cultura judía, nos sentimos mucho más cerca de Rossi que de Malamud.
Efectivamente, si bien las intenciones de Malamud son las correctas, ella comete un error categorial que salta a la vista. Hablar de pogroms en este momento implica que los kirchneristas son objeto de persecuciones violentas, sin duda, pero meramente espontáneas y a cargo de la sociedad civil, que en todo caso cuentan con la aprobación tácita o la negligencia de las autoridades. Pero, tal como lo anticipara Rossi, hoy en día los kirchneristas son perseguidos violenta y deliberadamente por el Estado.
Por ahora, hasta donde sabemos, los kirchneristas no han sido víctimas de un genocidio. Pero se está empezando a notar la existencia de una teleología que se dirige inexorablemente hacia esa meta. ¿A quién en su sano juicio no le hace acordar la manera en que José López tiene que deshacerse de sus propiedades a la madrugada en un monasterio la forma en la que los judíos eran forzados a toda hora a despojarse de todos sus bienes?
Por lo demás, hay varios indicios concomitantes. En primer lugar, cada vez hay más gente que dice "¿antikirchnerista yo? Si tengo un amigo kirchnerista". Incluso, ya hay varios kirchneristas que se han escondido en casas de amigos y familiares. En segundo lugar, no pocos ex-funcionarios kirchneristas viven en ese verdadero ghetto kirchnerista llamado Puerto Madero. En tercer lugar, los derechos civiles de los kirchneristas han sido suprimidos: desde la persecución de los intelectuales y artistas (Ignacio Copani, Ricardo Forster y Nancy Dupláa) hasta la persecución de los políticos (basta ver la campaña contra José López, Ricardo Jaime, Julio de Vido, Guillermo Moreno, Amado Boudou, Néstor y Cristina Kirchner. Para mayor abultamiento, véase por favor el cuadro a continuación).
De hecho, el indicio más significativo consiste en que en estos mismos momentos hay varios funcionarios estatales reunidos desfachatadamente en Miramar, en lo que representa una verdadera recreación de la conferencia del Wannsee tratando de encontrar una solución final a la cuestión kirchnerista (suponemos que Agustín Rossi ya está al tanto y que de ahí extrajo su denuncia).
Lo que está en cuestión en la conferencia de Miramar es cómo definir al kirchnerismo y actuar en consecuencia. ¿Para ser kirchnerista hace falta ser hijo de padre y madre kirchneristas? ¿Es suficiente que uno de los padres lo sea? ¿La identidad kirchnerista se transmite por la línea materna? ¿Qué hacer con los que están casados con un o una kirchnerista? ¿Se puede dejar de ser kirchnerista? ¿Los kirchneristas son como los marines o los scouts, i.e. una vez que uno lo es no puede dejar de serlo? ¿Qué hacer con los conversos?
Las vueltas de la vida quizás hagan que los intelectuales kirchneristas que puedan escapar (v.g. Horacio González, Mempo Giardinelli, Edgardo Mocca, Carta Abierta en general, etc.) y se exilien en otro país beneficien de este modo a dicho país, tal como sucediera con los EE.UU. y la generación de profesores pertenecientes a la Escuela de Frankfurt que fundara, v.g., la New School for Social Research. Eso serían buenas noticias para EE.UU., aunque no precisamente para nosotros. De hecho, corre el rumor de que Ricardo Forster, verdadera reencarnación de la vida y obra de Walter Benjamin, se ha visto forzado a escaparse hasta la Triple Frontera para poder abandonar el país.
La historia nos muestra que la única manera de impedir un genocidio es que sus víctimas terminen instituyendo su propio Estado. Los kirchneristas, esos "nuevos judíos" como dice Malamud, quizás tengan que hacer lo mismo. Mientras tanto, la creación de una AMKA (Asociación Mutual Kirchnerista Argentina) quizás ayude a coordinar la acción colectiva (nobleza obliga, otra vez, Elina Malamud anticipó la idea hace un tiempo: Por qué los judíos tenemos la culpa).
Nuestra denuncia, nuestro "yo acuso", tiene como meta despertar las conciencias a tiempo. Cuando empecemos a rememorar el poema de Brecht, ya va a ser tarde.
Efectivamente, si bien las intenciones de Malamud son las correctas, ella comete un error categorial que salta a la vista. Hablar de pogroms en este momento implica que los kirchneristas son objeto de persecuciones violentas, sin duda, pero meramente espontáneas y a cargo de la sociedad civil, que en todo caso cuentan con la aprobación tácita o la negligencia de las autoridades. Pero, tal como lo anticipara Rossi, hoy en día los kirchneristas son perseguidos violenta y deliberadamente por el Estado.
Por ahora, hasta donde sabemos, los kirchneristas no han sido víctimas de un genocidio. Pero se está empezando a notar la existencia de una teleología que se dirige inexorablemente hacia esa meta. ¿A quién en su sano juicio no le hace acordar la manera en que José López tiene que deshacerse de sus propiedades a la madrugada en un monasterio la forma en la que los judíos eran forzados a toda hora a despojarse de todos sus bienes?
Por lo demás, hay varios indicios concomitantes. En primer lugar, cada vez hay más gente que dice "¿antikirchnerista yo? Si tengo un amigo kirchnerista". Incluso, ya hay varios kirchneristas que se han escondido en casas de amigos y familiares. En segundo lugar, no pocos ex-funcionarios kirchneristas viven en ese verdadero ghetto kirchnerista llamado Puerto Madero. En tercer lugar, los derechos civiles de los kirchneristas han sido suprimidos: desde la persecución de los intelectuales y artistas (Ignacio Copani, Ricardo Forster y Nancy Dupláa) hasta la persecución de los políticos (basta ver la campaña contra José López, Ricardo Jaime, Julio de Vido, Guillermo Moreno, Amado Boudou, Néstor y Cristina Kirchner. Para mayor abultamiento, véase por favor el cuadro a continuación).
De hecho, el indicio más significativo consiste en que en estos mismos momentos hay varios funcionarios estatales reunidos desfachatadamente en Miramar, en lo que representa una verdadera recreación de la conferencia del Wannsee tratando de encontrar una solución final a la cuestión kirchnerista (suponemos que Agustín Rossi ya está al tanto y que de ahí extrajo su denuncia).
Lo que está en cuestión en la conferencia de Miramar es cómo definir al kirchnerismo y actuar en consecuencia. ¿Para ser kirchnerista hace falta ser hijo de padre y madre kirchneristas? ¿Es suficiente que uno de los padres lo sea? ¿La identidad kirchnerista se transmite por la línea materna? ¿Qué hacer con los que están casados con un o una kirchnerista? ¿Se puede dejar de ser kirchnerista? ¿Los kirchneristas son como los marines o los scouts, i.e. una vez que uno lo es no puede dejar de serlo? ¿Qué hacer con los conversos?
Las vueltas de la vida quizás hagan que los intelectuales kirchneristas que puedan escapar (v.g. Horacio González, Mempo Giardinelli, Edgardo Mocca, Carta Abierta en general, etc.) y se exilien en otro país beneficien de este modo a dicho país, tal como sucediera con los EE.UU. y la generación de profesores pertenecientes a la Escuela de Frankfurt que fundara, v.g., la New School for Social Research. Eso serían buenas noticias para EE.UU., aunque no precisamente para nosotros. De hecho, corre el rumor de que Ricardo Forster, verdadera reencarnación de la vida y obra de Walter Benjamin, se ha visto forzado a escaparse hasta la Triple Frontera para poder abandonar el país.
La historia nos muestra que la única manera de impedir un genocidio es que sus víctimas terminen instituyendo su propio Estado. Los kirchneristas, esos "nuevos judíos" como dice Malamud, quizás tengan que hacer lo mismo. Mientras tanto, la creación de una AMKA (Asociación Mutual Kirchnerista Argentina) quizás ayude a coordinar la acción colectiva (nobleza obliga, otra vez, Elina Malamud anticipó la idea hace un tiempo: Por qué los judíos tenemos la culpa).
Nuestra denuncia, nuestro "yo acuso", tiene como meta despertar las conciencias a tiempo. Cuando empecemos a rememorar el poema de Brecht, ya va a ser tarde.