Se ha vuelto costumbre criticar al kirchnerismo debido a que utiliza un doble estándar con fines puramente políticos. Por ejemplo, es típico del kirchnerismo denunciar siquiera cualquier coqueteo con la dictadura cívico-militar, pero un miembro del gabinete kirchnerista puede haberse dado el lujo de haber participado como funcionario público de dicha dictadura cívico-militar como secretaria de Estado de la provincia de Santa Cruz durante la totalidad de la dictadura. El kirchnerismo ha perdido el sueño debido a sus incesantes esfuerzos por cubrir la vacante del juzgado competente para determinar la constitucionalidad de la así llamada Ley de Medios aunque hay muchísimos otros juzgados vacantes hace años que no le preocupan en absoluto. Cualquier vínculo con o simpatía por Clarín por parte de quienes no son kirchneristas son intolerables para los kirchneristas, aunque Néstor fue su aliado varios años. Los mismos sindicalistas son buenos o malos dependiendo de si son o no kirchneristas, respectivamente. El pago de la deuda del Estado es un acto de soberanía o de claudicación total, según lo disponga, o no, el kirchnerismo, respectivamente otra vez. Toda la droga del país está en Santa Fe. Etcétera.
Ahora bien, lo que algunos llaman "doble estándar" en realidad tiene un notable parecido con lo que la sociología weberiana llama racionalidad instrumental o relativa a fines. Así como habíamos apelado a la antropología para comprender mejor al kirchnerismo, hoy hacemos otro tanto con la sociología histórica, de impronta weberiana (click). En efecto, hay varios ejemplos históricos enraizados en el Catolicismo medieval y temprano-modero que constatan la racionalidad instrumental o relativa a fines. Empecemos por el Papa Gregorio el Grande cuando le aconseja a los misionarios enviados a la Inglaterra anglo-sajona que reconviertan, por así decir, los templos y festivales paganos:
"los templos de ídolos de esa raza [la inglesa] no deben ser destruidos bajo ningún concepto, sino sólo los ídolos en ellos. Tomen con sus manos el agua bendita y rocíen los sepulcros sagrados con ella, construyan altares y pongan reliquias en ellos. Porque si los sepulcros sagrados están bien construidos, es esencial que sean cambiados de la adoración de los diablos al servicio del Dios verdadero. Cuando esta gente vea que sus sepulcros sagrados no son destruidos ellos serán capaces de desterrar el error de sus corazones y estarán más dispuestos a ir a los lugares con los que están familiarizados, pero ahora reconociendo y adorando al verdadero Dios" (D. L. d'Avray, Medieval Religious Rationalities, p. 108).
Asimismo, Inocencio IV a mediados del siglo XIII creyó que la conveniencia era una razón sustantiva para suspender reglas relativas a la dispensa matrimonial. La necesidad de lograr que un familia poderosatomara partido por el Papado en su lucha contra el Imperio de Federico II era sin duda prioritario para la Iglesia desde el punto de vista papal. Dicho cálculo era instrumentalmente racional, que servía precisamente para lograr el triunfo de una convicción o valor, en este caso el triunfo de la Iglesia según Inocencio (Op. cit., p. 152).
El jesuita Pedro de Ribadeneyra, de manera similar, sostenía sin tapujos que "porque ninguno piense que yo desecho toda razón de Estado (como si no hubiese ninguna)", ya que "hay razón de Estado, y... todos los príncipes la deben tener siempre delante los ojos, si quieren acertar a conservar y gobernar sus Estados", aclaraba que "esta razón de Estado no es una sola, sino dos: una falsa y aparente, otra sólida y verdadera; una engañosa y diabólica, otra cierta y divina; una que del Estado hace religión, otra que de la religión hace Estado; una enseñada de los políticos y fundada en vana prudencia y en humanos y ruines medios, otra enseñada de Dios, que estriba en el mismo Dios y en los medios que El [sic], con su paternal providencia, descubre a los príncipes y les da fuerza para usar bien de ellos, como Señor de todos los Estados" (cit. en H. Höpfl, Jesuit Political Thought, p. 106). A propósito de Ribadeneyra, nuestros lectores comprenderán inmediatamente por qué nos vino a la mente la siguiente boutade proléptica de Terry Eagleton, si reemplazáramos a Ribadeneyra por Shakespeare, y a Néstor por algunos de los autores que siguen: "Aunque es difícil acceder a evidencia concluyente, es difícil leer a Shakespeare sin sentir que él estaba casi familiarizado con los escritos de Hegel, Marx, Nietzsche, Freud, Wittgenstein y Derrida" (William Shakespeare, pp. ix-x).
En conclusión, es típico de la racionalidad valorativa o axiológica colorear los medios que emplea o la racionalidad instrumental que precisamente pone a su servicio. Decir que se trata de un doble estándar equivale a no querer comprender, al menos weberianamente.