La tesis según la cual “X pero Y”, i.e. la matanza de
Charlie Hebdo es un crimen atroz e imperdonable, pero debe ser entendido en contexto, sigue ganando adeptos, que van
desde Florencia Saintout hasta Judith Butler, pasando por Aldo Ferrer y Steven
Pinker. La pregunta sigue siendo qué es lo que agrega el famoso “pero” en esta
llamativa proposición. Por un lado, es obvio que toda acción, qué decir las
criminales, deben ser puestas en contexto ya que es absurdo—o perverso—condenar
(o absolver para el caso) una acción sin haberla comprendido. Solamente la Policía de la Provincia, dicen, primero dispara y después pregunta. Por eso, dudamos que
quienes usan la proposición “X pero Y”
quieran señalar un punto redundante.
Una alternativa es la mera
curiosidad, tal como Publio Escipión alguna vez le preguntara a sus tropas
luego de que éstas hubieran cometido un acto nefasto: “yo, aunque ningún crimen
tiene justificación [o literalmente “razón”], sin embargo, en la medida en que
sea posible en un hecho nefasto, querría saber cuál fue vuestra idea, vuestra intención” (Tivo Livio, XXVIII.28).
Sin embargo, el
“pero” en cuestión parece ir más allá de la redundancia y la curiosidad, ya que pretende hacer una diferencia
real. La pregunta entonces es qué diferencia puede hacer el “pero”. Lo que
suele aparecer luego del pero es la referencia a la desigualdad social y económica,
la exclusión, etc., de quienes cometieron el acto. Ahora bien, la explicación que
sigue al pero atenúa—si no es que exonera de—la responsabilidad de quienes
cometieron la matanza. Si no hubieran sido víctimas de desigualdad y exclusión,
los implicados jamás habrían cometido el acto. En otras palabras, no fueron
libres de actuar de otro modo.
Se trata de una hipótesis con proyecciones muy preocupantes, amén de que empíricamente es bastante dudosa. Pero, si supusiéramos que fuera correcta, no haría falta ser un científico especializado en cohetes para
darse cuenta de que no tendría sentido entonces repudiar el acto, ya que
equivaldría a responsabilizar a quienes fueron víctimas de desigualdad y
exclusión, las cuales los llevaron a cometer lo que parecía ser un crimen. Insistir con el repudio—y qué decir con un eventual castigo—no
solamente sería contradictorio (una contradicción que emerge claramente en la
declaración del polemista francés Dieudonné, que reúne a las víctimas con los autores del crimen: “yo me siento Charlie Coulibaly”),
sino además completamente sádico.
Otro tanto sucede con la
explicación evolutiva. Una conocida psicóloga canadiense, Susan Pinker, v.g., sostiene que: “Claramente, los
asesinatos no son remotamente justificables. Al mismo tiempo, tal violencia no
es azarosa. Combine las anteojeras de la religión extrema con ostracismo
social, luego sazónelo con impulsos agresivos dirigidos por testosterona que a
menudo se encuentran en hombres jóvenes marginados y Ud. puede terminar con un estofado
letal”. Otra vez, si las causas fueron tales, o en realidad si es que hubo causas en sentido estricto, los
implicados no pudieron haber sido entonces héroes, pero tampoco responsables por lo que hicieron. Toda explicación posterior a la valoración hace
caer el repudio, so pena de contradicción y sadismo.
A esta altura da la
impresión de que las ciencias humanas tal como suelen ser practicadas hoy en
día son un obstáculo para cualquier juicio moral, ya que su trabajo consiste
precisamente explicar y comprender todo acto humano y de esta forma diluir la
libertad y por lo tanto la responsabilidad de los agentes en las causas que los
determinan y/o en las culturas a las que pertenecen.
Sin duda, alguien podría objetar
que hemos ido demasiado rápido. Después de todo, la explicación que hace
hincapié en la desigualdad y en la exclusión es de naturaleza moral ya que
semejantes fenómenos no son naturales como un terremoto o un huracán sino que se
deben en última instancia a decisiones humanas.
Sin embargo, esta objeción en
realidad refuerza nuestro punto. En efecto, nuestro rechazo de la desigualdad y
de la exclusión se debe a que son evitables ya que son el producto de la
explotación capitalista. ¿Podrían sin embargo los dueños de las grandes
corporaciones multinacionales alegar que son capitalistas por razones
culturales, o porque los educaron así, y por eso les resulta indiferente la
pobreza global que ocasionan? Y los funcionarios del Departamento de Estado que
ejecutan las órdenes de bombardear no combatientes y entrenar fanáticos que
luego se les van de las manos—qué decir de quienes toman semejantes decisiones—,
¿podrían alegar con razón que lo hacen por razones igualmente culturales,
porque los educaron para hacer eso, y por lo tanto no tiene sentido criticarlos?
Si fuéramos consistentes en este caso deberíamos decir: “el capitalismo es atroz,
pero…”, con lo cual atenuaríamos o aniquilaríamos lo que parecía ser un rechazo
total.
En resumen, la proposición “X pero Y”, de ser verdadera, debe ser aplicada siempre,
y no solamente cuando nos conviene. Nuestra filosofía de las ciencias sociales, por así decir, no puede depender de nuestra ideología política.
¿Podríamos decir que, en este caso, el que contextualiza quiere engañar, es decir, lo hace para confundir explicación (ciencias sociales "libres de valores") con justificación (ciencias morales)?
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. No sé si quiere engañar. Pero sí se confunde. Quizás aspira a una explicación weberiana en sentido estricto o neutra, pero entonces no puede valorar: ni repudiar ni defender lo que sucedió, pero además tampoco podría explicar por qué se dedica a las ciencias humanas, o por qué hay que estudiar, v.g., el terrorismo, y no la campaña del River de 1975. Por otro lado, los que sí quieren valorar y por eso se dedican a las ciencias humanas, primero deben explicar y comprender lo que pasó.
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