Párrafo aparte merece el final de la entrevista de hoy a Ricardo Forster (click):
« - Hay un impostor suyo en Twitter que tiene miles de seguidores. Hay muchos políticos que incluso llegan a pensar que están debatiendo con usted. ¿Lo halaga o lo enoja que lo imiten en las redes sociales?
- Me parece que quien lo hace... es un poco tonto, ¿no? Se divierte con una construcción de un simulacro que tiene una intencionalidad política. Porque no es Capusotto haciendo una cargada, es claramente para dañar mi figura. Mezquino, pequeño, pensamiento pigmeo. Sé de su existencia porque entré a la cuenta cuando apareció, y porque hay gente que me escribe a mi Twitter real y dice "prefiero al otro Forster que a vos". Demuestra la ruindad y lo escaso de la ética de quien lleva adelante una cosa así. Además, si se dedica mucho tiempo a mí, paradójicamente, le debe de resultar muy interesante mi figura ».
Forster no se da cuenta de que dado que el contenido proposicional de la imitación es muy fidedigno (la gente a veces no sabe quién es quién), entonces el pensamiento pigmeo, la tontería, etc., refleja tanto al imitador como al imitado.
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