Por las dudas, aclaramos que el Indio Solari no es lo que se dice un favorito de La Causa. De hecho, jamás, creemos, lo hemos escuchado (estamos más cerca de otros géneros musicales, para qué negarlo). Sin embargo, eso no impide que analicemos las tesis causales señaladas en la nota. En efecto, no sólo la tesis central de la nota es extraordinaria, sino que sus argumentos no son menos sorprendentes.
Arranquemos, como corresponde, por el principio de la nota, en el cual se lee: "El camino que recorre este ícono del rock nacional desde 2004 con la banda Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado es muy diferente al que atravesó con el legendario grupo de rock Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota durante la década del 90 y comienzos del nuevo siglo, cuando el neoliberalismo provocó en el país una de las peores crisis económicas, políticas y sociales de la historia".
Esta primera consideración es al menos curiosa, ya que si tomáramos este camino deberíamos señalar que nunca le fue tan bien al rock argentino como durante la última dictadura militar. En realidad, salvo el caso de la democracia ateniense, es un verdadero tópico que el arte surge y crece en épocas de crisis y persecución. Pero, por las dudas, no vamos a entrar en detalles al respecto (no porque de ahí se sigue que las dictaduras son estéticamente preferibles, sino sobre todo porque si el tópico tuviera sentido, el kirchnerismo estaría en dificultades).
En segundo lugar, "a primera vista se destaca que ya no hay episodios violentos en los recitales, sino que son una fiesta popular que disfrutan varias generaciones de distintos estratos sociales", mientras que en Mar del Plata, en junio 1999, el Indio decía desde el escenario: “Es hora de que los que dicen estar preocupados por la situación dejen de echarle la culpa a una banda de rock o a un equipo de futbol” y, al despedirse advertía: “Ojo, cuídense, la calle está dura”. Habría que avisarle a Télam que las cosas pueden haber cambiado en los recitales del Indio, pero en el fútbol cada tanto muere alguien víctima de un homicidio, y de hecho todavía está prohibido el ingreso de visitantes. Irónicamente, a Télam quizás no llegan todos los cables. O quizás la omisión se deba al aprecio que la Presidenta siente por los barras bravas (click).
La tesis que sigue no es menos interesante: "Más allá de la crisis económica que atravesaba el país [N. de la R.: obviamente antes del kirchnerismo], los seguidores del grupo hacían lo imposible para ir a los recitales, que representaba un espacio de felicidad entre tanto dolor y amargura, y porque encontraban en el “Indio” un intérprete de sus problemas, aunque muchas de sus canciones no fuesen del todo claras y dispararan distintos significados". En otras palabras, antes la gente era feliz porque iba a ver estos shows para olvidarse de sus miserias, ahora van a verlo no por la felicidad de olvidar su miseria, sino que los shows les permite acordarse de lo felices que son. Este argumento omite decir que simplemente hay gente que sigue a esta banda con independencia de quién gobierna.
Sigamos: "otra característica importante de la evolución de este fenómeno es la reactivación de las economías regionales adonde se movilizan las más de 100.000 personas que concurren a los conciertos". Es hora de hacer justicia a la crisis del 2001 que obligó a tanta gente a hacer largas colas, v.g., en los consulados extranjeros, lo cual produjo pingües ganancias para los vendedores ambulantes. Es curioso así y todo que algunos insistan en que, a pesar de estos conciertos, el kirchnerismo arruinó las economías regionales y por eso perdió gran parte de sus antiguos electores. Quizás Solari deba dar más conciertos y más frecuentemente por el interior del país para compensar los efectos de la política económica estatal. Por lo demás, es digno de ser notado que en este punto es Solari el que ayuda al kirchnerismo, y en otros la relación causal es la inversa (el tenor general de la nota): es el kirchnerismo el que explica o ayuda a Solari.
En fin, no nos extrañaría que Solari fuera kirchnerista, y suspendemos nuestro juicio sobre el valor estético de su obra. Pero querer usarlo en apoyo del kirchnerismo, mediante semejantes argumentos, nos resulta incomprensible. En el futuro no van a poder creer que Télam era una agencia oficial en manos del kirchnerismo que trató de obrar a favor del Gobierno.
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