Es una vieja y generosa costumbre de las autoridades de La Causa de Catón la de permitirle a su staff que escuche la radio mientras trabaja en vacaciones. De ahí que hayamos tenido la oportunidad de escuchar hace poco una entrevista radial al Sr. Emilio Sucar Grau, subsecretario de Inspección General del municipio de General Pueyrredón, mientras trataba de explicar la naturaleza y el alcance del programa “Mar del Plata Segura” que incluye entre sus medidas el secuestro de bebidas alcohólicas en la playa.
Un periodista entonces no sin razón le preguntó al Sr. Sucar Grau acerca de la diferencia entre el alcohol digno de ser secuestrado en la playa y el alcohol que legalmente se expende en los establecimientos que están literalmente a unos pocos metros de la playa, si no es que están literalmente sobre la playa.
La respuesta del Sr. Sucar Grau fue, como se suele decir en inglés, la de tomar una hoja del libro de Martín Sabbatella para contestar esencialmente que “se trata de una disposición democrática y por lo tanto hay que obedecerla”. Nuestros lectores recordarán cuando un periodista le preguntara al dirigente de Nuevo Encuentro por qué había no había renunciado a su banca de diputado luego de haber aceptado un cargo en el Gobierno Nacional y Sabbatella respondió que “había dos alternativas. Yo tomé la otra”.
En efecto, las respuestas de Sabbatella y de Sucar Grau apelan a información con la que ya contábamos, sea el hecho de que la decisión marplatense es democrática (lo único que faltaba era que no lo fuera) o la tautología de que había dos opciones y Sabbatella optó por la otra. La cuestión es por qué Sabbatella no tomó la otra alternativa y por qué en este caso está permitido consumir alcohol en algunos lugares y en otros no. De hecho, según el nuevo programa marplatense la policía puede secuestrar el alcohol en la playa sin que medie disturbio alguno o incluso señales de intoxicación.
Que está prohibido tener alcohol en la playa y que hay que obedecer era un hecho que ya conocíamos. Es precisamente porque está prohibido y debemos obedecer es que queremos saber la razón. Si no estuviera prohibido y no hubiera que obedecer solamente la curiosidad académica podría interesarse por este caso. Insistir con que está prohibido es solamente una petición de principios o muestra en todo caso la carencia de argumentos atendibles.
Quizás al hacer referencia a que vivimos en democracia lo que quiso decir Sucar Grau fue que la prohibición fue el resultado de un genuino debate, por lo cual él no debería tener mayores problemas en recordarnos brevemente cuál fue ese debate, proveyéndonos de este modo de algún argumento. Pero tampoco lo hizo.
En resumen, si bien es absolutamente cierto que en democracia hay que obedecer al derecho, no es menos cierto que en democracia se supone que existe una razón por la cual obedecemos al derecho, y esa razón, obviamente, no puede ser que hay que obedecer al derecho. Semejante afirmación o bien es tautológica de un modo insultante o bien indica que no hay argumentos. Se trata de una afirmación muy poco reconfortante para un régimen democrático pero que se sentiría muy a gusto en un sketch de Monty Python, como tantas otras cosas en este bendito país.
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