Los integrantes del equipo de La Causa nos vemos forzados a hacer
un mea culpa. En efecto, hasta aquí,
sobre la base no sólo de las notas de Hugo Alconada Mon, sino incluso las de Eduardo
Anguita y del mismísimo Horacio Verbitsky, para qué hablar del procesamiento
dictado por el juez Lijo, habíamos creído que Amado Boudou era poco menos que
un Coyote (latro vulgaris), para parafrasear
la excelente analogía invocada por la Presidenta de la República, la cual
comparó no hace mucho al mencionado juez federal con el Corre Caminos (Bip Bip).
Todo esto debido a que suponíamos que luego del advenimiento
del cristianismo (antes de que se adoptara la notación universal de a.K., o d.K.,
i.e. “antes o después de Kirchner”, tal como nos lo recuerda Ningún Historiador
Nace Chorro, Occidente al menos aprovechaba el advenimiento y solía usar como
convención literalmente secular la expresión “a.C., o d.C.”, i.e. “antes o después
de Cristo”), el mecanismo del chivo expiatorio denunciado por René Girard había
dejado de operar, y que las acusaciones—en este caso contra Boudou—se basaban
en fundamentos genuinos.
Sin embargo, justo sucedió que en una de las típicas
reuniones de los viernes, el equipo de La Causa en ocasión de una discusión
sobre Edipo Tirano (para usar el
título literal) dio con un texto de René Girard, El Chivo Emisario, el cual nos hizo rever nuestras creencias sobre
el caso Boudou. En efecto, Girard sostiene que el mito de Edipo reúne tres
“estereotipos perseguidores” (De la
Violence à la Divinité, pp. 1254-1255): (1) una crisis letal que
azota a Tebas (la peste); (2) un serio crimen (o varios) provoca dicha crisis, y por eso
el crimen debe ser castigado, y el criminal linchado; (3) existe un individuo
con ciertos “signos victimarios”: un parvenu,
alguien que viene de afuera, con un pie hinchado o renguea, etc.; en una
palabra, Edipo, que opera como la víctima ideal de una caza de brujas o búsqueda
de un chivo emisario. Después de todo, en ningún momento en la obra queda absolutamente
probado que Layo era el padre de Edipo y/o que Yocasta era su madre.
Nuestros lectores compartirán nuestro asombro ante el
parecido entre la situación de Edipo y la de Boudou. (1) ¿Acaso no estamos
viviendo atravesando una crisis marcada por la inflación, recesión, una
profunda grieta, inequidad
redistributiva, inseguridad, amenaza de default, etc.? Además, (2) no vamos a
negar que la idea—y el acto—de quedarse con la empresa que acuña la moneda es
un delito muy grave, más aún si uno de los involucrados es el Vicepresidente de
la República. Se trata de la violación de una prohibición constitutiva de todo
orden democrático. El crimen entonces también parece existir. (3) ¿Y qué decir
de los signos victimarios? ¿Qué signo victimario le falta a Boudou? ¿No es
acaso un verdadero parvenu, elegido a
dedo por la Presidenta, un marplatense que anda en moto, ex disc-jockey y
UCeDé, a quien encima se le ocurrió la idea de re-estatizar las AFJPs? ¿Y qué decir del
linchamiento mediático del que es objeto Boudou, del cual no sólo participan
Clarín y La Nación, como era obvio, sino hasta Eduardo Anguita y Horacio
Verbitsky? ¿Y acaso habría avanzado la investigación judicial sin la crisis en la que se encuentra el Gobierno?
Aquí no termina el parecido entre Boudou y Edipo. ¿O acaso
no fue Boudou mismo quien, al igual que Edipo, fue el primero en protestar a
los cuatro vientos que había que buscar a los responsables de
los delitos, y que haría todo lo posible para que la Justicia investigara hasta
las últimas consecuencias? ¿No fue por eso acaso que un Procurador General tuvo
que dejar su cargo, y fueron apartados un juez y un fiscal federales? ¿No ha
sido procesado Boudou merced a su propia disposición a colaborar con la Justicia?
¿Y es casualidad acaso que Edipo haya acusado a Tiresias y a Creonte de mentir, así como
Boudou ha vuelto proverbial el Clarín Miente? Y hablando de casualidades, ¿qué
probabilidades había de que Edipo hubiera matado a su padre y se hubiera casado
con su madre? ¿No son las mismas probabilidades que las existen hoy en día de que Boudou haya
comprado Ciccone, o haya llegado a ser Vicepresidente exclusivamente por el capricho de una
ilustre mandataria?
Como suele pasar, la conclusión es agridulce. Al haber detectado nuestro error
nos sentimos mejor ya que, como buenos spinozianos que somos, creemos que
cuanto más sabemos mejor estamos. Pero la contracara de la expansión del poder
explicativo de nuestra comprensión es que también sabemos que Edipo no termina
bien. El consuelo para Boudou quizás sea el de alcanzar estatura heroica o trágica, lo cual no es poco. Quién sabe, quizás Lijo deje a Freud y lea a Girard a tiempo. La esperanza es lo último que se pierde.
2 comentarios:
Me parece que habría que seguir leyendo a Freud, por lo menos para poder entender por qué a Edipo se lo ve tan contento:
http://www.perfil.com/fotogaleria.html?filename=/contenidos/2014/07/27/noticia_0023.html
Muy buen punto.
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