domingo, 22 de junio de 2014

Maradona es sagrado



La atribución del carácter de mufa  a Maradona por parte de Julio Grondona no sólo ha provocado una muy considerable indignación entre los fanáticos del fútbol sino que además plantea varias cuestiones filosóficas, por así decir.

Una primera pregunta que surge naturalmente al respecto es: ¿qué tiene de malo decir que alguien es mufa? Evidentemente, el problema no puede ser la mufa en sí. Esto es, puede haber mucha gente que cree en la mufa, pero eso no puede explicar la indignación, ya que la mufa es un fenómeno esencialmente supersticioso, i.e., sólo depende de nuestras creencias.

En realidad, la indignación debe provenir del hecho de que dado que la mufa es irracional, atribuirle a alguien carácter de mufa en realidad equivale a expresar cierta desaprobación por los actos de dicha persona. Esto explica por qué, v.g., muy poca gente se quejaba de la atribución del  carácter de mufa a Menem, ya que, suponemos, Menem merecía dicho tratamiento por sus varios y notorios actos de corrupción e ineptitud. En cambio, la reciente indignación supone que toda atribución de ser mufa a Maradona es injustificable o inmerecida ya que los merecimientos de Maradona son tan varios y notorios  como lo son los desmerecimientos de Menem.

Y aquí es donde surge la otra gran pregunta. ¿Maradona acaso no ha hecho lo suficiente como para merecer cierta desaprobación, como por ejemplo, y sin apelar al razonamiento moral sino ciñéndonos a las reglas del fútbol, doparse durante un Mundial y dejar afuera de la competencia a un equipo que parecía tener todo para ganar el torneo?

Decir que las dotes deportivas de Maradona compensan sus graves faltas antideportivas es absurdo—a pesar de que mucha gente cree, v.g., que el segundo gol contra Inglaterra en el 86 justifica el primero, y quizás por eso los argentinos en general suelen sentirse tan orgullosos de los dos goles. Semejante "clearing" normativo no tiene sentido (para poner a prueba esta afirmación sólo hace falta imaginar cómo nos sentiríamos si quedáramos afuera de un Mundial por un gol con la mano cometido por un eventual rival, incluso suponiendo que dicho rival hubiese hecho un gol similar al segundo contra los ingleses). Quienes sospechan del hecho de que Maradona fue elegido para el control justo el mismo día que se drogó, suponemos que sólo aprueban el control para quienes no se doparon ese mismo día, si es que aprueban el control antidóping en absoluto.

Quedan al menos dos explicaciones de la atribución del carácter de mufa a Maradona. La primera es una variación del tema de la falta de autoridad moral, en este caso de Julio Grondona, para hacer semejante denuncia. Esta explicación es muy débil, como suele pasar con casi toda variación del tema de la autoridad moral. En todo caso sería relevante si Julio Grondona tuviera algo que ver con el dopaje de Maradona, o si hubiese provocado que Maradona se dopara. Una hipótesis cercana sería la de atribuir el dopaje de Maradona—y no el control como acabamos de ver—a una casualidad, hipótesis por supuesto que hiciera famosa Amado Boudou recientemente, la cual nos exime de mayores comentarios.

La segunda explicación es la más sólida ya que cree que la indignación ante la atribución de la mufa a Maradona se debe a que Maradona es sagrado. En efecto, es completamente absurdo creer que algo sagrado o una divinidad pueda ser mufa. Todo lo contrario, sólo puede tener efectos saludables, o debe ser en todo caso anti-mufa por definición. Por supuesto, algunos episodios como el terremoto de Lisboa en el siglo XVIII, las grandes calamidades del siglo XX (entre las que se encuentra probablemente la actuación argentina en Sudáfrica 2010) representan desafíos ingentes para toda teodicea—la cual trata de reconciliar la existencia del mal con la omnipotencia y bondad divinas (v. miles kirchneristus et Deus absconditus)—.

Si los devotos de la Iglesia maradoniana replicaran que se trata de un problema que tienen no sólo ellos sino los devotos de cualquier otra religión, tendrían ciertamente razón.

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