La crítica kirchnerista a la independencia del poder judicial oscila entre dos polos. Por un lado, la crítica consiste en que la independencia o neutralidad judicial es imposible. La idea es que los jueces no son agentes desinteresados, sino que son personas con un marcado compromiso político y actúan en consecuencia. De ahí que se les reproche a menudo que al controlar la constitucionalidad de las leyes los jueces tomen decisiones políticas a pesar de que carecen de representatividad política.
La falta de representatividad política de los jueces es clara, aunque proviene de una decisión del poder constituyente cuyo propósito es impedir que mayorías circunstanciales interfieran en las decisiones del poder judicial. Además, la crítica de la imposibilidad de la independencia judicial queda expuesta a una obvia réplica. Si la independencia judicial es imposible, es muy difícil de entender por qué Néstor Kirchner se enorgullecía de haber tomado distancia de su antecesor Carlos Menem al designar miembros reputados por su independencia, desde Lorenzetti hasta Zaffaroni, pasando por Argibay y Highton de Nolasco, todos los cuales han sido criticados por el kirchnerismo precisamente por su independencia.
Y si asumiéramos que los jueces se refieren hipócritamente a su independencia, quedaría la dificultad de que la idea misma de hipocresía en realidad es un homenaje a la idea de corrección normativa. Si la incorrección fuera imposible, la hipocresía también brillaría por su ausencia. ¿Qué sentido tendría ser hipócrita entre inmorales o entre personas que creen que la corrección es imposible? Nadie caería en la trampa, o habría que ser muy tonto para hacerlo.
Por el otro lado, el kirchnerismo a veces desplaza su crítica desde la imposibilidad de la neutralidad hacia su carácter indeseable. En efecto, cada vez que el kirchnerismo se identifica con el bien en una lucha contra el mal, exige que no seamos neutrales ante dicho conflicto, con lo cual el problema no es que sea imposible ser neutral sino que es inmoral, tal como el Dante famosamente sostiene en su Divina Comedia.
Ahora bien, no hay duda de que los jueces, como todos los demás mortales, tienen cierta ideología. La cuestión es si la presencia de ideología en los jueces justifica el escepticismo acerca de la independencia del razonamiento judicial. En realidad, toda crítica al comportamiento judicial supone la existencia de ciertas reglas o expectativas que suponemos que los jueces deben satisfacer, y que fácilmente puede ser reformuladas en términos de independencia o neutralidad. Por ejemplo, esperamos que los jueces sean independientes de las corporaciones. Pero esa misma expectativa se extiende seguramente a la política. ¿Acaso tendría sentido creer que la independencia frente a las corporaciones es posible y deseable, mientras que la independencia política no lo es? ¿Cuál sería la explicación de esa diferencia?
En realidad, quienes desconfían de la independencia judicial no suelen desconfiar de la posibilidad de una decisión judicial correcta. Si lo hicieran, deberían conformarse con cualquier decisión judicial, o tendrían razones para conformarse con decisiones que provinieran de una perinola o cualquier mecanismo completamente determinado por el azar.
Además, supongamos que, Dios no lo permita, el kirchnerismo desaparece del mapa electoral, y sólo quedan jueces kirchneristas, los que va a nombrar ahora Julián Álvarez. ¿Las eventuales decisiones de estos jueces kirchneristas, resabios del modelo dentro del nuevo mapa electoral, serían entonces consideradas como políticas por Álvarez, por ejemplo, cuando fueran objeto de un obvio ataque por parte de las nuevas mayorías políticas, o antes bien Álvarez diría en su defensa que “los jueces sólo cumplen con su tarea, que es hacer cumplir con el derecho?
En realidad, la idea misma de la crítica de una decisión judicial, por no decir el error de una sentencia, supone la existencia de decisiones correctas. Si no existieran decisiones correctas, no podría haber críticas, salvo la de expresar que el juez no hizo lo que uno esperaba.
En resumen, el escepticismo ante la independencia judicial no sólo oscila entre la imposibilidad y la inmoralidad de la independencia del poder judicial, sino que además de manera sorprendente cree que los jueces en el fondo son capaces de ser independientes pero sólo respecto de las corporaciones y que los jueces sólo deben hacer lo que quieren las mayorías circunstanciales.
La solución para una justicia deficiente como la nuestra es lograr que los jueces (y los consejeros que los designan) sean mejores, y no que hagan lo que quiere el poder ejecutivo. Y ojalá que la preocupación por los más débiles se extienda a los casos por corrupción pública, sin que importe quién gobierne, ya que se trata de los casos que más perjudican a los más débiles. La justicia política, por el contrario, lleva a procesos tales como el Juicio Final de Pluto:
5 comentarios:
Estimo que lo que Alvarez pretende es que los jueces que tanto él como sus compañeros nombren se correspondan ideológicamente con su propio pensamiento. casi una tautología, ya que, si de manera ingenua dejamos de lado el nombramiento de jueces para beneficio personal, quien seria tan imbécil de nombrar jueces de signo ideológico contrario al propio?
¿Néstor Kirchner?
Cual era la ideología del finado?
Buena pregunta.
En la version original cuando dicen "Justicia" se refieren a justicia legitima?
Pluto jura sobre una guia telefonica? Significa que jura por los medios?
Hablando en serio. Este corto estaba inspirado en...? No logro recordar.
Publicar un comentario