viernes, 12 de octubre de 2012

Había Dos Opciones: la correcta y la mía. Yo elegí la mía


Sabbatella estuvo brillante al ser preguntado por qué, por razones digamos de ética política (por así decir), no renunció a su banca al aceptar el nombramiento en el AFSCA, contestando con sutileza: "había dos opciones, renunciar o pedir licencia. Yo pedí licencia" (casi al final del video). La verdad es que es irrefutable. Por un lado, es como si Hitler hubiese dicho: "había dos opciones: invadir Polonia o no invadir Polonia. Yo elegí invadir Polonia" (rogamos que nuestros lectores se concentren en la asimetría normativa de las opciones antes que en el contenido mismo de las opciones). O mejor, por las dudas: "había dos opciones: que la banca sea ocupada por alguien de forma de representar a los que votaron a la lista de forma que la diputación exista (y que justo asumiera el segundo que está en contra del kirchnerismo), o no. Yo elegí que no". Por el otro, nos hace acordar a cuando uno de los miembros de La Causa dividía el mundo entre los que les gusta El Gallo Claudio y los que no, y hasta ahora nadie lo pudo refutar. Aunque no va a faltar el que alegue que en realidad, primero habría que dividir el mundo entre los que conocen al Gallo Claudio y los que no. Es curioso, sin embargo, que Sabbatella en lugar de ser consciente de la obvia tautología que cometió (en el mejor de los casos), nos presenta sus alternativas como si se tratara de una decisión trágica, como la de Sophie en la famosa película en la que tiene que elegir a cuál de sus dos hijos salvar del exterminio. Sea como fuere, es imposible resistir la tentación de referirnos a otra película ("Hechizo de Luna"), mucho menos trágica y muchísimo más cómica en realidad, una de cuyas escenas ya habíamos usado en La Causa:





- Bien, Sr. Castorini, ¿qué piensa?
- 10,800 dólares [N. de la R.: en 1987!!!].
- Eso parece ser muchísimo.
- Miren, hay tres clases de caños. Está la clase de caños que Uds. tienen, y es basura, y Uds. pueden ver adónde los llevó. Después está el bronce, que es muy bueno, a menos que algo salga mal, y algo siempre sale mal. Y finalmente está el cobre, que el único caño que yo uso: cuesta plata, cuesta plata porque ahorra plata.
- Pienso que deberíamos seguir el consejo del Sr. Castorini, amor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Rosler:

Su reconstrucción del argumento de Sabbatella es incorrecta. A Sabbatella le preguntan si no hubiera sido institucionalmente más prolijo renunciar a su banca en lugar de pedir licencia. El entimema de Sabbatella podría ser completado de la siguiente manera: "Tenía dos opciones institucionalmente prolijas: renunciar o pedir licencia. Yo pedí licencia. Por consiguiente, elegí una opción institucionalmente prolija."

Esto es todo. No se trata de un problema de ética pública. Las cuestiones morales interesan sólo a los filósofos. Y, en el mejor de los casos, un filósofo es alguien que ha cursado la carrera de Filosofía, un picadillo curricular de lo peor.

(Excepto, claro está, por Filosofía del derecho. Ahora bien, habría que ver si ser una materia rescatable en la carrera de Filosofía es como ser Messi en la selección argentina o, meramente, el Bichi Fuertes en Colón de Santa Fe.)

Andrés Rosler dijo...

Anónimo:

Muchas gracias por su comentario. La pregunta que le hacen a Sabbatella supone, creemos, que desde el punto de vista institucional, o mejor aún, legal, Sabbatella era libre de optar por renunciar o pedir licencia. De ahí que sostener que no hay problema alguno porque Sabbatella era legalmente libre de actuar como lo hizo parece ser una reducción injustificada, y en todo caso circular o tautológico. ¿Acaso el derecho tiene siempre la última palabra? Creemos que no hace falta dar un ejemplo para ilustrar esta pregunta retórica.
Pero es comprensible que no parezca circular, tautológico, o una reducción, la respuesta de Sabbatella a quien cree que sólo existen cuestiones legales (lo cual nos hace acordar a un muy buen chiste judío sobre un niño que le pregunta a su padre qué es la ética, y el padre le contesta apelando al vínculo que lo une con su socio, que sucede es tío del niño, y hace referencia a un vuelto que se olvida un cliente en el negocio de la familia) y/o que los filósofos que no se dedican al derecho no sirven para nada, o que al menos la carrera de Filosofía (no sabemos si en general, o en particular la que se dicta en la UBA) no tiene valor. Ojalá el resto de la Facultad de Filosofía y Letras compartiera su muy alta estima por la filosofía del derecho. En lo que a nosotros respecta, ni siquiera aspiramos a ser el Bichi Fuertes de Colón, verdadero símbolo de una institución. Nos conformaríamos con ser un Héctor López del River del 75, o un Montenegro del River 86, si es que no es mucho pedir.