sábado, 29 de noviembre de 2014

Pensamiento Nacional for Export



Nos complace mucho anunciar que tal como ha sucedido con el primer satélite nacional, ahora nos hemos convertido en un país exportador de pensamiento completamente nacional, un producto cuyo valor agregado intelectual sea probablemente insuperable.

En efecto, según el reconocido diario español El País, el Secretario de Estado para la Coordinación Estratégica del Pensamiento Nacional, el filósofo argentino Ricardo Forster, "uno de los intelectuales argentinos más relevantes del kirchnerismo", es "una de las voces de Sudamérica a quien más escucha Podemos", la flamante agrupación política española. Se trata de un asesoramiento que nos llena de orgullo como argentinos y que confirma la penetración del Pensamiento Nacional en la mismísima Madre Patria.

Es precisamente por eso que el mencionado periódico publicó una entrevista (click) en la que nuestro pensador, si se nos permite, se florea con sus habituales comentarios originales, incisivos, provocadores, desafiantes, penetradores, en una palabra, filosóficos. Confiamos en que nuestros lectores procederán a disfrutar de la entrevista ellos mismos, pero mientras tanto queremos adelantar algunas de sus varias perlas. 

Lamentablemente, nuestro Secretario, cuándo no, fue molestado con motivo del nombre de su cargo debido al recelo que provocó "en los medios de información más críticos con el Gobierno". Forster, magnánimo, contestó que desde su secretaría intenta "generar las condiciones para un diálogo que no eluda las diferencias". ¿Qué mejor nombre entonces para su Secretaría que el de "Secretaría de Estado para Generar las Condiciones para un Diálogo que no Eluda las Diferencias"? Quizás un cambio de nombre termine con esta inútil discusión semántica.

Una vez preguntado, algo socarronamente quizás, por su relación con Podemos ("¿Les ha dado consejos?"), su habitual modestia hizo que el Secretario se viera obligado a aclarar que "Más que consejos han sido conversaciones", probablemente debido a que un Forster que da consejos más que un Forster es un Feinmann. Sin embargo, habiendo leído toda la entrevista no habría que descartar que la natural modestia haya sido además una estrategia legal para evitar ser demandado por vicios redhibitorios.

En efecto, el Filósofo no ocultó la recomendación que le hiciera a Podemos: "la única alternativa es la politización de la sociedad. Es posible tomar riesgos, es necesario tomar riesgos. Hay que terminar con la política del miedo". Pero hete aquí que a nadie se le escapa que la politización de la sociedad y su consiguiente concepción agonal de la democracia en términos de la distinción amigo-enemigo gira alrededor del mecanismo del metus hostilis tal como lo llamaban los historiadores romanos, o miedo al enemigo para decirlo más claramente. Con lo cual, so pena de contradecirse (y nos permitimos dudar del futuro que pueda tener la exportación de pensamiento contradictorio), Forster no quiere terminar con la política del miedo en sí, sino con cierta clase de política del miedo, suponemos con el terror que infunden los medios de comunicación y las corporaciones en general, pero no, v.g., con el miedo al enemigo del pueblo, el cual es responsable a su vez del natural miedo popular en su contra. 

Ante la pregunta malintencionada "¿Es inevitable la demagogia para alcanzar el poder?", Forster nuevamente hizo gala de otra de sus virtudes, la nobleza, al contestar que "Muchas veces se ha intentado reducir el populismo a la demagogia", y de tal forma al reconocer implícitamente que el populismo es demagogia y algo más. Habría que ver cuántos populistas comparten la franqueza forsteriana.  

Dicho sea de paso, en una nota reciente de su autoría, el Filósofo ha reivindicado "el uso novedoso e inesperado que, en la escena española actual, viene haciendo el grupo Podemos" del "populismo, un nombre maldito". Y en esta nota el Filósofo formula una pregunta extraordinaria: "¿Qué nos dice un nombre tan demonizado y denigrado por la academia y los grandes medios de comunicación? ¿Qué provocación guarda en su interior? ¿Por qué incomoda tanto? Cuando un nombre genera tanta virulencia y tanto antagonismo hermenéutico es porque guarda una potencia novedosa y crítica, porque es capaz de intervenir en la escena de la realidad desnudando lo que permanece vedado y abriendo, una vez más, la dimensión de lo político como la evidencia de lo no resuelto en el seno de la sociedad" (click). 

Nos preguntamos sin embargo si Forster advierte que semejante argumento es capaz de albergar en su seno hasta al nazismo. ¿O acaso no se trata de un nombre "demonizado y denigrado por la academia y los grandes medios de comunicación", francamente provocador, que tanto incomoda, que genera "tanta virulencia y tanto antagonismo hermenéutico", debido a su capacidad "de intervenir en la escena de la realidad desnudando lo que permanece vedado y abriendo, una vez más, la dimensión de lo político como la evidencia de lo no resuelto en el seno de la sociedad"? De hecho, el nazismo se jactó en su época de ser incluso "novedoso y crítico". Por suerte, con un mínimo de pensamiento el Filósofo podría desembarazarse muy rápidamente de semejante argumento.   

Finalmente, dado que hay gente que se resiste a creerlo, el Filósofo sostuvo que "si uno no se sube en el momento adecuado, el tren pasa" (es decir, los trenes no vuelven a buscar a quienes no se subieron en ellos a tiempo) y que "Ellos [Podemos] perciben, y yo estoy de acuerdo, que hay momentos en que se disloca un cierto orden. Y es un momento único. O se aprovecha o se lo pierde". En otras palabras, y para los que dicen que solamente dice incoherencias, el Filósofo mostró que su debilidad es la redundancia o la tautología, siempre bienvenidas para el caso de que hubiera gente que todavía pusiera en duda el hecho de que el mundo, v.g., se divide entre los muchos en el mundo que conocen a Forster y los muy pocos que todavía no lo conocen. 

Ojalá que la exportación del pensamiento nacional no decaiga. La Secretaría para el Pensamiento Nacional no podría haber caído en manos mejores o en todo caso más representativas.  

martes, 25 de noviembre de 2014

Abogadxs exitosxs


Desafortunadamente, la persecución (por no decir linchamiento) judicial en contra del Gobierno parece acrecentarse con el transcurso del tiempo. Por suerte, sin embargo, las mentes legales del Gobierno no se quedan de brazos cruzados sino que responden vigorosamente.

Por ejemplo, la diputada Diana Conti, cuya peculiar doctrina penalista hemos examinado en otra oportunidad (derecho penal para todos y todas), señaló que “los jueces pueden investigar a cualquiera, no es que por ser un presidente no lo pueden hacer, pero no con esta espectacularidad e intencionalidad política de dañar a la Presidenta de la Nación”.

No es que quisiéramos poner palos en la rueda, pero no entendemos cómo la ideología política de un juez puede afectar sus decisiones legales. En efecto, ¿acaso un acusado puede exigir que el juez que entiende en la causa comparta su ideología política? Por supuesto, es comprensible que un juez que no comparte la ideología del acusado trate de condenarlo. Pero si la condena está fundamentada (o lo está, supongamos, la absolución de alguien que comparte la ideología del juez), entonces la ideología del juez es irrelevante (quemá esas cartas). Acerca de la oportunidad de la investigación, para eso están precisamente los plazos de prescripción de la acción penal. Ojalá que el Gobierno logre apartar al juez si, llegado el caso, tal como ha sucedido en otras oportunidades (desde un juez hasta un fiscal pasando por el Procurador General de la Nación), el funcionario judicial resulta ser inapropiado o incompetente, en el sentido amplio de la palabra.

El Secretario de Justicia, Julián Álvarez, a su vez, comparte la preocupación por la motivación política del juez (dando un saludable giro al respecto: click), y agrega una variación bastante extraña del tema: “Yo no digo ni que está mal ni que está bien, probablemente (Amado) Boudou esté bien procesado, está bien que él (por Bonadio) haga todas las investigaciones que quiera. Lo que está mal es que las realice en función de lo que le sucede en la Magistratura”. Más allá de que Álvarez está echando algo de sombra sobre la reputación del Vicepresidente de la República (Boudou), no tiene mucho sentido su asociación entre la conducta de Bonadío y el Consejo de la Magistratura.

En efecto, según Álvarez, Bonadío, que está siendo investigado por el Consejo de la Magistratura por mala praxis, incurre en otra mala praxis para beneficiarse en la investigación de la que él mismo es objeto. Es como si alguien acusado de homicidio cometiera a la vista de todo el mundo otro homicidio para ser exonerado del primero. Se estaría cavando su propia fosa, y cada vez más profunda.

Quizás preocupada por lo que las otras mentes legales del Gobierno (no contamos entre ellas al Jefe de Gobierno Capitanich, no porque no sea competente, sino porque entendemos que es contador) han hecho hasta ahora en su defensa, la Presidenta misma de la República ha salido hoy mismo en su propia defensa y advirtió que “Ningún buitre financiero o carancho judicial, me va a extorsionar”. Lejos estamos de presumir que podemos asesorar a la Presidenta, pero llama la atención que ella haya descripto la persecución de la que es objeto como una “extorsión”.

En verdad, si la extorsión girara alrededor de una acusación completamente infundada, sería muy irracional de parte de la Presidenta cumplir con dicha extorsión. La idea misma de extorsión en general supone que lo que forzaría al extorsionado a cumplir con la extorsión es que quien lo extorsiona tiene precisamente algo ilícito en su contra. Distinto sería, por supuesto, si alguien hubiese sido secuestrado, pero hasta el momento no parece ser el caso.

La idea misma de extorsión en este caso supone entonces que lo que forzaría al extorsionado a cumplir con la extorsión es que quien lo extorsiona tiene precisamente algo ilícito en su contra como para poder torcerle el brazo, lo cual sería políticamente letal para la Presidenta.

Cabe recordar que los fondos buitres ya han probado con éxito esta fórmula extorsiva con el Presidente del Congo, Denis Sassou-Nguesso, quien extorsionado por los gastos de su familia y de las comitivas presidenciales en el exterior, se vio obligado a llegar a un acuerdo con los buitres. Por ejemplo, una habitación de hotel en la que estuvo el Presidente del Congo en Nueva York costó más de lo que un congoleño promedio gana en una década.

Dicho sea de paso, la injustificable conducta de los fondos buitres es más inteligible que la de las mentes legales del Gobierno, pero tampoco es precisamente un dechado de planeamiento estratégico, ya que los buitres suponen que la opinión pública argentina es tan poderosa como o tiene el mismo peso que la congoleña. Mucho nos tememos que se verán seriamente defraudados al respecto.

sábado, 22 de noviembre de 2014

¿Hasta cuándo, Senadores, abusarán de nuestra Paciencia?


Cansado de la falta de solución de continuidad de las prácticas destituyentes de la oposición, el prestigioso jurista Eduardo Barcesat, al igual que su insigne antecesor Cicerón, ha descubierto un complot ni más menos que en el Senado y por lo tanto ha radicado una denuncia en sede penal por tentativa de sedición, en contra de los senadores opositores que, verdaderos émulos de Catilina a su vez, se niegan a tratar la vacante que tendrá lugar en la Corte Suprema una vez que se haga efectiva la renuncia del Dr. Eugenio Zaffaroni. En buen criollo, para Barcesat semejante conducta senatorial constituye un “golpe de Estado institucional” (audio Nacional).

La denuncia está tan bien fundamentada (a diferencia del vergonzoso linchamiento mediático del que son objeto tanto el Vicepresidente [extra Kirchnerismum nulla salus] cuanto la Presidenta de la República) que ni siquiera el hecho de que el poder judicial esté en manos de una corporación golpista podrá impedir que llegue a buen término.

Dicho sea de paso, a juzgar por el relato de Cicerón sobre el complot de Catilina, los senadores sediciosos pueden considerarse afortunados. En efecto, en la antigua y republicana Roma podrían haber sido muertos como Cayo Graco "a causa de ciertas sospechas de sedición", y qué decir de la suerte de Marco Fulvio quien "fuera asesinado con sus hijos", por las mismas razones (Catilinarias, I). En esa época (O tempora, o Mariano Mores!) se cultivaba el derecho penal del enemigo para el cual "quien es enemigo de la república no puede ser ciudadano en modo alguno" (Catilinarias, IV). Hoy en día, por suerte, el derecho penal del enemigo ha caído en descrédito, nadie es condenado por una sospecha, y el delito de sedición tiene penas sensiblemente menores (de uno a cuatro años de prisión), irrisorias en comparación.

Ahora bien, para que la denuncia no corra riesgos innecesarios, nos tomamos el atrevimiento de anticipar ciertos planteos estrambóticos que algún hercúleo juez dworkiniano, muy probablemente dispuesto asimismo por la oposición destituyente a tal efecto, podría hacer en contra de la presentación barcesatiana. 

En primer lugar, podría llamar la atención la racionalidad de los autores del delito. En efecto, tal como sostiene el Dr. Barcesat, se trata de sedición en grado de tentativa, ya que no hay “ni remotamente condiciones” para llevar a cabo el golpe, pues se trata de un “pedaleo en el aire”. Claro que, como es imposible pedalear en el aire, si la oposición además de subversiva es estúpida, eso no es un problema de la justicia penal sino de la oposición. Solamente quienes creen que el delito imposible y la tentativa inidónea no son punibles podrían insistir en este punto.

En segundo lugar, también podría atraer la atención el hecho de que el Dr. Barcesat impugne la predisposición de la oposición a derogar leyes kirchneristas. En efecto, si hasta hace poco festejábamos el regreso de la política, ¿qué problema podría haber con la derogación de leyes kirchneristas? Después de todo, para el kirchnerismo la política es conflicto, y el conflicto, al igual que el tango, solamente se puede bailar de a dos. En otras palabras, la política, según la concepción kirchnerista, consiste en oponerse y luchar, y en usar el derecho a tal fin, sancionando o derogando leyes según sea necesario. ¿Por qué entonces el kirchnerismo puede reivindicar la política pero la oposición no podría hacer otro tanto, siempre dentro de la ley? Es francamente curioso que el kirchnerismo oscile entre la conflictividad transformadora de lo político (“vamos a cambiar todo”) y el instititucionalismo conservador (“no hay que tocar nada”) según sea Gobierno u oposición, i.e., según mejor le convenga.

Sin duda, la cuestión que más llama la atención de la catilinaria barcesatiana es la idea misma de un “golpe de Estado institucional”. En efecto, según la genealogía del “golpe de Estado”, el mismo era por definición institucional y, acuñado por Gabriel Naudé durante la época dorada de la Razón de Estado, describía cualquier acción del soberano en defensa de su Estado frente a toda oposición destituyente. Entre los ejemplos que da Naudé de golpe de Estado se encuentran tanto la matanza de San Bartolomé cuanto la ejecución paradigmáticamente republicana de los hijos de Bruto decidida por Bruto mismo (Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado, 1639, cap. III). Obviamente, y como hoy diría Sacha Cohen, dado que se trataba de un golpe de Estado en el buen sentido de la palabra, la genealogía de la expresión no puede corresponder a lo que el Dr. Barcesat tiene en mente.

Pero si aquello a lo que el Dr. Barcesat  se refiere es al, para decirlo en sus palabras, “golpe de Estado institucional” en el—invocando nuevamente a Sacha Cohen—mal sentido de la palabra (después de todo se trata de un muy serio delito contra el orden constitucional), entonces la expresión parece ser absurda. Precisamente, dado que una acción realizada institucionalmente en última instancia no puede ser institucionalmente atacada (Hobbes y luego Kant explicaron por qué), la expresión “golpe de Estado institucional” es equivalente a la de un “delito legal”, por lo cual esta alternativa provocaría la desestimación de la denuncia penal in limine. Algo irónicamente quizás el Dr. Barcesat podría invocar la confusión kirchnerista frecuentemente esgrimida por la oposición entre república y democracia para sostener que a pesar de que un acto satisfaga los mínimos requisitos formales de la legalidad (v.g. no es delito) no por eso adquiere visos de legitimidad republicana. Pero en este terreno, insistimos, estamos solamente especulando.

Finalmente, por “golpe de Estado institucional” el Dr. Barcesat quizás solamente quiso dar a entender una tautología, tal como nos lo recuerda la genealogía del concepto. Después de todo, todo golpe de Estado es llevado a cabo por personas que pertenecen a las instituciones estatales. Por ejemplo, y mal que nos pese, hasta el Ejército es una institución estatal; y, por si hiciera falta recordarlo, los golpes de Estado en Argentina han sido su especialidad. Es más, un golpe de Estado sin colaboración institucional parece ser o bien algo imposible, o muy probablemente una revolución. De ahí que llame mucho la atención que alguien tan cuidadoso en el uso del lenguaje como el Dr. Barcesat no lo haya advertido. 

Sea como fuere, solamente nos resta expresar nuestros votos para que todo el peso de la ley recaiga particularmente sobre todos aquellos que cometen delitos en perjuicio del Estado desde dentro del Estado, a pesar de que se les ha confiado la guardia de la cosa pública. Ya es hora de que truene el escarmiento.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Extra Kirchnerismum nulla Salus



No es la primera vez que nos indignamos por el incesante linchamiento mediático contra Boudou, el cual se incrementa diariamente. Ya habíamos mostrado que el de Boudou es un caso de manual de chivo expiatorio según la teoría de René Girard (Boudou, Edipo y Girard). En efecto, este caso reúne lo que Girard llama los tres "estereotipos perseguidores": (1) ¿acaso no estamos atravesando una crisis sacrificial marcada por la inflación, recesión, una profunda grieta,  inequidad redistributiva, amenaza de default, etc.? (2) ¿Acaso la opinión pública no se ha hecho eco de una ola de crímenes de todo tipo, entre los que no falta una seria acusación penal relacionada con la acuñación de moneda? (3) Alguien podrá albergar dudas sobre los dos primeros estereotipos perseguidores, pero nadie puede negar que Boudou centrípetamente atrae a todos los signos victimarios imaginables: un verdadero parvenu, un marplatense que anda en moto, ex disc-jockey y UCeDé, elegido a dedo por la Presidenta, a quien encima se le ocurrió la idea de re-estatizar las AFJPs.

Por si nuestra hipótesis sacrificial sobre Boudou no hubiese sido tan convincente, proponemos ahora una nueva explicación, la cual no solamente es institucionalista (como le gusta a los republicanos liberales) sino que salta a la vista para todo aquel que conozca la discusión de San Agustín con los donatistas y que aniquilaría el linchamiento mediático si, por imposible que fuera y Dios no lo permita, Boudou fuera culpable de todo lo que se le acusa.

Dado que el tiempo es tirano, quizás sea suficiente citar los siguientes párrafos de bibliografía secundaria: "Los donatistas, herejes del norte de África, exigían que sus jefes jerárquicos fueran moralmente irreprochables. En conflicto con ellos, Agustín defiende firmemente el principio de que también el ministro de la Iglesia es un hombre débil, y posiblemente incluso un hombre malo. No tiene el oficio [N. de la R.: cargo] porque sea digno, sino, a la inversa, es digno porque ejerce el ministerio eclesiástico. En la institución uno puede vivir moralmente por encima de su propia condición" (R. Safranski, El Mal, p. 91). Un corrupto, entonces, puede ser vicepresidente.

Por si no hubiera quedado claro, "Así como aquellos que han sido bautizados por Judas, escribe Agustín, no deben ser bautizados nuevamente, porque es Cristo el que los ha bautizado 'del mismo modo, aquellos que han sido bautizados por un borracho, por un homicida o por un adúltero, si han recibido el bautismo cristiano, han sido bautizados por Cristo' (In Johann., 5, 18)" (G. Agamben, Opus Dei, p. 42). Si Judas puede ser sacerdote, Boudou puede ser vicepresidente.

En otras palabras, la Iglesia primitiva ya había resuelto lo que la oposición republicano-liberal quiere convertir en un problema de hecho inexistente. Por si todavía quedaran dudas, Eugenio Zaffaroni acaba de declarar que las alternativas electorales para el 2015 son kirchnerismo o caos, ya que el único proyecto político viable es el kirchnerista (click). En otras palabras, Zaffaroni describe al kirchnerismo en los mismos términos que Cipriano (tan enemigo de los donatistas como San Agustín) lo hiciera en relación a la Iglesia (extra ecclesiam nulla salus): fuera del kirchnerismo no hay salvación.

La ironía es que Zaffaroni, al distinguir (tal como lo hace la Iglesia primitiva), entre el sujeto agente y la obra y al enfatizar a esta última por sobre el primero, sugiere que es indiferente a cuál candidato votaremos ya que todos deberán mantener el mismo proyecto (por lo demás, todos los candidatos se han pronunciado a favor de mantener un pilar de la actual administración como la AUH, la cual irónicamente fue propuesta por Lilita Carrió y quizás por eso el Gobierno se resiste a convertirla en ley). Por supuesto, Zaffaroni podría responder que así como la Iglesia es la única que puede administrar los sacramentos, el kirchnerismo es el único que puede gobernar democráticamente este país. Pero no sonaría muy democrático que digamos.  


domingo, 9 de noviembre de 2014

Acerca del Niño Maravilla o Para leer a Hernán Brienza


Muy buenas noticias. Después de un largo tiempo (¿o será que hacía mucho que no lo leíamos?) Hernán Brienza ha vuelto a incursionar en la teoría social (para muestra de incursiones pasadas, basta un botón: la ontología de Brienza), esta vez para tomar posición en el ya famoso debate acerca de la sociología del conocimiento en el contexto de la discusión acerca del Niño Maravilla Kirchnerista.

Ciertamente, el disparador de la respuesta de Brienza fueron los comentarios de Lanata sobre el Niño Maravilla. Pero no nos confundamos. Si hubiese aparecido un niño deseando ser como, v.g., Marcos Aguinis y dicha aparición hubiese sido criticada por el multimedios oficialista, Brienza habría respondido de la misma manera: "Quiero dejar bien claro algo: Muchachos, se trata de un chico de once años, ¿se entiende bien? Once Años. No terminó el primario". Irónicamente, Lanata dijo exactamente lo mismo (el problema es la edad, no la opinión), aunque Brienza no lo recuerda.

Sea como fuere, ya que "se trata de un chico de once años, ¿se entiende bien? Once Años. No terminó el primario", cuáles son sus opiniones políticas es irrelevante. De ahí que no tiene sentido hacer de él un caballito de batalla y por supuesto tampoco tiene sentido criticarlo, sean cuales fueran sus opiniones políticas. Sí tiene sentido discutir qué se hace políticamente con los niños. Hasta acá, estamos totalmente de acuerdo con Brienza.

Lo que más llama la atención es uno de los argumentos que subyace a la nota de Brienza: "Un párrafo aparte se merece el argumento estúpido y estupidizante del adoctrinamiento. Todo chico de once años es adoctrinado. (...). La supuesta cantinela del 'libre pensamiento' también es una forma de adoctrinamiento. (...). Desde que nacemos, a través de los mandatos familiares, de la educación pública o privada, a través de los medios de comunicación, los dibujitos animados –como bien explicó en 1972 Ariel Dorfman en Para leer al Pato Donald–, la religión, la ideología de los padres". Brienza, sin embargo, extiende su crítica desde la más tierna infancia al caso de los adultos: "es imposible un verdadero pensamiento en libertad. Todos estamos atravesados por sentidos, ideas, doctrinas, influencias y procesos de lavado de cabeza".

¿Sugiere entonces Brienza que, dado que todos estamos adoctrinados, quienes fueron adoctrinados para cometer delitos de lesa humanidad lo harán (otro tanto con ser enemigos del pueblo), quienes fueron adoctrinados para no cometerlos, no lo harán, y entonces no tiene sentido realizar reproche alguno, sino solamente cabe indagar, de pura curiosidad, cómo es que fue adoctrinado el autor? Después de todo, quienes reprochan la comisión de delitos de lesa humanidad, según Brienza, solamente lo hacen porque fueron adoctrinados para reprochar, y no porque haya algo malo en los delitos de lesa humanidad con anterioridad a todo adoctrinamiento que provoca precisamente el reproche.

Pero entonces ¿Brienza sugiere entonces que él mismo es kirchnerista porque lo adoctrinaron o le lavaron la cabeza? Nótese que no es tan descabellada la idea, porque hasta no hace mucho escribía notas en contra de quien con el tiempo se convirtiera en entrevistador oficial. En tal caso, ¿por qué criticar a quien expuesto "a un bombardeo constante el liberalismo a través de los medios de comunicación y la educación de la sociedad neocapitalista", es precisamente un cerdo capitalista a raíz de eso? Ni siquiera podríamos decir que la culpa no es el chancho sino del que le da de comer, porque según Brienza el adoctrinamiento necesariamente no excluye a quien alimenta al cerdo siquiera, y el que adoctrina ha sido tan adoctrinado como todo nuevo adoctrinado. En cuanto a que "quien reconoce su propio adoctrinamiento es más libre, en términos existenciales, que aquel que se considera libre de doctrinas o ideologismos", ¿qué sentido tiene ser más libre que otro si la libertad no existe?

Párrafo aparte merece también la preferencia de Brienza por el "el hombre político" en oposición al "hombre libre" (dicho sea de paso, ¿esta preferencia de Brienza se debe a un adoctrinamiento, o es la de Brienza porque él la considera correcta, y no al revés?). En efecto, mientras que "El imaginario social del liberalismo considera como 'hombre libre' al individuo capacitado para llevar adelante una vida en soledad, con un alto nivel de consumo tecnológico, cultural y suntuario" (vale aclarar que Brienza parece olvidar el énfasis puesto por la Presidenta en el consumo, particularmente, v.g., cuando inaugura una fábrica de lavarropas, y que la Presidenta ha declarado en público su debilidad por Netflix), el "hombre político" de Brienza "se realiza, en cambio, en comunidad", "cuando se relaciona con otros, cuando le escapa e intenta romper el mandato 'individual-consumista' que le impone el liberalismo capitalista".

Ahora bien, es absurdo creer que la preocupación principista por la comunidad es por definición mejor que todo individualismo auto-interesado (más allá de que, según Brienza, tanto el principismo cuanto el auto-interés son exclusivamente el resultado del adoctrinamiento). Si los nazis hubiesen sido auto-interesados indiferentes jamás hubiesen llevado a cabo un genocidio en medio de una guerra mundial, como bien nos lo recuerda Hannah Arendt. De hecho, fue el principismo colectivista nazi lo que particularmente despertó el horror y la curiosidad de Arendt.

Irónicamente, Brienza comete el mismo error que Marcos Aguinis, quien supone que el principismo altruista de la Hitlerjugend es por definición superior a cualquier auto-interés (click). Además, insistimos, el capitalismo liberal podrá tener serios problemas, pero Brienza mismo reconocerá que no todo capitalismo liberal o "empresa de capital monopólico y concentrado" es malvada. El capitalismo liberal de las empresas mineras, Netflix, Chevron, Telefónica, quizás el de Soros, etc., está bien. El problema es el capitalismo monopólico y concentrado que es a la vez enemigo del pueblo. Por suerte hay gente como Brienza que nos indica cuál es cuál o quién es quién en el mundo capitalista e impide que de otro modo caigamos en una muy natural, aunque letal, confusión.

martes, 4 de noviembre de 2014

Estética, Política y Democracia



La polémica ocasionada por la reacción de José Pablo Feinmann contra el Premio recibido por Marcelo Tinelli como Personalidad Destacada de la Cultura (click), a tal punto que Feinmann está dispuesto a devolver el mismo premio obtenido por él, ha hecho emerger una curiosa incoherencia por parte de Feinmann.

No vamos a entrar en detalles acerca de por qué un programa de televisión como el de Tinelli, "Fruto de la devastación cultural del menemismo, sigue ejerciendo esa estética con las permisividades que los tiempos le abren". Quizás se deba a que el kirchnerismo no haya ganado aún la batalla cultural. O quizás se deba a que ese 50 % que puede llegar a ver a Tinelli se corresponda con ese otro 50 %, o casi, que puede llegar a votar en contra del kirchnerismo.

Sí llama la atención, en primer lugar, que, hasta donde sabemos, a Feinmann no le haya provocado malestar alguno, v.g., la obtención del mismo premio por parte de la Tota Santillán. La indiferencia de Feinmann quizás se debió a que la Tota Santillán no tiene la misma repercusión que Tinelli, o a que la Tota le parezca estéticamente superior que Tinelli.

Lo que más llama la atención, sin embargo, es la severa axiología estética de Feinmann. Según Feinmann, "A la gente termina por gustarle eso que todos los días le tiran por la cabeza. Pero si se intentara algo mejor, de a poco los gustos irían cambiando. Eso es precisamente lo que Tinelli y todo lo que gira a su alrededor quieren impedir. Que algo cambie. En tanto tengan atornillados a sus sillones a todos los mira-culos del país, todo irá bien". Podemos inferir entonces que para Feinmann, no tiene mayor sentido creer que el valor estético de un programa de televisión se puede medir democráticamente, por así decir, según el número de sus adherentes. La estética de Feinmann es esencialmente anti-democrática, por no decir platónica.

Para Feinmann, además, la televisión, o la estética quizás en general, no es autónoma respecto a la política, o al menos puede tener nocivos efectos políticos: "El programa de Tinelli... es un programa ideológico-político. Es decir, la eliminación de todo atisbo de conciencia crítica, la reducción de los espectadores a la simple condición-cosa de mira-culos". De este modo, Feinmann parece compartir la posición de quienes defendían la obtención del mismo premio por parte de Ignacio Copani ya que al menos la ideología de Copani es correcta, por más que a Feinmann no le atrajera, suponemos, su música. Esta posición, sin embargo, podría verse en problemas ya que debería negar que, v.g., Leni Riefenstahl habría sido una personalidad destacada de la cultura, o que su cine era artístico. Esto se arregla sin embargo con una leve modificación del premio, v.g.: "Premio a la Personalidad Destacada de la Cultura Democrática".

Ahora bien, dada la conexión entre estética y política que Feinmann propone, es digno de ser destacado que la tesis feinmanniana sobre la televisión se corresponde casi verbatim con la tesis antiperonista sobre la hegemonía peronista en tiempos democráticos. En efecto, y cambiando lo que hay que cambiar, ¿cuántas veces hemos oído algo como lo que sigue?: "A la gente termina por gustarle eso que todos los días le tiran por la cabeza. Pero si se intentara algo mejor, de a poco los gustos irían cambiando. Eso es precisamente lo que X [i.e. el líder peronista a la sazón] y todo lo que gira a su alrededor quieren impedir. Que algo cambie. En tanto tengan atornillados a sus clientes políticos, todo irá bien".

Sin embargo, hasta donde sabemos, Feinmann jamás mostró preocupación alguna por la pobre concepción de democracia que caracteriza al kirchnerismo desde sus comienzos, ni qué hablar cuando alcanzara el histórico 54 % en 2011. Cierto resabio de esta muy pobre concepción de democracia persiste en las declaraciones del actual Jefe de Gabinete cuando para hacer frente a las críticas opositoras responde con un "formen un partido político y ganen elecciones". Tinellli bien podría seguir la línea capitanichiana (aunque bastante anti-nietzscheana por lo demás) respondiéndole a Feinmann con los números del rating de sus respectivos programas.

La pregunta entonces es ¿por qué Feinmann es tan exigente, por no decir platónico y/o antiperonista, con la estética, pero tan peronista, por así decir, con la política? ¿Por qué no se rinde ante los números del rating en televisión (que por lo demás es el hábitat natural del rating), pero sí lo hace en política? ¿O por qué no exige que el simple gobierno de la mayoría sea complementado con instituciones fuertes y deliberativas, amén de una opinión pública crítica o implacable con esa misma mayoría? Después de todo, Feinmann mismo reconocerá que la política es más importante que la televisión, y que por lo tanto deberíamos ser mucho más exigentes en política que en televisión. Quién sabe, quizás Feinmann fue siempre un antiperonista toda su vida, tanto en estética como en política, y no nos habíamos dado cuenta, quizás porque ni él mismo se había dado cuenta, hasta ahora al menos. Y todo gracias a Tinelli.