lunes, 28 de enero de 2013

Una Dictadura democrática?




Raúl Castro, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, asumió la presidencia en Chile pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) (click), en lo que sin duda constituye un éxito diplomático para Cuba. Algunas voces, sin embargo, se han pronunciado en contra de esta decisión de la CELAC, ya que no consideran que Cuba sea una democracia. Esta objeción no es menor, ya que se supone que todo miembro de una organización internacional debe cumplir con ciertos estándares mínimos de homogeneidad de dicha organización. La cuestión entonces pasa por determinar qué se entiende por democracia y cuál es el valor de la misma para una organización internacional como la CELAC.

En líneas generales, se suele suponer que un requisito mínimo de toda democracia es, por ejemplo, la existencia de elecciones libres de tal forma que al menos dos partidos políticos compitan por los votos y que ambos tengan posibilidades reales de ganar. De acuerdo con esta caracterización Cuba no es una democracia. Y no es casualidad que Raúl Castro, de hecho, en su asunción, tal como consta en el link mencionado más arriba, manifestó su "compromiso de trabajar por la paz, la justicia, el desarrollo, la cooperación, el entendimiento y la solidaridad entre los latinoamericanos y caribeños"; como se puede apreciar, ni siquiera mencionó la palabra democracia. No sabemos si se debió a razones puramente diplomáticas o políticas, pero el punto es que la democracia no figura en las prioridades de la presidencia pro tempore de Cuba. Lo cual no es de extrañar. Cuba, hasta donde sabemos, es un país marxista y por lo tanto su gobierno es o debería ser una genuina dictadura del proletariado.

Desde el punto de vista de la democracia liberal el hecho de que Cuba sea una dictadura del proletariado debería haber resuelto el problema. Hablar de una democracia dictatorial o una dictadura democrática sería una contradicción en sus términos. Pero algunos creen que la democracia liberal no es la única opción del menú democrático. Es más, bien puede ser el caso de que para algunos la democracia electoral, o las así llamadas elecciones libres, estén sobrevaluadas. 

Todo lector de Carl Schmitt sabe que es un error considerar a la democracia liberal como un fenómeno natural irreversible. En realidad, Schmitt suele enfatizar particularmente en La situación histórico-intelectual del parlamentarismo actual (Die Geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus) que es la democracia liberal la que constituye una contradicción en sus términos. En realidad, la expresión democracia liberal es un gran éxito del marketing liberal, que a pesar de haber sido un furibundo enemigo de la democracia en sus comienzos y en todo caso aliado de la república, en el último siglo se ha apropiado de la democracia. 

Schmitt enfatiza que la característica esencial de la democracia es la identidad entre gobernantes y gobernados antes que el gobierno de la mayoría y mucho menos que la protección de los derechos individuales en términos de propiedad privada, y que dicha identidad podía adquirir diferentes formas que incluyen al jacobinismo, la dictadura del proletariado e incluso al fascismo. Podríamos agregar que la confusión conceptual y normativa del término democracia se agrava debido al hecho de que solemos usar el adjetivo "democrático" (y a contrario sensu "antidemocrático") para elogiar o descalificar a quienes piensan como nosotros o a quienes no lo hacen, respectivamente. En efecto, la moralización es la suerte inevitable de todo concepto político que se ha quedado sin enemigos.

Sin embargo, si bien la democracia liberal parece ser hoy una pareja ideal, sobre todo desde el punto de vista liberal, los liberales le tuvieron pánico durante el siglo XIX ya que pensaban que jamás iban a poder ganar el voto de una mayoría en elecciones libres, y por eso se sentían más cómodos cerca de la república que de la democracia. Y así como la democracia no siempre tuvo buena prensa, ni siquiera liberal, conviene recordar que si bien para nosotros hoy en día no sólo la dictadura se ha convertido en un término exclusivamente peyorativo para designar al peor de los regímenes políticos sino que la expresión dictadura militar se ha convertido en una redundancia, para la tradición republicana, desde sus orígenes romanos hasta por lo menos la Revolución Francesa, las cosas eran radicalmente distintas. 

En efecto, la dictadura no sólo era considerada una magistratura clave del diseño institucional republicano para que la república pudiera hacer frente a graves conmociones internas y a invasiones externas, sino que la dictadura republicana debía ser siempre civil: jamás la república confiaría semejante magistratura al ejército profesional. La reputación diabólica de la dictadura proviene muy probablemente de la Revolución Francesa y, por supuesto, de las atrocidades cometidas por los regímenes cívico-militares en el siglo XX. 

La conclusión parece ser clara. Si nos ceñimos a los principios de la democracia liberal según los cuales una dictadura de cualquier clase no puede ser democrática, y si la CELAC es una organización democrática, Cuba hoy no podría ser miembro de la CELAC y mucho menos ocupar su presidencia. Hay sin duda casos en los cuales incluso la democracia sólo puede ser salvada gracias a medidas excepcionales. Pero la excepción no puede durar medio siglo. Una excepción que dura se convierte en una regla. Queda siempre el recurso a una concepción más amplia de la democracia, la cual no incluye elecciones libres entre sus requisitos, y según este estándar una dictadura podría ser democrática. Pero si a la CELAC no le interesa la democracia como principio de homogeneidad, y de hecho, como vimos, tampoco a Cuba, entonces la discusión no tiene sentido. El caso de Cuba es una excelente oportunidad para volver a pensar la democracia.





domingo, 27 de enero de 2013

Mil Novecientos Ochenta y Kuatro





No pocos estarán de acuerdo en que Mil Novecientos Ochenta y Cuatro es una novela que trata al menos un verdadero tópico de la discusión política argentina, es decir, el control de los medios de comunicación, con al menos una obvia diferencia: mientras que en la novela los medios están controlados por el Estado, en Argentina el Estado acusa a las corporaciones de hacer otro tanto. Sin entrar en dicha cuestión (y sin dejar de reconocer el obvio hecho de que en las últimas elecciones el kirchnerismo obtuvo el 54 % de los votos y que la oposición todavía brilla por su ausencia, y que no estamos sugiriendo que toda la novela es un calco de la realidad política argentina, al menos para evitar obvias aunque irrelevantes objeciones) quisiéramos mencionar dos pasajes de dicha novela que parecen referirse aún más directamente a la realidad política argentina, si tan sólo reemplazáramos en el primero "Clarín" (y dentro de poco otros medios, si no ya mismo, como Radio 10 muy probablemente) o "Scioli" o "Moyano" o "Cobos" o "Alberto Fernández" o "Daniel Peralta" o "Sergio Acevedo" o "Jorge Brito" o "Repsol" o "Eskenazi" por algunos de los países mencionados, y en el segundo militancia K (y en muchos casos anti-K también) por lo que Orwell llamaba "doublethink":

1) "En este momento, por ejemplo, 1984..., Oceanía estaba en guerra con Eurasia y en alianza con Estasia. En ninguna declaración pública o privada fue jamás admitido que los tres poderes se habían agrupado en momento alguno a lo largo de líneas diferentes. En realidad, como Winston bien sabía, sólo habían pasado cuatro años desde que Oceanía había estado en guerra con Estasia y en alianza con Eurasia. (...). Oceanía estaba en guerra con Eurasia: por lo tanto Oceanía había estado siempre en guerra con Eurasia. El enemigo del momento siempre representaba el mal absoluto y se seguía que cualquier acuerdo pasado o futuro con él era imposible" (George Orwell, Nineteen Eighty-Four, p. 33).

2) "Saber y no saber, ser consciente de veracidad completa mientras se dicen mentiras cuidadosamente construidas, sostener simultáneamente dos opiniones que se cancelan mutuamente, saber que son contradictorias y creer en ambas; usar la lógica contra la lógica, (...), olvidar lo que era necesario olvidar, entonces traerlo otra vez a la memoria en el momento en que fue necesario, y entonces prontamente olvidarlo otra vez: (...)" (op. cit., p. 34).

Esto pasa en verano, el momento ideal para releer novelas clásicas.

miércoles, 23 de enero de 2013

Constitucionalismo Inst & Pop




En una nota de hoy en Página 12, "El constitucionalismo popular", Guido Risso, Profesor de Derecho Constitucional (UBA), y doctor en Ciencias Jurídicas, sostiene que los desacuerdos constitucionales se deben a la existencia de dos escuelas de derecho constitucional: una institucionalista y la otra popular.

El institucionalismo es descripto como una posición "antipopular" caracterizado por un "significativo endurecimiento del sistema de representación política". Asimismo, el institucionalismo tiene "rasgos conservadores". De ahí que "frente al concepto clásico de democracia como gobierno del pueblo, el constitucionalismo conservador tiende a garantizar el orden político estatuido mediante el establecimiento de determinadas instituciones políticas que regulan los cambios pretendidos popularmente". Ya que "observan con cierta desconfianza cualquier participación popular en las estructuras políticas", "desde el institucionalismo se prioriza el orden y la institucionalidad establecida por sobre los reclamos e intereses populares". Finalmente, "el discurso institucionalista contiene un núcleo potencialmente autoritario, pues allí efectivamente existe la posibilidad de que la propia sociedad ponga en riesgo el esquema de orden vigente, constituyéndose como enemiga del sistema".

En cambio, las democracias del constitucionalismo "subordinan la institucionalidad a lo social, tienden a desarrollar una legalidad constitucional más flexible, sin olvidar por ello uno de los peligros concretos del sistema democrático tradicional: las mayorías coyunturales que avanzan sobre las minorías". Ciertamente, el constitucionalismo popular no olvida "los totalitarismos que azotaron a Europa durante el siglo XX". De ahí que el el constitucionalismo popular distingue dos dimensiones de la democracia: "la dimensión formal o meramente procedimental y la dimensión sustancial, la cual se compone e integra mediante los derechos fundamentales y el derecho internacional de los derechos humanos, bloque normativo que opera como garantía de igualdad y límites concretos a cualquier tentación autoritaria por parte de la mayoría". Este modelo "prioriza la voluntad social (integrada por las expresiones de la mayoría y las minorías) y el derecho internacional de los derechos humanos, por sobre cierta ingeniería institucional, sin desconocer por ello el sistema y los valores republicanos". Por eso es que "las democracias que subordinan la institucionalidad a lo popular tienden a desarrollar una legalidad constitucional más flexible, pero –insistimos– siempre sujeta a los mandatos y límites establecidos por los derechos fundamentales, el derecho internacional de los derechos humanos y el respeto por las minorías".

En realidad, esta distinción es engañosa. En primer lugar, la expresión constitucionalismo institucionalista es redundante. Todo régimen constitucional, incluyendo el popular, es "institucionalista", consagra cierto estado de cosas, sea la república de los soviets, la primacía de la raza aria, u, ojalá, una democracia fuertemente sazonada con derechos humanos, o, si preferimos, una democracia en la que la voluntad del pueblo impere sin límites junto a los derechos humanos. Nadie quiere flexibilidad respecto de la ingeniería social, ni tampoco, suponemos, quieren los partidarios la flexibilidad del régimen flexible, sino que desean que la flexibilidad sea inflexible.

En todo caso, queremos flexibilidad cuando consideramos que la ingeniería social es inapropiada, que la casa está mal construida. De ahí que la expresión "constitucionalismo flexible" sea peligrosa, ya que sugiere que las instituciones, reglas y principios constitucionales pueden ser objeto de cierto "trueque" o "compromiso" llegado el caso, cuando se supone que las constituciones existen para hacer una diferencia práctica, por ejemplo, sea que prohíban o permitan la re-elección indefinida. Nadie quiere que el régimen constitucional con cuyo contenido está de acuerdo sea flexible, sino que por el contrario quiere petrificar, congelar la imagen en dicho momento. Un régimen genuinamente flexible implicaría la eliminación de la constitución (click).

Pero entonces, quienes dicen representar una posición popular y genuinamente anti-institucionalista deberían tomar el toro por las astas y en lugar de proponer la alternativa entre constitucionalismo institucional y popular deberían abogar por el fin del constitucionalismo de todo tipo, es decir, por la forma política que, por ejemplo, Carl Schmitt designaba como "identidad". En semejante situación, la democracia reina inmediatamente, sin representación, ya que "donde todo está de acuerdo, la decisión debe resultar por sí misma sin discusión y sin conflictos esenciales de interés, porque todos quieren lo mismo" (Verfassungslehre, p. 215).  Schmitt creía que semejante condición era sólo una construcción ideal, un experimento mental, nunca un estado de cosas alcanzable. Pero entonces, el institucionalismo (lo que Schmitt llamaba la forma política de la representación) es inevitable.





martes, 15 de enero de 2013

El Pueblo elegido




La discusión sobre la asunción del presidente Chávez en Venezuela (click) terminó. Sabemos, como es de público conocimiento y gracias al Tribunal Superior de Venezuela que Chávez o bien asumió virtualmente, o bien su asunción es innecesaria.

La discusión ahora es sobre las decisiones que toma Chávez mientras se recupera de su enfermedad en Cuba. En realidad, a pesar de que no pudo asumir el 10, si se nos permite la expresión, hoy Chávez mejoró tanto que el vicepresidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció hoy que Chávez aprobó la designación como canciller del ex vicepresidente Elías Jaua (click). El nombramiento fue anunciado por Maduro al entregar en la Asamblea Nacional el informe de gestión de gobierno del año 2012. Maduro mantuvo hasta hoy el cargo de canciller, en el que se desempeñó por más de cinco años.

La discusión, decíamos, es naturalmente acerca de cómo podemos enterarnos, y sobre todo el pueblo de Venezuela, de las decisiones que toma su líder, ya que su líder, aunque ha mejorado notablemente, no aparece hace un tiempo, de hecho no se ha visto siquiera una foto de él. Quizás el siguiente párrafo de los Elementos Filosóficos de Hobbes nos ayude a entender lo que está sucediendo:

« las leyes de Dios son declaradas de tres modos. Primero, por los dictámenes tácitos de la recta razón. Segundo, por revelación inmediata, que, se entiende, se da a través de una voz sobrenatural, una visión, un sueño, una inspiración o un soplo divino. Tercero, por la voz de algún hombre que, por haber realizado verdaderos milagros, Dios ha recomendado a los demás como digno de fe. Y éste de cuya voz se sirve Dios para significar su voluntad a los otros es llamado PROFETA. Estos tres modos pueden ser llamados la triple palabra de Dios, a saber la palabra racional, la palabra sensible y la palabra profética, a los que corresponden tres modos por los cuales se dice que escuchamos a Dios: el razonamiento correcto, los sentidos y la fe. La palabra de Dios se hizo sensible para unos pocos. Por un lado, Dios no ha hablado a los hombres por revelación más que individualmente y ha dicho diferentes cosas a diversos hombres; por el otro, ninguna de las leyes del reino ha sido promulgada de este modo para pueblo alguno » (XV.3, edición de Hydra, pp. 286-287).

Es claro que la designación de un ministro, por evidente que fuera, no puede ser considerada un dictamen de la recta razón. Al menos sería muy controversial que alguien afirmara algo semejante. El camino de la revelación inmediata sería no menos polémico. Queda la alternativa de la voz de algún hombre que haya sido encomendado por Chávez como digno de fe, lo cual parece haber sido el caso cuando Chávez anunció que designaba a Maduro como su sucesor. Podemos inferir que si Maduro es su sucesor, bien puede hacer las veces de vocero o heraldo de Chávez. De hecho, ahora queda claro qué fue lo que hizo Chávez cuando anunció la relación especial que lo unía a Maduro. Algunos estaban preocupados porque dicho anuncio (nótese el curioso título a la sazón de un diario como Página 12 al respecto, un diario que no puede ser tachado de ser antichavista, creemos: "Chávez viaja por un milagro y nombra sucesor" (click), aunque el milagro quizás haya adelantado la discusión sobre los futuros anuncios) les había parecido superfluo (la Constitución de Venezuela es la indicada para saber quién es el sucesor de un presidente) o lisa y llanamente ilegal. No sin razón, otros sostuvieron que en realidad Chávez con su anuncio recomendó a quién votar en caso de que Chávez no pudiera asumir luego de su triunfo. Ahora, gracias a Hobbes, tenemos mejores herramientas para enterarnos de cómo Chávez anuncia sus decisiones. Quizás Venezuela se haya transformado en un nuevo pueblo elegido, o lo sea desde hace tiempo.


miércoles, 9 de enero de 2013

No sé si me interpreta




Es de público conocimiento el estado de salud del presidente Chávez y que sin embargo la ceremonia de asunción de Chávez tendrá lugar sin Chávez, a pesar de que dicha asunción es un acto suponemos intransferible. El artículo que se invoca para explicar la ausencia presente o la presencia ausente de Chávez es el siguiente. Art. 231 de la Constitución de Venezuela: "El candidato elegido o candidata elegida tomará posesión del cargo de Presidente o Presidenta de la República el diez de enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento ante la Asamblea Nacional. Si por cualquier motivo sobrevenido el Presidente o Presidenta de la República no pudiese tomar posesión ante la Asamblea Nacional, lo hará ante el Tribunal Supremo de Justicia".

A primera vista, la reserva hecha al final del artículo se refiere en todo caso a la institución ante la cual tomará posesión el presidente y/o al lugar de la asunción, pero no da un cheque posdatado. El sentido común indica que el artículo sólo se limitar a prever qué hacer en caso de que la Asamblea Nacional no esté disponible para la asunción. Y como no hace referencia alguna al tiempo de la asunción, quienes ahora lo invocan para explicar la postergación del asunción de Chávez (o en realidad la ausencia de Chávez en su propia asunción) del silencio infieren que entonces puede tener lugar después. Con ese criterio, podría haber tenido lugar antes, con tal de que hubiese sido ante el Tribunal Supremo. Quienes insistieran en que Chávez ganó las últimas elecciones no se darían cuenta de que en realidad el hecho de que haya ganado la presidencial es precisamente lo que provoca la necesidad de su asunción.

Por supuesto que las cuestiones constitucionales suelen ir acompañadas de consideraciones políticas. De hecho, constitucionalistas como Carl Schmitt (el locus classicus es Legitimidad y Legalidad, amén de El Guardián de la Constitución) creen que es un error reducir la constitución a su texto y/o a la así llamada ley constitucional, ya que defienden cierta supralegalidad constitucional para defender precisamente a cierto orden político de sus enemigos, en el caso de Schmitt de los enemigos de la República de Weimar, y probablemente en el caso de Venezuela de la República Bolivariana (o Chavista). Salta a la vista que esta equiparación pone a la par al nazismo y al comunismo con los adversarios electorales de Chávez. Quizás a los ojos de los partidarios de Chávez la comparación es elocuente, pero quizás no lo sea tanto para los que se oponen a Chávez.

Siempre queda recordar que la constitución, como el derecho en general, no es sino la consagración de un cierto estado de cosas, un hecho en cierto sentido, y por lo tanto por muy buena prensa que tengan y suelen tener las constituciones y el constitucionalismo en general, queda abierta la pregunta de si es buena o deseable. Pero esta estrategia es muy peligrosa ya que abre la puerta a que quienes se oponen a la constitución hagan otro tanto, y por las mismas razones. Después de todo, es la constitución vigente la más clara indicación de que el pueblo venezolano se decidió por la República Bolivariana. Devaluarla es un arma de doble filo.

Son momentos como estos en los que nos alegramos de no dedicarnos al derecho constitucional.

sábado, 5 de enero de 2013

El SUM de la ESMA




La intención parece ser buena: re-apropiarnos de la ESMA para que nunca más se cometan allí delitos de lesa humanidad. De ese modo, podemos reconvertir a la ESMA en un salón de usos múltiples, un centro de actividades dedicadas a la promoción y defensa de los derechos humanos. Sin embargo, la crítica reciente expresada por familiares de algunos desaparecidos e incluso, entendemos, por algunos ex-desaparecidos, es atendible. Queda especificar por qué, y la comparación con Auschwitz es muy útil al respecto.

Auschwitz, entendemos, se convirtió en una especie de museo muy sobrio. Una parte del campo quedó tal como estaba durante el Holocausto para dar testimonio de lo que pasó, cómo era la vida y la muerte en ese lugar. Pero no se hacen asados, ni brindis, ni tampoco se dictan seminarios, o representan obras artísticas, etc. De hecho, muy pocos desearían asistir allí a dichas actividades. Una vez entendido el testimonio, uno, suponemos, desea no quedarse más de lo necesario. Y si desea volver, es para volver a recibir dicho testimonio.

La razón es obvia: no hay ninguna necesidad de demostrar superioridad alguna sobre los nazis. La guerra que permitió detener el Holocausto no era una guerra entre iguales en sentido estricto. Jamás hubo partido, como se suele decir. La superioridad moral de un bando sobre el otro, al menos en lo atinente al Holocausto, era tal que impedía la idea misma de convertir a Auschwitz en un triunfo—la ceremonia que los romanos solían practicar cuando uno de sus generales vencía a un enemigo legítimo y regular. Un triunfo tiene lugar, o como se dice ahora, se festeja, sólo cuando el vencido es un par. Todo triunfo, a su modo, implica un reconocimiento del status del vencido.

Otro ejemplo que se nos ocurre ahora es la reconversión que los turcos hicieron de la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla luego de la caída de la ciudad, muy probablemente debido a que el cristianismo había hecho otro tanto con algunas mezquitas. En lugar de dejar a la iglesia tal como estaba, para mostrar lo que los musulmanes en ese momento habrían entendido que era una monstruosidad, se reapropiaron del lugar para convertirlo en exactamente lo contrario en cierto sentido, pero sin cambiar su status. Los dos polos comparten la escala en la que se miden. Hoy nos parece obvio que se trata de dos religiones, por distintas que sean.

Volviendo a la ESMA, la política oficial al respecto parece estar dirigida a festejar un triunfo, por lo cual es contraproducente. La reapropiación que va más allá del circunspecto testimonio es una manera de reconocer el status de quienes cometieron delitos de lesa humanidad. Desde un punto de vista moral y político es un sinsentido. Por si hiciera falta, ciertamente el problema con el brindis y el asado en la ESMA—más allá de las tenebrosas referencias de expresiones como “asado” y “parrilla” en dicho lugar—no es que hubo ingesta de alimentos y bebidas (aunque sería difícil de concebir un asado en Auschwitz, más allá de que quizás, quienes deban realizar una eventual tarea de mantenimiento allí tengan que alimentarse mientras tanto). El problema es que hubo una celebración, del tipo que fuera. En cierto sentido, es una victoria de quienes cometieron delitos de lesa humanidad, un reconocimiento absurdo. Y por lo tanto, una manera de negar la comisión de las violaciones de derechos humanos allí cometidas.