jueves, 27 de junio de 2013

Democracia o Revolución, esa es la Cuestión

Nos llama mucho la atención la reacción del kirchnerismo ante la decisión de la Corte Suprema (vergonzosa, opositora, golpista, etc.: lo de siempre). Hay tres puntos en juego.

En primer lugar, la reacción ignora que el control judicial de constitucionalidad es parte del derecho argentino vigente. Se trata de un poder contramayoritario que, dicen sus defensores, tiene como tarea proteger las decisiones del pueblo de las decisiones de los representantes del pueblo, proteger al poder constituyente del poder constituido. Puede no gustarnos, e incluso su defensa puede ser absurda. Pero, insistimos, es derecho vigente, votado por el pueblo, que precisamente votó que un poder fuera contramayoritario y aseguró el resultado de ese voto con un blindaje constitucional.

En segundo lugar, y nos vamos a repetir lamentablemente (v.g. rara avis), la reacción K ignora que la decisión constitucional se ocupa de casos en los cuales las “diferencias de opinión sobre una relación de cosas que yace directamente delante de los ojos bajo los que comparten una convicción del mismo círculo…”, en cuyo caso estamos en presencia de verdaderas cuestiones constitucionales que “jurídicamente consideradas siempre sólo pueden tratar acerca del quis judicabit, i.e. acerca de la decisión y no acerca de la pseudonormatividad de una judicialidad tribunalicia” (Carl Schmitt, Der Hüter der Verfassung, [El Guardián de la Constitución], pp. 30-31). Es más, en los casos constitucionales “la duda sobre el contenido de una norma está tan fundada y la norma en sí misma tan poco clara en su contenido, que tampoco se puede hablar de una violación cuando el tribunal es de otra opinión que el legislador o el gobierno, cuyas disposiciones están en contradicción con la ley constitucional dudosa” (op. cit., p. 45).

En tercer lugar, la reacción K ignora que es precisamente por eso, porque puede haber desacuerdos constitucionales, que hace falta una institución que los decida, particularmente en un sistema democrático, en el cual siempre va a haber por lo menos dos posiciones en disputa con argumentos igualmente atendibles, no sólo al momento de la elección sino además al momento de interpretar la constitución, que es la que sienta las reglas básicas de la democracia.

Decir de una institución autoritativa que se equivoca, o es opositora, o destituyente, o da vergüenza ajena sólo porque toma una decisión que va en contra de lo que creemos, simplemente equivale a no entender cómo funciona la autoridad. Cada vez que una autoridad decide algo, alguien pierde. "Así es la vida", con Luis Sandrini y Malvina Pastorino (o como diría Cristina Kirchner, "la vida es así": click).

Lo más curioso es que el kirchnerismo tuvo la oportunidad de elegir precisamente a los jueces de la Corte que hoy considera anti-democráticos. En realidad, no fue el kirchnerismo sin más sino el padre fundador literalmente, Néstor Kirchner, quien designó a los jueces. De ahí que el kirchnerismo se encuentra en una muy curiosa situación, similar a la de un espartano criticando a Licurgo, o la de un ateniense criticando a Solón, o un romano criticando a Numa. Se trata ciertamente de una situación irónica, ya que el kirchnerismo suele ser criticado por su obediencia ciega a los mandatos de sus líderes. La ignorancia en este punto puede ser matizada por cierta akrasia o falta de voluntad de cumplir con las decisiones de jueces designados por los interesados mismos, sea porque los consideraba afines o porque los consideraba independientes, o probablemente las dos cosas.

Quizás lo que subyace a la reacción K no es ignorancia o akrasia sino la suposición de que el kirchnerismo está llevando a cabo una revolución. Era la misma suposición jacobina (aunque, como sabemos, jacobinos eran los de antes) de Robespierre y de Saint-Just (que resultó ser mucho más que una suposición a decir verdad) que los llevó a sostener que no tenía sentido llevar a juicio a Luis XVI, ya que hacerlo implicaba que, como diría Sheldon Cooper, en algún mundo posible cabía a su vez la posibilidad de que Luis XVI hubiese sido inocente. Y por otro lado, si Luis XVI era inocente, entonces la Revolución era culpable. No, Luis XVI era culpable antes o en realidad con independencia del juicio. Lo mismo sucede con la reforma judicial según el kirchnerismo, o con toda posición kirchnerista su posición es la constitucional sin más, toda decisión que se le oponga es por definición monárquica, un desafío no sólo al kirchnerismo sino a la democracia misma. 

En otras palabras, el kirchnerismo no cree ser un partido democrático entre otros, sino que cree estar haciendo una revolución. Algunos podrán decir que, tal como dijo Chou En-Lai en relación a la Revolución Francesa, es todavía muy temprano para saber. Nos parece sin embargo que con la información que tenemos ya podemos darnos una muy buena idea al respecto. 

miércoles, 26 de junio de 2013

Lo Cortés no quita lo reaccionario

Justo estamos leyendo estas líneas de un autor que no estaba precisamente a favor de la revolución, mientras se sigue discutiendo las causas de las manifestaciones brasileñas (se voce disser que eu sou fascista): "Viniendo ahora á las causas de esta revolución , el partido progresista tiene unas mismas causas para todo. El Sr. Cortina nos dijo ayer que hay revoluciones porque hay ilegalidades, y porque el instinto de los pueblos los levanta uniforme y espontáneamente contra los tiranos. Antes nos habia dicho el Sr. Ordaz Avecilla : ¿Queréis evitar las revoluciones? dad de comer á los hambrientos. Véase, pues, aquí la teoría del partido progresista en toda su extensión: las causas de la revolución son por una parte la miseria, por otra la tirania. Señores, esa teoría es contraría, totalmente contraria á la historia. Yo pido que se rae cite un ejemplo de una revolución hecha y llevada á cabo por pueblos esclavos ó por pueblos hambrientos. Las revoluciones son enfermedades de los pueblos ricos; las revoluciones son enfermedades de los pueblos libres. El mundo antiguo era un mando en que los esclavos componían la mayor parte del género humano; citadme cuál revolución fue hecha por esos esclavos" (Juan Donoso Cortés, "Discurso sobre la Dictadura", Congreso de los Diputados, 4 de enero de 1849). Parece que Tocqueville no tenía la exclusiva.

viernes, 21 de junio de 2013

Se você disser que eu sou Fascista...


Dilma considera que las manifestaciones en su contra son parte constitutiva de la democracia, un signo de un régimen democrático robusto y avanzado. Encima, Dilma suspende todas sus actividades y conmina a su gabinete a dar una respuesta que satisfaga el reclamo de los manifestantes. Qué equivocada está Dilma. Nuestro sabio Gobierno, en cambio, nos ha recordado a menudo que quienes se manifiestan en contra del Gobierno no sólo no querían ni pisar el césped por miedo a ensuciarse, sino que eran además evasores impositivos y fueron criticados por carecer de un proyecto político y se les advirtió con razón que antes de criticar debían formar un partido político y ganar las elecciones. Es más, los manifestantes fueron tildados de golpistas, destituyentes e incluso fascistas (y, como diría Sacha Cohen, no en el buen sentido de la palabra). En defensa de la tesis kirchnerista y antes de que nuestro Gobierno repita su crítica, aquí subimos en exclusiva el himno, con letra y música, que los manifestantes brasileños entonan en todas sus marchas a lo largo y a lo ancho de Brasil en contra del gobierno democrático de Dilma:   


jueves, 20 de junio de 2013

Éramos tan pobres...

Mucha gente no sabe cómo reaccionar ante este tweet del (en el viejo sentido de la palabra) publicista, Luis D'Elía: "@Luis_Delia: En Laferrere hasta hace poco, en el tren Belgrano sur la gente viajaba arriba del techo del tren (Bangladesh) EL SARMIENTO ES PRIVILEGIADO" (ver Tuit).

No solemos ocuparnos de los publicistas, aunque sí nos hemos ocupado de la última Carta Abierta (Quemá esas Cartas), pero este tweet es especial debido a la natural confusión que provocó. Algunos se indignan porque creen que es perverso, otros sádico, vergonzoso, etc.

Sin embargo, D'Elía simplemente hizo una comparación. En efecto, desde cierto punto de vista D'Elía podría decir que el Holocausto es peor que el Genocidio armenio, al menos de manera contrafáctica, dadas las dudas que D'Elía no ha ocultado sobre la existencia del Holocausto. Y es en este mismo sentido que quiso decir que el Sarmiento está mejor que el Belgrano (aunque, si se nos permite la expresión, nos morimos de curiosidad de saber cómo se viaja en el tren Belgrano como para que D'Elía se anime a hacer la comparación).

Pensándolo bien, D'Elía seguramente, tal como sucede cada vez que habla, no quiso que lo tomáramos en serio, sino que quiso hacer una broma, de humor negro quizás y que no va a ser fácilmente digerido por quienes usan el tren y/o sus familiares, pero broma al fin. En otras palabras, lo que parece estar en juego es el fino sentido del humor de D'Elía y su velada referencia al famoso sketch de los "Cuatro Hombres de Yorkshire", en el que Monty Python discute qué o cuál es la pobreza verdadera y por lo tanto qué es la riqueza, discusiones ambas en la que el Gobierno parece ser un especialista:


miércoles, 19 de junio de 2013

"Lo primero que hacemos: matemos a todos los Abogados"


El título de la entrada no es una cita de la Presidenta de la República, sino de Jack Cade, el líder revolucionario que aparece en 2 Enrique VI de Shakespeare. Por alguna razón, se trata de una cita que no pocos suelen invocar para expresar su convencimiento de que para Shakespeare, anacronismo mediante, la democracia y el derecho están indisolublemente unidos.

El fallo de la Corte Suprema sobre la constitucionalidad de la así llamada ley de reforma judicial es bastante aburrido, porque no deja mucho lugar para la polémica. Es más, hasta ahora no hemos sabido de la existencia de algún constitucionalista de fuste que cuente con argumentos de peso a favor de la manipulación del Consejo de la Magistratura (para muestra...). Ciertamente, los números por sí mismos no son un argumento. Pero pueden ser a veces un indicio de la verdad.

Ciertamente polémica es la disidencia de Zaffaroni, quien durante toda su vida se preocupó por enfatizar que hay que hacer todo lo posible para que los derechos individuales fundamentalmente de las personas más perjudicadas por la muy injusta distribución capitalista del ingreso no queden expuestos a las decisiones de las mayorías circunstanciales, las cuales tienden a exigirle a los jueces muy severas condenas penales por cualquier acción que provoque el miedo de dichas mayorías. Es por eso que Zaffaroni siempre quiso despolitizar a los jueces, o que la política de los jueces consista en evitar que al menos el derecho penal quedara en manos de mayorías circunstanciales.

Sin embargo, Zaffaroni ahora dice, en pocas palabras, que una ley que contribuye al resultado contra el cual él peleó toda su vida "puede no gustar, pero no es inconstitucional". Zaffaroni es un ejemplo de convivencia democrática, de respeto por la opinión de quienes no piensan como él. Todos los demás humanos suelen creer que quienes no piensan como ellos no sólo se equivocan sino que además su opinión es inconstitucional.

La presidenta anunció esta noche que los jueces podrán cortar todas las flores legales, pero no podrán detener la primavera nacional y popular. La fascinación que provoca su premonición según la cual la reforma judicial propuesta por el kirchnerismo va a tener éxito más temprano que tarde es infinita (click). ¿A qué se refiere? ¿Qué piensa hacer? ¿Menemizar la Corte mediante la ampliación del número de sus miembros? ¿Sancionar una ley que derogue el control judicial de constitucionalidad? ¿Descolgará el cuadro de Néstor, el verdadero responsable de que la Corte no haga lo que el Poder Ejecutivo espera que haga?

Es hora de que quienes durante años hemos señalado la así llamada dificultad contra-mayoritaria del control judicial de constitucionalidad hagamos una auto-crítica, ya que mientras predicábamos los defectos de dicho control no habíamos advertido el uso que se le podría dar a dicha crítica para impedir que los presupuestos mínimos de toda democracia queden expuestos a los vaivenes de una mayoría circunstancial. Por otro lado, varias veces en este blog hemos señalado que Carl Schmitt también criticaba el control judicial de constitucionalidad, pero fundamentalmente porque lo creía incapaz de proteger a la Constitución de sus enemigos, i.e. del nazismo y del comunismo.

En defensa de Carlos Nino, quien fuera uno de los pioneros en nuestro país de la divulgación de la así llamada dificultad contra-mayoritaria, debemos decir que a pesar de que señalara una y otra vez las deficiencias democráticas del control judicial, una vez que Menem llegó al poder nos hizo saber a comienzos de la década del 90 que era hora de parar la pelota, suspender la reforma parlamentaria que atenuaría los poderes constitucionales del poder judicial y defender la Constitución premenemista en defensa de la democracia. Nino tenía suficiente inteligencia política para darse cuenta de que incluso uno de los poderes más conservadores que puede haber como el judicial, muy ocasionalmente, como en estos casos, puede convertirse en un verdadero pilar de la democracia. Otra de las ironías del kirchnerismo es precisamente que la Corte Suprema pueda ufanarse de ser la guardiana de la democracia.  

miércoles, 12 de junio de 2013

Jacobinos eran los de antes




Las recientes declaraciones de la Presidenta en relación a la reforma judicial propuesta por ella, “¿Quieren ser el contrapoder del pueblo? Porque yo no estoy representando a un partido, estoy representando al pueblo”, nos traen a la memoria la situación política de la Francia de comienzos del siglo XIX que ya habíamos citado en otra oportunidad: “La soberanía del pueblo tenía sentido, para el Primer Cónsul, sólo si podía afirmarse de manera polarizada. Está claro para él que la nación no necesitaba de garantías contra el poder, dado que todas las autoridades que la constituían emanaban de ella. Bonaparte participaba de esa manera del antipluralismo dominante en Francia en ese período; a sus ojos, la democracia no puede ser más que no liberal. ¿Concebimos-se pregunta en enero de 1802-una oposición contra el pueblo soberano? ¿Tribunos allí donde no hay patriciado? Las imágenes de luchas revolucionarias y el espectro del caos que se perfilaban aún entonces detrás de la mera palabra ‘oposición’ le facilitaron, es cierto, la tarea” (Pierre Rosanvallon, La Contrademocracia, p. 106).

Es asimismo natural que tanto adeptos del kirchnerismo como Eduardo Rinesi (click) cuanto detractores como Mariano Grondona (click) perciban cierto aire de familia entre el kirchnerismo y el jacobinismo. Es indudable que hay varios puntos en común entre el jacobinismo y el kirchnerismo. Por ejemplo:

1. El kirchnerismo tiene cierto aspecto jacobino debido a que invoca una Verdad, que en nuestra época se enfrenta a la libertad de opinión tal como es entendida en el mundo capitalista, precisamente a su vez al mercado y al pluralismo en general. Quien defiende la Verdad tiene un compromiso total con ella y por eso no sólo milita por ella, a veces incluso irracionalmente, sino que no puede someterla al pluralismo de ideas, ya que todo opositor a la Verdad no se equivoca sin más sino que muy probablemente sea inmoral, un enemigo del pueblo (Filosofía política K). Dicho sea de paso, esa Verdad oscila muchas veces. Para muestra, el botón de Clarín. Si Clarín es el enemigo del pueblo desde el 2008, no es fácil de entender cómo fue su amigo desde 2003 hasta el 2007 (1984).

2. Se sigue del primer punto que la noción de Verdad va naturalmente acompañada de una transubstanciación rousseauniana de la voluntad general en el voto de la mayoría. Ya habíamos discutido en el blog que para el kirchnerismo la minoría que pierde una elección contra el kirchnerismo no es sólo una minoría sino que además se trata de una minoría fundamentalmente equivocada sobre aquello en lo que consiste la voluntad general, a pesar de que si hubiese contado con la mayoría habría tenido tanta razón como la mayoría actual (Krousseau).

3. En el fondo, la cuestión no es tanto sobre mayorías o de minorías, sino que el kirchnerismo dice representar una parte de la sociedad que en el fondo es el pueblo, el todo. De ahí el grave problema de la democracia para el kirchnerismo, o para el jacobinismo, para el caso. ¿Cómo reconciliar al pueblo con la democracia, dado que toda elección democrática es imprevisible? ¿Puede el pueblo supeditarse a un sistema de reglas? ¿No sería eso consagrar el status quo?

4. El jacobinismo tiende congénitamente a proclamar que el pueblo puede ser políticamente operativo mediante su encarnación en un Partido y en un Líder. Otra vez, el parecido es innegable.

Sin embargo, y con independencia de si es bueno o malo para el kirchnerismo (y para el jacobinismo) que así sea, hay al menos otras cuatro diferencias esenciales por los cuales el jacobinismo kirchnerista es tan anodino o relativo como su nazismo (Nazis eran los de antes).

1. Si bien el jacobinismo reivindica la violencia política, el kirchnerismo hace otro tanto pero con la violencia política durante los 70s, ya que es indudable que hoy en día reniega de su uso contemporáneo.

2. La revolución kirchnerista no ha dado evidentemente el resultado esperado, ya que después de diez años de crecimiento a tasas chinas como se suele decir, el ejército de cartoneros sigue marchando todas las noches (Cartoneros de Clase media) y además la Presidenta le ha pedido ayuda a los jueces para combatir el delito, todo lo cual es revelador ya que a menos que expliquemos la criminalidad en términos antropológicos o teológicos, la explicación restante es que es provocada por una notoria desigualdad en la distribución del ingreso.

3. El ingrediente clave del jacobinismo es la virtud, la cual, según Robespierre al menos, justificó incluso el uso del terror, y al cual quedo expuesto él mismo, como fiel revolucionario. Hablar de la virtud kirchnerista es al menos polémico, como se suele usar el término en estos días (no es lo que parece, y por si hiciera falta: Soy justo). Beatriz Sarlo, quien también detecta ciertos rasgos jacobinos en el kirchnerismo, por esta misma razón lo caracteriza como una versión criolla del jacobinismo (click).

4. No se advierte en el kirchnerismo la preocupación por la virtud y por lo tanto por la corrupción de los gobernantes que es otro ingrediente clave del jacobinismo. En efecto, en el proyecto alternativo de Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del 24 de abril de 1793 presentado en la Convención Nacional por Robespierre figura en su artículo XIV que “El pueblo es soberano; el Gobierno es su producto y su propiedad y los funcionarios públicos son sus delegados. El pueblo puede, cuando le plazca, cambiar su gobierno y revocar a sus representantes”. En el art. XIX consta que “En todo Estado libre, la ley debe sobre todo defender la libertad pública e individual contra los abusos de autoridad de los gobernantes. Toda institución que no suponga al pueblo bueno y al magistrado corruptible es viciosa”. En el XXXIII: “Los delitos de los representantes del pueblo deben ser severa y fácilmente castigados. Nadie tiene derecho a pretenderse más inviolable que los demás ciudadanos”.

Quedó demostrado empíricamente que puede haber peronismo sin Perón, pero, por definición, es imposible que exista el jacobinismo sin virtud, o con corrupción, que es exactamente lo mismo. Algo así sería como un Hamlet sin el Príncipe, como se suele decir en inglés.



viernes, 7 de junio de 2013

Nada Humano le es ajeno a Insfrán




La violación sistemática de los derechos humanos (a la vida, propiedad, etc.) a la que ha estado expuesta la comunidad qom de un tiempo a esta parte por el Gobernador Insfrán de la Provincia de Formosa no es ninguna novedad. Lo que quizás sea novedad, hasta cierto punto, es que la violación de los derechos humanos no es exactamente una invención de Insfrán, sino que se trata de una característica típica de una corriente del pensamiento occidental de ilustre prosapia que irónicamente suele ser llamada “humanismo”.

En efecto, mientras que algunos intelectuales, si se nos permite el anacronismo, como Bartolomé de Las Casas y luego Francisco de Vitoria creían que los nativos americanos, si bien pertenecían obviamente a una cultura diferente, eran seres humanos con iguales derechos que los europeos, y por eso ambos españoles se opusieron claramente al trato recibido por los americanos de manos de los europeos, otros intelectuales no menos españoles como Juan Ginés de Sepúlveda, un exquisito humanista y autor de una notable traducción de la Política de Aristóteles al latín, apoyándose precisamente en la autoridad de Aristóteles, creía que los nativos americanos eran esclavos por naturaleza y merecían ser tratados en consecuencia. Es más, tal como lo ha mostrado Richard Tuck en The Rights of War and Peace, mientras que el modelo escolástico de la guerra se oponía firmemente a la justificación de una guerra de conquista, el modelo humanista por el contrario fue el que defendió la colonización del “nuevo mundo” extra-europeo.

Carl Schmitt, en su Nomos de la Tierra, también nos recuerda que no fue casualidad alguna que Sepúlveda haya sido humanista. Francis Bacon, otro gran humanista, creía que los nativos extra-europeos eran caníbales y por eso inhumanos, y por lo tanto carecían de derechos. Schmitt creía además que “No es de ninguna manera una paradoja que justo los humanistas y los humanitarios presenten tales argumentos inhumanos. Pues la idea de la humanidad tiene dos lados. Ella es capaz de una dialéctica a menudo sorprendente” (p. 72). Según Schmitt la ideología humanitaria del humanismo congénitamente porta una energía de disociación discriminatoria entre seres humanos e inhumanos. El potencial discriminador, irónica o paradójicamente según se quiera, sólo alcanzó su máximo esplendor una vez que la idea de la humanidad absoluta alcanzó su cénit a partir del siglo XVIII hasta nuestros días: “Recién con el ser humano en el sentido de la humanidad absoluta aparece, a saber, como la otra cara del mismo concepto, su específicamente nuevo enemigo, el inhumano [Unmensch]” (72). Además, en El Concepto de lo Político Schmitt se hizo famoso por sostener que “El que dice humanidad, quiere engañar”.

Tampoco es casualidad que un brillante discípulo de Schmitt como Reinhart Koselleck explique en Futuro Pasado que la idea de humanidad es un contra-concepto asimétrico, i.e., un concepto binario que pretende tener alcance universal tal que todo aquel que desee oponérsele automáticamente es considerado desigual y por lo tanto impide el reconocimiento mutuo. Por ejemplo, el primer contra-concepto asimétrico es el del helenismo o la Hélade, según el cual todo aquel que se le oponga se convierte en un bárbaro, no sólo en sentido cultural sino fundamentalmente en términos morales. Un segundo contra-concepto asimétrico es el Cristianismo o Cristiandad (según corresponda). Quien queda fuera de este concepto es el paganismo, quien es bienvenido a ser parte del universal cristiano pero por supuesto a cambio de dejar de ser pagano. Una vez que el universalismo cristiano cobró una dimensión institucional, fue tan peligroso como su antecesor helénico.

Finalmente, explica Koselleck, llegamos a lo que en principio debería haber reemplazado a todos los contra-conceptos asimétricos, es decir, el concepto moderno de humanidad. Se trata de un concepto que aspira a la totalidad o generalidad de tal forma que no puede haber en principio división alguna y su alcance se extiende a todos los seres humanos. Sólo puede quedar afuera aquello que es inhumano. Sin embargo, no iba a pasar mucho tiempo hasta que la humanidad misma se volviera un concepto primero crítico y luego polémico contra la iglesia y las religiones, el derecho estamental de la sociedad, el dominio personal de los príncipes, países que están en contra de Estados Unidos y hoy en día pueblos originarios que molestan a los aliados políticos del kirchnerismo. En efecto, así como Luis XVI, un ser humano mal que nos pese, se convirtió en el primer enemigo de la Humanidad, hoy los qoms no son considerados humanos y por eso aparentemente algunos les niegan sus derechos humanos más elementales.

A esa altura es natural concluir que muy probablemente Insfrán, verdadero intelectual humanista si los hay con un insaciable apetito por la filosofía clásica, seguramente sólo por modestia prefiere no presumir de sus lecturas aristotélicas y de la obra de Ginés de Sepúlveda, así como de la tradición humanista desde Tomás Moro hasta Ronald Dworkin, y de ese modo apuntalar su política de violación sistemática de los derechos de los qoms en la provincia que gobierna ya hace un par de décadas merced a la generosa re-elección indefinida que él logró incorporar a la constitución provincial.

Más allá de esta curiosa relación de amor-odio entre el humanismo y los derechos humanos, ¿por qué el Gobierno Nacional que tanto ha hecho por los derechos humanos y se enorgullece de haberlo hecho, sin embargo, defiende a rajatabla a un político como Insfrán, v.g., negándose a atender a los qoms e incluso dándole a Insfrán un lugar privilegiado en el escenario mismo detrás de la Presidenta en el último acto de conmemoración del 25 de Mayo?

Políticamente es más que inconveniente, ya que no sólo Insfrán viola los derechos humanos de los qoms, sino que su provincia es políticamente casi irrelevante, sobre todo al lado de provincias como Buenos Aires, Córdoba, o Santa Fe. El Gobierno Nacional tendría todo por ganar si se apartara de Insfrán. Dicho sea de paso, hace poco la Presidenta declaró a voz en cuello que "DONDE HAYA UN ARGENTINO QUE SUFRE, AHÍ VOY A ESTAR" (click), lo cual nos hace dudar de si los qoms son argentinos. En otras palabras, aunque fueran humanos, el problema de los qoms es que no son argentinos.

Así y todo, las palabras vuelan, la duda permanece. ¿Cuál es la explicación de esta alianza inquebrantable? ¿Será la conocida profesión de fe kirchnerista del Gobernador merced a la cual la primera estatua de Néstor Kirchner fue construida y expuesta en Formosa? Sea cual fuere la explicación, la fidelidad para con sus aliados de la que hace gala el Gobierno es encomiable: ni siquiera los derechos humanos logran que el Gobierno abandone a sus aliados.

martes, 4 de junio de 2013

Rara Avis




Podemos imaginar el alivio presidencial cuando, tal como nos lo hizo saber en un tweet del domingo, Cristina se enteró de la existencia de una nota en Tiempo Argentino (click) escrita por un constitucionalista, Raúl Gustavo Ferreyra, profesor de derecho constitucional de la UBA, en defensa de la reforma judicial recientemente aprobada pero cuya constitucionalidad está sobre el tapete hoy en día. El alivio no se debe sólo por la defensa en sí sino por el hecho de enterarse de que hay un constitucionalista que en lugar de apoyar la causa corporativa cree que hay argumentos de la reforma judicial sancionada por el Gobierno. Ciertamente, como se suele decir en inglés, los constitucionalistas oficialistas no crecen en los árboles. Son verdaderamente una rara avis.

Sin embargo, los argumentos mencionados en la nota son algo endebles. En efecto, la tesis central es que "El Derecho es una creación política y la Constitución, su máxima expresión". Hasta acá, como decía el General, somos todos peronistas. Pero las inferencias que extrae Ferreyra de esta tesis son algo apresuradas.

En primer lugar, Ferreyra tiene una concepción algo cartesiana o geométrica del derecho constitucional, según la cual la inconstitucionalidad de una ley deriva de un "error del legislador... tan manifiesto que no puede ni debe quedar abierto a debate racional". Llama la atención que alguien que presumimos se dedica al derecho constitucional crea que los desacuerdos constitucionales en realidad son errores. En realidad, creer que un desacuerdo es un error es un sinsentido.

En efecto, un error consiste en creer que 2 + 2 es 5 o en defender a Funes Mori, y se corrige con argumentos tales que nos hacen caer precisa y literalmente en la cuenta: dada cierta premisa, es indudable que 2 + 2 es 4 y que Funes Mori no puede jugar al fútbol. No hay desacuerdo ni conflicto alguno. En cambio, cuando estamos frente a un desacuerdo tenemos argumentos de peso a ambos lados del mostrador. En efecto, un desacuerdo típico es, v.g., si Toscanini o Furtwängler fue el mejor intérprete de tal o cual partitura, o si conviene defender con línea de tres o de cuatro, o, precisamente, si la reforma judicial es constitucional. Y los desacuerdos no se corrigen sino que se resuelven, si es que es posible, mediante una autoridad. Sin duda, una decisión autoritativa como la que resuelve un desacuerdo constitucional bien puede, si no es que debe, apelar a fundamentos o argumentos. Pero su tarea no es resolver la duda, sino decidir el conflicto. Lo que hace la diferencia es la decisión, no los fundamentos.

Para citar un autor que difícilmente pueda ser considerado corporativo ya que suele ser invocado muy a menudo como responsable de una parte considerable del discurso político kirchnerista (tocamos el tema varias veces, v.g., la última), la decisión constitucional se ocupa de casos en los cuales las “diferencias de opinión sobre una relación de cosas que yace directamente delante de los ojos bajo los que comparten una convicción del mismo círculo…”, en cuyo caso estamos en presencia de verdaderas cuestiones constitucionales que “jurídicamente consideradas siempre sólo pueden tratar acerca del quis judicabit, i.e. acerca de la decisión y no acerca de la pseudonormatividad de una judicialidad tribunalicia” (Carl Schmitt, Der Hüter der Verfassung [El Guardián de la Constitución], 3ra. ed., Berlin, Duncker & Humblot, 1985, pp. 30-31). Es más, en los casos constitucionales “la duda sobre el contenido de una norma está tan fundada y la norma en sí misma tan poco clara en su contenido, que tampoco se puede hablar de una violación cuando el tribunal es de otra opinión que el legislador o el gobierno, cuyas disposiciones están en contradicción con la ley constitucional dudosa” (op. cit., p. 45). No tiene sentido hablar de error constitucional (salvo notorias ignorancias del texto de la Constitución, que en realidad juegan en contra del Gobierno) y mucho menos de mentira, pace Víctor Hugo Morales (No sé si me interpreta). Si se tratara en verdad de un error o una mentira, bien podría tratarse de una cuestión penal, y no ya constitucional.

En segundo lugar, si bien, como dice Ferreyra, "los servidores públicos deben tratar de producir herramientas constitucionales", de ahí no se sigue, como él infiere, que entonces lo hacen. Todos tenemos el deber de actuar conforme al derecho, y de ahí no se sigue que lo hacemos. Es más, otro tanto se aplica a cualquier otro orden normativo, desde el lenguaje hasta la lógica pasando por el fútbol (según el planteo de Ferreyra, dado que los jugadores deberían haber salido a ganar contra Quilmes, entonces ganaron). Además, creer que los legisladores ya decidieron que las leyes son constitucionales es por lo menos una petición de principio.

En tercer lugar, Ferreyra señala con razón que el control de constitucionalidad data del siglo XIX. Suponemos que esta indicación apunta a que el control de constitucionalidad no se corresponden con los tiempos que corren. Ahora bien, todas las instituciones jurídicas tienen la marca histórica en su orillo, pero no por eso se vuelven necesariamente indeseables o inservibles. El Estado fue creado en el siglo XVI, quizás en el XVII, para poner fin a la guerra civil de religión, y sin embargo ahí anda todavía, vivito y coleando, de hecho defendido a rajatabla aparentemente por el oficialismo. Quizás el control de constitucionalidad todavía conserve su razón de ser o pueda servir otros fines.

En realidad, lo que Ferreyra ataca es la idea misma del control judicial de constitucionalidad, una práctica o institución que curiosamente la reforma judicial ha dejado intacta. Ferreyra no es el único por supuesto que duda del carácter contramayoritario o antidemocrático del control judicial de constitucionalidad. Pero mientras sea parte de nuestro sistema jurídico los jueces tienen derecho a ejercerlo. Y dicho sea de paso, no faltan quienes creen que dicho control sirve para que las decisiones tomadas por el pueblo en sus momentos participativos por no decir constituyentes no sean obliteradas por los poderes constituidos, tales como el poder ejecutivo y el legislativo.

Lamentablemente, los argumentos de Ferreyra son mucho menos aliviadores de lo que parecen a primera vista. Las buenas noticias son que el valor del constitucionalismo kirchnerista sigue en alza, precisamente porque todavía se trata de una mercadería bastante escasa.


La Mano de Dios




Vamos a decirlo blanco sobre negro. Cuando el equipo de La Causa se retiró anoche de las oficinas centrales el diseño del blog era el de siempre. Esta mañana, sin embargo, el equipo se encontró con un cambio de diseño que es fácilmente perceptible, sin haber advertido cambios en el contenido. Le preguntamos a nuestro sereno de hace años, Salomón Salcedo (alias "Shloime"), al entrar y no supo respondernos qué pasó. Pudo haber sido un problema eléctrico, el azar, blogger que tomó alguna decisión por nosotros, o quizás algún alma lo suficientemente generosa que creyó que el diseño necesitaba un cambio (reconozcamos que el diseño anterior tampoco era gran cosa). Nuestro paranoico en residencia cree que en realidad se trató de un mensaje indirecto, que confesamos es tan indirecto que nos cuesta descifrar. Nos interesa conocer la opinión de nuestros lectores sobre las diferentes cuestiones en juego: ¿cómo queda mejor? ¿Debemos vivir con lo nuestro y resistir el cambio porque no lo decidimos nosotros? ¿Es peor que el cambio haya sido obra de la voluntad humana que del azar? ¿Qué haría un blog nacional y popular? ¿Y uno republicano? ¿River ganará algunos de sus partidos decisivos? ¿Diego se enojó con Susana? Lamentamos mucho las molestias ocasionadas.

lunes, 3 de junio de 2013

Chávez en el Túnel del Tiempo


Venezuela podrá tener dificultades económicas. Pero, ¿qué país no las tiene? Y, para qué negarlo, compensa de sobra dichas dificultades con su reciente praxis constitucional, la cual es una fuente inagotable de éxtasis para quienes se dedican a la noble disciplina del derecho constitucional comparado. Por si hiciera falta dar una idea de lo que tenemos en mente, recordemos brevemente lo acontecido hasta ahora tan sólo en el último año, de menor a mayor según el grado de dificultad.

Antes de terminar el recuento de votos, las autoridades venezolanas ya saben cuál es el resultado (Maduro ganó el recuento y otros chistes judíos); Maduro sabe quién votó por él y quién no (Voto de autor); Chávez asumió virtualmente la presidencia de Venezuela (y virtualmente en sentido literal: no tuvo que estar presente para hacerlo: El pueblo elegido) y finalmente una verdadera metempsicosis constitucional: Chávez, después de muerto, se le apareció a Maduro en la forma de un pajarito (lamentablemente, no queda claro qué le dijo Chávez en su estado metempsicótico, pero sin duda el hecho más deslumbrante es la metempsicosis en sí misma, no tiene sentido concentrarse en qué fue lo que dijo el pajarito, aunque es muy difícil resistir la tentación de evocar el viejo cuento sobre el truco del el mono ventrílocuo que tocaba el piano acompañando a un gato cantor).

Por si todo esto fuera poco, seguimos entregando damas y caballeros. Nos acabamos de enterar de un nuevo episodio de este verdadero relato homérico que es sin duda la praxis constitucional venezolana. Este episodio es verdaderamente insólito, si es que los otros no lo son. En efecto, en un museo venezolano hoy en día hay una reproducción fascimilar del Acta de Independencia de Venezuela del 5 de Julio de 1811 en la que consta la firma de Hugo Chávez (click).






Por supuesto, es un lugar común hoy en día indicar la estrecha relación que guarda la historia con el presente, particularmente con la política contemporánea, e incluso preguntarse por los "what ifs", qué hubiera pasado si tal acontecimiento habría tenido lugar o no. Y algunos, los mayores, recordarán aquella serie de TV de los años setenta "El Túnel del Tiempo", en el que dos científicos eran parte de un proyecto experimental estadounidense, cuándo no, que permitía viajar en el tiempo, tanto al pasado como al futuro, pero que no permitía volver al presente. Como muestra, el siguiente botón de uno de los protagonistas mientras trataba de convencer al capitán del Titanic de que el barco se iba a hundir:








Así y todo, nuestros lectores seguramente compartirán nuestro asombro: mientras que algunos dudaban de si Chávez pudo haber firmado ciertos decretos estando muy enfermo y ni qué hablar de la sospecha de si estaba siquiera vivo al momento de su asunción virtual ¿qué deberíamos decir ahora? Si es digno de elogio viajar en el tiempo estando vivos, es aún más sorprendente y encomiable viajar en el tiempo desde el siglo XXI hasta el XIX estando muertos. Por si a alguno se le ocurriera agregar que sería aún más meritorio añadir un desplazamiento en el espacio al viaje en el tiempo, como por ejemplo el del yankee de Mark Twain que lleva la tecnología, el republicanismo y el protestantismo a la Inglaterra de la corte del Rey Arturo, es obvio que la historia de Twain es literatura (y la serie de TV era considerada de ciencia ficción) mientras que lo que Chávez ha logrado es parte de la realidad constitucional venezolana.

Sin embargo, no faltarán los escépticos, por no decir ateos o nihilistas, que subestimarán los logros de la práctica constitucional chavista, reduciéndolos a una explicación racional, tal como por ejemplo lo hizo Madame du Deffand, famosa amiga de Voltaire, con la extática narrativa del Cardenal de Polignac sobre San Denis, el santo patrón de París. En efecto, el Cardenal le contó la historia de San Denis, el santo evangelizador de la Galia c. 250 que se convirtió en el primer obispo de la entonces Lutecia. Habiéndose negado a adorar un dios pagano, ni siquiera bajo tortura, fue condenado a muerte en el templo de Mercurio, en lo alto de la colina de Montmartre, donde hoy se alza la basílica del Sagrado Corazón. La leyenda cuenta que San Denis y otros más fueron ajusticiados antes de llegar a la cima de la colina. Y podemos imaginarnos sin duda la sorpresa de los legionarios cuando San Denis, se levantó del suelo, recogió su cabeza y se puso a recorrer varios kilómetros de París con la cabeza bajo el brazo, aparentemente hasta que encontró una sepultura decente ofrecida a la sazón por la señora Catulla. Cuando Madame Du Deffand escuchó esta historia de boca del Cardenal, comentó: "Ah Monseñor! Es sólo el primer paso el que cuesta".