jueves, 12 de julio de 2012

El que esté libre de Pecado... O la Autoridad moral ataca de nuevo (III)




Si tuviéramos un peso (no un centavo, por obvias razones inflacionarias) por cada vez que alguien usa el argumento de la autoridad moral (contra Lanataclickcontra Cristina por... Macri!!!: click)... Ayer, por cadena nacional, la Presidenta en el mismo discurso que terminó diciendo “Formo parte de una generación que creció con la boca tapada y por eso no quiero que se le tape la boca a nadie” (Página 12), a un empresario que aparentemente había evadido sus impuestos lo mandó al frente por haber manifestado que la economía se está desacelerando. ¿No se da cuenta de la contradicción entre el contenido de su discurso y la manera en que lo terminó? ¿Acaso uno pierde el derecho de expresarse ni siquiera en contra del gobierno sino sobre el estado de la economía en caso de que uno no haya pagado sus impuestos? Hoy, en relación al episodio de ayer de las inmobiliarias, Daniel Sabsay en La Nación "Una actitud extorsiva que impone temor" (click). 

Quizás el título lo puso el diario, pero de todos modos según Sabsay Cristina violó el secreto fiscal, pero fue desmentido por el Consejo Profesional de Ciencias Económicas (al menos según el programa de radio de Víctor Hugo Morales). Pero el problema no es el secreto fiscal, sino un derecho constitucional o político: ¿desde cuándo sólo los santos pueden hablar sobre economía o política?

En todo caso, la doctrina jurídica que parece subyacer a la opinión de la Presidenta es la doctrina de origen medieval que solía ser llamada versari in re illicita según la cual la legalidad o ilegalidad de las consecuencias de un acto dependen de si su origen mismo era legal o ilegal. Hobbes, en su Diálogo entre un Filósofo y un Jurista da un ejemplo: "si la acción que un hombre está haciendo cuando mata a otro hombre es ilegal, entonces es asesinato; como si A quisiera robar un ciervo en el parque de B, dispara al ciervo, y por el chanfle [by the glance] de la flecha mata a un muchacho que está escondido en un arbusto; esto es asesinato, porque la acción era ilegal; pero si el dueño del parque hubiera hecho lo mismo, disparando a su propio ciervo, habría sido por caso fortuito, y no una felonía". Si uno comete una acción ilegal, entonces todo aquello que tenga algo que ver con esa acción es ilegal.

Finalmente, siempre es buena cualquier ocasión para referirse al problema de quién tira la primera piedra:



6 comentarios:

Anónimo dijo...

Entiendo que en el discurso del día de ayer se vió afectado el derecho a la propiedad de un habitante del país y tambien que en el caso del estado a quien representa la presidente de la Nación si detectase que el ciudadano no cumple con sus obligaciones debe hacerlo saber a través de los organismos o entidades que funcionan para regular las actividades, debido a que ejercer el derecho sobre un bien tiene tambien sus frutos y obligaciones como retribuir impuestos. La autoridad política debe ejercer autoridad moral y no violar los derechos.
La obligación del estado es generar políticas, implementarlas, y garantizar el funcionamiento de diversas instituciones y estatutos sociales.
Fué desagradable.
Cordiales saludos.

Anónimo dijo...

Como le señalé alguna vez en otro comentario, creo que usted malinterpreta los alcances de un argumento a partir de la autoridad moral: no creo que esté en juego "negarle el derecho al otro a expresarse". Lo que este tipo de argumentos hacen es desacreditar un acto de habla apoyándose en las características del hablante (y han sido generalmente percibidos como argumentos falaces porque sabemos que, en general, la verdad de un enunciado no depende de las características de quien lo enuncia).

Sin embargo, estos argumentos no tienen por qué ser siempre falaces. Si yo tengo buenas razones para acusarlo de mentiroso, estoy atacando a su persona pero también, subsidiariamente, a sus dichos. No hay ninguna razón en particular para suponer que usted no nos está mintiendo ahora; de hecho, por hipótesis, hay buenas razones para suponer que sí. Creo que algo semejante pasa con el tema de la autoridad moral. ¿Por qué debemos confiar en las opiniones económicas de alguien que fundió una empresa? Si esto no alcanza a demostrar que lo que tal persona aconseja es contraproducente (y no lo hace, así como ningún argumento inductivo es demostrativo), al menos logra invertir la carga de la prueba.

Si quiere profundizar el tema, o confrontar sus opiniones con las de alguien que sí le concede cierto poder persuasivo a los argumentos ad hominem y ad verecundiam, le recomiendo el libro "Lógica informal, falacias y argumentos filosóficos" de Juan Comesaña (capítulo II): http://www.scribd.com/doc/66287327/Comesana-Logica-Informal-EUDEBA-OCR

Andrés Rosler dijo...

Creemos recordar que hicimos esa aclaración: sólo un cartesiano extremo tiene que poner el dedo en el fuego para saber que quema. La prudencia puede desaconsejar creerle a un mentiroso, pero en última instancia se debe a que alguna vez la cuestión fue de contenido. La prudencia también podría aconsejar en cierta ocasión creer en alguien cuyo récord de mendacidad ignoramos. Y si nos equivocáramos, nuevamente fue el contenido de lo que nos dijeron lo que nos dio la pauta. Sobre la diferencia entre (a) negarle a alguien el derecho a expresarse y (b) desacreditar lo que dice, nos parece muy tenue. Podríamos reformular el argumento de la autoridad moral en términos de "estar autorizado a decir algo y a que nos crean".

Andrés Rosler dijo...

« Ciertamente, dichos o acciones anteriores pueden poner en duda a X como una fuente confiable de proposiciones verdaderas. Pero tomarse ese hecho demasiado en serio lleva a la fábula de "Pedro y el Lobo" »: http://lacausadecaton.blogspot.com.ar/2012/04/autoridad-moral.html

Oscar dijo...

Creo que es bastante claro el sentido del comentario de la Presidente: si fuera verdad lo dicho por el reporteado, lo menos que podría esperarse es que esa actividad económicamente floreciente de años anteriores y diezmada hoy por la caída de la economía se viera reflejada en las DDJJ y los consiguientes pagos. La falta de presentación de aquellas y de efectivización de estos autoriza claramente a suponer que nunca existió tal bonanza, y que la poca actividad actual se debe a la propia incapacidad. El señor puede expresarse y decir lo que quiera. Pero ante la falta de información del medio que lo reproduce, es bueno que los lectores sepamos el contexto en que se vierte esa opinión. Que en este caso es de falsedad.

Andrés Rosler dijo...

Oscar, muchas gracias por tu muy interesante comentario: refleja una posibilidad hasta ahora inexplorada y una verdadera ocasión para una nueva entrada.