martes, 11 de abril de 2017

¿Violencia es Mentir o Tocar el Timbre pero no tomar un Edificio?



La primera de las tomas de este año del Colegio Nacional de Buenos Aires expresa el repudio de los estudiantes a la represión sufrida por los docentes el domingo último. Llama la atención, sin embargo, que en este caso se trata de una toma “con actividades” con lo cual no parece tener mucho sentido.

En efecto, el mensaje de los estudiantes parece ser que una forma de expresar su repudio es hacer exactamente lo mismo que hacen siempre pero con una toma, i.e. sin dejar entrar o salir a nadie que no sean los estudiantes y entendemos los docentes (y suponemos el resto del personal que permite las “actividades”). Como los lectores podrán apreciar, se trata de una toma que no va a ser fácil de instrumentar ya que dado que es una toma algunos de los estudiantes van a perder sus clases si es que tienen que encargarse de controlar la entrada y la salida del edificio (quizás esta dificultad no sea tan difícil de resolver si los estudiantes cuentan con personas de confianza a las que puedan encargar estas tareas o si las clases tienen lugar en los lugares de entrada y salida del Colegio, con la correspondiente mella en la atención de los alumnos designados).

En otras palabras, en esta nueva toma pasaría lo mismo pero bajo la jurisdicción de los estudiantes. Así y todo, este panorama de toma con actividades describe lo que parece ser otro día en la oficina como se suele decir inglés, a menos que en un colegio en un día de clases sea normal que entren personas no relacionadas con las actividades, como por ejemplo vendedores de seguros, visitadores médicos o vaya uno a saber quién. De ahí que resulte curiosa esta toma con actividades ya que en general el sentido de las tomas, huelgas, etc., es el de interrumpir la actividad habitual (es decir, el contenido, no las formas) a cambio de obtener un resultado deseado.

Alguien podría argumentar que ya que hablamos de huelgas, si los trabajadores hicieran una huelga que consistiera en desarrollar la misma actividad pero asumiendo jurisdicción sobre la fábrica, eso sí podría obtener resultados ya que a los dueños de la fábrica seguramente no les caería simpático que los obreros siguieran produciendo lo mismo pero con el control de la fábrica. El punto es que el Nacional de Buenos Aires, por extraño que parezca, no tiene un dueño al cual podría preocuparle la toma. O, en todo caso, se trata de una huelga hecha por sus propios dueños, casi un lock-out, particularmente teniendo en cuenta la idea de autonomía universitaria.

Lo que nos interesaba sin embargo destacar es que si la toma de un edificio (mediante la cual se impide la entrada y salida de personas) sirve un propósito pacifista o es un alegato contra la violencia, no es exactamente un medio apropiado ya que la toma en sí misma es un acto violento. De otro modo tendría sentido hacer la guerra en defensa del pacifismo o el amor en aras de la virginidad.

Ciertamente, solamente un pacifista está en contra de toda forma de violencia (incluyendo las tomas). Los demás, como decía el General, somos todos peronistas, esto es, creemos en una teoría de la violencia justificada. La policía, por ejemplo, podrá decir que es una “fuerza” y por eso no comete actos violentos, pero eso es algo que podrá creer la policía, si es que lo cree, no el resto de la gente. Y lo mismo, por supuesto, debería aplicarse a quienes se oponen a la violencia policial. Llamemos a las cosas por su nombre y luego veamos si están justificadas.

Finalmente, convendría separar la violencia de la inmoralidad y evitar frases tales como "violencia es mentir" (como dice Solari) o "tocar el timbre" (según Horacio González al menos: ya que según él el macrismo hace "su juego permanente con una violencia latentemente implícita, que comienza en el timbre inocente y calculado": https://www.pagina12.com.ar/31101-politica-y-violencia). En efecto, no todo acto inmoral es violento ni todo acto violento es inmoral (a menos que uno sea pacifista). De otro modo, podríamos golpear a los que mienten o tocan el timbre o hacen ruido con la boca cuando comen. Aunque a veces no falten ganas, del hecho que alguien tenga ganas de hacer algo no se siga que tenga una razón justificada para hacerlo.

Esta precaución nos permitiría describir la violencia correctamente y de ese modo eso impedir que quienes repudian violentamente a la violencia se crean que son pacifistas porque actúan por una buena razón. Es un error conceptual que puede tener serias consecuencias políticas.

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