En un capítulo sobre libre albedrío, Simon Blackburn cita el caso jurisprudencial que tuvo lugar en el estado de Michigan en EE.UU., en el cual "un hombre ganó una demanda judicial por daños sustanciales porque, alegó, un choque de atrás en su auto lo hizo homosexual" (
Think, Oxford University Press, 1999, p. 106).
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Blackburn trata el caso del choque de atrás en Michigan inmediatamente a continuación de la defensa Twinkie, según la cual un ex-empleado de la ciudad de San Francisco entró en la municipalidad con revólver y mató a dos personas, una de las cuales era el intendente. Un perito psiquiátrico alegó en el juicio que el acusado estaba deprimido, lo cual lo llevó a comer demasiado, en particular alimentos muy ricos en azúcar conocidos como "Twinkies", todo lo cual no hizo sino profundizar su depresión. En resumidas cuentas, el estado emocional del acusado era tal al momento de cometer el homicidio que no pudo haber actuado con premeditación ni intención. El jurado entonces decidió que se trató de homicidio culposo, no doloso.
Por si hiciera falta, queda claro que sólo estamos discutiendo la conexión causal o falta de ella entre nuestras decisiones y algunos hechos físicos. No está en cuestión el valor moral de estas decisiones y/o partimos del hecho de que el valor moral de las mismas es positivo. Distinto es el caso de, v.g., la película de Woody Allen en la que se atribuye la defensa de ideales conservadores (republicanos, al menos en el sentido estadounidense) a la insuficiente oxigenación del cerebro.
Que tal cosa existe lo prueba el hecho de que hay culpables; yo me pregunto además, si algo sirve para la defensa, ¿no sirve también para la acusación?: si el consumo de una sustancia intensifica los síntomas de un mal a tal punto que pueden llevarse a cabo actos tan graves como un asesinato entonces debería estarle prohibido su consumo, no sólo a él sino en general; de no haber sido así entonces se hace evidente que se trató de una avivada que salió bien ... Podrá decir la defensa, él no lo sabía, ahora lo sabemos; entonces, insisto: el azúcar debería de venderse en las farmacias o en los mercados con receta médica, etc.
Sin duda. Por eso es que actuar alcoholizado en lugar de atenuar la responsabilidad puede en realidad incrementarla. Pero pocos siquiera podrían haber intuido que los Twinkies afectaban al comportamiento, y por una excelente razón: no lo hacen. En cuanto a la culpabilidad en sí, sin duda los jueces todos los días se la pasan atribuyéndola. Pero de ahí no se sigue que tengan razón al hacerlo, y mucho menos si los juicios de responsabilidad dependen de la existencia de algo así como un libre albedrío.
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