martes, 15 de enero de 2019

John Finnis y la Inquisición Española


Parafraseando el título de aquel recordado sketch de Monty Python, si hay alguien que no esperaba la Inquisición Española, esa persona era seguramente John Finnis. En efecto, Finnis es un gigante de la teoría del derecho que logró darle analíticos bríos al iusnaturalismo clásico y poner el producto en venta no solo en el mercado esotérico o tomista, sino incluso en el mercado exotérico o global, todo desde La Meca de la filosofía del derecho (Oxford).

Como es de público conocimiento, un grupo de estudiantes le solicitó a la Universidad de Oxford que Finnis no pudiera dar clases en dicha institución, fundamentalmente debido a un paper académico sobre la homosexualidad (entre otras cosas) de 1994, reproducido en sus Collected Essays publicados hace poco por Oxford University Press. Ya hemos hablado del tema por supuesto (click).

Lo que nos gustaría hacer ahora es concentrarnos en la estructura de la discusión que ha provocado dicha petición, haciendo hincapié en la posición de quienes no están de acuerdo con Finnis y quieren impedirle dar clase (suponemos que los que están de acuerdo con Finnis no tienen problemas en que dé clase).

Salta a la vista que del solo hecho que las opiniones de Finnis nos repugnan moralmente, mucha gente cree que entonces no hay otra alternativa que restringir su derecho de dar clase. Pero entonces, un grupo considerable de gente no razona institucionalmente, sino que básicamente apela a sus razones morales y en todo caso desea usar a las instituciones para satisfacer sus razones morales directamente.

En efecto, es altamente revelador que en la petición para impedir que Finnis dé clase figure que “al momento, los estudiantes y miembros del personal tienen que esperar a una instancia persona-a-persona de hostigamiento o victimización antes de que puedan quejarse sobre la atmósfera intolerante y la intimidación que crean estos profesores”. En otras palabras, la petición reconoce que Finnis hasta ahora no ha hostigado a nadie y se queja de que haya que esperar hasta que lo haga para poder restringir su derecho de dar clase.

La cuestión entonces es que Finnis hizo algo moralmente intolerable y no tanto cuál es el camino institucionalmente correcto a tomar en dichas circunstancias. Si existe algo así como la libertad académica, peor para ella. Nadie que diga cosas moralmente tan repugnantes puede tener el derecho de dar clase.

El problema, obviamente, es que las instituciones, como muy bien dice Pierre Legendre, no son un auto-servicio, sino que en realidad, si vivimos en democracia en un sentido medianamente robusto, el razonamiento institucional implica el auto-compromiso o “self-binding”. En democracia, somos nosotros mismos quienes nos obligamos a seguir nuestras reglas (que incluyen la libertad académica), con independencia de nuestro ocasional razonamiento moral. De hecho, es por razones morales que hemos decidido tener instituciones democráticas (si alguien dijera que la Universidad de Oxford no es una democracia entonces habría que pensar que no hace falta apelar a la democracia para justificar la libertad académica).

No pocos han hecho hincapié en los costos de defender derechos como la libertad académica. Basta pensar en quienes llevan la vida que a Finnis le parece inmoral. Sin embargo, obviamente, los derechos—que hoy suelen descriptos además como “humanos”—siempre vienen con ciertos costos, que tenemos que pagar si nos interesa respetar dichos derechos. Si no tuvieran costos en realidad muy probablemente no serían derechos.

Además, los derechos humanos están pensados especialmente para gente que no piensa como nosotros. Obviamente, esto no se debe a que quienes piensan como nosotros no tengan derechos, sino a que, dada la naturaleza humana, es mucho más fácil reconocer los derechos de los amigos que de los enemigos. Reconocer los derechos suele ser como interpretar o dar el vuelto: muy frecuentemente, por no decir siempre, lo hacemos a nuestro favor.

Hablando de interpretación, algunos creen que del hecho de que alguien sea tomista no se sigue que comparta la visión de Finnis sobre, v.g., la homosexualidad, lo cual dejará espacio suficiente para poner en duda la posición de Finnis. Sin embargo, semejante separación entre el tomismo y la homosexualidad esconde en realidad una unificación—y por lo tanto una confusión—entre cómo nos gustaría que fuera el tomismo y cómo es. Algo similar sucede con la gran mayoría de las discusiones jurídicas actuales que confunden el derecho vigente (que por ejemplo contiene garantías penales) con el derecho que debería existir (que aparentemente no contendría dichas garantías). Semejante unificación o unificación no solamente es un serio error conceptual, sino que además es muy peligrosa políticamente.

Finalmente, quizás valga la pena recordar el caso de Ernst Kantorowicz. Kantorowicz no solo se vanagloriaba de ser un nacionalista alemán a cuya derecha estaba la pared, sino que además en Weimar había participado como miembro del Freikorps participando literalmente en la represión contra los espartaquistas. Sin embargo, cuando fue profesor en Berkeley—debió exiliarse en EE.UU. ya que era judío—se negó a prestar el juramento de lealtad anticomunista en 1949 porque le parecía que iba en contra de la dignidad humana. Lo que solía decir era: “yo maté comunistas, pero esto no lo puedo firmar”. Kantorowicz tenía mucha razón: la universidad verdaderamente plural y el macartismo (sea contra comunistas, tomistas, liberales, o quienes fueran) no pueden figurar en la misma frase.

16 comentarios:

DatVoid dijo...

John Finnis y Dante Palma: un solo corazón. Una sola diferencia: el pasaje al acto; mientras que el primero propugna ideas repugnantes, el segundo cometió actos repugnantes. Las ideas, no obstante, funcionan como motivos de nuestros actos. Las consideraciones, ideas y reflexiones de Finnis sobre la homosexualidad, por ser discriminatorias, funcionan como motivos de actos discriminatorios contra los individuos que asuman esa identidad. Por lo tanto, Finnis fomenta el odio a través de la publicación de sus ideas, tal como los ideologos nazis fomentaban el odio racial en la Alemania de Hitler, lo que se tradujo en la aniquilación sistemática de judios y homosexuales en campos de exterminio durante la segunda guerra mundial.

Considerando lo expuesto, Dante Palma no merece permanecer en esta ecuación. No era un ideologo, sino un manipulador o extorsionador. El dolor causado por sus actos no era extensible más allá de su espacio de acción. En cambio, las ideas homofóbicas de Finnis, por su difusión, son pasibles de haber causado muchísimo más dolor a la comunidad homosexual. John Finnis y su homofobia no deberían tener más lugar en la universidad que aquel infame profesor de filosofía del derecho.

guillermo dijo...

Estimado Catón, notable su aporte para pensar el caso "Finnis", que es una manera de pensar que hacemos cuando nos tenemos que enfrentar a lo que no nos gusta. Solo dos aportes puntuales.
En primer lugar, no deja de sorprenderme la peligrosa estructura en la argumentación de los estudiantes peticionantes, que consideran que nos es necesario esperar a que Finnis acose, discrimine o algo peor para apartarlo de su cargo, sino que equiparan a un discurso filosófico tradicional sobre la sexualidad a un crimen en ejecución. Esta manera de pensar es peligrosísima, pues hace que criminalicemos el pensamiento sobre la sexualidad de una persona que se dedica a dar clases de ..filosofía del derecho¡. Una lógica de acción no mediada institucionalmente bastante stalinista la de los estudiantes oxonienses.
En segundo lugar, uno puede disentir desde la tradición católica y tomista con la posición de Finnis, que de hecho no refleja hoy la vigente sensibilidad papal para con el puntual caso de los homosexuales. Ninguna religión extendida en occidente es demasiado tolerante con la homosexualidad y con las relaciones heterosexuales liberales, pero Finnis y algunos de sus discípulos parecen demasiado preocupados por la moral sexual y bastante distraídos sobre la moral pública y los principales desafíos del mundo contemporáneo (pobreza, migración, cambio climático).
Finalmente, el costo de los derechos y la vida en común con personas que piensan diferente requiere que dejemos de ser policías del pensamiento, sobre todo los que habitamos el ámbito universitario. Así como los católicos tomistas tiene que convivir en sus ámbitos con personas militantes de la ideología de género o con quienes profesan sentimientos anti-religiosos, quienes están lejos del tomismo deberán hacer lo mismo.Para la vida en sociedad plurales, es imprescindible. Necesitamos muchos mas caballeros con los cuales discrepar, como Finnis, que mediocres y acosadores profesores con los cuales podemos compartir ideología.
Saludos

Andrés Rosler dijo...

Hola DatVoid, muchas gracias por tu comentario. El problema que plantea John Finnis es que es acusado por haber publicado un trabajo académico bajo estándares precisamente académicos bastante estrictos, de ahí la discusión sobre la libertad académica. Ser “pasible” de haber provocado algo no implica que lo que haya provocado. Está bastante claro en la entrada. Pero supongamos que Finnis haya causado daño (lo cual curiosamente no figura en la petición, quizás porque no quisieron ser demasiado severos, ya que solo lo acusan de haber creado “una atmósfera”). Supongo entonces que prohibirías la enseñanza de la obra de Carl Schmitt (al menos toda la producción entre 1933 y 1945, incluyendo por ejemplo su monografía sobre Hobbes) y la del comunismo, soviético y chino por lo menos, aunque también el comunismo de Marx que incluye la dictadura del proletariado, por el verdadero daño que han provocado (para hablar solamente del siglo XX sin remontarse en la historia del pensamiento). También asumo que prohibirías a quienes enseñan la doctrina del efecto colateral, según el cual los actos de guerra están justificados, y en general a todos aquellos profesores de ética que no sean consecuencialista, que han causado mucho más daño que el que ha causado Finnis supuestamente.

DatVoid dijo...

Según su lógica -asumo- deberíamos amparar bajo la libertad académica un curso dedicado a la ideología nazi y sus beneficios para la sociedad, u otro dictado por John Finnis sobre la inhumanidad de la homosexualidad y aceptar resignadamente las consecuencias nefastas que puedan tener a nivel social.

Andrés Rosler dijo...

Carl Schmitt es bibliografía obligatoria en casi todo el mundo. Yo mismo enseño su edición de 1933 de El Concepto de lo Político y su monografía sobre Hobbes de 1938. De todos modos, la comparación de Finnis con Schmitt es absurda, o mejor dicho, la propuse como una reducción al absurdo, pero mucha gente compara realmente al tomismo con el nazismo, lo cual es todavía más absurdo.

DatVoid dijo...

¿Usted enseña nazismo o Carl Schmitt? Lo pregunto como reducción al absurdo.

Andrés Rosler dijo...

Yo enseño a Schmitt que fue nazi y enseño parte de su obra nazi. Me interesaría saber qué enseñarías vos. No puede ser nada que haya hecho daño o provoque "atmósferas".

DatVoid dijo...

A mi me interesaba saber qué permitiría enseñar usted. Ahora entiendo que permitiría que se dicten cursos sobre la ideología nazi y sus beneficios para la sociedad, y otros por John Finnis sobre la inhumanidad de la homosexualidad. Amparados por la libertad académica, claro.

Andrés Rosler dijo...

Yo enseño la filosofía política de Carl Schmitt y la filosofía del derecho de John Finnis, porque me dedico a la filosofía política y del derecho, no a la ética. Nada de esto es novedad. El programa está online. Vos todavía no dijiste qué enseñarías que no cause daño ni atmósferas.

DatVoid dijo...

Homofobia o nazismo seguro que no.

Andrés Rosler dijo...

Espero tu propuesta. Sería muy útil: sin daño ni atmósferas.

DatVoid dijo...

Yo espero que sea director del departamento de filosofía, así aprueba los seminarios de grado sobre la ideología nazi y sus beneficios para la sociedad, y otros sobre la inhumanidad de la homosexualidad.

Andrés Rosler dijo...

Ya me parecía.

Edgar dijo...

DatVoid: ¿y cuál sería el problema en que se dictaran seminarios sobre los beneficios de la ideología nazi para la sociedad? ¿Acaso los estudiantes y eventuales egresados no serían lo suficientemente capaces de discernir, en primer lugar, si valdría la pena ir a dichos seminarios, y, en segundo lugar, si lo que allí se enseña se acerca o no la verdad (que es, creo, lo que buscamos los que nos dedicamos a la Filosofía, y a cualquier ciencia en general)? Además, ¿quién, y por qué, tendría la autoridad de ser el Censor de lo que puede dictarse o no? ¿Por qué el decano o rector, probables autoridades del caso, tendrían el privilegio de poder leer la bibliografía del programa de dicho seminario, en vistas a su aprobación o no, y el resto de los mortales no?

Comprometerse con la búsqueda de la verdad implica el riesgo de que ésta, cuando la alcanzamos, nos sea desagradable, o sea desagradable para otros. Si hay proposiciones acerca de la realidad a las cuales, como buscadores de la verdad, "no debemos llegar", entonces desde el vamos la búsqueda de la verdad queda acotada, o sencillamente ya no sería tal.
Imaginemos que estamos en la Italia del siglo XVII, y un señor quiere dictar seminarios sobre la teoría heliocéntrica y sobre los errores de Aristóteles. Así como hoy el consenso es que la ideología nazi es absolutamente criminal y perjudicial, en esa época había un gran consenso entre los intelectuales que ejercían poder sobre la educación y lo que podía publicarse, de que la teoría heliocéntrica era sumamente nociva para la grey católica, y que por lo tanto debía prohibirse su divulgación, y al señor que se le ocurriera seguir publicándola, se le debía obligar bajo pena de tortura y prisión (y quizás también la muerte), a retractarse y a no publicarla más.
Lo que estás proponiendo vos ahora con el caso Finnis es que todos tomemos partido por los cardenales que sometieron a juicio a Galileo, y no por Galileo.
No nos importa si lo que dicen Galileo o Finnis se ajusta a nuestra moral. Lo que nos importa es que, digan lo que digan, LO PUEDAN DECIR. Eso se llama "libertad de expresión", un derecho humano fundamental.
Saludos.
Edgar Denker

Andrés Rosler dijo...

Hola Edgar, muchas gracias por tu comentario. Obviamente, estoy de acuerdo. Está claro que la libertad académica no está pasando por su mejor momento y esto muy probablemente empeore si esta tendencia se confirma.

Edgar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.