sábado, 31 de octubre de 2015

Entre la República de Weimar y Alberto Olmedo



La República vive horas decisivas. El kirchnerismo grita a voz en cuello que si gana Macri vuelven los años noventa. Es más, para algunos como el insigne artista Gerardo Romano, Macri asimismo es un nuevo Hitler. De hecho, en twitter algunos no descartan que en caso de que gane Macri, los—para usar la terminología del Senador Pichetto (click)—“argentinos de religión judía” deberán usar una estrella amarilla, aunque, irónicamente, para manifestar de este modo su adhesión al nuevo régimen. Aparentemente, y para seguir con la terminología del Senador Pichetto, los “argentinos argentinos” no tienen nada que temer.

Nos llama la atención, sin embargo, cómo puede ser que el nacrismo, parafraseando a Gerardo Romano, pueda siquiera competir legalmente en elecciones democráticas. El propio Carl Schmitt, hasta muy poco antes de afiliarse al nazismo, advertía sobre la necesidad de prohibir que el nazismo se presentara a elecciones.

Lo que nos interese discutir, sin embargo, no es el nacrismo en sí mismo, sino que, émulos que somos de la Presidenta y su curiosidad intelectual, nos preguntamos precisamente cómo es posible que el nazismo, en la forma del nacrismo, podría llegar al poder nuevamente en las próximas elecciones presidenciales. Después de todo, es un fenómeno que no sucede frecuentemente, y cuya relevancia moral hace inevitable que nos preguntemos por quiénes son los responsables.

Para ser más precisos, podríamos concentramos en el fait accompli del reciente e histórico triunfo del nacrismo en la Provincia de Buenos Aires. ¿Cuál es la explicación de que dicha Provincia haya caído en manos del nacrismo? Después de todo, se trata de un bastión peronista (al menos bajo regímenes plenamente democráticos), que solamente cayera en manos ajenas merced a la dictadura militar en 1983. En efecto, el triunfo de la fórmula radical Armendariz-Roulet solamente puede ser atribuido a que había tenido lugar una dictadura militar.

Decíamos que somos émulos de la Presidenta, porque así como ella le atribuye el advenimiento del nazismo al Tratado de Versailles, y por lo tanto a la conducta de los aliados, nos da la impresión de que hay dos explicaciones posibles del advenimiento del nacrismo en la Provincia de Buenos Aires. La primera es que lisa y llanamente la gente no sabe votar, o se deja llevar por los medios corporativos enemigos de los intereses del pueblo.

La segunda explicación podría formularse del modo siguiente: "es el kirchnerismo, estúpido", el cual primero seleccionó a su candidato preferido, Aníbal Fernández, y luego se aseguró de que compitiera y perdiera, lo cual posibilitó a su vez el triunfo de la Gobernadora electa, la “joven mujer” María Eugenia Vidal. Además, nos imaginamos que así como el kirchnerismo politizó incluso una multa de tránsito, no va a dejar de politizar las causas que llevaron a esta histórica derrota peronista ante el nacrismo. Así como Versailles entró en la historia como la causa del nazismo, el kirchnerismo entrará suponemos en la historia como la causa del nacrismo, por ahora en la Provincia de Buenos Aires y, Dios no lo permita, en el país entero. Las lecciones de Weimar saltan a la vista: de te fabula narratur.

Párrafo aparte merece la posición de Horacio González, quien, a las puertas de un triunfo del nacrismo en las elecciones presidenciales y aparentemente en nombre de Carta Abierta, exhibe un purismo que sería digno de encomio en otros momentos, pero que ahora nos parece irresponsable. En efecto, mientras que la cosmovisión clásica creía que la ética podía tener una dimensión estética (de ahí el uso de la misma expresión, to kalon, para hacer referencia a lo que es moral y admirable a la vez), Horacio González toma el camino inverso de inferir una ética a partir de los gustos estéticos de una persona, razón por la cual ha manifestado en estos momentos su disconformidad por algunos de los gustos estéticos de Scioli. Sin entrar en el debate sobre el esteticismo quizás paranietzscheano de González, no pocos creen que en estos días en los cuales el nacrismo puede llegar al poder, y encima por medios democráticos, no es momento de ser tan exigentes para decidir el voto. Hebe de Bonafini, en cambio, siempre sutil aunque incisiva a la vez, hizo pública su posición, la cual quizás represente uno de los argumentos más convincentes a favor del candidato del pueblo: "Scioli hizo mierda la Provincia pero hay que votarlo sí o sí" (click).

En verdad, es muy revelador que Horacio González haya tolerado estoicamente una inusitada corrupción sistematizada en las más altas esferas gubernamentales (incluso para los estándares nacionales), la pobreza generalizada en nuestro país a tal punto que el INDEC ha decidido ni siquiera dar cifras apócrifas al respecto, hasta la muerte de militantes a manos de algunas policías provinciales, etc., y sin embargo ha hecho público que su límite es Ricardo Montaner. La inmoralidad puede ser tolerable, pero el mal gusto, eso jamás.

Por alguna razón, la actitud de Horacio González nos hace acordar a aquel sketch de Alberto Olmedo en el que sentado junto a Javier Portales en la antesala del despacho de un productor de televisión, su personaje proponía ciertos guiones de películas. Para ser más precisos, nos hace acordar del guión sobre aquel taxista que iba a pasar un domingo con su familia a la Costanera. Mientras disfrutaba la familia del mate, cómodamente sentados en sus reposeras, irrumpe una banda de malvivientes en moto y comete todo clase de actos contra dicha familia, desde homicidio hasta violaciones, ante la conducta impertérrita del taxista, hasta que uno de los malvivientes se acerca al taxi y lo raya con una llave. El taxista en ese mismo pierde el control, monta en cólera y se juramenta vengarse de todos y cada uno de los malvivientes.  A partir de ese momento, el taxista lleva a cabo su venganza, matándolos uno por uno hasta que terminar con la banda.

La moraleja del sketch de Olmedo, como la de la actitud de Horacio González, es que todos tenemos un límite. La única cuestión es cuál es ese límite.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Permitame decir que este parrafo:

"En verdad, es muy revelador que Horacio González haya tolerado estoicamente una inusitada corrupción sistematizada en las más altas esferas gubernamentales (incluso para los estándares nacionales), la pobreza generalizada en nuestro país a tal punto que el INDEC ha decidido ni siquiera dar cifras apócrifas al respecto, hasta la muerte de militantes a manos de algunas policías provinciales, etc., y sin embargo ha hecho público que su límite es Ricardo Montaner. La inmoralidad puede ser tolerable, pero el mal gusto, eso jamás."

Es apoteotico!!

Y ya que estamos... la causa hizo algun analisis sobre los dichos de jose pablo feinmann?

Andrés Rosler dijo...

Muchas gracias por el comentario. Lamentablemente, no le hemos prestado suficiente atención al pensamiento de J. P. Feinmann, excepto esta única entrada: http://lacausadecaton.blogspot.com.ar/2014/11/estetica-politica-y-democracia.html. Quizás el futuro nos dé la oportunidad de remediar este descuido.