miércoles, 12 de junio de 2013

Jacobinos eran los de antes




Las recientes declaraciones de la Presidenta en relación a la reforma judicial propuesta por ella, “¿Quieren ser el contrapoder del pueblo? Porque yo no estoy representando a un partido, estoy representando al pueblo”, nos traen a la memoria la situación política de la Francia de comienzos del siglo XIX que ya habíamos citado en otra oportunidad: “La soberanía del pueblo tenía sentido, para el Primer Cónsul, sólo si podía afirmarse de manera polarizada. Está claro para él que la nación no necesitaba de garantías contra el poder, dado que todas las autoridades que la constituían emanaban de ella. Bonaparte participaba de esa manera del antipluralismo dominante en Francia en ese período; a sus ojos, la democracia no puede ser más que no liberal. ¿Concebimos-se pregunta en enero de 1802-una oposición contra el pueblo soberano? ¿Tribunos allí donde no hay patriciado? Las imágenes de luchas revolucionarias y el espectro del caos que se perfilaban aún entonces detrás de la mera palabra ‘oposición’ le facilitaron, es cierto, la tarea” (Pierre Rosanvallon, La Contrademocracia, p. 106).

Es asimismo natural que tanto adeptos del kirchnerismo como Eduardo Rinesi (click) cuanto detractores como Mariano Grondona (click) perciban cierto aire de familia entre el kirchnerismo y el jacobinismo. Es indudable que hay varios puntos en común entre el jacobinismo y el kirchnerismo. Por ejemplo:

1. El kirchnerismo tiene cierto aspecto jacobino debido a que invoca una Verdad, que en nuestra época se enfrenta a la libertad de opinión tal como es entendida en el mundo capitalista, precisamente a su vez al mercado y al pluralismo en general. Quien defiende la Verdad tiene un compromiso total con ella y por eso no sólo milita por ella, a veces incluso irracionalmente, sino que no puede someterla al pluralismo de ideas, ya que todo opositor a la Verdad no se equivoca sin más sino que muy probablemente sea inmoral, un enemigo del pueblo (Filosofía política K). Dicho sea de paso, esa Verdad oscila muchas veces. Para muestra, el botón de Clarín. Si Clarín es el enemigo del pueblo desde el 2008, no es fácil de entender cómo fue su amigo desde 2003 hasta el 2007 (1984).

2. Se sigue del primer punto que la noción de Verdad va naturalmente acompañada de una transubstanciación rousseauniana de la voluntad general en el voto de la mayoría. Ya habíamos discutido en el blog que para el kirchnerismo la minoría que pierde una elección contra el kirchnerismo no es sólo una minoría sino que además se trata de una minoría fundamentalmente equivocada sobre aquello en lo que consiste la voluntad general, a pesar de que si hubiese contado con la mayoría habría tenido tanta razón como la mayoría actual (Krousseau).

3. En el fondo, la cuestión no es tanto sobre mayorías o de minorías, sino que el kirchnerismo dice representar una parte de la sociedad que en el fondo es el pueblo, el todo. De ahí el grave problema de la democracia para el kirchnerismo, o para el jacobinismo, para el caso. ¿Cómo reconciliar al pueblo con la democracia, dado que toda elección democrática es imprevisible? ¿Puede el pueblo supeditarse a un sistema de reglas? ¿No sería eso consagrar el status quo?

4. El jacobinismo tiende congénitamente a proclamar que el pueblo puede ser políticamente operativo mediante su encarnación en un Partido y en un Líder. Otra vez, el parecido es innegable.

Sin embargo, y con independencia de si es bueno o malo para el kirchnerismo (y para el jacobinismo) que así sea, hay al menos otras cuatro diferencias esenciales por los cuales el jacobinismo kirchnerista es tan anodino o relativo como su nazismo (Nazis eran los de antes).

1. Si bien el jacobinismo reivindica la violencia política, el kirchnerismo hace otro tanto pero con la violencia política durante los 70s, ya que es indudable que hoy en día reniega de su uso contemporáneo.

2. La revolución kirchnerista no ha dado evidentemente el resultado esperado, ya que después de diez años de crecimiento a tasas chinas como se suele decir, el ejército de cartoneros sigue marchando todas las noches (Cartoneros de Clase media) y además la Presidenta le ha pedido ayuda a los jueces para combatir el delito, todo lo cual es revelador ya que a menos que expliquemos la criminalidad en términos antropológicos o teológicos, la explicación restante es que es provocada por una notoria desigualdad en la distribución del ingreso.

3. El ingrediente clave del jacobinismo es la virtud, la cual, según Robespierre al menos, justificó incluso el uso del terror, y al cual quedo expuesto él mismo, como fiel revolucionario. Hablar de la virtud kirchnerista es al menos polémico, como se suele usar el término en estos días (no es lo que parece, y por si hiciera falta: Soy justo). Beatriz Sarlo, quien también detecta ciertos rasgos jacobinos en el kirchnerismo, por esta misma razón lo caracteriza como una versión criolla del jacobinismo (click).

4. No se advierte en el kirchnerismo la preocupación por la virtud y por lo tanto por la corrupción de los gobernantes que es otro ingrediente clave del jacobinismo. En efecto, en el proyecto alternativo de Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del 24 de abril de 1793 presentado en la Convención Nacional por Robespierre figura en su artículo XIV que “El pueblo es soberano; el Gobierno es su producto y su propiedad y los funcionarios públicos son sus delegados. El pueblo puede, cuando le plazca, cambiar su gobierno y revocar a sus representantes”. En el art. XIX consta que “En todo Estado libre, la ley debe sobre todo defender la libertad pública e individual contra los abusos de autoridad de los gobernantes. Toda institución que no suponga al pueblo bueno y al magistrado corruptible es viciosa”. En el XXXIII: “Los delitos de los representantes del pueblo deben ser severa y fácilmente castigados. Nadie tiene derecho a pretenderse más inviolable que los demás ciudadanos”.

Quedó demostrado empíricamente que puede haber peronismo sin Perón, pero, por definición, es imposible que exista el jacobinismo sin virtud, o con corrupción, que es exactamente lo mismo. Algo así sería como un Hamlet sin el Príncipe, como se suele decir en inglés.



11 comentarios:

Eduardo Reviriego dijo...

Que interesante en el punto 4, el proyecto de Robespierre sobre la corrupción pública, el que un poco aggionardo está contemplado en el párrafo 5to del art. 36 de la Constitución Nacional, que expresa “Atentará contra el sistema democrático quien incurriere en grave delito contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las leyes determinen para ocupar empleos públicos”. El enriquecimiento ilícito es, a partir de la reforma de 1994, un delito de jerarquía constitucional. El deber constitucional de facultar a la Administración Pública a exigir en cualquier momento al funcionario o empleado público que justifique la procedencia del enriquecimiento patrimonial apreciable suyo o de una persona interpuesta le ha dado una especial naturaleza política-social al deber cuya violación reprime el art. 268 (2) del Cód. Penal”. Por lo tanto, en nuestro Estado constitucional de Derecho la corrupción de los funcionarios públicos que incurren en tal conducta antisocial está consagrada como delito constitucional.
¿El matrimonio Kirchner habrá votado esa reforma en el 94, parecería que no?

Anónimo dijo...

Estimados amigos de La Causa, los felicito por las agudas reflexiones que publican sobre temas que a primera vista parecen sencillos, pero en algún punto no lo son tanto.
Como aporte me gustaría decir que quizás el problema tenga dos partes: por un lado la categoría de pueblo y sus característica de infalibilidad y de legitimidad absoluta, que impide cualquier critica u objeción a lo que decide; y por otro la forma en que los representantes encarnan o se apropian de esos atributos del pueblo y pretenden que sus decisiones legislativas son "las del pueblo".
Rousseau, claramente estaba a favor de la primera parte del la cuestión, pero para nada de la segunda, ya que "La soberanía no puede ser representada, por la misma razón que no puede ser enajenada; consiste esencialmente en la voluntad general y esta no puede ser representada: es ella misma o es otra cosa, no hay termino medio. Los diputados del pueblo no son ni pueden ser sus representantes, son tan solo sus comisarios. No pueden acordar definitivamente nada. Toda ley a la que el pueblo no ha ratificado es nula, no es ley". (C.S., libro III, Cap. XV.)
En este sentido, uno podría decir que el jacobinismo (y por añadidura la pretensión democratizante del Kirschnerismo) son una mala interpretación de la teoría democrática de Rousseau.

Eduardo Reviriego dijo...

El pueblo a quien se le atribuía el el poder supremo era él mismo ficticio y podía muy útilmente quedar así, como un cuerpo místico, existente como pueblo solo en las acciones del Parlamento que afirmaba actuar en su nombre. Quizá no sería exagerado decir que esos representantes inventaron la soberanía del pueblo a fin de reclamarla para sí, justificar su propia resistencia, no la resistencia de sus electores de manera individual o colectiva frente a un rey antes soberano. La soberanía del pueblo fue un instrumento por el cual los representantes se elevaron ellos mismos a la distancia máxima por encima del grupo de personas que los habían elegido.Las nuevas ficciones parlamentarias estiraban la credulidad tanto como las antiguas. El derecho divino de los reyes había destacado el carácter divino de la autoridad del rey sin prestar demasiada atención al acto en el que se suponía que Dios lo había nombrado. De la misma manera, la soberanía del pueblo, al destacar el carácter popular de la autoridad gubernamental, reposaba en supuestos actos del pueblo, pasados y presentes, que resultaban casi tan difíciles de revisar como los actos de Dios. La existencia misma de algo como "el pueblo", capaz de actuar para otorgar poderes, definir y limitar un gobierno antes inexistente, requería una suspensión de la incredulidad. La historia no registraba un acto semejante.
Tomado de Edmund S. Morgan. La invención del pueblo. El surgimiento de la soberanía popular en Inglaterra y Estados Unidos. Siglo XXI. Bs. As. 2006.

Andrés Rosler dijo...

Anónimo: es absolutamente cierto que Rousseau por un lado se opuso terminantemente a la representación. Pero por otro reconoció en el mismo Contrato Social que la democracia que tenía en mente, creemos, cuando negó la posibilidad de la representación, era propicia sólo para dioses. De ahí que en otras formas de gobierno precisamente Rousseau reconocía la necesidad de la representación. Acerca de si el jacobinismo además de usarlo lo interpretó correctamente a Rousseau, da la impresión de que no, particularmente al haber hecho una revolución, algo con lo cual Rousseau jamás habría estado de acuerdo. Sobre la relación entre el jacobinismo y el kirchnerismo, el jurado sigue deliberando, en eso estamos.

Anónimo dijo...

Con este tema de que solo el kirchnerismo representa al pueblo. Que la "soberania popular" determina que ningun juez puede sustituir la voluntad popular.

Viendo la condena al ex presi mendez me pregunto... Si hoy (por ej) cfk cometiera un delito, ella seria inimputable justamente por ser la maxima representante del pueblo?

Anónimo dijo...

En marzo de 2012 cuando oí del disparate de un jacobinismo KK, escribí:

«A little bird told me (en verdad, fueron dos) que en la ciudad de Santa Fe (¡la cuna de la Constitución!), más precisamente en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), estuvo el Profesor Rinesi haciendo significativos aportes a la Ciencia Política, i. e., para echar un poco de luz en estos tiempos, calificables ya de nublados -al decir de Octavio Paz-, ya de oscuridad-al decir de Hannah Arendt-.

(I) Dicen que habría dicho que el gobierno KK era un gobierno "jacobino" y que el Frente para la Victoria (y en su defecto el mismo PJ) era un partido "jacobino" (quizá haya que modificar la grafía y, como le gusta a los seguidores de la revolución lingüística kirchnerista, haya que escribir "jakobino").
Debo confesar que al principio me irritó esa tan conocida manía extranjerizante... (denunciada por el gran filósofo político y sociólogo Arturo Jauretche, ahora emulado por el otro gran teórico revolucionario Aníbal Fernández) de querer pensar "lo nacional" y "el alma del pueblo argentino" con categorías "importadas" e "impropias", como cuando el ahora célebre político de derecha (como Karl Marx mismo) Jorge Altamira llamó al Régimen político de Kristina "bonapartismo con faldas" (otro galicismo, una zoncera antiargentina, dirá el Anibal).
Luego, empero, recordando los finos análisis de Gramsci sobre el asunto, percibí la fecundidad de la analogía: todos los amantes y admiradores de la Revolución no dejarán de valorar el elogio hecho al gobierno KK que aquélla supone. ¡Qué agudeza comparar la Revolución francesa con la nacionalpopulista de los KK! Francia había tenido a la Revolución Francesa, a la que Hegel consideró el más grande acontecimiento histórico universal, cuando se hiciera patente que la Razón gobierna el mundo. También la Argentina vive la Revolución Kirchnerista que como la francesa es un modelo de racionalidad para el mundo, tal como lo proclama orbi et urbi (y en el G-20) su Konduktora. Además, los jacobinos instauraron el "Reino del Terror", los kirchneristas un "reinado de terror". Es obvia, por otra parte, la analogía de la política de Guillermo Moreno (¿un "hebertista" o un auténtico jakobino?) en defensa de la mesa de los argentinos y las argentinas con la "loi du maximum général". Jean-Paul Marat es claramente Diego Gvirtz. De ninguna manera parece forzada la analogía entre la Convención Nacional y el desempeño del PJ en el Congreso que serían así "los montañeses" del "Chivo" Rossi. Un duro mentís a los que afirman que Kristina es una Princesa o una Monarca que decide absolutamente todo, resultaría recordar las sentencias tiranicidas de Saint-Just "todo monarca es un rebelde o un usurpador" o "nadie reina inocentemente" (que equivale a que el que "reina" es un criminal). Más difícil de hallar (pero no imposible) es la equivalencia con el Comité de Salvación Pública y los "hebertistas" y los "indulgentes" prontos a guillotinar. En fin el más esclarecedor hallazgo es la analogía de Kristina con Robespierre. Efectivamente ¿qué epitheton ornans le cabría a Ella que no sea el de Maxime? He aquí el hallazgo: Robespierre era llamado "el Incorruptible" no sólo por ser él mismo insobornable y despojado, despreciador de bienes y dinero, sino porque además no toleraba a su alrededor (como a su ex y malogrado compañero de ruta Georges-Jaques Danton) ningún tipo de corrupción ni soborno ni prevaricato ni cohecho. Léanse los Discursos de Maxime con jugoso prólogo de Slavoj Zizek y se verá cómo los Discurso de Kristina, con su retórica pendenciera, están listos para el prólogo del célebre filósofo rojo Richard Forster.
(...)

Anónimo dijo...

[continúa]

(II) El primer pajarito se parece bastante al gallo del galimatías. El segundo, en cambio, es lechuza. Dicen que habría dicho que los sorprendentes elogios al Estado debían ser entendidos en la estela de la concepción hegeliana del Estado. ¡Dios tuyo, qué confesión! Lo tomo bien en serio, como cuando hace unos pocos años y nuevamente hace unos pocos meses, mientras se lo reprochaba, el Profesor Rubén Drí me respondió bruscamente, sí defiendo al Estado, un Estado hegeliano. Callé entonces como callo ahora A confesión de parte, relevo de pruebas. El Estado autoritario de Hegel (un viejo vuelto avinagrado y desesperado) sin libertad de pensamiento y prensa, sin soberanía popular, sin división de poderes, sin libertad de comercio, con corporaciones y príncipes dinásticos hereditarios de ultima ratio, es el Estado de la Restauración, no de la Revolución. Eso sí es relevante (aunque insuficiente) para determinar al Estado KK.»
Gustavo L.

Eduardo Reviriego dijo...

Esperamos que nuestro jacobino criollo, el secretario Moreno (*), no lleve con sus "políticas" a la población a renegar de nuestra Revolucionaria Mayor, y el pueblo comience a pedir, como ocurrió en la Francia Revolucionaria "Dadnos un rey o pan" (**)o con las estatuas del revolucionario Néstor, ocurra como lo que sucedió en Bayeux, cuando en 1795, las multitudes echaron al suelo el busto de Jean-Jacques instalado en la catedral, gritando: "¡Abajo puta! Cuando el buen Dios estaba ahí, teníamos pan". (***)
(*)No el de la Primera Junta, sino más bien el de las malas juntas.
(**) Citado por David Andress. El terror, Los años de la guillotina. Edhasa. Barcelona. 2011. página 588.-
(***)Solé, Jacques. Historia y mito de la Revolución Francesa. Siglo XXI. México. 1989. página 305.

Andrés Rosler dijo...

Gustavo L.: Muchas gracias por tus comentarios, siempre provocadores y eruditos. Nobleza obliga, habíamos leído la introducción de Zizek a algunos escritos políticos de Robespierre. Es más, estamos leyendo precisamente ahora un libro de Zizek sobre las causas perdidas, entre las que se encuentra por supuesto este blog aunque ignoramos si Zizek trata en dicho libro la causa de Catón (hasta donde hemos leído, no lo hace). Gustavo, estarás de acuerdo en que tu comparación es irónica, ya que comparar a Forster con Zizek es como comparar a Funes Mori con Di Stéfano (en su época del Real Madrid, no ahora). Sobre el Estado hegeliano, hoy puede parecer autoritario, pero para su época (c. 1821) era un gran avance. Ignoramos las simpatías políticas de Dri, pero si Dri cree que Hegel estaría de acuerdo con el kirchnerismo, se equivoca. Una parte constitutiva de la sociedad civil para Hegel eran las corporaciones, la bestia negra del kirchnerismo. A Hegel tampoco le habría caído simpático el populismo.

Andrés Rosler dijo...

Eduardo, también nos da curiosidad saber cómo va a terminar esta revolución. Vamos a ver.

Eduardo Reviriego dijo...

Andrés:
Además de curiosidad,también siento un poco de temor, frente a un gobernante que, como las locomotoras del Sarmiento, parece carecer de frenos.
Saludos.