A juzgar por estas creemos recientes declaraciones de Maduro, en Venezuela ha emergido una nueva concepción de democracia que descansa sobre lo podríamos llamar de "voto de autor", esto es, aquella en la que sabemos quién es el que realiza el voto y a qué o a quién vota (no tan nueva en realidad, ya que no era ignorada precisamente antes de la instauración del voto secreto al menos creemos en Venezuela):
En realidad, la novedad reside en que el voto de autor en Venezuela es restringido, si entendimos bien, ya que sólo se aplica a quienes deberían haber votado a Maduro y no lo hicieron, y no a todos aquellos que votaron en su contra, ya que Maduro sólo dijo tener el documento de aquellos cuyos votos conformaron la brecha entre él y el candidato opositor.
Esta teoría de la democracia ya la habíamos discutido (click) y, mal que nos pese, es de raigambre rousseauniana. En efecto, recordemos aquel pasaje del Contrato Social (IV.2) en el cual Rousseau se pregunta cómo reconocer la voluntad general, la voluntad del pueblo. La respuesta es que "cada uno dando su sufragio dice su opinión sobre ello, y del cálculo de los votos se saca la declaración de la voluntad general. Cuando entonces la opinión contraria a la mía prevalece, eso no prueba otra cosa que yo me había equivocado, y que lo que yo estimaba ser la voluntad general no lo era. Si mi opinión particular hubiera prevalecido yo habría hecho otra cosa de lo que hubiera querido, y es entonces que yo no habría sido libre". De ahí que, tal como supone Maduro, al menos esos 900.000 que votaron en su contra se equivocaron.
Una cuestión verdaderamente fascinante en sí misma es saber cómo saben quiénes fueron precisamente esos 900.000 que conformaron la brecha, de los millones y millones que votaron en contra del chavismo: ¿los elegirán al azar? ¿algunos serán anti-chavistas irrecuperables, mientras que otros no lo son? ¿qué es mejor? Nótese que quien es considerado anti-chavista de raza o paladar negro no va a ser molestado, sino sólo aquellos que no lo son. ¿Será que acordaron con estos 900.000 ciertos beneficios a cambio de su voto? Si es así, algunos no cumplieron con su palabra. Pero si la diferencia por la cual ganó fue de 900.000 votos, en realidad Maduro debería agradecerles por haber votado por él. Qué misterio. Otra cuestión no menos fascinante es si el silencio de Maduro después de anunciar urbi et orbi que sabe la identidad de esos 900.000 votos se debe a que se dio cuenta del disparate que acababa de decir, o si sólo quiso infundir miedo. ¿Habrá sido el pajarito aquel el que le contó la identidad de los 900.000? Se trata de otro de los casos que demuestran cuánta razón tienen los que creen que no se puede estudiar a la democracia en un vacío sino que hay que entenderla a la luz de la cultura política imperante.
Retomando el hilo, y en otras palabras, no es la mayoría la que constituye la expresión de la voluntad general o democrática, sino el chavismo. Si no son los números los que mandan, entonces la mayoría es completamente circunstancial. Maduro entonces sigue la senda anticontractualista (al menos si entendemos al contrato en términos volitivos antes que como un indicio de lo que es racional) que lleva desde Rousseau hasta Hegel (que Dios, Rousseau, Kant y Hegel nos perdonen por decir esto) según la cual la voluntad general sólo es perceptible a priori, nunca empíricamente. La cuestión es quién tiene razón, no quién saca más votos.
Una cuestión verdaderamente fascinante en sí misma es saber cómo saben quiénes fueron precisamente esos 900.000 que conformaron la brecha, de los millones y millones que votaron en contra del chavismo: ¿los elegirán al azar? ¿algunos serán anti-chavistas irrecuperables, mientras que otros no lo son? ¿qué es mejor? Nótese que quien es considerado anti-chavista de raza o paladar negro no va a ser molestado, sino sólo aquellos que no lo son. ¿Será que acordaron con estos 900.000 ciertos beneficios a cambio de su voto? Si es así, algunos no cumplieron con su palabra. Pero si la diferencia por la cual ganó fue de 900.000 votos, en realidad Maduro debería agradecerles por haber votado por él. Qué misterio. Otra cuestión no menos fascinante es si el silencio de Maduro después de anunciar urbi et orbi que sabe la identidad de esos 900.000 votos se debe a que se dio cuenta del disparate que acababa de decir, o si sólo quiso infundir miedo. ¿Habrá sido el pajarito aquel el que le contó la identidad de los 900.000? Se trata de otro de los casos que demuestran cuánta razón tienen los que creen que no se puede estudiar a la democracia en un vacío sino que hay que entenderla a la luz de la cultura política imperante.
Retomando el hilo, y en otras palabras, no es la mayoría la que constituye la expresión de la voluntad general o democrática, sino el chavismo. Si no son los números los que mandan, entonces la mayoría es completamente circunstancial. Maduro entonces sigue la senda anticontractualista (al menos si entendemos al contrato en términos volitivos antes que como un indicio de lo que es racional) que lleva desde Rousseau hasta Hegel (que Dios, Rousseau, Kant y Hegel nos perdonen por decir esto) según la cual la voluntad general sólo es perceptible a priori, nunca empíricamente. La cuestión es quién tiene razón, no quién saca más votos.
Ya era hora de que se renovara la aburrida teoría democrática, que hace tiempo repite esa monótona cantinela de la importancia de las mayorías para la determinación de la voluntad democrática y esgrime como un logro el voto secreto y anónimo, fordista, mecánico, despersonalizado, alienante (no más forsterismos). Miremos si no lo que está pasando en Argentina, en donde las líderes de las mayorías nacionales y locales hacen literalmente lo que se las da la gana. Al final, Maduro combina su desconfianza neo-rousseauniana con la vieja tradición contramayoritaria federalista, a pesar de sus bravuconadas populistas y plebiscitarias. En el fondo, como decía el General, somos todos republicanos.
4 comentarios:
"...según la cual la voluntad general sólo es perceptible a priori, nunca empíricamente..."
Jajajajaja!! Muy bueno!! Todo el 4to parrafo es genial!
Puede parecer loco, pero no es raro pensar que un gobernante que plantea perpetuarse en el poder suponga que la eleccion popular solo muestra que porcentaje del pueblo esta a favor, y que porcentaje se equivoca.
Nos corre un doloroso frío por la espalda al comprobar que la única manera en que Maduro pueda saber quiénes son los 900.000 culpables es que también sepa quiénes son los que votaron a favor y en contra.
Los regímenes llamados populistas constituyen utopías regresivas, por eso vuelve a Venezuela el voto cantado, aunque en este caso, como habría dicho Hegel, como farsa: no canta el que vota, sino el pajarito de Maduro.¿Por qué le habrán puesto maduro?
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