miércoles, 1 de marzo de 2017

"Comunica, comunica, que algo queda"



La licenciada en comunicación social Julieta Dussel ha publicado una nota muy interesante y sobre todo original en Página 12 de hoy, cuyo título es ciertamente revelador: “Es la comunicación estúpido” (click). Decimos que se trata de una nota muy interesante y original ya que en lugar de atribuir el triunfo de Macri a las falencias del gobierno anterior tal como suele hacerlo tanta gente, sobre la base (suponemos) de que se trató de una década ganada con creces debido a un crecimiento económico con matriz diversificada, para la autora la única manera de explicar la derrota electoral de Scioli es que el mensaje era muy bueno pero falló la comunicación. Dado que se trata de una nota muy rica, vamos a tener que elegir solamente algunos pasajes para poder comentarlos en detalle.

Empecemos por el primer párrafo: "Después del escándalo del Correo Argentino, los Panama Papers, el aumento de la inflación, el desempleo y las tarifas uno no deja de preguntarse cómo fue que la gente votó a estos tipos". Alguien se aventuraría a sostener que lisa y llanamente Macri usó el viejo truco de la mentira, pero algunos, como Sheldon Cooper, se resisten a creer en la posibilidad de la mentira, a pesar de que "Clarín Miente" se haya convertido en un proverbio. Dicho sea de paso, casi al final de la nota la propia autora sostiene que es "obvio que se trató de una campaña llena de mentiras", con lo cual o bien se contradice o simplemente cambió de opinión antes de terminar la nota.

Para la autora, entonces, la explicación del triunfo de Macri es mucho más profunda de lo que parece. Macri ganó no tanto porque mintió sino porque en el fondo dijo lo que la gente quiso escuchar. Alguien dirá para eso está precisamente la democracia, para que gane el candidato que obtiene el mayor número de votos lo cual supone se debe a que atrajo a las preferencias de la mayoría. De ahí que la autora inmediatamente se pregunte por la moralidad del procedimiento mediante el cual Macri pudo enterarse de qué es lo que la gente quería escuchar. Después de todo, si el método fuera irreprochable, impugnar el triunfo de Macri equivaldría a impugnar a la democracia (algo que hacen varios en el fondo, sobre todo cuando pierden las elecciones).

La tesis de Dussel es que Macri, como Trump y otros (entre los que se halla el Partido Demócrata de los EE.UU., al menos según "House of Cards" en su versión estadounidense, pero que la autora no menciona) se valen de lo que se suele denominar como "big data", i.e. información pública (v.g. búsquedas en Google) y no tanto (v.g. Facebook, o directamente privada) para saber cuáles son las preferencias políticas de los votantes. Semejante procedimiento es descripto como "populismo puro", a diferencia, suponemos, de la concepción robusta de democracia deliberativa defendida por el kirchnerismo en general y en particular por la candidatura de Daniel Scioli.

Hablando de Roma, mientras que Macri se valió para ganar de las más sofisticadas armas cibernético-mediáticas, en cambio, "Scioli tuvo una campaña traccionada por miles de militantes que, con mucha buena voluntad y poca organización, trataron de salir a convencer a quien pudieron con sus propias armas". Scioli no tuvo fondos suficientes para contar con asesores, mucho menos asesores extranjeros. En otras palabras, la pura moralidad y esfuerzo de Scioli no pudo hacer nada contra los cuantiosos y moralmente dudosos recursos macristas.

Además, todos recordamos los denodados esfuerzos de Scioli, por ejemplo, en tratar de conseguir el apoyo del Estado Nacional y todas sus reparticiones, ya que fue público y notorio que, tal como caracteriza a la robusta concepción de democracia deliberativa enarbolada por el mismo Scioli (quizás contradiciéndose de ese modo), dichos esfuerzos fueron inanes ya que el Estado Nacional se mantuvo completamente ausente de la elección para que no quedaran dudas acerca de la estricta línea que divide al Estado del Gobierno y al Gobierno Nacional del partido político que ocupa dicho lugar circunstancialmente hasta tanto el pueblo se exprese de otro modo. Por lo demás, aunque el Estado Nacional hubiese hecho campaña por Scioli no habría afectado significativamente el resultado ya que el número de empleados públicos es sensiblemente menor que el de los que trabajan en el sector privado. Scioli, en otras palabras, como se suele decir en inglés, nunca tuvo una chance.

Por si quedaran dudas acerca de la debilidad sciolista, la autora comenta que "Jorge Telerman (el jefe de campaña de Scioli) cambió de bando pocos días después de perder las elecciones y se fue a trabajar con Rodríguez Larreta". Nos imaginamos lo que ella piensa acerca de los Kirchner (para dar solo un par de casos) y el modo que dejaron de ser menemistas.

Finalmente, la autora nos convoca a dar "un debate ético sobre qué información se tiene derecho a usar" (lo cual puede ser confuso: ¿el debate es para mostrar la inmoralidad macrista o para abandonar ese hipermoralismo kantiano que tanto caracteriza al kirchnerismo para de ese modo dejar de pecar por ingenuos y tener más éxitos políticos?) y termina su nota con una severa aunque muy útil advertencia: "no creer que por que [sic] se tengan políticas e ideas tan buenas se van a imponer por sí solas", que esperemos no caiga en oídos sordos.

2 comentarios:

Eduardo Reviriego dijo...

¿No sería más interesante investigar cómo una facultad puede otorgar un título de licenciada en comunicación social a un personaje tan patético?

Andrés Rosler dijo...

Por supuesto.