Las afirmaciones de Alejandro Rozitchner en contra del pensamiento crítico (click) han levantado bastante revuelo, sobre todo porque se supone que un filósofo jamás puede estar en contra del pensamiento crítico o en todo caso tratar de reducirlo o contenerlo.
Semejante suposición parece ser cierta, a tal punto que la idea misma de “pensamiento crítico” en el fondo es una redundancia. ¿Cómo sería un pensamiento que no fuera crítico? Todo pensamiento tiene aspiraciones normativas en relación a cierta realidad. De hecho, el propio Rozitchner está criticando a quienes prefieren el así llamado “pensamiento crítico”.
Además, muy poca gente, o al menos muy poca gente razonable, desearía quedarse con su pensamiento una vez que este último hubiera resultado ser falso o desacertado. La gente razonable no se queda con sus pensamientos porque guarda una relación afectuosa con ellos. Los pensamientos no son como las mascotas o incluso los seres humanos: si no superan el test, son descartados.
Por supuesto, el pensamiento, como diría Tu Sam, puede fallar, pero toda vez que nos hemos dado cuenta, hacemos algo al respecto. Habrá algunos que preferirán vivir engañados antes que conocer la realidad, pero asumimos que Rozitchner no quiere defender el engaño.
Tampoco es cierto que la creatividad, que con razón defiende Rozitchner, pueda darse el lujo de no ser crítica. En realidad, quienes son creativos suelen ser muy críticos sobre todo con ellos mismos y con la realidad.
Quizás Rozitchner por “pensamiento crítico”—aunque no en el buen sentido de la expresión—haga referencia a Carta Abierta. Pero el de Carta Abierta, en su época de apogeo, no era precisamente pensamiento crítico sino una racionalización en la cual, como Sergei Bubka, Carta Abierta alcanzaba cada vez un nivel más alto, digna del oro olímpico si semejante destreza alcanzara status deportivo. De ahí que si este último era el punto de Rozitchner, tampoco tendría sentido creer que él está en contra del pensamiento crítico.
Rozitchner, sin embargo, tiene un mérito que lo distingue claramente, v.g., del otrora Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, con el cual se lo suele comparar. Parafraseando lo que H. L. A. Hart solía decir sobre John Austin (el jurista) y Oliver Wendell Holmes, y que Hart nos perdone por lo que estamos a punto de hacer, Rozitchner puede no convencernos y a menudo está claramente equivocado, pero al menos se equivoca claramente. Con Ricardo Forster uno a veces ni siquiera entiende lo que quiere decir y por eso puede sonar profundo, cuando ni siquiera podemos saber que se equivoca. En otras palabras, Rozitchner nos simplifica mucho las cosas, lo cual no es poca cosa.
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