«La causa victoriosa complació a los dioses, mas la vencida a Catón» (Lucano, Farsalia, I.128-9).
sábado, 7 de septiembre de 2013
"Personas con limitadas Capacidades mentales"
En Página 12 de hoy hay una nota sobre el "Imperialismo de los derechos humanos" de los Estados Unidos, en esta ocasión su inminente ataque a Siria (click). La nota, escrita por Guillermo Levy, docente de Sociología UBA e investigador de la Untref, contiene una larga lista de las diferentes racionalizaciones ensayadas por Estados Unidos en defensa de su imperialismo.
En el último párrafo, sin embargo, el cual suponemos contiene el golpe de gracia de su argumentación, leemos la siguiente y reveladora frase: "Solo [sic] personas con limitadas capacidades mentales pueden pensar que en la cúpula de poder de los Estados Unidos reina la indignación por el supuesto ataque con armas químicas contra civiles en Siria".
Esta conclusión es potencialmente devastadora para la crítica de Levy, por razones que ya hemos invocado varias veces en el contexto de la política nacional, debido a que, v.g., Carta Abierta, entre otros, ha abusado de la falacia a la que apela Levy (v., v.g., la tesis nro. 3 en click). En efecto, da la impresión de que Levy apoyaría la intervención si la intención fuera precisamente impedir el "ataque con armas químicas contra civiles en Siria". Pero, v.g., no tiene sentido criticar la intervención de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial debido a que en el fondo se debió a sus intereses nacionales antes que a la suerte de los pueblos exterminados o dominados por los nazis. Precisamente, en cuestiones tan delicadas como los derechos humanos, la intención es secundaria, por no decir casi irrelevante. En todo caso, el factor decisivo es el probable resultado de la intervención.
En el mismo párrafo Levy continúa: "Armas químicas que se producen en las democracias occidentales". Otra vez, si Estados Unidos hubiese sido el que le había vendido el gas a Alemania para llevar a cabo el Holocausto, ese hecho no habría invalidado su posterior intervención para detenerlo. ¿Acaso algún detenido en un campo de concentración o exterminio hubiese exigido razones morales para poder liberarlo?
Finalmente, el autor sostiene que: "Arrancar la agenda de los derechos humanos de la nueva agenda imperial se hace imprescindible para no seguir legitimando un nuevo orden mundial donde, por lo menos hoy, potencias occidentales, especuladores financieros e islámicos radicales filo Al Qaida parecen que andan por el mismo andarivel". La recomendación es ambigua ("arrancar..."). Seguramente el autor no quiere quitar de la agenda internacional los derechos humanos, ya que eso sería creer que el culpable son los derechos humanos y no quien los invoca, y por lo tanto tirar el niño con el agua sucia, como se suele decir, sino que el autor lo que propone es estudiar caso por caso, y dilucidar si la intervención tiene sentido, si los derechos humanos la justifican o no.
Sobre la capacidades mentales de quienes discuten cuestiones políticas, es mejor guardar silencio.
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