jueves, 18 de abril de 2013

Revolucionarios, jacobinos, bonapartistas




Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, art. 16.: "Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de los poderes determinada, no tiene constitución en absoluto".
"el periodista cambia de estatus. Ya no es como en el pasado el modesto plumífero de letras o el servidor asalariado de los poderosos que le dan órdenes. Se impone como una figura política central, intocable y casi sagrada. Más aún, se convierte en una verdadera institución. Camille Desmoulins teorizó entonces ese nuevo papel: 'Hoy-escribe-los periodistas ejercen el ministerio público', cumplen 'una verdadera magistratura'. Michelet destaca justamente que el periodismo se impone en esa época como una 'función pública'. Si esos hombres de letras pueden, sin sorpresa, considerarse la expresión de la opinión pública, en realidad hacen mucho más. Ejercen a la vez una tarea de representación y poseen una parte de la soberanía. Compiten con los representantes electos en expresar día tras día las expectativas de la sociedad. 'Soy el ojo del pueblo, ustedes son en el mejor de los casos el dedo meñique', dice Marat, burlón y despectivo, a los representantes de la Comuna de París. (...). Con esa palabra clave [control] de la lengua revolucionaria, ... los contemporáneos desean dar una consistencia directa, independiente de todo soporte institucional. En este caso, el poder de control ejercido por los periódicos es visto como un poder de tipo democrático. (...). El argumento central de los bonapartistas para justificar las restricciones impuestas a la libertad de prensa fue... decir que esta última no tenía ninguna legitimidad democrática porque no era un poder de tipo representativo. (...). Los periódicos son vistos en esa perspectiva como 'cientos de pequeños Estados en medio del Estado'. Un periódico es un poder público en manos de particulares: el periodista interviene con su conciencia o sus intereses personales como único mandato. No es elegido por nadie pero encarna un verdadero poder social. (...). Los bonapartistas se convirtieron en los denunciadores implacables del periódico como estructura capitalista. Los periódicos que sólo representan intereses parciales deben ser subordinados al interés general, no deben sustituir el sufragio universal para expresar a la opinión pública como poder de la generalidad. (...). Es entonces toda una concepción de lo público lo que está en debate en la visión cesarista de lo político" (Pierre Rosanvallon, La Contrademocracia, pp. 112-16).
"La soberanía del pueblo tenía sentido, para el Primer Cónsul, sólo si podía afirmarse de manera polarizada. Está claro para él que la nación no necesitaba de garantías contra el poder, dado que todas las autoridades que la constituían emanaban de ella. Bonaparte participaba de esa manera del antipluralismo dominante en Francia en ese período; a sus ojos, la democracia no puede ser más que no liberal. ¿Concebimos-se pregunta en enero de 1802-una oposición contra el pueblo soberano? ¿Tribunos allí donde no hay patriciado? Las imágenes de luchas revolucionarias y el espectro del caos que se perfilaban aún entonces detrás de la mera palabra 'oposición' le facilitaron, es cierto, la tarea" (Pierre Rosanvallon, La Contrademocracia, p. 106).

4 comentarios:

e dijo...

No hay dudas de que la llamada "democratización de la justicia" choca de frente con el artículo 16 que citas, mostrando que este gobierno resulta pre revolucionario en su concepción de un poder total, sin división, ni control y que actúa dentro del mayor secretismo, a semejanza de los existentes en la época de la Revolución Francesa.
Como va a ser imposible que los kirchneristas lean a Rosanvallon, porque tontos no son, habría que recomendarles que relean a Roger Chartier y su "Espacio público, crítica y desacralización en el siglo XVIII",y se enteren que atrasan, intentando vanamente regresar a un pasado que no existe más y que la sociedad rechaza. Como dice este autor, el carácter sagrado del rey, ya ha dejado de ser una institución divina, para pasar a ser conferido por la Nación, ante la que debe rendir cuentas, agrego.

Andrés Rosler dijo...

No queríamos trazar paralelo alguno con la realidad actual. Pero si lo hiciéramos, habría que investigar si algún allegado a Bonaparte tenía cuentas offshore. De lo que no hay dudas es que lo oposición al cesarismo era muy superior a la oposición argentina de hoy. Muy interesante y apropiada la referencia a Chartier. El problema con Chartier (o el siglo XVIII) es que no trata las corporaciones.

Andrés Rosler dijo...

Lo que el kirchnerismo necesita es una nueva ley Le Chapelier. No entiendo cómo no se les ocurrió.

Eduardo Reviriego dijo...

Ni se te ocurra mencionar esa ley, que estos son rápido para la actividad legislativa, cuando les conviene. Me viene a la memoria la cita de André Chénier, que trae Rosanvallon: "Dichoso el país donde no hay otra asociación que el estado, otro cuerpo que la patria, otro interés que el bien común." (*), los camporistas la suscribirían, total lo del "bien común", no desentona con el relato, relato que en este punto, naufraga frente a las playas de Puerto Madero.
(*) En: El modelo político francés. La sociedad civil contra el jacobinismo, de 1789 hasta nuestros días. Siglo XXI. Bs. As. 2007. pag. 27.