En realidad, es otra muestra acabada de la necesidad de estudiar sociología de la cultura o dedicarse a los estudios culturales. En efecto, da la impresión de que en Grecia tienen esta extraña costumbre de entrevistar a los Ministros de Economía, y para el caso de que hubiera inflación, preguntarles de cuánto es, y para el caso de que la cifra que dieran fuera sensiblemente inferior a la real, preguntarles por la diferencia. La periodista, de buena fe, entendemos, creyó que aquí teníamos esta misma y extraña costumbre. Pero, en las palabras de nuestro Ministro, “la verdad, hablar sobre estadísticas de inflación en Argentina es complejo, ¿OK?”. Acá de la inflación no se habla. Nos sigue sorprendiendo la peregrina idea de esta periodista que cree que su trabajo consiste en hacerle preguntas sobre la inflación al Ministro de Economía. Pensar que Grecia fue la cuna de la democracia. Véase, sin embargo, en lo que degeneró ahora: periodistas cuyo trabajo creen es hacer preguntas.
De ahí que Lorenzino se viera en la misma situación que el Dictador de Sacha Cohen, a partir de los 21 segundos de este clip, que no pudo decir seriamente lo que estaba enunciando y tuvo que cortar la filmación:
Ahora bien, y tal como lo dice quien entendemos es una asesora de Lorenzino (la cual comparte el ligero acento y modismos sanisidrenses del Ministro), “hay un tema… que quizás es difícil de entender para alguien de afuera”: “nosotros no hablamos de la inflación ni con los medios argentinos”. Lo que en principio puede sonar chauvinista, como si dado que el Ministro no habla siquiera con sus propios medios, es absurdo que hable con medios extranjeros, en realidad es una denuncia anti-imperialista. En efecto, la buena fe de la periodista terminó siendo perversidad, tal como suele pasar. Los griegos creen que son el centro del mundo, estándares universales de conducta. Ya Aristóteles, en el libro VII de la Política, creía que los griegos representaban una mezcla exacta de inteligencia y coraje, entre la cobarde inteligencia asiática y el coraje estúpido de los europeos. En otras palabras, el heleno-centrismo, la típica sinécdoque imperialista, sigue intacta. Como en Grecia hay periodistas que le hacen preguntas al Ministro de Economía sobre la inflación, entonces creen que acá somos bárbaros porque no tenemos esa misma y pestífera práctica, que no es sino una muy poderosa arma de las corporaciones en su lucha contra la democracia. Montaigne famosamente denunció que quienes se creen civilizados consideran salvajes a quienes no son como ellos. Antes de visitar un país extranjero los periodistas deberían primero interiorizarse acerca de sus costumbres.
Pensándolo bien, sin embargo, Lorenzino es una víctima en esta historia, ya que se encuentra en la misma situación que Winston Smith, el personaje central de 1984. Lorenzino, tal como Smith, al menos antes del final de la novela, se resiste a creer que la realidad no existe, que la inflación es lo que el partido dice que es, y por eso se niega a decir la cifra en cámara. Recordemos lo que O’Brien le explica a Smith: “Sólo la mente disciplinada puede ver la realidad, Winston. (…). Cuando vos te engañás pensando que ves algo, asumís que todos ven la misma cosa que vos. Pero te digo Winston, que la realidad no es externa. (…). Cualquier cosa que el Partido diga que es la verdad, es la verdad” (1984, pp. 225-6). El Partido no se conforma con que digamos la cifra oficial de inflación, sino que además hay que creer que es verdadera. El ejemplo más claro de la psicología partidaria es la de Pimpi Colombo, la ex seguidora (pero lejos está de ser la única) de Domingo Cavallo. A juzgar por sus apariciones públicas, Pimpi no miente sobre la inflación en cámara, a los cuatro vientos, sin remordimientos. En absoluto. La única explicación de su estoica constancia sobre los números del INDEC es que sus estados mentales han sido lavados por el partido. Quizás Pimpi antes era como Lorenzino, tenía sus dudas, y mentía, pero al final se doblegó, igual que Smith. Ella cree en las cifras del INDEC, y por eso se comporta como una orgullosa ciudadana noruega.
Es más. No nos extrañaría que esta pobre sufrida criatura que es Lorenzino—aunque en realidad lo somos todos en cierto sentido—no sólo sabe que acá de la inflación no se habla, o en todo caso se miente, sino quizás hasta recuerda que alguna vez Clarín fue el más preciado aliado del kirchnerismo. Todavía no puede decir que siempre estuvimos en guerra con Clarín (algo habíamos dicho al respecto: click). Todo lo cual no es sino una razón extra para su humana, demasiado humana reacción, el deseo de irse de la entrevista. Sus estados mentales todavía perciben un desfase entre la realidad y sus creencias.
Lorenzino, todavía, en una situación angustiante pero—quizás por eso mismo—redentora, resiste. Sigue enfrentado al eterno desafío del panorama descripto en 1984, p. 34: "Saber y no saber, ser consciente de veracidad completa mientras se dicen mentiras cuidadosamente construidas, sostener simultáneamente dos opiniones que se cancelan mutuamente, saber que son contradictorias y creer en ambas; usar la lógica contra la lógica, (...), olvidar lo que era necesario olvidar, entonces traerlo otra vez a la memoria en el momento en que fue necesario, y entonces prontamente olvidarlo otra vez”. Lo único que queda por saber es hasta cuándo Catilina abusarás..., perdón, hasta cuándo Lorenzino podrá resistir, o si simplemente se pimpiniza.
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