«La causa victoriosa complació a los dioses, mas la vencida a Catón» (Lucano, Farsalia, I.128-9).
miércoles, 13 de febrero de 2013
Acerca de los Deberes (de un Funcionario público)
Hoy, en un gesto que lo ennoblece, el Canciller Timerman reconoció en público en el Senado que no confía en Irán. Sin embargo, no es un buen comienzo. ¿Tiene sentido celebrar un acuerdo con una parte en la que no confiamos, es más, que sospechamos ha cometido un delito (o varios)? Es extraño que los senadores vernáculos no le hicieron notar este hecho inmediatamente. Toda investigación criminal debe ser instruida ante un tribunal imparcial en jurisdicción imparcial. Hasta los juegos olímpicos han sido criticados por tener lugar en países bajo sospecha (todavía se habla, por ejemplo, de los juegos olímpicos de Munich). El senador Rodríguez Saá, por su parte, hizo notar algo curioso: Como Irán había pedido la captura de funcionarios argentinos que lo estaban investigando, no habría que olvidarse de pedir un salvoconducto para ellos si van a Irán a investigar el atentado a la AMIA.
Para Marco Atilio Régulo, senador y general romano, por el contrario, la situación era mucho más fácil que la de Timerman. Régulo no tuvo que tratar con delincuentes sino con enemigos legítimos de Roma en los que confiaba, a pesar de que sabía que iban a matarlo. En efecto, cuenta Cicerón en su obra Sobre los Deberes (III.99) que durante la primera guerra púnica Régulo cayó prisionero de fuerzas del ejército cartaginés. Habiéndolo obligado bajo juramento (no faltarán quienes aleguen que se trató de un juramento bajo coacción), fue enviado al Senado de Roma "con la condición de que, si no les eran enviados a los cartagineses unos prisioneros principales, volviera él a Cartago". Una vez en el senado, "expuso el encargo que le habían dado, rehusó dar su parecer porque dijo que mientras estuviera ligado por el juramento de los enemigos él no era senador". Sin embargo, Régulo negó "que fuera útil devolver los cautivos porque eran jóvenes y buenos jefes; él, en cambio, ya se encontraba en la edad provecta". El Senado le hizo caso (literalmente, dice Cicerón, "habiendo prevalecido su auctoritas"), "los cautivos quedaron en Roma y él volvió a Cartago, sin que pudieran retenerlo ni el amor a la patria ni el cariño de los suyos. Y no ignoraba que él volvía a las manos de un enemigo crudelísimo y a los suplicios más refinados, pero pensaba que había que cumplir el juramento. Así pues, mientras lo mataban, reteniéndolo en vigilia, se encontraba en más gloriosa condición que si hubiera vivido en su casa, envejeciendo como cautivo y consular perjuro".
Para Cicerón estaba fuera de toda duda que la decisión de Régulo de cumplir con su juramento era correcta, pero no elogiable en sí misma. Todo romano que se preciaba de ser tal cumplía con su palabra, en particular en el caso de la palabra dada a un "enemigo justo y legítimo", no así con un "pirata", el cual "no está considerado en el número de los enemigos de guerra, sino que es un enemigo común de todo el mundo, y con un tal no puede tenerse en común ni la fidelidad ni el juramento". Lo que sí era digno de elogio según Cicerón fue que Régulo desaconsejó que Roma firmara un tratado que sólo lo beneficiaba a él, pero no a Roma: "el hecho de que volviera [a Cartago] nos parece admirable a los hombres de hoy; pero en aquel tiempo no hubiera podido hacer otra cosa: así pues, este mérito no es del hombre, sino de la época".
Nuestro Canciller, sin embargo, no fue sometido bajo coacción a prestar un juramento para proponer un tratado sino que, decíamos, propone que firmemos un acuerdo con un Estado en el que ni él confía. Alguien podría replicar que no importa la confianza. Para eso está el tratado: si Irán no cumple con el tratado, deberá afrontar las consecuencias. Habría que recordar, no obstante, que a Irán se le atribuyen varias y muy graves violaciones de derechos humanos (los antecesores de esta clase de criminales son aquellos "piratas" mencionados por Cicerón, "enemigos comunes de todos"), sin consecuencias hasta el momento. Si no cumplió con prohibiciones mínimas sobre derechos humanos, ¿tiene sentido esperar que va a cumplir con un tratado? Sólo a quienes no le preocupan las violaciones de derechos humanos, o creen que son imposibles, pueden darse el lujo de no darle importancia a esta pregunta. Hasta ahora, nuestro gobierno se ha enorgullecido de ser un campeón imbatible de la causa de los derechos humanos.
El único argumento a favor del tratado esgrimido por el gobierno es: peor es nada. O se paraliza la causa, o vamos a Irán. Desde otro punto de vista, las alternativas parecen ser: impunidad e impotencia debido a la impunidad, o impunidad, impotencia y victoria diplomática de Irán, el Estado que se sospecha cometió el atentado (del que ya hablamos en otra oportunidad: click, click y click). ¿Qué es peor?
Quizás sea útil recordar que Cicerón usó el ejemplo de Régulo no porque haya sucedido la historia tal como Cicerón la cuenta (se sospecha que es apócrifa) sino porque quería dar un ejemplo de virtud a la república en su momento de crisis terminal. De nobis fabula narratur?
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2 comentarios:
Vale la pena recordar otra frase famosa de la historia romana "Roma no paga traidores"
Traidores va en el mismo horario que proveedores: Martes y Viernes de 9 a 17.
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