viernes, 14 de diciembre de 2012

Schmitt y el Kirchnerismo, otra vez


Ya habíamos mencionado que el pensamiento de Carl Schmitt no tiene mucho que ver con el kirchnerismo. En particular, Schmitt no creía que la asociación negativa debería ser usada para mantener la cohesión interna de una agrupación sino en realidad en aras de la totalidad de la asociación política, tal como lo recomendaba el republicanismo clásico (Clarín miente y opina). Pero, nobleza obliga, habíamos visto que ciertos pasajes esporádicos de su obra podrían haber sido escritos por funcionarios kirchneristas (por ejemplo). Y ahora hemos dado con un pasaje schmittiano de 1941 que lisa y llanamente, aunque con un muy ligero cambio, podría haber aparecido en Tiempo Argentino o mejor aún Diario Registrado (¿Página 12?), por no decir "678": "Visto desde el punto de vista político-mundial, las corrientes liberales y constitucionales emergentes en todos los pueblos europeos son, consciente o inconscientemente, instrumentos de la política mundial inglesa. El constitucionalismo en especial encuentra su sentido político-mundial en que dentro de todo Estado constitucional tanto la economía como la prensa, i.e. la construcción de la opinión pública, son esferas desreguladas por el Estado, i.e., cosa de empresarios privados, que se encuentran más allá de las fronteras estatales en el 'libre' mercado mundial y en la 'libre' prensa mundial" (Carl Schmitt, "Staatliche Souveränität und freies Meer", en Staat, Großraum, Nomos, ed. G. Maschke, p. 421). Inmediatamente a continuación agrega Schmitt: "En nuestro actual siglo XX finalmente la Liga de las Naciones de Ginebra de 1919-1933 fue una tentativa de la organización de tales métodos indirectos del dominio mundial inglés". Podríamos reemplazar a la ONU de hoy por la Liga de las Naciones, y no estamos seguros de qué podría reemplazar al dominio mundial inglés (¿un mercado más impersonal, fondos buites?). Pero el parecido es innegable.

Es notable además que Schmitt en respuesta al proceso de desnazificación al cual fue expuesto al final de la guerra (en especial debido a su teoría del Großraum y su supuesta influencia en la política exterior nazi) invocó en su defensa no sólo el hecho de que no había siquiera conocido a Hitler personalmente y que (a diferencia de otros profesores) no obtuvo cargos oficiales, ni siquiera un instituto, ni un auto, ni un UBACYT, sino además invocó la objetividad científica en su defensa (op. cit., p. 453). Lo cual es comprensible: se dedicó, entre otras cosas, al derecho internacional, y se trata de una disciplina esencialmente controversial si las hay, pero siempre desde un punto de vista científico.

Dios no lo permita, pero el antikirchnerismo parece crecer tanto que no nos extrañaría que a alguien se le ocurriera la peregrina idea de establecer un proceso de deskirchnerización, aplicando una "justicia de los vencedores", como se la suele llamar (de hecho, algo muy parecido sucedió luego del golpe contra el Peronismo). Quizás, en este experimento mental, nos dejamos llevar por el clima destituyente que el kirchnerismo mismo invoca, pero como se trata de un experimento mental, precisamente nos dejamos llevar.

El problema para el kirchnerismo es que, a diferencia de Schmitt, el kirchnerismo en general no cree en la objetividad científica, sino en la militancia, tanto en el periodismo como en las ciencias sociales. De hecho, se jacta de su militancia en todos los ámbitos, como si nada pudiera escapar de la militancia. Esto podría volverse en su contra. De todos modos, no hay por qué preocuparse. Hay kirchnerismo para rato, a juzgar por la calamitosa situación en la que se encuentra la oposición. La constitución, sin embargo, va a ser un problema. Pero siempre queda Scioli, un kirchnerista de la primera hora.

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