sábado, 6 de enero de 2018

En Derecho Penal es mejor equivocarse con los Jueces que acertar con el Pueblo



La nota de Gabriel Levinas en La Nación de hoy (Equivocarse con Milagro Sala) contiene tres ingredientes muy representativos de la esfera pública en nuestro país y en nuestros días. En primer lugar, encontramos lo que la jerga de la psicología cognitiva denomina como “sesgos de confirmación”, tan elocuentemente ilustrados por aquella de los “sesenta-setenta” (los iniciados recordarán esa historia que solía contar Jorge Corona al respecto): “Prefiero equivocarme con Sartre que acertar con Aron”.

En efecto, en nuestro país, muchísima gente, incluso colectivos repletos de intelectuales, prefieren equivocarse con otros intelectuales que firman notas plagadas de tautologías e incoherencias antes que acertar con quienes describen correctamente la realidad.

Sin embargo, nadie que esté en su sano juicio prefiere equivocarse, sin que importe en compañía de quién lo hace, a menos que seamos como Ciacco, a quien le gustaba puntualizar que estará en el Infierno dantesco pero al menos no está solo (Inf. VI-55-57), tal como lo hemos aprendido gracias a la lectura colectiva en Twitter #Dante2018.

Por las dudas, convendría aclarar un punto antes de seguir adelante. Quienes albergan dudas acerca de la posibilidad de describir correctamente la realidad, entonces deberían reconocer a su vez que de su suposición se sigue que también es imposible equivocarse. En efecto, en tal caso, parafraseando a Chavela Vargas, la realidad es lo que se nos da la chingada gana.

Por el contrario, si iniciamos una discusión o debatimos con alguien lo hacemos, si somos razonables y/o no estamos representando el inmortal sketch de Monty Python “La Clínica de la Discusión”, no para pasar el tiempo sino porque suponemos que la otra parte se equivoca.

En segundo lugar, la nota no deja de mencionar “al eficaz aparato propagandístico de algunos sectores que manejan los organismos de los DD.HH. y la deficiente comunicación del Estado argentino para difundir los hechos que lastimaron a todos los jujeños”, como si los sesgos de confirmación mencionados al comienzo de la nota en realidad se debieran al poder de los medios de comunicación. Quienes nos hemos reído de la omnipotencia que, v.g., Carta Abierta le ha atribuido al grupo Clarín, no podemos dejar de sonreír cuando algunos le atribuyen al “aparato propagandístico de los organismos de DD.HH” semejante eficacia.

En realidad, es altamente probable que, tal como un reza un tuit que resultó ser bastante popular, “todavía hay gente que le echa toda la culpa de nuestras creencias a los medios, cuando, en realidad, en la enorme mayoría de los casos, elegimos los medios que nos permiten confirmar nuestras propias creencias”.

Por increíble que parezca, entonces, hay gente que prefiere equivocarse con Alicia Dujovne Ortíz, o Atilio Borón, antes que acertar con Fernando Iglesias, o al revés ciertamente, cuando lo único que importa es, como mencionamos antes, acertar, lo cual no puede depender de una persona o una institución, sino de los argumentos esgrimidos a favor o en contra de la proposición en cuestión.

En tercer lugar, la nota se refiere implícitamente a lo que podríamos denominar como “institucionalismo popular”, o “constitucionalismo popular”, por así decir. En efecto, al final de la nota leemos que “una baja dosis de responsabilidad cívica y humana justifica que Alicia Dujovne Ortiz haya optado por equivocarse con Sala en lugar de acertar con el pueblo de Jujuy”. Planteos de esta clase son muy similares a los que hablan de barrios, plazas y calles que pretenden que sus expresiones tengan efectos jurídicos vinculantes para los jueces.

Sin embargo, dado que el aparato punitivo del Estado ha sido puesto en marcha en contra de Milagro Sala, hablar del pueblo en este caso en realidad es redundante ya que es del pueblo de donde proviene el derecho vigente en nuestro país debido al ejercicio del poder constituyente, o contraproducente ya que en sentido estricto el pueblo no solamente no delibera ni gobierna sino mediante sus representantes, sino que además tal como consta en la Constitución, ha decidido confiar la toma de decisiones en materia penal y procesal al propio derecho, esto es, en última instancia a los jueces. Esto solía ser una tautología pero ha dejado de serlo en la era del constitucionalismo popular o callejero.

De ahí que si no hubiera otra alternativa que insistir con algún sesgo de confirmación como para que nuestros cerebros se sintieran satisfechos, el eslogan de nuestra época—particularmente en lo que atañe al derecho penal—debería ser algo así como “en materia penal, prefiero equivocarme con los jueces antes que con los intelectuales, los pueblos, o quien fuera”. Podríamos probar a ver qué pasa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Con los jueces ya nos hemos equivocado muchas veces ( 2x1 es un botón que sirve de muestra ) sin embargo no hay que claudicar y seguir equivocandonos con los jueces

Anónimo dijo...

Y no hay que perder la esperanza de que la justicia deje de ser un reducto igual al reducto de los claustro docentes descrito en el manifiesto de la reforma universitaria de 1914

Eduardo Reviriego dijo...

No sorprende que Dujovne Ortiz haya considerado inútil reunirse con los "enemigos" de Milagro Sala, puesto que como afirma Tony Judt: "El verdadero creyente cuando se encuentra ante una prueba lógica o una demostración empírica que incurre en contradicción aparente con las exigencias de su fe, no tiene más elección razonable que negar lo que vea, lo que oiga, lo que piense". Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses 1944-1956. Taurus. Madrid. 2007. Página 180.
Esta escritora que insiste en vivir en el pasado debería leer a Judt, especialmente para recordar los efectos trágicos que ha traído la concepción de la política como un enfrentamiento entre amigos y enemigos.