jueves, 15 de agosto de 2013

No hay que confundir al Pueblo con la Multitud (o Massa)

Estuvimos hurgando en nuestros archivos porque nos parecía recordar que ya habíamos tratado la manera en que Cristina y el kirchnerismo extremo entiende a las elecciones democráticas. Y efectivamente, hemos encontrado la siguiente entrada en la cual el psicoanalista y consejero cultural de la embajada argentina en España Jorge Alemán podríamos decir que sin saberlo o de manera proléptica en todo caso (lo hizo el 10 de noviembre del 2012), explicó lo que pasó el domingo en las PASO, si tan sólo agregáramos una letra y quitáramos unas pocas otras a sus comentarios.

En efecto, Alemán sostuvo en Página 12 que "El pueblo transforma a la historia, Massa hace que vuelva lo de siempre. Nunca se sabe de entrada cuándo actúa el pueblo y cuándo actúa Massa, sólo a posteriori, en sus efectos y consecuencias podemos concluir cuál fue el sujeto en cuestión. De esta forma, cuando se ganó aquel día por el 54 por ciento, y cuando designamos con razón nuestra experiencia como popular, siempre recuerdo que se trata de una causa que no es susceptible de contabilidad alguna y que tendría mi apoyo aunque tuviera el uno por ciento de los números" (click). La distinción entre pueblo y Massa (o multitud) es un verdadero topos de la filosofía política, que consiste básicamente en que la distinción pasa porque mientras que el pueblo es un colectivo representado por el Estado, la multitud es precisamente Massa, algo informe.

Alemán, sutil y elegantemente, parece referirse a un conocido pasaje del Contrato Social (IV.2), y lo hace doblemente. En dicho pasaje Rousseau se pregunta cómo reconocer la voluntad general, la voluntad del pueblo. La respuesta es que "cada uno dando su sufragio dice su opinión sobre ello, y del cálculo de los votos se saca la declaración de la voluntad general. Cuando entonces la opinión contraria a la mía prevalece, eso no prueba otra cosa que yo me había equivocado, y que lo que yo estimaba ser la voluntad general no lo era. Si mi opinión particular hubiera prevalecido yo habría hecho otra cosa de lo que hubiera querido, y es entonces que yo no habría sido libre". De ahí que, como bien dice Alemán, y he aquí la primera referencia, sólo "a posteriori" puede uno enterarse de cuál era la opinión popular, y de ahí la referencia al no menos famoso 54 % con el que los kirchneristas solían empezar o terminar sus oraciones. Pero si Alemán tiene razón en señalar el papel de la mayoría en la determinación de la voluntad del pueblo, se contradice al sostener que la causa del pueblo es tal "que no es susceptible de contabilidad alguna" y que tendría su "apoyo aunque tuviera el uno por ciento de los números", esto es, aunque ganara Massa. Si no son los números los que mandan, entonces el 54 % es completamente circunstancial (y de hecho hasta Menem ganó un par de elecciones, la segunda sin engañar a nadie), y es sólo a priori, para seguir la terminología de Alemán, que se debe determinar dónde está la voluntad general. Ahí, la cuestión es quién tiene razón, no quién saca más votos. ¿O esto sólo se aplica a cuando pierde el kirchnerismo?

La segunda referencia de Alemán es que su contradicción tiene un muy egregio antecedente, ya que a Rousseau le pasa algo parecido. Rousseau en el mismo párrafo, inmediatamente antes de suscribir a una concepción cuantitativa o constitutiva de la voluntad general, sostiene una concepción cualitativa o declarativa de la voluntad general ya que a los ciudadanos no se les pregunta "si aprueban la proposición o si la rechazan, sino si ella es conforme o no a la voluntad general que es la suya", como si la voluntad general fuera anterior a su determinación mediante el cálculo de votos. Rousseau había adelantado que "aquello que generaliza la voluntad es menos el número de los votos, que el interés común que las une" (II.4). Quizás Alemán de este modo sólo quiso hacer un homenaje a Rousseau, y de ahí la evocación, contradicción incluida. Pero, insistimos, prolépticamente también nos explicó los resultados del domingo. Sólo Cristina representa al pueblo, con independencia del resultado de cualquier elección.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

la República (igual: cosa pública) es 'la cosa propia del pueblo',
pero pueblo no es toda reunión de hombres, conglomerados de cualquier manera, sino una congregación de hombres que aceptan las mismas leyes y tienen intereses
comunes. (Cicerón)

Andrés Rosler dijo...

Excelente punto. La distinción entre pueblo y Massa es incluso anterior a la aparición del Estado.

Eduardo Reviriego dijo...

No nos olvidemos que, como bien lo señala Rousseau "la soberanía no puede ser representada", que esta consiste esencialmente en la voluntad general, y la voluntad no se representa: o es ella misma, o es otra; no hay término medio. Ello significa -dice Ferrajoli- que la soberanía popular equivale a una garantía negativa, es decir a la prohibición para cualquiera de apropiarse de ella y usurparla: significa que la soberanía al pertenecer al pueblo entero, que como se verá en un momento no existe como sujeto dotado de una voluntad unitaria, no pertenece a ningún otro y que ninguna persona individual o grupo de personas -monarca o parlamento, presidente elegido por el pueblo o asamblea representativa- puede adueñarse de ella, como escribió Benjamín Constant, para ejercerla contra alguno de sus miembros. Por eso para que un sistema sea democrático se exige al menos que la mayoría no tenga el poder de suprimir las posibilidades que las minorías se conviertan en mayoría." Ferrajoli, Luigui. Principia iuris. Teoría del derecho y la democracia. 2. teoría de la democracia. Trotta. Madrid. 2011. páginas 13 y sgts.
Claro, luego aparece el filósofo kriollo Aníbal Fernández y...

Andrés Rosler dijo...

Muchas gracias.