lunes, 26 de marzo de 2012

Reruns



Una nota publicada en Clarín el año pasado acá, pero que puede ser útil en las clases ahora:


En los últimos tiempos se ha vuelto moneda corriente asociar de manera poco halagüeña a la ideología kirchnerista con la así llamada “lógica amigo-enemigo”. Esta crítica descansa, sin embargo, sobre al menos dos frecuentes malentendidos en el campo del pensamiento político.
Un primer malentendido consiste en creer que como fue el jurista alemán Carl Schmitt (de conocida aunque relativamente breve vinculación con el nazismo) quien popularizó el uso político de la lógica amigo-enemigo, por lo tanto la antinomia amigo-enemigo es necesariamente nazi. Sin embargo, las propias decisiones políticas del mismo Schmitt muestran lo contrario: antes de vincularse al nazismo Schmitt ya había empleado la lógica amigo-enemigo en contra del nazismo para impedir que pudiera competir electoralmente durante la República de Weimar. Además, si cualquiera que usara la distinción amigo-enemigo en política fuera por eso un nazi, a la mesa de Schmitt se sentaría la flor y nata del republicanismo clásico: Cicerón, Salustio, Tito Livio, Lucano, Tácito y Maquiavelo, entre otros.
Para el pensamiento republicano clásico, el miedo al enemigo mantenía unida a la república romana , y lo que provocó su caída fue la destrucción de su “archirrival” Cartago a manos de Roma misma. Asimismo, los republicanos clásicos y Schmitt están totalmente de acuerdo en que la antinomia amigo-enemigo debe llevar una muy clara etiqueta que advirtiera al eventual consumidor político: “sólo para uso externo”, por la obvia razón de que la importación literal de categorías bélicas a la vida política interna haría de un conciudadano un enemigo con consecuencias catastróficas.
Un segundo malentendido consiste en creer que el uso de la antinomia amigo-enemigo en política conduce necesariamente al empleo de violencia física o discursiva. Un breve repaso de la terminología política estándar mostraría que el uso de vocabulario bélico no es incompatible con una política pacífica y democrática . Somos injustos al criticar el uso político de “enemistad” y afines, ya que nos resultan indiferentes o incluso simpáticas expresiones tales como “polémicas”, “táctica y estrategia electorales”, “búnkers”, “militantes”, “batallas electorales”, “campaña”, etc. La habitual aclaración de que uno tiene “adversarios” pero no “enemigos” pasa por alto la inexistencia de grandes diferencias filológicas entre ambas palabras: sólo el uso nos permite distinguir sus significados.
En realidad, la expresión “política polémica” es redundante.
Hacer política implica tomar partido y por lo tanto “enemistarse” o estar en desacuerdo con alguien.
Una ideología política que no estuviera en contra de nada o de nadie, sería una ingenua o perversa absurdidad.
La conclusión es que la antinomia amigo-enemigo no es de origen nazi sino republicano, puede ser empleada tanto a favor como en contra de la república , y es tan bélica como el resto de la terminología política estándar. A partir de lo expuesto no se sigue en absoluto ni que el kirchnerismo sea un fiel seguidor de la lógica amigo-enemigo, ni que el kirchnerismo queda exento de crítica. Toda ideología política está hecha para criticar y ser criticada. Lo que sí se puede concluir es que, como reproche, la mera asociación de una ideología con la antinomia amigo-enemigo es en sí misma inerte.


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