Muy pocos pudieron resistir la tentación de describir los fenómenos acaecidos en Córdoba en términos de un "estado de naturaleza hobbesiano" (ENH), debido a que se suele creer que semejante escenario representa al ENH por antonomasia. Sin embargo, el ENH sólo ocasionalmente tiene en cuenta escenarios como el cordobés de hace dos días.
En primer lugar, la mera invocación del ENH conjura inevitablemente la imagen de una situación caótica de violencia indiscriminada junto con la imposibilidad de invocar superioridad moral alguna. Sin embargo, si lo que tuvo lugar en Córdoba fue un saqueo en la acepción estándar de la palabra, entonces en dicha situación quizás hubo violencia indiscriminada, pero es obvio que tuvo lugar cierta superioridad al menos normativa y por parte de quienes fueron víctimas de los saqueos. Quienes saquearon suponemos no tenían derecho a actuar y quienes fueron sus víctimas precisamente tenían derecho a no ser saqueados, derecho que es la sombra lógica del deber por parte de quienes saquearon de abstenerse de realizar semejante conducta. En otras palabras, el problema es la impunidad, típico material del que están hechas las películas de buenos y malos.
En segundo lugar, en el ENH es sabido que no existe derecho a la propiedad; tal derecho sólo surge con la aparición del Estado. Hobbes por momentos parece reconocer que existe cierta superioridad normativa en el ENH, pero que la estructura de la interacción es tal que impide reconocer quiénes son normativamente superiores (o inferiores para el caso). De ahí que por momentos la estructura de la interacción es causa y efecto del conflicto, y por lo tanto no podría exigirse otra conducta en el caso de que una parte ejerciera su libertad en perjuicio de la otra. Se trata de una situación en la cual «no podemos reconocer a los buenos entre los malos, […] también a los buenos y a los modestos les pesa perpetuamente la necesidad de desconfiar, precaverse, anticipar, subyugar y defenderse de cualquier modo» («Prefacio», Elementos Filosóficos. Del Ciudadano).
En tercer lugar, Hobbes reconoce que existe una «proclividad natural de los hombres a herirse mutuamente, que deriva de las pasiones, ... en verdad principalmente de su vana autoestima». Pero cree que dicha proclividad es acompañada por el «derecho de todos a todo, por el cual uno ataca con derecho, el otro se resiste con derecho» (EFDC, i.12). Con lo cual, el problema no es psicológico o moral, sino jurídico. El caso central del ENH debería ser entendido entonces como un conflicto de derechos, y no como una situación de impunidad o de falta de motivación a cumplir con la ley.
Hobbes cree además que la religión y la ideología tienen un lugar destacado dentro de la explicación del conflicto político: «ninguna guerra es más feroz que la que se libra entre las sectas de la misma religión y las facciones del mismo Estado, cuando la contienda es o bien sobre doctrina o bien sobre prudencia política» (EFDC, I.5). De ahí que incluso la preservación de la vida pueda quedar relegada en la lista de prioridades de los agentes políticos hobbesianos: «todo signo de odio y desprecio provoca a la pelea y a la lucha más que todo lo demás, hasta tal punto que muchos prefieren perder la vida y mucho más la paz antes que sufrir contumelia» (EFDC, iii.12). En otras palabras, no sólo los derechos sino las creencias en general pueden servir de base a la simetría normativa del estado de naturaleza (lo cual es el material del que están hechas las películas de gladiadores, o las tragedias en general).
Asimismo, no hay que olvidar que si la impunidad fuera el problema, el Estado jamás sería desafiado si se comportara como un Leviatán, y sin embargo lo que provocó la reflexión política de Hobbes fue precisamente la guerra civil, la caída del Leviatán. Tampoco podemos olvidar que si bien Hobbes creía que el ENH era lo peor que nos podía pasar, había otro estado de naturaleza en el que nos aconsejaba entrar (el internacional) para dejar atrás el estado de naturaleza originario o doméstico, por lo cual no todo ENH es por eso necesariamente indeseable, al menos para Hobbes (quienes estén interesados pueden consultar "Hobbes y la autonomía de la política" y "El Enemigo de la República", prólogo a Elementos Filosóficos. Del Ciudadano, Hydra, 2010).
Quizás Hobbes habría llegado a una conclusión similar a la que Engels alega llegó Marx cuando se enteró del uso que varios hacían de su doctrina: "Todo lo que sé, es que no soy marxista".
2 comentarios:
Pienso que se puede sacar conclusiones idénticas al comparar el ENH con la película "The Purge" ( http://www.youtube.com/watch?v=L61BNNCTJAk ): los hechos en realidad no reflejan el estado pre-social. Si entiendo bien a Thomas, los hechos configuran una situación en la que, por ausencia de autoridad efectiva, el pueblo está habilitado para someterse a un nuevo soberano. ¿Qué pensás?
Javier, muchas gracias por tu muy interesante comentario y perdón por la demora. Los ejemplos que usa Hobbes del estado de naturaleza (guerra civil, guerra internacional, América, etc.) muestran que para él no se trataba de una situación contrafáctica, sino de algo muy real por así decir. El trailer (que no conocíamos) indica que incluso dentro del Estado continúa el estado de naturaleza, lo cual Hobbes compartía (por ejemplo, al tolerar al menos la guerra internacional y al temer la posibilidad de que la guerra civil reapareciera en cualquier momento, por ejemplo, si no hubiera guerra internacional). La tesis del trailer, y de Hobbes en cierto sentido, es que la violencia es inevitable y lo único que queda es decidir cómo puede ser redirigida. Hay quienes comparten esta tesis pero a la vez creen que la violencia, inevitable, puede ser sublimada, como sucede en las celebraciones del carnaval. Leíste algo de René Girard?
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