martes, 4 de diciembre de 2012

Kirchnerismo y Forma política


 


No es infrecuente escuchar en estos tiempos y lugares que la prioridad lógica y normativa o valorativa le corresponde claramente al líder o la persona antes que a la institución. Hay otros que se oponen terminantemente a dicha prioridad, y por eso la invierten. Se trata de una discusión que lejos de ser novedosa se remonta hasta el institucionalismo eclesiástico al menos, tal como nos lo recuerda Carl Schmitt. Sin duda, el compromiso de Schmitt con el nazismo y su culto a la personalidad del líder-compromiso que si bien abarcó a varias de sus obras por lo demás alcanzó a los primeros años del régimen y de hecho luego fue investigado por dicho régimen-no es fácil de reconciliar con su admiración por la racionalidad jurídico-institucional.

Sea como fuere, casi al final de Teología Política II, de Schmitt, p. 119, leemos que: "para la imagen general de la relación entre teología y jurisprudencia es muy importante que el jurista Tertuliano, en el instante decisivo de la institucionalización [de la Iglesia], se atuvo al carisma del mártir y se opuso a la transformación total del carisma en un carisma del cargo. San Cipriano formuló en este instante de la historia el extra ecclesiam nulla salus. La obra en tres volúmenes de Arnold T. Ehrhardt titulada Politische Metaphysik von Solon bis Augustinus trata este momento en el segundo volumen (Tübingen, 1959) bajo el título La revolución cristiana. Cipriano le dio a la teoría jurídica de la Iglesia, que Tertuliano encontró, la formulación que hizo 'perfecta' a una organización jurídica (II, pp. 134-181, capítulo 'La Iglesia africana'), mientras que el jurista Tertuliano se opuso a este tipo de perfección jurídica al atenerse al carisma (no de[l] cargo) del mártir, que Cipriano negó en beneficio del carisma de[l] cargo de sacerdote" (traducción de Trotta, ligeramente modificada).

Schmitt de hecho ya había señalado en su temprano ensayo Catolicismo Romano y Forma Política, siguiendo una pista de Max Weber, que el racionalismo romano sobrevivió gracias a su "institucionalismo, el cual es esencialmente jurídico; su gran logro consiste en que hizo del sacerdocio un cargo", aunque de una manera especial. "El Papa no es un profeta, sino el representante [Stellvertreter] de Cristo. Todo salvajismo de un profetismo desenfrenado es alejado a través de esa forma [Formierung]. De este modo, que el cargo es hecho independiente del carisma, mantiene el sacerdote una dignidad, que parece abstraerse completamente de su persona concreta. A pesar de eso no es él el funcionario y comisario del pensamiento republicano y su dignidad no es impersonal como la del funcionario moderno, sino que su cargo se remonta en una cadena ininterrumpida hasta el encargo personal y la persona de Cristo" (Römischer Katholizismus und politische Form, p. 24).

Según Schmitt, la forma jurídico-política de la Iglesia proviene del hecho de contener “la más sorprendente complexio oppositorum” (RKPF, pp. 24-25), la cual designa la capacidad de contener oposiciones (11), la más importante de las cuales es la combinación de la “eterna ambigüedad” con “el más preciso dogmatismo y una voluntad hacia la decisión, tal como culmina en la doctrina de la infalibilidad papal” (14). De este modo, dentro de la Iglesia Schmitt encuentra un modelo tanto del conflicto político como de la autoridad para resolverlo, así como un modelo de la síntesis entre ambos mediante la noción de representación. Hay que reconocer que aunque se pueden decir muchas cosas de la Iglesia Católica, es innegable que sabe algo de instituciones. Ya van unos cuantos siglos, algunos dirán demasiados, que se mantiene y todo gracias a su institucionalismo.

La cuestión es que el cristianismo pudo seguir adelante sin Cristo, gracias a sus instituciones. El peronismo también lo hizo sin Perón (su Iglesia fue-y es-la Provincia de Buenos Aires). ¿Podrá el kirchnerismo, o al menos el cristinismo, lograr otro tanto con, digamos, La Cámpora?




4 comentarios:

Andrés Fortunato dijo...

Bueno, ahora que ya terminó el cuatrimestre, me siento suficientemente audaz como para comentar. Habría que ver si la comparación no deja de lado una cuestión importante: peronismo y cristinismo son movimientos políticos particulares, la forma política católica no. Allí la representación debe ir acompañada por la neutralidad. Habría que ver si el peronismo sobrevivió porque logró institucionalizarse. Yo no lo viví (con lo cual no tengo tanta información), pero la resistencia peronista operaba completamente por fuera de toda institución, y en condiciones en las cuales no estaba garantizada la legitimidad de las instituciones. Ahora, si el objetivo del cristinismo es recuperar la representación y la institucionalidad, entonces sobrevivirá. Pero no porque logre institucionalizarse qua partido político, sino en tanto y en cuanto logre que tenga sentido el partidismo. Cosa que, me parece, está logrando. Pero esa es otra historia que requiere otros argumentos.

Andrés Rosler dijo...

Muchas gracias Andrés por tu comentario. Es una pena que no hayamos aceptado el convenio que nos había ofrecido la AFIP para intercambiar datos de los alumnos que participan en el blog. Pero siempre queda la nota. Hablando en serio, es cierto que el peronismo y el kirchnerismo son movimientos políticos particulares; el punto es si van a hacer igual que el cristianismo (que también era una oferta particular por así decir), y como viene la mano no les va a quedar otra (a propósito, no nos queda claro qué entendés por "partidismo"). También es cierto que la explicación de la supervivencia del peronismo tiene que ver con el hecho de que fue perseguido. Pero el peronismo mismo se formó en el poder, a diferencia del cristianismo que claramente empezó como oposición, por así decir. Veremos si el kirchnerismo logra superar su déficit sucesorio, aunque en realidad no hace falta dominar la dialéctica hegeliana para darse cuenta de que Scioli o Massa son sucesores kirchneristas. En realidad, la continuación está asegurada.

Andrés Fortunato dijo...

Gracias por el re-comentario. La AFIP lo está viendo todo, como siempre. Sigo con la doxa: con partidismo simplemente me refería al sistema de partidos políticos que no depende de alguno de ellos en particular (así como el Estado no es lo mismo que un gobierno en particular). Me parece que esa distinción es muy útil para pensar la cuestión. Si bien el catolicismo es una oferta particular, lo que rescata Schmitt es su capacidad como complexio oppositorum. Quizás el déficit sucesorio del kirchnerismo esté ligado a un déficit de institucionalidad histórico en la Argentina reciente (que a su vez quizás sea fruto de lo que llaman "crisis del Estado"). Solucionar un problema implicaría solucionar el otro. El proceso es complejo.

Andrés Rosler dijo...

Sin duda que en Argentina sufrimos un serio déficit institucional, sobre todo a nivel político. Hay algunos partidos políticos, sin embargo, que parecen tener instituciones fuertes, como el Socialista, pero como diría Corona no calientan ni un preso.