Se suele creer que existen ciertos valores cuya importancia es tal que incluso su peor versión es preferible a la mejor versión de su contrario. Por ejemplo, se suele decir que el valor de la paz es tal que la peor de las paces es preferible a la mejor de las guerras. Otro tanto sucedía en nuestro país con la democracia, ya que, a raíz de la última dictadura militar, desde 1983 hasta hace muy poco se solía decir que la peor de las democracias era preferible no sólo obviamente a una dictadura militar, sino incluso al gobierno de la mejor persona jamás concebida, incluyendo al hijo de Dios, aunque tuviera menos auto-crítica que Nicolás Maduro (Para Maduro, errores y corrupción llevaron a la derrota electoral).
Sin embargo, el comportamiento de Cristina Kirchner y de sus muchos seguidores prueba que en nuestro país la superioridad indiscutida de la democracia ha llegado asombrosamente a su fin, o en todo caso ha sido puesta en tela de juicio. En efecto, hoy en día un número muy significativo de argentinos podrían parafrasear aquella conocida frase de Forster (no el célebre filósofo Secretario para el Pensamiento, sino el otro, probablemente menos conocido entre nosotros, E. M. Forster): “si tuviera que elegir entre la democracia y Cristina, espero tener el coraje de elegir la democracia”.
De hecho, como se ha advertido en la ceremonia de asunción de los nuevos diputados y senadores, no pocos incluso han jurado por Cristina. Ciertamente, también han jurado por Néstor Kirchner, pero el caso de este último es mucho más comprensible, teniendo en cuenta al menos el carácter sacro que pueden adquirir para algunos incluso los seres humanos una vez fallecidos.
Dado que la democracia ha sido puesta discursivamente en cuestión por primera vez al menos desde 1983 (sin contar los infructuosos alzamientos militares), es hora de recordar en qué consiste el núcleo mínimo de la democracia, lo que podríamos llamar “nuda democracia”. Parafraseando a Rousseau, cuando queremos conocer en qué consiste la voluntad general, “cada uno dando su sufragio dice su opinión sobre ello, y del cálculo de los votos se saca la declaración de la voluntad general”. Antes del cálculo de votos entonces, por definición, no podemos conocer qué desea el pueblo, la voluntad general, o, lo que es lo mismo, la democracia. Esto era precisamente a lo que apelaban los kirchneristas cuando eran criticados.
Precisamente, daba la impresión de que los ultra-kirchneristas confiaban en la democracia, y que por eso, por ejemplo, recomendaban a quienes los criticaban que armaran un partido y ganaran las elecciones, pero a juzgar por su comportamiento reciente resultó que eran democráticos básicamente porque había ganado Cristina y porque suponían que era imposible que Cristina, o quien ella designara, perdiera una elección presidencial. Es por eso que creen que, dado que Cristina no ha podido imponer su voluntad, el gobierno en ejercicio es inválido, casi imposible de distinguir de un golpe de Estado, etc.
Sin embargo, el democrático, en el fondo, es un razonamiento institucionalista, ya que resulta de la puesta en marcha de cierto procedimiento, tal como solían creer los kirchneristas en general. El shibboleth o test para detectar quiénes son democráticos y quiénes no, es muy simple. Un demócrata, en última instancia, creerá (A) que un gobierno o persona serán valiosos porque han sido elegidos democráticamente, antes que (B) la democracia es valiosa porque ha permitido elegir cierta clase de gobierno o persona en particular. Las democracias, siempre, están por encima de las personas.
Ciertamente, el razonamiento institucionalista no es exclusivo de las sociedades democráticas. En efecto, Luis XIV, para dar un solo ejemplo, fue rey debido a la institución de la monarquía, o en todo caso al derecho divino de los reyes, y a nadie se le hubiera ocurrido decir que la monarquía era valiosa porque había permitido que Luis XIV (o cualquier otro) fuera rey, sino exactamente lo contrario.
En realidad, el razonamiento institucionalista no es exclusivo de la política, ya que es constitutivo del ser humano (dicen los evolucionistas que somos los únicos animales institucionalistas), y por eso se aplica asimismo a la cultura y a los deportes en particular. No tendría mayor sentido decir, por ejemplo, que el único que puede ser salir campeón válidamente es, por definición, nuestro club. Semejante creencia demostraría una supina ignorancia acerca de lo que es un deporte y acerca de qué significa salir campeón.
Algunos podrán objetar que la democracia no es una institución a prueba de fallas. Por ejemplo, es absolutamente cierto que Hitler llegó al poder democráticamente (en el sentido mínimo de la expresión) y quizás otro tanto suceda con el Frente Nacional en Francia. Sin embargo, a diferencia de la República de Weimar y aparentemente de la francesa actual, la República Argentina cuenta con un filtro constitucional que impide que partidos antisistemas puedan competir democráticamente, precisamente porque son anti-democráticos en cierto sentido, tal como lo muestra la jurisprudencia de la Corte Suprema.
El único argumento medianamente atendible que podrían invocar los cristinistas en apoyo a su predilección por Cristina incluso por sobre la democracia, es que la democracia actual no le permitió a Cristina haber sido re-electa. En otras palabras, en una democracia perfecta Cristina habría sido o en todo podría haber sido re-electa. Incluso concediendo este escenario contra-fáctico (que ignora los peligros que representa para la democracia la re-elección indefinida, i.e. que ignora esa cosa personal que tiene la democracia contra el personalismo), uno de los problemas que tiene argumento es que si el gobierno actual no es completamente democrático porque fue elegido de acuerdo a una Constitución que no permite la re-elección, tampoco fueron completamente democráticos los tres gobiernos kirchneristas elegidos al amparo de esta misma Constitución. Sueña extraño que la misma Constitución, al igual que la democracia, sea válida cuando ganamos, pero inválida cuando perdimos. Un régimen, un gobierno, una constitución, son o no son democráticos, sin que importe quién gane.
Claro que para muchos, precisamente, el punto no es la prohibición la re-elección en sí o en general, sino la prohibición de la re-elección de Cristina, i.e. el punto es que para muchos un régimen es democrático solamente si sigue la voluntad de Cristina. En cierto sentido, ése era, precisamente, nuestro punto también.
Finalmente, alguien podría sostener que hay varias concepciones de democracia. Según la jacobina, por ejemplo, a veces hace falta un liderazgo que enseñe al pueblo a votar correctamente. Sin embargo, habríamos jurado que esta concepción no era la nuestra. Según la nuestra, la democracia kirchnerista parece ser una contradicción en sus términos.
12 comentarios:
Me gusto. Interesante el test democratico.
Ahora me pregunto y temo en parte. A futuro y ya sin personajes como Brienza, Forster o la querida Diana Conti entre otros... En fin ya sin Cristina...? El blog seguira siendo lo mismo?
Abrazo
Muchas gracias. Definitivamente no va a ser lo mismo para el blog. No va a haber tantas oportunidades, particularmente para la ironía. Ojalá me equivoque.
Seguro no faltaran. Al parecer dicen que el nuevo presidente quiso bañarse en la casa rosada pero no pudo debido a la falta de agua caliente... que tipo burgues no?
precisamente, sería la misma historia.
Andres, hay que reconocerle a Cristina que ha tenido la elegancia de no decir que estaba procripta como repetia hasta el cansancio Menem.
Y habría que agradecer que el 1 % fue a favor de la oposición, de lo contrario hoy tendríamos una crisis institucional de proporciones inimaginables, debido al tan anunciado "fraude". O dicho de otra menara, la oposición logró ganar a pesar de las incontable maniobras antidemocráticas del kirchnerismo ¿?
Muchas gracias Piojo Fafner por el comentario. No hubo proscripción, pero sí un golpe de Estado.
Muchas gracias Anónimos por el comentario. Por un lado, llama la atención que Scioli haya concedido la derrota cuando faltaba escrutar la mitad de los votos y la diferencia era mínima. Por el otro, no sé si hacía falta fraude (que no iba a ser tan fácil con millones y millones de fiscales opositores): ¿Cristina realmente quería ganar la elección presidencial?
Los demócratas le deben un merecido homenaje a Alperovich y a su delfín, que sirvieron para que los opositores (por supuesto, bien antidemocráticos ellos) ajustaran la mira y controlaren bien, por una vez, por lo menos, ese fundamental proceso que conduce a que el voto se compute y no se pierda en un mar de picardias.
Hubiese sido Macri el ganador en una votación de Condorcet? por qué no se discute el mecanismo de votación. La democracia no necesariamente es mayoría de votos, o pluralismo como se denomina a ese sistema de elección.
Rosenkrant...realpolitik
¿Solamente Rosenkrantz? ¿Y Rosatti?
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