martes, 6 de noviembre de 2012

Toujours la Politesse




Hemos dado con una cuestión que hará las delicias de nuestros atentos lectores, todos ellos (y ellas por supuesto) amantes de una buena ocasión para sacar a relucir sus dotes de exégetas (otra vez, ellas sin duda y ellos según la edad, probablemente). A continuación, en la primera columna la nota que apareció ayer atribuida a Alejandro Bercovich en el blog de Lucas Llach en La Nación, aunque caché, como el diablo cartesiano y por buenas razones (click), y en la segunda (a la derecha de su pantalla, señora, como decía Emilio Ariño) la versión original de Alejandro Bercovich (click).


Bercovich según Llach
Bercovich
  
Dólar blue: los comercios judíos se quedan con la mitad del mercado

Los comercios israelitas suman mas de 10 mil puntos de venta en todo el país. Esos comercios requieren divisas para comprar sheqels o cancelar deudas, según la información confirmada al Diario BAE por fuentes del sistema financiero.



Por Alejandro Bercovich

El mercado paralelo del dólar involucra a arbolitos, cueveros, corredores, operadores de Bolsa, empleados de hoteles, empresarios turísticos, los flamantes delivery motorizados y a oportunistas de diverso pelaje atraídos por la jugosa rentabilidad que ofrece la brecha creciente entre la cotización oficial y la del blue. Pero uno de los principales jugadores del mercado no se mueve sólo por la city porteña sino en todos los barrios de la Capital, el Gran Buenos Aires y las principales ciudades del país. Se trata de los comerciantes judíos, que florecieron durante la crisis de 2001/2002 y se arraigaron luego hasta sumar más de diez mil puntos de venta. Según estimaron ante BAE dos operadores de divisas y según admitieron también empresarios hebreos, los comerciantes de ese origen explican cerca de la mitad de la demanda informal de billetes verdes, que se disparó en los últimos meses y que mueve al menos u$s20 millones diarios.

Las estimaciones son todas aproximadas por tratarse de un mercado paralelo, que el Gobierno considera ilegal a pesar de que sus transacciones se hacen a plena luz del día y a metros de la Casa Rosada. Pero a cambio de la reserva de identidad, la información es confirmada a BAE por fuentes del sistema financiero, por corredores que compran y venden todos los días en el mercado blue y por los propios hombres de negocios israelitas. Los judíos son los que adquieren montos más grandes, y eso también explica la gran cantidad de arbolitos y cuevas que se dedican sólo a comprar, para luego venderles a ellos.


Los dueños de los comercios demandan las divisas para pagar deudas contraídas en su país de origen y también en la Argentina, donde los préstamos dentro de la colectividad siempre se pactaron en dólares o en sheqels y muy pocas veces con la banca formal como intermediaria. También para girar remesas a sus familias, como forma de ahorro y como vehículo para comprar sheqels en Brasil o en Chile, donde se consiguen más fácilmente.


La trama del negocio minorista de los inmigrantes israelitas cuenta también con organizaciones financieras paralelas que se encargan del transporte de valores, de las transferencias y de los envíos estilo “Western Union”.

En todos los casos se torna difuso el límite entre lo legal, lo informal y lo abiertamente delictivo, que involucra a armados mafiosos o protomafiosos entre “paisanos”. Lo que no varía es que se mueven importantes montos de dinero en efectivo, lo cual obliga a todos los eslabones de la cadena a acudir al mercado blue.

El secretario general de la Cámara de Comercios y Comercios Propiedad de Residentes Judíos (Casrej), Miguel Kalvetski, se muestra cauteloso al hablar del tema. Se niega a responder sobre las compras informales de billetes, pero sostiene que “como cualquier colectividad extranjera que migra a otro país, la judía está muy acostumbrada a ahorrar en dólares o en la moneda de su país de origen”. Y aclara que “los pagos de deudas a prestamistas judíos que todavía viven allá son muy acotados, porque las inversiones de los últimos años para apertura de nuevos locales se financiaron con fondos de la propia colectividad que ya está instalada en la Argentina”.

Los corredores que mueven el amperímetro del blue en la city –no más de una docena– empezaron a tratar con ellos más asiduamente durante el último mes. “Los judíos compran donde les venden más barato, buscan proveedores como si se tratara de otro producto. Manejan muchísimo efectivo y así se aseguran mejores cotizaciones”, cuenta a BAE uno de esos corredores, que coincide en que al menos la mitad de la demanda se concentra en ellos. Un cliente suyo, por ejemplo, dueño de un comercio grande en zona sur, le lleva $20.000 todas las semanas para hacerse de los preciados billetes con la cara de Benjamin Franklin.

Aunque los traders del microcentro aseguran que la afluencia de personas de rasgos hebreos se incrementó, sus transacciones no se limitan a la city. Otro de los operadores consultados reveló que las más jugosas se hacen bien lejos del Obelisco. Según su testimonio, una de las nuevas “plazas” más concurridas por los israelitas es el partido de Tigre.

Triangulación a Brasil y a Chile

La motivación de los comerciantes judíos para comprar dólares no es siempre atesorarlos, sino frecuentemente utilizarlos como vehículo para ahorrar en sheqels, la moneda israelí, que en Buenos Aires no es sencilla de conseguir en billetes físicos en grandes cantidades. “Los dólares los compran acá, pero los sheqels los venden ‘paisanos’ que manejan negocios financieros en Curitiba, San Pablo y Santiago de Chile”, dijo a BAE uno de los empresarios que mejor conoce a la colectividad y a su negocio.


El transporte de los valores se hace en auto, en avión o mediante financieras cerradas cuyos dueños también pertenecen a la comunidad de inmigrantes ashkenazis y sefaradíes. “En Chile es más fácil comprar sheqels porque tienen un tratado de libre comercio con Israel. Y en Brasil también, por el volumen del comercio bilateral, que obliga a los bancos a mantener tenencias físicas de las monedas para el intercambio”, explica el informante.

  
Dólar blue: los súper chinos se quedan con la mitad del mercado

Los autoservicios orientales suman mas de 10 mil puntos de venta en todo el país. Esos comercios requieren divisas para comprar yuanes o cancelar deudas, según la información confirmada al Diario BAE por fuentes del sistema financiero.



Por Alejandro Bercovich

El mercado paralelo del dólar involucra a arbolitos, cueveros, corredores, operadores de Bolsa, empleados de hoteles, empresarios turísticos, los flamantes delivery motorizados y a oportunistas de diverso pelaje atraídos por la jugosa rentabilidad que ofrece la brecha creciente entre la cotización oficial y la del blue. Pero uno de los principales jugadores del mercado no se mueve sólo por la city porteña sino en todos los barrios de la Capital, el Gran Buenos Aires y las principales ciudades del país. Se trata de los supermercadistas chinos, que florecieron durante la crisis de 2001/2002 y se arraigaron luego hasta sumar más de diez mil puntos de venta. Según estimaron ante BAE dos operadores de divisas y según admitieron también empresarios asiáticos, los comerciantes de ese origen explican cerca de la mitad de la demanda informal de billetes verdes, que se disparó en los últimos meses y que mueve al menos u$s20 millones diarios.


Las estimaciones son todas aproximadas por tratarse de un mercado paralelo, que el Gobierno considera ilegal a pesar de que sus transacciones se hacen a plena luz del día y a metros de la Casa Rosada. Pero a cambio de la reserva de identidad, la información es confirmada a BAE por fuentes del sistema financiero, por corredores que compran y venden todos los días en el mercado blue y por los propios hombres de negocios orientales. Los chinos son los que adquieren montos más grandes, y eso también explica la gran cantidad de arbolitos y cuevas que se dedican sólo a comprar, para luego venderles a ellos.


Los dueños de los autoservicios demandan las divisas para pagar deudas contraídas en su país de origen y también en la Argentina, donde los préstamos dentro de la colectividad siempre se pactaron en dólares o en yuanes (renmimbí) y muy pocas veces con la banca formal como intermediaria. También para girar remesas a sus familias, como forma de ahorro y como vehículo para comprar yuanes en Brasil o en Chile, donde se consiguen más fácilmente.

La trama del negocio minorista de los inmigrantes orientales cuenta también con organizaciones financieras paralelas que se encargan del transporte de valores, de las transferencias y de los envíos estilo “Western Union”.

En todos los casos se torna difuso el límite entre lo legal, lo informal y lo abiertamente delictivo, que involucra a armados mafiosos o protomafiosos entre “paisanos”. Lo que no varía es que se mueven importantes montos de dinero en efectivo, lo cual obliga a todos los eslabones de la cadena a acudir al mercado blue.

El secretario general de la Cámara de Autoservicios y Supermercados Propiedad de Residentes Chinos (Casrech), Miguel Calvete, se muestra cauteloso al hablar del tema. Se niega a responder sobre las compras informales de billetes, pero sostiene que “como cualquier colectividad extranjera que migra a otro país, la china está muy acostumbrada a ahorrar en dólares o en la moneda de su país de origen”. Y aclara que “los pagos de deudas a prestamistas chinos que todavía viven allá son muy acotados, porque las inversiones de los últimos años para apertura de nuevos locales se financiaron con fondos de la propia colectividad que ya está instalada en la Argentina”.


Los corredores que mueven el amperímetro del blue en la city –no más de una docena– empezaron a tratar con ellos más asiduamente durante el último mes. “Los chinos compran donde les venden más barato, buscan proveedores como si se tratara de otro producto. Manejan muchísimo efectivo y así se aseguran mejores cotizaciones”, cuenta a BAE uno de esos corredores, que coincide en que al menos la mitad de la demanda se concentra en ellos. Un cliente suyo, por ejemplo, dueño de un autoservicio grande en zona sur, le lleva $20.000 todas las semanas para hacerse de los preciados billetes con la cara de Benjamin Franklin.


Aunque los traders del microcentro aseguran que la afluencia de personas de rasgos asiáticos se incrementó, sus transacciones no se limitan a la city. Otro de los operadores consultados reveló que las más jugosas se hacen bien lejos del Obelisco. Según su testimonio, una de las nuevas “plazas” más concurridas por los orientales es el partido de Tigre.

Triangulación a Brasil y a Chile

La motivación de los comerciantes asiáticos para comprar dólares no es siempre atesorarlos, sino frecuentemente utilizarlos como vehículo para ahorrar en renmimbí, la moneda china conocida en Occidente como yuan, que en Buenos Aires no es sencilla de conseguir en billetes físicos en grandes cantidades. “Los dólares los compran acá, pero los yuanes los venden ‘paisanos’ que manejan negocios financieros en Curitiba, San Pablo y Santiago de Chile”, dijo a BAE uno de los empresarios que mejor conoce a la colectividad y a su negocio supermercadista.

El transporte de los valores se hace en auto, en avión o mediante financieras cerradas cuyos dueños también pertenecen a la comunidad de inmigrantes de China y Taiwán. “En Chile es más fácil comprar renmimbí porque tienen un tratado de libre comercio con China. Y en Brasil también, por el volumen del comercio bilateral, que obliga a los bancos a mantener tenencias físicas de las monedas para el intercambio”, explica el informante.



Ahora, a ponerse el traje de super-jueces hercúleos dworkinianos (o si alguien prefiere, de Susan Sontag) y a interpretar. Nuestra primera reacción, antes de conocer el original "asiático" (aunque puede prestarse a confusión, ya que si los judíos son hebreos e israelitas no hay por qué negar que son asiáticos a la vez, hasta donde sabemos), fue que la nota sobre los judíos no era discriminatoria ya que se proponía, suponíamos, describir un hecho. Por ejemplo, en líneas generales la gente, para dar un ejemplo, suele comprar donde sale más barato, y no donde sale más caro. Y, nos guste o no nos guste, el dólar no oficial sigue siendo objeto de transacciones de compraventa. Nos llamó la atención así y todo la referencia a que justo en el 2001 hubiera tenido lugar una gran inmigración de judíos, hebreos, o israelitas. Habíamos oído de muchos judíos argentinos que se fueron a Israel en ese momento, pero nunca que había tenido lugar un proceso migratorio inverso. De hecho, sería muy elogiable que inmigrantes eligieran venir a Argentina justo en el 2001, y da la impresión de que fue el caso de los valientes asiáticos (valientes para empezar a hablar, o de valiente para arriba). 

En segundo lugar, nos llamó la atención la terminología empleada. En efecto, Llach trata a "judíos", "hebreos", "israelitas", como equivalentes, algo que solían hacer, por ejemplo, los que leían los Protocolos de los Sabios de Sión (y en algunas librerías de la calle Corrientes hace años había una sección llamada "Temas Israelitas" que contenía libros de ese tenor). Tenemos la intuición de que muchos judíos argentinos se sentirían más que cómodos con la designación de "paisanos" aunque no con, v.g., la de "israelíes". De hecho, la confusión de "judío" con "hebreo" o "israelí" o "israelita" es lo que daba lugar a dilemas clásicos del tipo: "si juegan Argentina contra Israel, ¿quién querrías que gane?", por no ir al viejo y querido: "en caso de que Argentina entrara en guerra contra Israel, ¿quién querrías que ganara? o ¿por quién pelearías?".

Con alivio, nos enteramos de que la intención de Llach al cambiar "judíos", "hebreos", "israelitas", etc., por "chinos" fue destacar lo que Llach entiende fue una nota discriminatoria por parte de Bercovich hacia la comunidad china (lo cual nos hace acordar a una escena de una película en la cual alguien trata de ser políticamente correcto sin lograrlo: click). El sentido del humor de Llach es ciertamente mayor al que suele tener el equipo de La Causa de Catón, lo cual ciertamente no es sólo todo un decir sino además digno de elogio (por otro lado, suelen hacernos reír incluso sino sobre todo los antisemitas, y como muestra de nuestro sentido del humor, basta un botón: click). Y la prueba de su propósito cómico es que al final de la entrada Llach puso el link que lleva a la nota de Crónica. Lamentablemente, sin embargo, el sinsentido del comienzo sobre la inmigración en el 2001 así como la terminología extraña arruinó en gran parte la broma de Llach inspirada en el noble propósito de denunciar la discriminación. 

Quizás, apelando a cierta finesse, Llach mediante el empleo de la terminología discriminatoria filo-antisemita (aunque tuvo el buen tino de omitir "sionista") quiso enfatizar la discriminación de Bercovich. No hay dudas de que la sutileza y politesse de Llach es indudable, a tal punto que uno tiene que tomarse un largo rato para entenderla, y quizás dé para un seminario sino un libro o una nueva disciplina entera. Pero entonces, a menos que Llach se haya propuesto provocar semejante desacuerdo exegético, su propósito queda desdibujado y su entrada pierde sentido. De hecho, La Nación y/o él mismo decidieron sacar la entrada del blog. Aunque, tal como sucedía con el caso de los baños palermitanos, la broma de Llach prueba el punto dworkiniano sobre la naturaleza esencialmente interpretativa de la cultura (click).

Finalmente, como acotó un amigo, para ser antisemita primero hay que captar el concepto. Llach quizás usó terminología inapropiada sin saberlo. Seremos intencionalistas, pero somos conscientes de que el significado de una acción no puede ser reducido a la intención del autor, y por eso si bien los autores no son totalmente responsables del significado de sus acciones por otro lado deben tener en cuenta cómo pueden ser recibidas.        

4 comentarios:

lucas dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
lucas dijo...

(corrijo tipeos de versión anterior).

Gracias por describir el hecho con ecuanimidad. En efecto, el sentido del texto era observar que la asociación de un grupo cultural/religioso/nacional/étnico/de género etc a una conducta ilegal o negativa es un rasgo típico de un acto discriminatorio, por lo general basado en evidencia tenue o nula, y que hay ciertas comunidades para las que no tenemos las alarmas del todo encendidas.

Permítanseme algunas acotaciones:

(1) Aunque no tienen por qué saberlo, di de baja la nota porque quizás (no conozco los pormenores del Derecho) Bercovich tenía razón en llevarme a la Justicia alegando que el lector desprevenido podía estar asociándolo culpa mía a un texto antisemita que no era de su autoría, cuando su texto original era meramente sinófobo. En este punto, fue un error de mi parte no atribuir el texto a, por ejemplo, Ale Zhang Beng Chin. Pido disculpas nuevamente a Bercovich por confundir al público sobre el objeto de su discriminación.

(2) Me parece injusto atribuirme "un poquito" de antisemitismo por el hecho de que el search & replace diera lugar a la asociación de "judíos" con una "nación", incluso con una "nación extranjera", al utilizar en ocasiones "israelitas". Desde luego que el resultado del search & replace era horrible. Cuando me llegó la parodia (porque no fui yo el Pierre Menard de marras sino otra persona, incidentalmente de familia judía, pero eso es irrelevante, como también es irrelevante que no haya sido yo el autor original, pues fui yo quien la publicó) pensé que era un texto escrito en la Alemania de los años 30 adaptado a la Argentina. Que esas asociaciones de "judaísmo" a "nación extranjera" acentuaran la violencia del texto sólo empeoraba el sentido de mi post en tanto la comparación con el texto xenófobo de Bercovich dejaba de ser perfecta; pero discuto que al resultar la parodia más agresiva contra su objeto de discriminación que el original al suyo añadiera anti-semitismo, cuando era evidente que el sentido era precisamente mostrar lo horrible que resultaba. Por otro lado, era lo posible manteniendo la disciplina de un search & replace y sin entrar en variaciones del texto que quitaran toda la gracia al ejercicio.

(3) En un programa de propaganda gubernamental parecieron sostener la posición de que el hecho de que el grupo agredido por el texto versión parodia no perteneciera a una nación extranjera era lo que lo convertía en discriminatorio. Me reservo el comentario. ¿Hay que ir a fijarse cuantos “chinos” tienen DNI para determinar el grado de maldad de Bercovich? ¿Sería menos discriminatorio el texto en su versión "parodia" si datara de 1928, cuando seguramente una mayoría de los judíos en la Argentina eran nacidos en otros países, y se aludiera a la compra de rublos o zlotys (suponiendo que zlotys fuera ya entonces la moneda polaca)?

(4) Lamenté también que incluso lectores abiertos a este tipo de ejercicios dedujeran que mi intención era una típica del antisemitismo, a saber: mostrar que las alarmas contra el antisemitismo son “exageradas”, más sensibles de lo que debieran ser, y más que con cualquier otro grupo habitualmente discriminado. No: mi intención era mostrar que solemos tardar en prender las alarmas de la discriminación contra comunidades más "nuevas", como es la de origen chino en nuestro país. Para los colectivos más antiguos, y más agredidos en el pasado, naturalmente, y felizmente, tenemos las alarmas más sensibles -- por poner otro ejemplo: los negros en los Estados Unidos de América (sí, los llamo así después de descartar diversas alternativas bastante peores). ¿Por qué elegí a los judíos? El motivo principal es que el texto me llegó así. En parte, razono ex post, otro motivo puede ser que sí tenemos correctamente seteadas las alarmas contra el antisemitismo. Pero los invito a hacer el ejercicio de search & replace con "bolivianos" y queda igualmente horrible, con las salvedades explicadas en el punto (2).

Saludos.

Andrés Rosler dijo...

Muchas gracias por el comentario, el cual es una muy buena oportunidad para volver sobre el asunto. Al haber concedido que la intención era mostrar que el texto de Bercovich era sinófobo, y al suscribir al intencionalismo, se sigue de nuestra premisa que la nota en cuestión no pudo ser antisemita en sentido estricto. El antisemitismo resultante, en todo caso, fue instrumental, para enfatizar que Bercovich había sido discriminatorio (y por eso, bien podría sostener Rollo, el antisemitismo instrumental es o bien un sinsentido o es un antisemitismo inerte, "flotante" como se suele decir en estos días). Los problemas que subsisten, sin embargo, son (1) por más que seamos intencionalistas, una obra puede (y en realidad debe) cobrar significados no deliberados, aunque no por eso disparatados. Y fue esto último lo que el autor no parece haber previsto o no tomó seriamente en cuenta. Debe haber sido intelectualmente desafiante y tentador mostrar que la nota era discriminatoria mediante la parodia hiperbólica de la nota, máxime cuando el autor de la nota original es miembro de una comunidad que ha sido víctima de un Holocausto. Pero dicha tentación debería haber sido ejecutada de tal forma que a un lector promedio le quedara razonablemente clara la intención. Quizás en un blog destinado a un público más acotado habría sido más fácil, un blog, v.g., destinado a un público que espera, v.g., el uso sistemático de la ironía. Pero un blog que es parte de la edición de un diario del alcance de La Nación es otra cosa. Además, como bien sostiene Rollo, no fue completamente analógica la transformación. Si la parodia de la nota hubiese mantenido la uniformidad adjetiva (hasta donde recordamos, Bercovich sólo habla de "chinos"), quizás habría quedado más clara la intención. Pero como redobló o triplicó la apuesta discriminatoria (entendemos siempre de manera instrumental) distinguiendo entre judíos e israelíes, por ejemplo, terminó siendo contraproducente. (2) Aquí habría que confiar en nuestra palabra, no habríamos considerado antisemita una nota que narrara el hecho de que la mitad del mercado del dólar no oficial estuviera acaparado por cierta comunidad. Es más, comprar dólares no oficiales es una conducta ilegal pero del tipo mala quia prohibita, es decir ilegal pero sólo porque está prohibida, y no porque sea moralmente mala en sí misma, con lo cual atribuirle a alguien que realiza una acción de este tipo está lejos de ser discriminatorio. Es más, se trata de una conducta que estuvo permitida hasta hace poco, y en la que había incurrido incluso, tratándose de sumas suculentas sobre todo para un individuo, nuestro anterior Presidente de la República, que para muchos es un ejemplo de conducta intachable. De hecho la compra y venta de dólares en el mercado no oficial sucede diariamente delante del mismo Banco Central, entre otros lugares, y el gobierno sabe precisamente que dicha conducta tiene lugar pero no la persigue. Pero incluso suponiendo que se tratara de una conducta moralmente inaceptable, ¿toda narración de semejante conducta sería discriminatoria a pesar de que contara una historia verdadera? De ser éste el caso, la comunidad judía en Alemania, por ejemplo, podría cometer cualquier clase de acto ilegal y acusar a cualquiera que lo denunciara de antisemita (lo cual en sí mismo provee material suficiente para un verdadero chiste judío). En otras palabras, la nota de Bercovich sólo es egregiamente discriminatoria si contiene información falsa. Quizás la parodia de Llach apuntó a señalar precisamente eso. Pero no dio ningún argumento al respecto salvo la reducción al absurdo o la hipérbole, amén de un link casi insinuado al final de la nota. Otra vez, quizás ése era en parte el sentido de la parodia, pero inapropiado para un medio del alcance de La Nación. En el fondo, se trata otra vez de imprevisión en lo que era una muy probable recepción del significado de la nota en cuestión. Quizás, un exceso de confianza en la propia capacidad en la persecución de una intención justa.

Andrés Rosler dijo...

Mutatis mutandis, http://lacausadecaton.blogspot.com.ar/2012/09/intencionalismo-y-significado.html