martes, 8 de septiembre de 2015

Si llega a ser Tucumana


El kirchnerismo en líneas generales se ha mostrado renuente a considerar como fraude los episodios ocurridos en la última elección en Tucumán, particularmente la quema pública de urnas, quizás inspirado en la filosofía del derecho hegeliana.

En efecto, para que tenga lugar un fraude es imprescindible percibir un ardid o engaño mediante el cual, como dice Hegel, “se le hace creer al perjudicado que la acción es justa” (Lineamientos de Filosofía del Derecho, § 87, agr.). Es por eso que Hegel cree que el fraude solamente viola el aspecto subjetivo del derecho, en la medida en que la víctima, merced al engaño, cree que sus derechos no están siendo conculcados. El aspecto objetivo del derecho, mientras tanto, permanece incólume.

Distinto es el caso de la violencia, que para Hegel representa la conducta delictiva por antonomasia. En el caso de una acción violenta no solamente se lesiona el aspecto subjetivo, sino también el objetivo del derecho, ya que la violencia infligida impide que la víctima crea, aunque falsamente, que sus derechos están siendo respetados (Lineamientos…, § 90, agr). Cuando alguien lleva a cabo una hoguera de urnas (o de herejes para el caso) públicamente, mal podemos considerar fraudulenta a semejante conducta. No hay engaño alguno. Es cierto que, lamentablemente, se ha popularizado, por parte de quien realiza acciones violentas, el uso de frases tales como “esto me va a doler más a mí que a vos”. Pero se trata de expresiones confusas y por lo tanto inútiles.

Ahora bien, habiendo distinguido conceptualmente entre el engaño y la violencia, resta, como siempre, el análisis normativo. En efecto, salvo el caso de quienes creen, no menos confusamente, que v.g., “violencia es mentir”, la distinción conceptual entre el engaño y la violencia deja abierta la cuestión de si el uno es mejor o peor que la otra.

Aquí es donde el kirchnerismo se aparta de Hegel, ya que este último, quizás debido a cierto prejuicio burgués, cree que el acto violento era peor que el engaño. Dante Alighieri, por el contrario, sostiene una posición más afín al kirchnerismo, ya que considera que el engaño es peor que la violencia, lo cual explica por qué en su célebre Infierno los traidores reciben un castigo mucho peor que el de los meros violentos.

En rigor de verdad, algún nietzscheano también podría preferir un agōn o combate extenuante aunque equitativo entre fuerzas iguales, antes que ser engañado sin violencia alguna. Después de todo, algunos creen que al menos el violento tiene coraje porque va de frente, mientras que el que engaña es un cobarde que actúa a nuestras espaldas (nos abstenemos de hacer referencia a la importancia de la lealtad en el discurso peronista, por obvias razones). No olvidemos además que a veces las heridas del alma causan más daño que las físicas (es difícil resistir la tentación de remitir al lector a la escena de “Perfume de Mujer” en la que el personaje de Al Pacino dice precisamente eso).

Que nuestros prejuicios burgueses entonces no nos impidan apreciar la concepción agonal que el kirchnerismo tiene de la democracia. El que esté insatisfecho con nuestro sistema electoral, como hemos leído por ahí, que arme un partido, queme las urnas que haga falta, y que gane las elecciones.

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