domingo, 13 de septiembre de 2015

Milton, Satanás y el hiperkantismo

A esta altura, las siguientes palabras de Jorge Capitanich, cuyo revelador segundo nombre es Milton, terminaron siendo proféticas:



En efecto, no puede llamar la atención la calumnia cometida por Perfil contra ese gran pensador que es Mempo Giardinelli. Esta publicación satánica alega que dado que en 2007 Giardinelli había resaltado la miseria que había en el Chaco y la había comparado de hecho con campos de concentración, y que hoy cree que toda indicación de miseria alguna en el Chaco se debe a "los buitres de la comunicación", entonces Giardinelli habría incurrido en alguna contradicción o peor aún una falta moral, vaya uno a saber de qué tipo (click). 

A esta altura, nuestros lectores ya están prevenidos acerca de las argucias que emplean los medios de comunicación para debilitar a quienes apoyan la causa del pueblo, en este caso en particular, Capitanich y Giardinelli. Sin embargo, nos atrevemos de todos modos a explicar por qué no existe defecto alguno, ni intelectual ni moral, en la posición de Giardinelli.

En efecto, para atribuirle semejante defecto, habría que probar que Giardinelli hace referencia a dos hechos iguales aunque de modo diferente. Sin embargo, Giardinelli mismo se encarga de mostrar que el cambio de su posición acerca de la situación en el Chaco se debe simplemente a que la situación en el Chaco se ha modificado sustancialmente. Por si alguien todavía albergara dudas, solamente debería ingresar al sitio del INDEC y hacer click en "Chaco". Mientras tanto, no olvidemos que hoy en día nuestro país cuenta solamente con un 5 % de pobreza, 32,50 % de clase media, y el 62,50 suponemos es de clase alta (país generoso).

Asimismo es digno de ser destacado que Giardinelli no solamente se apoya en el cambio de los hechos sino además en lo que parece ser la adopción de una teoría moral diferente. En efecto, en una nota en Página 12 Giardinelli sostiene reveladoramente que "'Hay que ser muy canallas para fingir sentimientos que no se tienen, y que jamás han tenido estos carroñeros de la política que vienen a 'descubrir' lo que aquí cualquiera sabe: que decenas, centenares de niños qom, wichís y mocoiq murieron aquí, en iguales condiciones extremas, en los últimos 10, 20, 50 y 100 años" (click). Como se puede apreciar, mientas que en el pasado a Giardinelli le importaba la existencia misma de hambre, miseria, etc., ahora solamente considera moral una acción si es motivada por razones puramente morales. En efecto, los medios son satánicos o canallas no porque denuncian la miseria (Giardinelli mismo solía hacerlo) sino que la denuncia se debe a intereses políticos. Por lo cual, según Giardinelli, suponemos, solamente un kirchnerista puede denunciar la miseria del Chaco. Los demás debe callarse la boca.

La posición reciente de Giardinelli puede ser designada como "hiperkantismo". Todo acto moral que no se deba a un motivo moral es eo ipso inmoral. Para esta posición el hiperkantismo, v.g., no deberíamos salvar a un niño que se está ahogando si la única razón por la que lo haríamos es que hay cámaras de televisión cerca y queríamos salir en televisión. Quizás al niño que se ahoga no le importaría en absoluto y se conformaría con un mero consecuencialismo, pero al hiperkantiano sí: la acción debe ser realizada según la intención correcta, y si no, mejor no realizarla. EE.UU., v.g., entró en la segunda guerra no para impedir el Holocausto sino para proteger sus reservas de petróleo, todo lo cual nos hace dudar de la moralidad de su decisión. Nos preguntamos así y todo  si quienes estaban en un campo de concentración no se hubiesen conformado con un consecuencialismo menos pretencioso. Sea como fuere, no es casualidad que este mismo hiperkantismo es el que suscribe la prestigiosa Carta Abierta para denunciar a su vez a las denuncias por corrupción (justo lo que faltaba, apartado nro. 3: "La tesis de la motivación contraproducente").

Finalmente, el mismísimo gobernador Capitanich atribuye la muerte de niños qom a razones culturales (todo es cultura), i.e. a que son los padres quienes dejan morir a sus hijos. Mientras que en el resto del país mucha gente se queja por la limitación a la muy burguesa libertad de comprar divisas extranjeras, muy pocos reparan en que Capitanich reconoce el valor de la libertad multicultural a tal punto que defiende la libertad de ciertas familias de no atender a sus hijos menores de edad. Da la impresión de que así como un Testigo de Jehová no permite la transfusión de sangre ni siquiera a un menor de edad, parece que según Capitanich hay culturas en el Chaco que no atienden a sus hijos, y el Estado debe respetar dichas culturas. A veces, sin embargo, parece que Capitanich va demasiado lejos con su liberalismo.          


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