«La causa victoriosa complació a los dioses, mas la vencida a Catón» (Lucano, Farsalia, I.128-9).
sábado, 23 de abril de 2016
A Tracción Fatal
Hay un viejo refrán chino que reza "ojalá que vivas tiempos interesantes". Y vaya si nuestra época es interesante. En efecto, nunca antes como en nuestro tiempo han proliferado tanto las teorías acerca de la corrupción. No hace mucho discutíamos la oscilación entre la posición de Mempo Giardinelli, para quien si Cristina cometió un delito debe ser castigada, y la de Luis Bruschtein para quien es imposible que Cristina haya cometido un delito ya que la acusa el contexto, pasando por la de Julia Mengolini, para quien, en el fondo, es directamente irrelevante si Cristina cometió un delito o no: lo que importa es su legado, si se nos permite la expresión (click). La posición de Verbitsky no es tan fácil de catalogar y por eso no abundamos al respecto (click).
Por suerte, Horacio González ha decidido sumarse al ruedo con una muy interesante contribución de índole fundamentalmente conceptual en ocasión de una "fenomenología del bolso" (http://www.lateclaene.com/#!horacio-gonzlez/ctn2). En verdad, en esta época en la cual, como dice Discépolo, los conceptos están hechos "un merengue, en el mismo lodo, todos manoseados", el aporte de González es, para variar, una bocanada de aire fresco y sobre todo clarificador.
Conocido por su rigurosidad conceptual, González sostiene que, a pesar de lo que se suele creer, "el concepto de corrupción no es del mismo rango que el concepto de plusvalía y otros tantos de la teoría política". Mientras que el primero es "un tipo de concepto-mácula", el segundo pertenece al género de los "conceptos-proposicionales". La distinción viene a cuento no solo porque González no soporta las imprecisiones conceptuales sino porque "la conversación política más productiva trata de basarse en conceptos proposicionales". Bienvenida sea esta distinción, como todas aquellas que nos ayudan a separar la paja del trigo.
Sin embargo, González agrega inmediatamente que los "conceptos-proposicionales" como la plusvalía, i.e. aquellos conceptos de los que sí vale la pena hablar, están "siempre" acompañados por nociones tales como "conspiración", la cual pertenece a su vez al género de "conceptos mácula" del cual habíamos deseado alejarnos porque no valía la pena tratarlos en primer lugar (no deja de ser irónico que González se pronuncie contra el pensamiento conspirativo, pero no vamos a abundar en este punto).
Lo que salta la vista, así y todo, es la cornucopia lingüística de la que hace gala González siempre en aras de la precisión conceptual. En efecto, González podría haber dicho simplemente que los "conceptos proposicionales" (v.g. "plusvalía") son "determinados" y no que "los conceptos proposicionales tienen otra idea de la presentación de lo real y del tipo de acuerdo lingüístico que se reclama para invocarlos, pues siempre se refieren a hechos que usualmente se conceptualizan con la facultad de definir de una manera asertiva, no invariable, una situación. Pero siempre aproximativa, según las inflexiones personales o de época, que no le hacen perder el componente mínimo de rigor".
Asimismo, González podría haber dicho de modo no menos lacónico que los "conceptos mácula" (v.g. "corrupción") son "indeterminados" y no que "el supuesto y oscuro 'encanto' de conceptos como corrupción, (concepto-mácula, como dijimos), es el hechizo de su ausencia total de rigor, contrapuesto a la sobreabundancia de sus significados indeterminados. Su carácter de mancha viscosa en el lenguaje lo exime de consecuencias en cualquier reflexión que se exija algunos pasos demostrativos y ciertas bases de prudencia, alguna lógica probatoria".
Sin embargo, González alcanza el cenit de la claridad conceptual al sostener que la corrupción es "un significante vacío –por emplear estos términos- que traccionan –por emplear también este término- un conjunto subordinado de entidades semánticas que componen una escena de control social". Nos tomamos el atrevimiento de parafrasear a González para emplear estos términos y aventurar la hipótesis según la cual la plusvalía—para emplear este término—es un significante lleno—para emplear este término—que no tracciona, o en todo caso si tracciona, lo que arrastra es un conjunto autárquico de entidades semánticas que componen una escena de liberación social. Queda por dilucidar (a) si se trata de un concepto 4 x 4 o si solamente tiene tracción trasera y, de paso, (b) (dado que González habla de "engorde de la idea") si es cierto el refrán según el cual significante limpio nunca engorda.
En pocas palabras, se podría decir que González practica un keynesianismo lingüístico, empleando entre cuarenta y sesenta palabras (diáfanas todas ellas) promedio para desempeñar una tarea que podría haber sido realizada por una sola palabra. La razón parece ser que en el capitalismo las palabras, al igual que los seres humanos, si pierden el empleo corren el riesgo de perecer. El razonamiento es absolutamente correcto.
Como decía el General, hasta aquí somos todos peronistas. Quedan solamente dos grandes dudas. La primera es por qué González está tan seguro de que mientras que la corrupción es un concepto que por razones de espacio vamos a llamar indeterminado, la plusvalía es un concepto que (otra vez por razones de espacio) vamos a llamar determinado, al menos en comparación. En efecto, dado que tanto la corrupción cuanto la plusvalía son conceptos valorativos, ambos pueden estar afectados por polémicas acerca de su caracterización. En efecto, González no podría decir que la plusvalía es descriptiva, a diferencia de la corrupción, ya que la plusvalía invoca una crítica de la realidad social. Por lo demás, tampoco podemos estar seguros de que las descripciones por definición son más determinadas que nuestras indicaciones normativas.
La otra duda gira alrededor de por qué la corrupción, a diferencia de la plusvalía, pertenece a los "conceptos que se usan a partir de una teología política encubierta y tienen resultados aparentemente ligados a hechos específicos, pero envueltos siempre en una lógica inquisitorial moralizante. Involucran el problema moral en política". Después de todo, no pocos han advertido una teología política subyacente incluso al discurso marxista.
Nuestras dudas se acrecientan cuando González afirma que Maquiavelo "no apela a los actos corruptos como espacio indefinido de la acción política, pues no los contempla como categoría de análisis. Simplemente, habla de asesinatos y engaños como si se tratara de una 'arena política' donde simplemente se movieran fichas de cartón". Por alguna razón, González se expresa como si solo hubiera leído la obra compuesta por Maquiavelo en su calidad profesional de asesor o justificador de gobernantes, ya que omite el gran tratado político de Maquiavelo, sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio, en donde da a conocer su defensa del republicanismo y por lo tanto le dedica una cantidad significativa de espacio a la corrupción como "categoría de análisis". En realidad, para Maquiavelo la virtud es la base de la república y la corrupción lo que explica el colapso de esta última (de paso, incurrimos en una descarada publicidad no convencional al remitirnos al cap. 2 de Razones públicas. Seis conceptos básicos sobre la república de Katz Editores: Harry Potter).
Quizás el punto de González sea que, para citar al inimitable Ricardo Forster, la plusvalía descansa sobre una "una impresionante maquinaria comunicacional, una fábrica de sueños, de imágenes y de ficciones trabaja sin descanso para determinar nuestros hábitos y nuestras 'necesidades' que, siendo una invención del mercado, acaban por convertirse en imprescindibles para nuestras vidas aunque antes nos arreglábamos muy bien sin esos objetos artificiales" (click). Semejante consideración vendría muy al caso si a algún presidente se le ocurriera inaugurar fábricas de lavarropas o embotelladoras de bebidas refrigerantes comercializadas a escala planetaria. Quedamos debidamente advertidos.
miércoles, 20 de abril de 2016
Un Llamado a la Solidaridad
Las autoridades de la Feria del Libro se han visto obligadas a ponerse en contacto con la redacción del blog debido a la irresponsabilidad supina de quien no tuvo mejor idea que difundir el rumor según el cual mañana en la apertura misma de dicha Feria iba a estar disponible un libro que está a punto de aparecer (Razones públicas. Seis conceptos básicos sobre la república de Katz Editores) y cuya autoría corresponde a uno de los redactores del blog (por si hubiera alguien interesado en saber de cuál se trata, según la precisa terminología del Senador Pichetto esta persona es el único que cae bajo la descripción de “medio argentino”).
En efecto, a raíz de este rumor hay una verdadera multitud que acampa hace días bajo la lluvia y el viento (de hecho, hasta entonan las estrofas del “Viejo Matías”) en los alrededores del predio de Palermo. El número de personas es tal que muchas y muchos no solo venden sus lugares en la fila, sino que sendos comerciantes hacen pingües ganancias a lo largo de las nutridas y serpentinas formaciones, por no decir nada del entorpecimiento del tránsito que produce ese océano humano. Sin embargo, la preocupación mayor de los que organizan la Feria es que temen seriamente la reacción de la multitud toda vez que mañana, cuando se abran las puertas de la muestra, se encuentren con que no haya ejemplares disponibles en la mencionada Feria.
Nos vemos entonces obligados nosotros mismos a desmentir el rumor para de ese modo poner nuestro granito de arena en aras no entorpecer el normal desarrollo de las actividades de la Feria y de controlar el daño en la medida de lo posible, contribuyendo de este modo a la conservación del orden y de la paz públicas.
Les dejamos a nuestros lectores un muy pobre sustituto del libro, i.e. información acerca del libro en la página de la editorial: el índice, un fragmento y la página del libro. Y por si alguien no aguantara le dejamos también un video sobre la teoría del conflicto y de la autoridad republicanas, que pueden servir como adelanto de los capítulos 3 y 4 del libro, respectivamente. Después no van a poder decir que no les avisamos.
sábado, 16 de abril de 2016
Entre Giardinelli y Bruschtein nos quedamos con Mengolini
Dado que hemos estudiado tanto tiempo al kirchnerismo, es más que comprensible que continúe nuestra fascinación al respecto. Por si hiciera falta, aclaramos que nuestro interés por el kirchnerismo no se debe a que sus oponentes sean genuinos republicanos, sino a que lisa y llanamente nos sigue sorprendiendo día a día, lo cual no hace sino provocar un incremento de nuestra fascinación.
Tomemos, por ejemplo, el pensamiento de Mempo Giardinelli, quien si bien no se reconoce como kirchnerista, suele tener opiniones no menos fascinantes al respecto. Giardinelli cree que “si acaso la familia Kirchner o los Sres. Báez, López, De Vido, Boudou o cualesquiera otros funcionarios hicieron indebidos negocios… lo que habría que hacer son investigaciones serias, probanzas claras si las hubiere, y entonces, velozmente, o condenas precisas o bien disculpas públicas” (Página 12). Como se puede apreciar, Giardinelli se esfuerza palmo a palmo con Hernán Brienza para convertirse en el Sergei Bubka de la tautología, ya que parafraseando aquella línea memorable del personaje de John Gielgud en “Arturo, el millonario” (la versión original, no ese esperpento recientemente perpetrado), si decir tautologías fuera un deporte olímpico, Giardinelli enorgullecería a su país. En realidad, hay varios deportes en los que podría destacarse en caso de que se convirtieran en olímpicos.
Lo que le llamará la atención a nuestros lectores es la concesión hipotética o contrafáctica de Giardinelli. ¿Tiene sentido acaso explorar la absurda posibilidad de que la mismísima familia Kirchner estuviera involucrada en negocios indebidos? Quizás la mencionada concesión sea meramente per impossibile, i.e. una proposición solamente invocada en aras de la argumentación para mostrar otro absurdo probablemente inferior, tal como, v.g., Hugo Grocio concediera alguna vez la inexistencia de Dios para mostrar el absurdo de la inferencia según la cual la moral es arbitraria.
Luis Bruschtein, por suerte, en su nota de hoy toma un camino mucho más reconfortante y tranquilizador al sostener que los kirchneristas “son personas decentes y trabajadoras como la mayoría de las personas de cualquier pensamiento político. No les gusta la corrupción y detestan a los ladrones. Simplemente no creen y rechazan las acusaciones contra la ex presidenta porque son conscientes en [sic] el contexto interesado en que son y fueron promovidas” (Página 12). Como se puede apreciar, Bruschtein descarta completamente la veracidad de las acusaciones en contra de al menos un miembro de la familia Kirchner debido al contexto en que dichas acusaciones han sido formuladas.
Ahora bien, en nuestra condición de abogados del diablo (y no porque creamos que las acusaciones contra la familia Kirchner tengan siquiera un ápice de asidero) y siendo muy conscientes del riesgo de ser acusados de caer bajo la descripción de “a Uds. no hay [para ser elegantes] nada que les venga bien”, nos vemos obligados a volver a traer a colación un punto que ya nos había llamado la atención en una de las tantas Cartas Abiertas que tuvimos el placer de leer. En efecto, nuestros lectores recordarán, si es que tenemos lectores y si es que nos leían en aquel entonces, que Carta Abierta, con razón, insistía en que las razones por las cuales Clarín denuncia al kirchnerismo no son precisamente morales, si se nos permite el eufemismo. Nótese que si bien la sabiduría popular ya cuenta con un muy elocuente apotegma al respecto: “Clarín Miente”, este apotegma no hace referencia al contexto sino al contenido. El punto de Bruschtein, sin embargo, es que una acusación es falsa debido a su contexto.
En aquel momento, de hecho, habíamos decidido estipular que Clarín es el Diablo, fundamentalmente para no perder tiempo. Sin embargo, nobleza obliga, el problema subsistía ya que, y ahora nos vamos a citar, “no podemos descalificar el contenido de la denuncia sólo por su fuente. Vamos a dar un ejemplo extremo. Hasta Hitler puede decir la verdad, aunque nadie deseara creerle, tal como lo muestra el caso de la matanza de Katyn. En efecto, Hitler tenía razón cuando protestaba a los cuatro vientos no haber matado a los 20.000 oficiales e intelectuales polacos encontrados muertos en los bosques de Katyn, porque la matanza fue realizada por los soviéticos. Nadie, por supuesto, tiene ganas de creerle a Hitler, pero las creencias no tienen nada que ver con las ganas (al menos por lo que se sabe hasta ahora de la psicología humana y del mundo)” (Carta Abierta: Lo justo). Si ahora simplemente añadiéramos a la consideración de la fuente de una denuncia su contexto (Hitler se moría de ganas de mostrar que, para variar, había una matanza que no era suya), da la impresión de que el argumento de Bruschtein empezaría a ceder terreno peligrosamente.
sábado, 9 de abril de 2016
La Historia nos asiste
Como es de costumbre, MG arranca con una gran verdad, aunque quizás no tan grande como la nuestra, como le solía decir Mario Mactas a Rolando Hanglin en “El Gato y el Zorro”: “el Gobierno y los grandes medios le mienten a la sociedad” (click). En realidad, que los grandes medios le mientan a la sociedad no es exactamente una novedad. Eso es precisamente lo que hacen los grandes medios. Lo que es indudablemente una noticia es que el Gobierno mienta. Si hay algo que caracterizó al kirchnerismo a lo largo de la muy bien llamada década ganada es que jamás le mintió a la sociedad. Otra gran verdad es que López y Báez son perseguidos por los grandes medios, una verdad tan grande que nos exime de referirnos a ella.
Sin embargo, no es la mentira lo que más le preocupa a MG, sino “cómo gran parte de los argentinos tragan inadvertidamente tantas galletitas envenenadas”. La explicación de este hecho es muy simple. En primer lugar, el Gobierno anterior quizás repartía galletitas pero sin veneno. En segundo lugar, ahora la gente se sirve estas galletitas envenenadas inadvertidamente, es decir, precisamente porque no se da cuenta. La gran pregunta entonces es por qué la gente no advierte el veneno que contienen las galletitas. La respuesta de MG: se debe a “esa ingenuidad ancestral de todos los pueblos”.
No podríamos estar más de acuerdo con MG. La gente es ingenua amén de estar “manipulada mediáticamente”. La única duda que nos surge, y que solamente expresamos en aras de la argumentación y/o por mera curiosidad científica, es por qué la ingenuidad emerge (y la manipulación mediática influye), v.g., ahora, pero no en los últimos doce años. Quizás en una nota subsiguiente MG aclare este punto.
También nos llama la atención a qué apunta MG cuando dice que “todos estos mismos que hoy gobiernan esta república” estuvieron “en contra” de “la educación pública”, “el divorcio”, “el matrimonio igualitario”, etc. ¿Será que MG está sugiriendo que la Iglesia Católica gobierna hoy la república?
Sin embargo, la tesis más provocadora que defiende MG en esta nota es que “el presente argentino implica… el retorno en muchos aspectos a los viejos, malignos tiempos de la dictadura”. Que el gobierno de Macri sea una dictadura no es exactamente una novedad. Lo fascinante de la posición de MG es que han vuelto los “tiempos de la dictadura” sin que esto implique que “la dictadura retorne", ya que Macri, por increíble que parezca, ha triunfado “gracias al voto mayoritario”.
Es natural que una tesis fascinante como la de MG nos deje perplejos: hemos vuelto a los tiempos de X, pero X no ha vuelto. ¿Qué quiere decir MG con esto? En primer lugar, habría que reconocer que lo que dice MG, como siempre, es absolutamente cierto. Cuando uno viaja a Miramar, por ejemplo, uno retorna a dicha ciudad, al menos si ya había ido antes, sin que la ciudad retorne, ya que las ciudades no viajan. Claro que, obviamente, la dictadura no es una ciudad.
En segundo lugar, si lo único que queda de la dictadura es su época pero no la dictadura, en el fondo, a pesar de que nos parezca que Macri es un dictador, en realidad no lo es. Por el contrario, lo que está diciendo MG es que hemos vuelto a los 70 pero sin la dictadura, que fue precisamente lo peor que nos pasó en esa época. Es como si MG dijera que hemos vuelto a los 30 pero sin el nazismo. Es difícil no concluir que hicimos negocio. A su modo, y por extraño que parezca, entonces, en lugar de criticar al gobierno de Macri, MG en realidad lo está defendiendo.
Así y todo, es difícil no concluir que MG está criticando a Macri después de todo. En efecto, ¿qué sentido tendría, si no, decir que “los programas de ajuste siempre, en todos los tiempos y todas las sociedades, más temprano que tarde son rechazados por los pueblos”, y/o que “nos asiste la Historia, ese frondoso muestrario de que los conservadores, los retrógrados, los neoliberales y los reaccionarios detona laya, a la larga, siempre, siempre, son los que pierden”?
Así y todo, es difícil no concluir que MG está criticando a Macri después de todo. En efecto, ¿qué sentido tendría, si no, decir que “los programas de ajuste siempre, en todos los tiempos y todas las sociedades, más temprano que tarde son rechazados por los pueblos”, y/o que “nos asiste la Historia, ese frondoso muestrario de que los conservadores, los retrógrados, los neoliberales y los reaccionarios detona laya, a la larga, siempre, siempre, son los que pierden”?
Lo que resulta increíble, sin embargo, es el esfuerzo que ponen los dictadores como Macri (asumiendo que se trata de un dictador, algo que MG mismo pone en duda) en tratar de dominar a los pueblos. No se dan cuenta de que sus esfuerzos están destinados al fracaso. Allá ellos. Para nosotros, es un gran alivio saber que a la larga el pueblo siempre gana. En realidad, a veces nos preguntamos para qué nos hacemos tanta mala sangre. Sea como fuere, tenemos la enorme suerte de que MG continúa escribiendo sus redundantes, aunque siempre provocadoras, columnas.