«La causa victoriosa complació a los dioses, mas la vencida a Catón» (Lucano, Farsalia, I.128-9).
domingo, 31 de agosto de 2014
Milagros Kirchneristas
La reciente carta presentada por prestigiosos economistas de renombre mundial (entre ellos Joseph Stiglitz y John Roemer) para apoyar la posición argentina ante la ONU a los efectos de que esta última regule las negociaciones de la deuda soberana parece adolecer de cierto defecto ya que una de las firmas que lleva es la de Albert Hirschman, uno de los cientistas sociales más famosos del siglo XX, quien falleciera hace dos años.
Como no faltarán seguramente las voces opositoras que aprovecharán la ocasión para poner el grito en el cielo, nos vemos en la obligación de recordar la reacción de Madame Du Deffand, amiga de Voltaire, ante la extática narrativa del Cardenal de Polignac sobre San Denis, el santo patrón de París. En efecto, el Cardenal le había contado que San Denis luego de haber sido decapitado en el siglo XXIV antes de Kirchner (III a. C. en la vieja terminología), recogió su cabeza y se puso a recorrer varios kilómetros de París con la cabeza bajo el brazo. Cuando, entonces, Madame Du Deffand escuchó esta historia de boca del Cardenal, comentó: "Ah Monseñor! Es sólo el primer paso el que cuesta".
Ahora bien, la muy tendenciosa nota publicada por Perfil sobre el aparente defecto de la carta (click) no solamente pasa por alto la historia del santo patrón de París que acabamos de recordar, sino que además pasa por alto más que comparables y seculares hechos nuestroamericanos. En efecto, la muerte no le había impedido a Chávez probablemente designar funcionarios y sucesores sino incluso hablar con Maduro en estado metempsicótico en la forma de un ave (de hecho, aunque creemos que lo hizo en vida, Chávez viajó en el tiempo para firmar la Declaración de Independencia de Venezuela: Chávez en el túnel del tiempo). Por lo demás, Hirschman bien pudo haber dejado una hoja firmada en blanco por si aparecía eventualmente una causa que valiera la pena luego de su fallecimiento. Después de todo, su familia no desmintió su posibilidad ni tampoco la biblioteca en la cual obran los documentos inéditos de Hirschman.
Y hablando de Hirschman, su libro Exit, Voice, and Loyalty (salida, voz y lealtad) nos da el pie ideal para tratar el muy interesante artículo publicado también en Perfil por el Prof. Guido Croxatto, uno de los afortunados ganadores de la beca Néstor Kirchner, miembro de Justicia Legítima, ex asesor de la Secretaría de DD.HH. de la Nación (en la época de Eduardo Luis Duhalde) y aparentemente actual asesor de la Presidenta de la Nación en materia de política nacional (a juzgar por lo que el autor, v.g., cuenta en otra nota: "Recordarás, Cristina, lo que pienso de Moreno, lo que te escribí desde Alemania lo sostengo punto por punto"). En esta nota el autor muestra su preocupación por cómo el personalismo hiperpresidencialista pone a la sociedad bajo la dominación demagógica (Una sociedad dominada por la demagogia), dando lugar entonces a lo que entendemos la historia recordará como el nacimiento del kirchnerismo deliberativista.
Nuestros lectores se imaginarán nuestra curiosidad intelectual acerca de la posición de Croxatto. ¿Cómo pensar al kirchnerismo sin la demagogia hiperpresidencialista? ¿No es acaso la noción de kirchnerismo republicano, un kirchnerismo sin Néstor ni Cristina, una contradicción en sus términos, algo así como un contractualismo sin contrato o Hamlet sin el Príncipe, como se suele decir en inglés? ¿No será entonces que Croxatto, retomando a Hirschman, ha decidido salir del movimiento, poniendo en duda de este modo su lealtad? Croxatto, con razón, podría replicar que el Peronismo sin Perón todavía subsiste, quizás más fuerte que nunca. Pero mucho nos tememos que la idea de un peronismo deliberativista tiene problemas estructurales muy similares a los del kirchnerismo deliberativista propuesto por Croxatto. Así y todo, como cuentan (aunque equivocadamente) que dijo Chou en Lai sobre la Revolución Francesa, todavía es algo apresurado para juzgar.
miércoles, 27 de agosto de 2014
Llamado a la Solidaridad: cuiden los Logros
"Yo lo único que le pido a los argentinos es que cuiden
lo que hemos logrado. Porque energía, alimentos, ciencia y tecnología, como lo
he dicho siempre, van a ser las tres claves de este siglo XXI. Y creo que
podemos decir con humildad, pero también con mucha serenidad y firmeza, que
este Gobierno ha hecho por la ciencia y por la tecnología, por la recuperación
de la soberanía hidrocarburífera, por el desendeudamiento de los argentinos y
por la inclusión social, lo que no se hacía desde muchas décadas" (click).
Si nuestros lectores nos lo permiten, y solamente para analizar el
desafío que nos ofrece la Presidenta en este pasaje, vamos a generalizar las motivaciones por
las cuales los individuos adoptan una u otra posición política (i.e.
kirchnerismo o antikirchnerismo, solamente
para simplificar la discusión) en dos grandes conjuntos: auto-interés y
principios. Si combinamos las motivaciones posibles con las posiciones
obtenemos el siguiente cuadro de doble entrada el cual vamos a rellenar con
algunos ejemplos:
Auto-interés
|
Principismo
|
|
Kirchnerismo
|
La gran masa de votantes según Cristina, a juzgar por sus
palabras. Fito Páez, Maradona, ¿Insaurralde?
|
Cristina, militantes y Víctor Hugo Morales.
|
Antikirchnerismo
|
Buitres internos y externos (hasta hace poco solamente querían dinero), y estúpidos en general. ¿Fito Páez?
|
Antipatrias, enemigos del pueblo, buitres en una palabra (desde hace poco resultó ser el caso que el dinero buitre está subordinado a un proyecto político) y malvados en general.
|
El pedido ("cuiden lo que hemos logrado"), entonces, es claramente
fascinante. En efecto, ¿por qué agentes racionales al menos
en términos de auto-interés iban a dejar de apoyar o votar a un Gobierno que
hizo tanto por ellos en términos de alimentos, energía y ciencia y tecnología? Ciertamente,
quizás mucha gente no esté tan convencida de las bondades del conocimiento científico
y tecnológico (quizás inspirados por cierto romanticismo o defensa del medio
ambiente, aunque semejante motivación haría que nos hubiéramos desplazado hacia
el principismo), pero todos disfrutamos de un bien público como la energía, y
ciertamente todo el mundo quiere comer, sobre todo el número significativo de
personas que tienen que acceder a los alimentos sobre la base del asistencialismo
estatal. La redundancia del mensaje entonces salta a la
vista. De hecho, el solo auto-interés debería dar por tierra con la explicación
moral que otrora Hernán Brienza atribuyera al errático comportamiento electoral,
como si la ingratitud de los millones de incluidos pudiera derrotar al cálculo
interesado (no nos merecemos a Cristina).
Por supuesto, quizás hasta el auto-interés quede nublado a veces por
la intervención de factores distorsivos de (¿hace falta decirlo?) los medios.
Hace rato que dejamos atrás la ingenuidad de, v.g., un Tomás Moro, para quien “a
poco que se proceda razonable y moderadamente, la fuerza de la verdad tiene que
brotar e imponerse al fin por sí misma” (Utopía,
II). Moro podía darse el lujo de creer algo semejante exclusivamente porque no
conoció a Clarín.
Esperemos que a nadie se le ocurra
recordar que no hace mucho, con Clarín a toda marcha, este Gobierno obtuvo el
54 % de los votos. La pregunta que debemos hacernos, parafraseando al Cuervo
Larroque, es por qué el 46 % restante no votó a este Gobierno. Otro punto
interesante es el que surge de la consideración según la cual el sector más
favorecido por este Gobierno ha sido el de los banqueros. Semejante hecho
podría explicar por qué ha mermado, dicen, el apoyo al Gobierno, ya que si bien
según el INDEC la clase media empieza, por así decir, a los diez dólares diarios,
no hay tantos banqueros en el país—al menos hasta ahora—como para poder ganar
una elección democrática sobre esa base.
Huelga decirlo, la admonición presidencial seguramente no
está dirigida al kirchnerismo principista, el cual difícilmente necesite que la Presidenta
le recuerde qué se espera de él, a menos que los medios hayan comenzado a
hacer mella en los militantes, lo cual es altamente improbable.
De ahí que, aunque duela reconocerlo, la única explicación
posible—excluyendo la de la estupidez de un número significativo de
compatriotas—es que la oposición al Gobierno se basa en
principios, y no en el auto-interés. Las consecuencias de esta explicación tiene múltiples aristas, una más fascinante que la otra. En primer lugar, quienes creen que la vida moderna, incluyendo a las ciencias sociales, se han economizado por completo, se equivocan. No todo el mundo busca maximizar su interés a partir de un orden de preferencias.
En segundo lugar, no es ninguna novedad que la burguesía nacional a pesar de que nuestro país le ofrece las mejores posibilidades para invertir, sin embargo prefiere otra vez perder dinero y por principios comprar dólares y/o llevarse sus dólares a otro lado o peor aún, dejarlos aquí pero debajo del colchón, y todo, insistimos, en contra de su propio auto-interés. No hay otra explicación, ya que es sabido que no conviene ahorrar en dólares, tal como la Presidenta nos lo ha hecho saber repetidamente. ¿O será que la estupidez abunda entre quienes creen ser tan racionales? No sería la primera ni la última vez. Y qué decir de los buitres externos, los cuales prefieren perder dinero con tal de destruir al país (buitres pero principistas). Es más, como buenos terroristas que son, están dispuestos a dar la vida con tal de destruirnos (pero Terrorista, che).
En segundo lugar, no es ninguna novedad que la burguesía nacional a pesar de que nuestro país le ofrece las mejores posibilidades para invertir, sin embargo prefiere otra vez perder dinero y por principios comprar dólares y/o llevarse sus dólares a otro lado o peor aún, dejarlos aquí pero debajo del colchón, y todo, insistimos, en contra de su propio auto-interés. No hay otra explicación, ya que es sabido que no conviene ahorrar en dólares, tal como la Presidenta nos lo ha hecho saber repetidamente. ¿O será que la estupidez abunda entre quienes creen ser tan racionales? No sería la primera ni la última vez. Y qué decir de los buitres externos, los cuales prefieren perder dinero con tal de destruir al país (buitres pero principistas). Es más, como buenos terroristas que son, están dispuestos a dar la vida con tal de destruirnos (pero Terrorista, che).
Si alguien creyera que la democracia consiste precisamente en una lucha principista entre diferentes posiciones, deberíamos entonces recordarle a esta persona que el único principio compatible con una democracia genuina es el kirchnerista. En efecto, el kirchnerismo no es un partido más, es la encarnación de la democracia, del pueblo y de la patria. Toda otra o-posición principista es por definición antidemocrática, antipopular y antipatria, por no decir satánica, dispuesta a ir al infierno con tal de destruir al país.
A veces no nos damos cuenta de la suerte que tenemos de contar con un Gobierno capaz de enfrentar enemigos tan formidables. Con el auto-interés trata cualquiera. Pero al mal principista, a esa combinación que ha fascinado a generaciones de lectores de Milton, sólo Cristina puede hacerle frente. Es hora de preguntarnos entonces, parafraseando a John F. Kennedy o a Hans Jonas, no qué es lo que Cristina puede hacer por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por ella. Es lo menos que podemos hacer.
domingo, 24 de agosto de 2014
“Siempre parece haber excusas para bombardear Irak”
A continuación, la última entrada (Brieger, Weber y Kant), ligeramente aumentada y publicada en Infobae.
En un reciente video de Télam el destacado analista internacional Pedro Brieger sostiene que, al menos en lo que respecta a EEUU, “siempre parece haber excusas para bombardear Irak”.
Semejante tesis es ambigua. Decir que EEUU tiene una “excusa” para bombardear Irak puede referirse por lo menos a que (a) la razón que EEUU invoca no existe (no hay ninguna grave violación de DDHH (decapitaciones, persecuciones, violaciones, etc.) en el Norte de Irak), o a que (b) si bien las graves violaciones de DDHH existen no podrían ser interrumpidas por los bombardeos, o (c) las graves violaciones de DDHH existen pero son aprovechadas por EEUU para bombardear Irak por razones auto-interesadas.
Las preguntas que se hace Brieger (“¿Por qué ahora? ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué aparece la palabra genocidio?”) sugieren que la opción que representa la posición de Brieger es (c). En efecto, Brieger no menciona siquiera la cuestión acerca de si los bombardeos podrían tener el efecto anunciado y además no tendría sentido que Brieger se preguntara por la oportunidad o urgencia de una ocasión inexistente. Sería como preguntarse: ¿por qué EEUU no bombardeó Irak hace tiempo, cuando tampoco pasaba nada? Las graves violaciones de DDHH entonces son indudables para Brieger.
La cuestión central para Brieger entonces es si la motivación de EEUU de intervenir es genuinamente moral. Nótese entonces el moralismo de Brieger: un acto aparentemente moral como el de ayudar a víctimas de graves violaciones de DDHH dejaría de serlo si la motivación detrás de la ayuda fuera auto-interesada. Si, tal como alega Brieger, EEUU ayudara a las minorías religiosas, por ejemplo, para tapar el bombardeo israelí en Gaza, eso sería intolerable. Por otro lado, para Brieger la oportunidad de la intervención también es sospechosa (“¿por qué ahora?”). Brieger sugiere que no le habría importado tanto si EEUU hubiera intervenido en el Norte de Irak apenas comenzaron las graves violaciones de DDHH.
Brieger, sin embargo, no menciona el hecho de que quizás la invasión de Irak por parte de EEUU y el consiguiente vacío de poder fueron los que posibilitaron estas graves violaciones de DDHH. El silencio de Brieger quizás se deba a que de haber sido así, EEUU podría invocar precisamente su responsabilidad para intervenir.
Ahora bien, en primer lugar, es extraño que un analista como Brieger que hasta hace poco se preciaba de ser un científico weberiano que solamente observa la realidad sin emitir juicio moral alguno (sus comentarios en la TV Pública sobre los recientes asesinatos de los tres jóvenes israelíes lo comprueban: click) ahora adopte una posición hiper-moralista súper-kantiana respecto de los bombardeos de EEUU en el Norte de Irak.
En segundo lugar, si el bombardeo fuera injustificado, su motivación y/o oportunidad no tendrían nada que ver. Quizás se deba a que la guerra contemporánea usualmente provoca la muerte de no combatientes. Pero entonces todas las guerras contemporáneas serían inmorales por definición.
En tercer lugar, las consecuencias de la doctrina Brieger son extraordinarias. Por ejemplo, según Brieger la declaración de guerra de los EEUU contra el Eje durante la Segunda Guerra Mundial sería inaceptable. En efecto, si Brieger en 1941 se hubiera preguntado “¿Por qué ahora? ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué aparece la palabra genocidio?”, la respuesta habría sido que Japón desafiaba el imperio mundial estadounidense, y no que, v.g., los nazis estaban cometiendo un Holocausto en Europa. Sin embargo, la motivación imperialista, que habría sido inaceptable para Brieger, habría sido más que suficiente para las víctimas del nazismo. Con respecto a la oportunidad, sin duda EEUU demoró en intervenir en aquella oportunidad, pero no por eso la intervención fue inaceptable, sobre todo para las víctimas.
Finalmente, hoy en día muy probablemente suceda otro tanto. ¿Las minorías aniquiladas en Irak, suponiendo que el bombardeo pudiera ayudarlas, preferirán esperar hasta que finalicen los bombardeos israelíes en Gaza, o rechazarán la intervención de EEUU porque es tardía, o antes bien se conformarán con motivaciones auto-interesadas por no decir imperialistas, amén de la demora en la intervención? La respuesta es obvia. No parecen tener mucha opción que digamos.
En un reciente video de Télam el destacado analista internacional Pedro Brieger sostiene que, al menos en lo que respecta a EEUU, “siempre parece haber excusas para bombardear Irak”.
Semejante tesis es ambigua. Decir que EEUU tiene una “excusa” para bombardear Irak puede referirse por lo menos a que (a) la razón que EEUU invoca no existe (no hay ninguna grave violación de DDHH (decapitaciones, persecuciones, violaciones, etc.) en el Norte de Irak), o a que (b) si bien las graves violaciones de DDHH existen no podrían ser interrumpidas por los bombardeos, o (c) las graves violaciones de DDHH existen pero son aprovechadas por EEUU para bombardear Irak por razones auto-interesadas.
Las preguntas que se hace Brieger (“¿Por qué ahora? ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué aparece la palabra genocidio?”) sugieren que la opción que representa la posición de Brieger es (c). En efecto, Brieger no menciona siquiera la cuestión acerca de si los bombardeos podrían tener el efecto anunciado y además no tendría sentido que Brieger se preguntara por la oportunidad o urgencia de una ocasión inexistente. Sería como preguntarse: ¿por qué EEUU no bombardeó Irak hace tiempo, cuando tampoco pasaba nada? Las graves violaciones de DDHH entonces son indudables para Brieger.
La cuestión central para Brieger entonces es si la motivación de EEUU de intervenir es genuinamente moral. Nótese entonces el moralismo de Brieger: un acto aparentemente moral como el de ayudar a víctimas de graves violaciones de DDHH dejaría de serlo si la motivación detrás de la ayuda fuera auto-interesada. Si, tal como alega Brieger, EEUU ayudara a las minorías religiosas, por ejemplo, para tapar el bombardeo israelí en Gaza, eso sería intolerable. Por otro lado, para Brieger la oportunidad de la intervención también es sospechosa (“¿por qué ahora?”). Brieger sugiere que no le habría importado tanto si EEUU hubiera intervenido en el Norte de Irak apenas comenzaron las graves violaciones de DDHH.
Brieger, sin embargo, no menciona el hecho de que quizás la invasión de Irak por parte de EEUU y el consiguiente vacío de poder fueron los que posibilitaron estas graves violaciones de DDHH. El silencio de Brieger quizás se deba a que de haber sido así, EEUU podría invocar precisamente su responsabilidad para intervenir.
Ahora bien, en primer lugar, es extraño que un analista como Brieger que hasta hace poco se preciaba de ser un científico weberiano que solamente observa la realidad sin emitir juicio moral alguno (sus comentarios en la TV Pública sobre los recientes asesinatos de los tres jóvenes israelíes lo comprueban: click) ahora adopte una posición hiper-moralista súper-kantiana respecto de los bombardeos de EEUU en el Norte de Irak.
En segundo lugar, si el bombardeo fuera injustificado, su motivación y/o oportunidad no tendrían nada que ver. Quizás se deba a que la guerra contemporánea usualmente provoca la muerte de no combatientes. Pero entonces todas las guerras contemporáneas serían inmorales por definición.
En tercer lugar, las consecuencias de la doctrina Brieger son extraordinarias. Por ejemplo, según Brieger la declaración de guerra de los EEUU contra el Eje durante la Segunda Guerra Mundial sería inaceptable. En efecto, si Brieger en 1941 se hubiera preguntado “¿Por qué ahora? ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué aparece la palabra genocidio?”, la respuesta habría sido que Japón desafiaba el imperio mundial estadounidense, y no que, v.g., los nazis estaban cometiendo un Holocausto en Europa. Sin embargo, la motivación imperialista, que habría sido inaceptable para Brieger, habría sido más que suficiente para las víctimas del nazismo. Con respecto a la oportunidad, sin duda EEUU demoró en intervenir en aquella oportunidad, pero no por eso la intervención fue inaceptable, sobre todo para las víctimas.
Finalmente, hoy en día muy probablemente suceda otro tanto. ¿Las minorías aniquiladas en Irak, suponiendo que el bombardeo pudiera ayudarlas, preferirán esperar hasta que finalicen los bombardeos israelíes en Gaza, o rechazarán la intervención de EEUU porque es tardía, o antes bien se conformarán con motivaciones auto-interesadas por no decir imperialistas, amén de la demora en la intervención? La respuesta es obvia. No parecen tener mucha opción que digamos.
miércoles, 20 de agosto de 2014
Brieger, Weber y Kant
No hace mucho, Pedro Brieger había anunciado en la TV Pública su adhesión a la neutralidad valorativa weberiana en ocasión de la muerte de tres jóvenes israelíes al sostener que sólo le interesan los hechos o "la realidad", ya que para él "es otro [el] debate acerca de la moral, de la violencia, si es buena, o mala" (secuestros y asesinatos, y no en el buen sentido de la palabra). Dado que Brieger no hacía análisis morales sino puramente políticos, no condenó los secuestros y asesinatos en cuestión y lo único que Brieger le criticaba a Israel era que su política es irracional. En otras palabras, lo único que le interesaba a Brieger es el éxito.
En su momento, habíamos llegado a creer que Brieger se contradecía ya que por momentos emergía cierto tono moral en sus análisis, aunque fundamentalmente en relación con la política israelí. Ahora nos hemos dado cuenta de que, como suele pasar, hemos confundido una contradicción con una superación intelectual que ya se percibía en la crítica moral a la política israelí.
En efecto, el pensamiento de Brieger ha experimentado en estos días una profunda transformación, dando lugar a lo que algunos seguramente llamarán el "segundo Brieger". En otras palabras, la influencia de Max Weber en el pensamiento de Brieger parece haber sido opacada por la de Kant (o por la de cierto kantismo en todo caso). Veamos si no el siguiente video de Télam:
En su momento, habíamos llegado a creer que Brieger se contradecía ya que por momentos emergía cierto tono moral en sus análisis, aunque fundamentalmente en relación con la política israelí. Ahora nos hemos dado cuenta de que, como suele pasar, hemos confundido una contradicción con una superación intelectual que ya se percibía en la crítica moral a la política israelí.
En efecto, el pensamiento de Brieger ha experimentado en estos días una profunda transformación, dando lugar a lo que algunos seguramente llamarán el "segundo Brieger". En otras palabras, la influencia de Max Weber en el pensamiento de Brieger parece haber sido opacada por la de Kant (o por la de cierto kantismo en todo caso). Veamos si no el siguiente video de Télam:
Lo que revela el nacimiento del segundo Brieger o Brieger tardío es su tesis central según la cual "siempre parece haber excusas para bombardear Irak". Mientras que antes Brieger se enorgullecía de ser un científico que explicaba la realidad política distanciado de toda consideración moral, desde el último bombardeo estadounidense de Irak ha cambiado de posición y denuncia la inmoralidad de dicho bombardeo.
Ahora bien, decir que EE.UU. tiene una "excusa" para hacer bombardear Irak es ambiguo: puede referirse tanto a que (a) la razón que EE.UU. invoca no existe (no hay ninguna grave violación de DD.HH. en el Norte de Irak), o a que (b) la motivación moral de dicha razón es insuficiente o incluso inexistente (EE.UU. aprovecha la ocasión de una grave violación de DD.HH. para bombardear Irak por razones auto-interesadas). Brieger podría (c) haber dudado de la racionalidad de semejante bombardeo (i.e. las graves violaciones de DD.HH. existen pero no podrían ser interrumpidas por los bombardeos), pero ni siquiera contempla la posibilidad de tal opción, al menos en este video.
A juzgar las preguntas que se hace Brieger en este video ("¿Por qué ahora? ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué aparece la palabra genocidio?") la respuesta es que Brieger opta por (b). En efecto, no tendría sentido inclinarse por (a), como si Brieger se preguntara por la oportunidad o urgencia de una ocasión inexistente (sería como preguntarse: ¿por qué EE.UU. no bombardeó Irak hace tiempo, cuando tampoco pasaba nada?).
Semejante conclusión implica entonces que el otrora realista se ha convertido hoy en un hipermoralista tal que permitiría el bombardeo de Irak en defensa de minorías religiosas "perseguidas" (en las palabras de Brieger, aunque a juzgar por las varias decapitaciones y cientos de muertes además han sido verdaderamente "alcanzadas") si y sólo si dicho bombardeo obedeciera a razones puramente morales (si es que lo permitiría en absoluto). Cualquier otra motivación contaminaría su moralidad y por lo tanto lo descalificaría irremediablemente.
Las consecuencias de la doctrina Brieger son extraordinarias. Por ejemplo, según Brieger la declaración de guerra de los EE.UU. al Eje durante la Segunda Guerra Mundial fue inaceptable. Semejante conclusión resulta inexorablemente de repetir las preguntas que se habría hecho Brieger en 1941: "¿Por qué ahora? ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué aparece la palabra genocidio?". En efecto, tal como lo demuestra el tiempo que demoró EE.UU. en entrar en la guerra, si bien dicha intervención permitió, v.g., la interrupción del Holocausto, en el fondo fue motivada seguramente por la defensa de su incipiente imperialismo, se demoró algunos años, etc.
De ahí que según la doctrina Brieger, las minorías aniquiladas en Irak deberán esperar a ser ayudadas hasta que, v.g., terminen los bombardeos israelíes en Gaza (Brieger sospecha que los bombardeos de EE.UU. sólo quieren tapar los de Israel en Gaza), o hasta que EE.UU. se decida a intervenir militarmente exclusivamente por razones cuya moralidad hasta un santo aprobaría.
Dicho sea de paso, Brieger no es el primero en proponer una doctrina semejante. Ya habíamos discutido la extraordinaria contribución de Guillermo Levy quien en ocasión de otro ataque de EE.UU. sostuvo que "Solo personas con limitadas capacidades mentales pueden pensar que en la cúpula de poder de los Estados Unidos reina la indignación por el supuesto ataque con armas químicas contra civiles en Siria" (click).
Sea como fuere, la doctrina Brieger quizás no sea fácilmente compartida por quienes son objeto precisamente de la auto-interesada o hipócrita ayuda de los EE.UU. En efecto, quizás las minorías perseguidas (y alcanzadas) no compartan el hipermoralismo briegeriano y se conformen con ser ayudadas por el mismísimo diablo con tal que dicha ayuda interrumpa la agresión de la que son víctimas.
Resta decidir si el punto de vista de las víctimas es más importante que el de un analista que primero se ufanaba de adoptar un punto de vista puramente explicativo o externo (a pesar de que no lo hacía) y que ahora no se conforma con menos que un punto de vista moral completamente desinteresado. No parece haber mucho opción que digamos.
Ahora bien, decir que EE.UU. tiene una "excusa" para hacer bombardear Irak es ambiguo: puede referirse tanto a que (a) la razón que EE.UU. invoca no existe (no hay ninguna grave violación de DD.HH. en el Norte de Irak), o a que (b) la motivación moral de dicha razón es insuficiente o incluso inexistente (EE.UU. aprovecha la ocasión de una grave violación de DD.HH. para bombardear Irak por razones auto-interesadas). Brieger podría (c) haber dudado de la racionalidad de semejante bombardeo (i.e. las graves violaciones de DD.HH. existen pero no podrían ser interrumpidas por los bombardeos), pero ni siquiera contempla la posibilidad de tal opción, al menos en este video.
A juzgar las preguntas que se hace Brieger en este video ("¿Por qué ahora? ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué aparece la palabra genocidio?") la respuesta es que Brieger opta por (b). En efecto, no tendría sentido inclinarse por (a), como si Brieger se preguntara por la oportunidad o urgencia de una ocasión inexistente (sería como preguntarse: ¿por qué EE.UU. no bombardeó Irak hace tiempo, cuando tampoco pasaba nada?).
Semejante conclusión implica entonces que el otrora realista se ha convertido hoy en un hipermoralista tal que permitiría el bombardeo de Irak en defensa de minorías religiosas "perseguidas" (en las palabras de Brieger, aunque a juzgar por las varias decapitaciones y cientos de muertes además han sido verdaderamente "alcanzadas") si y sólo si dicho bombardeo obedeciera a razones puramente morales (si es que lo permitiría en absoluto). Cualquier otra motivación contaminaría su moralidad y por lo tanto lo descalificaría irremediablemente.
Las consecuencias de la doctrina Brieger son extraordinarias. Por ejemplo, según Brieger la declaración de guerra de los EE.UU. al Eje durante la Segunda Guerra Mundial fue inaceptable. Semejante conclusión resulta inexorablemente de repetir las preguntas que se habría hecho Brieger en 1941: "¿Por qué ahora? ¿Por qué la urgencia? ¿Por qué aparece la palabra genocidio?". En efecto, tal como lo demuestra el tiempo que demoró EE.UU. en entrar en la guerra, si bien dicha intervención permitió, v.g., la interrupción del Holocausto, en el fondo fue motivada seguramente por la defensa de su incipiente imperialismo, se demoró algunos años, etc.
De ahí que según la doctrina Brieger, las minorías aniquiladas en Irak deberán esperar a ser ayudadas hasta que, v.g., terminen los bombardeos israelíes en Gaza (Brieger sospecha que los bombardeos de EE.UU. sólo quieren tapar los de Israel en Gaza), o hasta que EE.UU. se decida a intervenir militarmente exclusivamente por razones cuya moralidad hasta un santo aprobaría.
Dicho sea de paso, Brieger no es el primero en proponer una doctrina semejante. Ya habíamos discutido la extraordinaria contribución de Guillermo Levy quien en ocasión de otro ataque de EE.UU. sostuvo que "Solo personas con limitadas capacidades mentales pueden pensar que en la cúpula de poder de los Estados Unidos reina la indignación por el supuesto ataque con armas químicas contra civiles en Siria" (click).
Sea como fuere, la doctrina Brieger quizás no sea fácilmente compartida por quienes son objeto precisamente de la auto-interesada o hipócrita ayuda de los EE.UU. En efecto, quizás las minorías perseguidas (y alcanzadas) no compartan el hipermoralismo briegeriano y se conformen con ser ayudadas por el mismísimo diablo con tal que dicha ayuda interrumpa la agresión de la que son víctimas.
Resta decidir si el punto de vista de las víctimas es más importante que el de un analista que primero se ufanaba de adoptar un punto de vista puramente explicativo o externo (a pesar de que no lo hacía) y que ahora no se conforma con menos que un punto de vista moral completamente desinteresado. No parece haber mucho opción que digamos.
lunes, 18 de agosto de 2014
Buitres, pero Principistas
Hace muy poco, la posición presidencial acerca de los buitres era que, como su nombre lo indica, se trataba de agentes exclusivamente preocupados por satisfacer su auto-interés en perjuicio del interés nacional. Sin embargo, a juzgar por las últimas opiniones vertidas por la Presidenta, la posición presidencial ha experimentado una transformación notoria.
En efecto, en las palabras de la Presidenta, “El gran tema de los fondos buitres es que no quieren arreglar. ¿Solamente por avaricia y codicia? No, no solamente por avaricia y codicia, sino también por una decisión política y geopolítica de querer volver a endeudar a la Argentina, y tirar abajo, de cualquier modo, la reestructuración de deuda soberana” (click). Los que otrora entonces actuaran sólo por auto-interés ahora actúan además sobre la base de una decisión política. En otras palabras, nos enfrentamos a terroristas (bastante extraños por otra parte: pero Terrorista Che) que actúan por principio. Los buitres están dispuestos incluso a perder dinero si hiciera falta con tal de "tirar abajo... la reestructuración de deuda soberana".
Por un lado, nos gustaría creer que somos en parte responsables de este giro presidencial, si es que podemos tocar nuestra propia trompeta, como se suele decir en inglés. En verdad, en este blog nos habíamos al menos anticipado al sostener que no eran buitres cualesquiera sino principistas (click). Por el otro, no es ninguna novedad que los terroristas actúan por principios, al punto de estar dispuestos a sacrificar su auto-interés por su causa. Como nos lo recuerda Hannah Arendt, el genocidio cometido por los nazis no sólo llama la atención por su carácter atroz sino además debido a que fue llevado a cabo en medio de una guerra mundial contra toda lógica auto-interesada desviando recursos bélicos indispensables. A pesar de lo que cree, v.g., Marcos Aguinis (nazis eran los de antes), a veces es preferible tratar con simples criminales antes que con idealistas.
La cuestión es si el principismo juega a favor o en contra de los buitres. Claramente, la Presidenta, adhiriendo implícitamente a la tesis que podríamos llamar “soberana”, cree que la criminalidad del buitre se ve exacerbada por su aspiración política. En cambio, para quienes defienden la tesis que podríamos llamar “liberal” (en homenaje a la escuela de pensamiento que de hecho inventó la noción moderna de “delito político”), quien comete un acto criminal motivado por una decisión política es moralmente superior al simple criminal que sólo desea salirse con la suya, sin correr riesgo alguno.
Es más, la tesis liberal se cuida particularmente de confundir al delincuente político con un terrorista y enfatiza precisamente que son los Estados los que monopolizan el uso del “terrorismo” como un arma ideológica destinada a descalificar a sus adversarios, a pesar de que irónicamente haya sido un Estado como el jacobino el que se ufanó de emplear por primera vez el terror como una política pública o de Estado. Y si nos podemos permitir aquí un anacronismo, tal como famosamente lo sostuviera William Blake, Milton mismo parece tomar partido por Satán a juzgar por la caracterización principista republicana que brinda en su Paraíso Perdido de la desobediencia del ángel caído a un Dios arbitrario que le prohíbe a los seres humanos comer del árbol del conocimiento.
Ahora bien, la Presidenta no es lo que se dice una adherente inconmovible de la tesis soberana. En efecto, la Presidenta parece sentirse mucho más cómoda con la tesis liberal en el caso de quienes se alzaron en armas bajo un orden constitucional democrático durante los setenta, a pesar de su preferencia por la tesis soberana en el caso de los buitres.
Ciertamente, alguien podría sostener que la Presidenta puede oscilar sin contradecirse, ya que es liberal y tolerante para con quienes defienden principios correctos pero soberana e implacable para con quienes suscriben principios incorrectos. Claro que semejante afirmación confía ciegamente en la existencia de una teoría de las respuestas políticas correctas; dicha confianza, sin embargo, parece ser desmedida a juzgar por los profundos desacuerdos que atraviesan el campo de la filosofía política.
Sea como fuere, somos muy afortunados por vivir en una época en la cual las intervenciones presidenciales son usualmente el disparador de muy ricos debates intelectuales, a tal punto que hasta contamos con una Secretaría de Estado para el Pensamiento. ¿Cuántas épocas históricas podrán decir lo mismo?
viernes, 15 de agosto de 2014
Pero Terrorista, Che
Seguramente, la misma insaciable oposición se expresará, cuándo no, en contra de semejante decisión. Es más, algunos socarronamente recordarán que a quienes desconfiaban de la ley antiterrorista al momento de su sanción, el kirchnerismo los tranquilizaba diciendo que se trataba de una ley que jamás iba a ser aplicada. Era sólo una concesión al GAFI. En defensa del Gobierno debemos decir que cumplió con su palabra. Fue un aliado del Gobierno Nacional, i.e. el Gobierno de Santiago del Estero, el único que hasta ayer al menos había aplicado la ley y lo hizo contra un periodista que cubría una huelga de policías. Sólo quienes defienden la libertad de prensa o algún otro derecho constitucional podrían oponerse a tan sabia decisión. Además, el periodista en cuestión sólo estuvo preso diez días por eso.
Por otro lado, quizás el Gobierno realmente creía que jamás iba a ser necesario aplicar la ley. Sin embargo, si aparece una empresa terrorista, como efectivamente lo es Donnelley, ¿acaso el Gobierno sólo por principios iba a negarse a aplicarle una ley antiterrorista que tiene precisamente a disposición?
Nuestra única duda gira alrededor de la tipificación del delito de terrorismo, como dicen los penalistas. En efecto, repasemos la ley en cuestión, particularmente el artículo aplicable al caso:
"Artículo 213 ter.- Se impondrá reclusión o prisión de CINCO (5) a VEINTE (20) años al que tomare parte de una asociación ilícita cuyo propósito sea, mediante la comisión de delitos, aterrorizar a la población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo, siempre que ella reúna las siguientes características:
a) Tener un plan de acción destinado a la propagación del odio étnico, religioso o político;
b) Estar organizada en redes operativas internacionales;
c) Disponer de armas de guerra, explosivos, agentes químicos o bacteriológicos o cualquier otro medio idóneo para poner en peligro la vida o la integridad de un número indeterminado de personas".
No hay dudas de quién es el autor del delito, i.e. Donnelly opera mediante una red internacional, y quién sabe quizás hasta tenga un plan de acción destinado a la propagación del odio político contra el pueblo argentino, qué decir de las armas de las que dispone para poner en peligro nuestra vida. Nuestra única duda es sobre la acción tipificada. ¿La Presidenta cree que Donnelly se propone (a) aterrorizar a la población, o (b) obligar al gobierno a realizar un acto o abstenerse de hacerlo?
Si se tratara de (a), alguien podría sostener que otro tanto se aplicaría, v.g., a Ignacio Copani y sus canciones, qué decir de varias de-por no decir todas-las emisiones de 678, y quizás gran parte de la política económica del Gobierno. Pero si se tratara en realidad de (b), la dificultad sería aún mayor. Por un lado, no nos engañemos, la Presidenta no quiso darse ínfulas, pero es obvio que el terrorismo internacional quiere derrocar al Gobierno del Pueblo. No hace falta ser un científico especializado en cohetes para darse cuenta de eso. Pero por el otro lado, da la impresión de que se trata de terroristas muy especiales. En efecto, se trata de terroristas tan estúpidos que se olvidaron de anunciar públicamente qué es exactamente lo que el Gobierno debe hacer u omitir para que dejen de aterrorizarnos. Aunque no debemos descartar una escalofriante hipótesis: se trata de terroristas tan diabólicos que ni siquiera dicen cuáles son sus condiciones. Sólo quieren provocar terror.
En realidad, finalmente, lo que quieren estos terroristas es obvio, ni siquiera tienen que anunciarlo. Quieren que le paguemos a los buitres. Que semejantes tecnicismos entonces no impidan que el fuero penal federal cumpla con su trabajo.
N. de la R.: a quienes el título de la entrada no les resulte familiar (i.e. a todos aquellos menores de 50 años por lo menos) les recomendamos ver desde 11:25 de esta versión de "Así es la Vida", con Luis Sandrini y Andrés Percivale.
lunes, 4 de agosto de 2014
Escudos Humanos, demasiado Humanos
Llama particularmente la atención el reconocimiento público hecho por Hamas no sólo del uso de escudos humanos para defenderse de los bombardeos israelíes, sino además del éxito de dicha táctica:
En efecto, para que exista algo así como una justificación del uso de escudos humanos, dicho uso debería ser racional o efectivo, lo cual depende de los escrúpulos morales de quien nos ataca. Por lo cual, Hamas, créase o no, a su modo rinde un homenaje de cierta clase a Israel. En todo caso, Israel no puede ser tan diabólico como suele ser descripto por Hamas, ya que si lo fuera Hamas no podría usar escudos humanos con éxito.
La razón que Hamas obviamente invoca en favor del uso de escudos humanos es que es víctima de una agresión y no tiene recursos militares alternativos. Sin embargo, el hecho de que estemos luchando por una causa justa no implica que absolutamente cualquier cosa que hagamos sea por lo tanto justa (de hecho, da la impresión de que no exista causa alguna capaz de justificar cualquier cosa). Por otro lado, sucede también el escenario inverso: quienes pelean por una causa injusta tienen derecho a defender a sus propios no combatientes en caso de que sean atacados incluso por quienes pelean por la causa justa.
Por lo demás, habría que recordar que en el caso usual del escudo humano, quien lo emplea no tiene ninguna relación con él, mientras que Hamas usa a sus propios connacionales como escudo humano. De ahí que una razón más apropiada podría consistir en que los escudos humanos de Hamas actúan voluntariamente; sin embargo, este hecho puede justificar el comportamiento de escudos adultos, pero no el de los menores de edad. Alguien podría insistir en que estos últimos son de la misma nacionalidad que sus dirigentes. ¿Se sigue entonces de este hecho que Hamas puede disponer de ellos a voluntad? Quienes creen que Hamas puede atacar no combatientes de otras nacionalidades (i.e. puede cometer actos terroristas) muy probablemente crean que es obvio entonces que pueda disponer de todos sus connacionales. Pero quienes se oponen al terrorismo no pueden justificar algo semejante.
Quedaría la alternativa intermedia según la cual Hamas tiene éxito con su política de escudos humanos no porque evita la muerte de no combatientes (antes bien quizás logre lo contrario) sino porque le hace un daño irreparable a la imagen de Israel ante la opinión pública internacional. Sin embargo, es obvio que el requisito de la racionalidad o efectividad también impide que esta alternativa tenga sentido. Nuevamente, de manera paradójica, para que funcionara esta variante Israel debería preocuparse por su imagen ante la opinión pública y por lo tanto demostrar al menos cierta escrupulosidad moral. Y si a Israel no le importara, el uso de escudos humanos sería injustificable.
Por si hiciera falta aclararlo, Hamas no es el único precisamente con dificultades normativas por así decir. La única manera que tienen los Estados de mantener viva la distinción entre la guerra y el terrorismo en la época de la guerra total y de la tecnología es la doctrina del doble efecto, según la cual, dicho muy mal y muy pronto, el ataque contra no combatientes está justificado cuando no es deliberado sino un efecto colateral, previsto pero no deseado, del acto de guerra. Sin embargo, esta doctrina del doble efecto suele ser acusada no sin razón de ser en el mejor de los casos una racionalización al servicio de los Estados, y en el peor, lisa y llanamente una perversión. De ahí que sólo quienes todavía creen en la doctrina del doble efecto pueden sostener que Israel no comete actos terroristas, y quizás ni siquiera ellos.
Finalmente, Hamas podría tener un as en la manga, al menos en términos consecuencialistas, si se tratara de una organización cuyo fin fuera eliminar precisamente a todos los Estados, los cuales se suponen son la fuente de toda violencia. Sin embargo, Hamas puede ser muchas cosas salvo una organización anarco-pacifista. Quiere destruir el Estado de Israel pero a la vez tener uno propio e islámico, con lo cual seguirá usando la violencia, como cualquier otro Estado.
En efecto, para que exista algo así como una justificación del uso de escudos humanos, dicho uso debería ser racional o efectivo, lo cual depende de los escrúpulos morales de quien nos ataca. Por lo cual, Hamas, créase o no, a su modo rinde un homenaje de cierta clase a Israel. En todo caso, Israel no puede ser tan diabólico como suele ser descripto por Hamas, ya que si lo fuera Hamas no podría usar escudos humanos con éxito.
La razón que Hamas obviamente invoca en favor del uso de escudos humanos es que es víctima de una agresión y no tiene recursos militares alternativos. Sin embargo, el hecho de que estemos luchando por una causa justa no implica que absolutamente cualquier cosa que hagamos sea por lo tanto justa (de hecho, da la impresión de que no exista causa alguna capaz de justificar cualquier cosa). Por otro lado, sucede también el escenario inverso: quienes pelean por una causa injusta tienen derecho a defender a sus propios no combatientes en caso de que sean atacados incluso por quienes pelean por la causa justa.
Por lo demás, habría que recordar que en el caso usual del escudo humano, quien lo emplea no tiene ninguna relación con él, mientras que Hamas usa a sus propios connacionales como escudo humano. De ahí que una razón más apropiada podría consistir en que los escudos humanos de Hamas actúan voluntariamente; sin embargo, este hecho puede justificar el comportamiento de escudos adultos, pero no el de los menores de edad. Alguien podría insistir en que estos últimos son de la misma nacionalidad que sus dirigentes. ¿Se sigue entonces de este hecho que Hamas puede disponer de ellos a voluntad? Quienes creen que Hamas puede atacar no combatientes de otras nacionalidades (i.e. puede cometer actos terroristas) muy probablemente crean que es obvio entonces que pueda disponer de todos sus connacionales. Pero quienes se oponen al terrorismo no pueden justificar algo semejante.
Quedaría la alternativa intermedia según la cual Hamas tiene éxito con su política de escudos humanos no porque evita la muerte de no combatientes (antes bien quizás logre lo contrario) sino porque le hace un daño irreparable a la imagen de Israel ante la opinión pública internacional. Sin embargo, es obvio que el requisito de la racionalidad o efectividad también impide que esta alternativa tenga sentido. Nuevamente, de manera paradójica, para que funcionara esta variante Israel debería preocuparse por su imagen ante la opinión pública y por lo tanto demostrar al menos cierta escrupulosidad moral. Y si a Israel no le importara, el uso de escudos humanos sería injustificable.
Por si hiciera falta aclararlo, Hamas no es el único precisamente con dificultades normativas por así decir. La única manera que tienen los Estados de mantener viva la distinción entre la guerra y el terrorismo en la época de la guerra total y de la tecnología es la doctrina del doble efecto, según la cual, dicho muy mal y muy pronto, el ataque contra no combatientes está justificado cuando no es deliberado sino un efecto colateral, previsto pero no deseado, del acto de guerra. Sin embargo, esta doctrina del doble efecto suele ser acusada no sin razón de ser en el mejor de los casos una racionalización al servicio de los Estados, y en el peor, lisa y llanamente una perversión. De ahí que sólo quienes todavía creen en la doctrina del doble efecto pueden sostener que Israel no comete actos terroristas, y quizás ni siquiera ellos.
viernes, 1 de agosto de 2014
Rousseau, Atenas y el Default
Rousseau tenía razón: "Esa palabra finanza es una palabra de esclavo" (Contrato Social, III.15). En efecto, tal como nos lo recuerda Castoriadis en "La polis griega y la creación de la democracia", en la Atenas clásica toda ejecución de las decisiones políticas (policía, encargados de archivos, finanzas públicas) estaba en manos de esclavos. Nuestro Presidente del Banco Central (Juan Carlos Fábrega) y el Secretario de Finanzas (quienquiera que fuera, ya que irónicamente por primera vez en nuestra historia discutimos un default sin que sea de dominio público el nombre del que ocupa el cargo) habrían sido esclavos en Atenas.
Sin embargo, hoy en día no hay persona libre que no haya discutido el default, cuestión económica y literalmente efímera si las hay. Algunos como el diputado Roberto Feletti, creen que "la historia va a reivindicar la posición argentina" (click), quizás sugiriendo la instancia del tribunal hegeliano de la historia del mundo por si la apelación al Tribunal de La Haya no tiene éxito.
Otros, como Aníbal Fernández, creen que "Default técnico no es default" (click), en contra de aquel viejo adagio del Parque Centenario ("Penal-gol-gol"). Por lo demás, la frasa de Fernández nos trae reminiscencias de aquel otro viejo adagio iusnaturalista: lex iniusta non est lex, algo así como "el malvado de mi tío Alberto no es mi tío".
El Ministro de Economía, por su parte, cree que es una pavada atómica creer que estamos en default. Sin embargo, según los bonos emitidos por el Estado argentino, el pago se cumplimenta cuando el tenedor del bono recibe el dinero (click). Suponemos, o queremos suponer, que el Ministro de Economía está al tanto de este hecho.
También llama la atención el hecho de que el Ministro de Economía haya alegado que durante la negociación con los buitres tenía las manos atadas ya que el derecho argentino le impedía cumplir con la sentencia estadounidense. En efecto, el Ministro pareció haber pasado por alto el hecho de que el Estado argentino se había sometido a la jurisdicción y al derecho estadounidenses, precisamente porque es soberano. Quienes defienden la idea de soberanía a veces se olvidan de que un ser soberano no sólo puede liberarse sino también obligarse cuando quiere. Sólo quienes no son soberanos son incapaces de hacer algo semejante.
Por si esto fuera poco, tenemos tanta mala suerte que nos ha tocado una contradicción en sus términos: buitres principistas. No sólo algunos han denunciado una cruzada de los buitres contra nuestro país sino que hasta corrió el rumor de que había tenido lugar un acuerdo (promovido por el arriba mencionado Fábrega) que se evaporó una vez que los buitres se enteraron del discurso del Ministro en el Consulado Argentino en Nueva York, apenas terminada la última reunión el miércoles, como si seres egoístas por naturaleza como los buitres se dejaran influir por sus principios.
Ahora bien, suponiendo que fuera cierto que la delegación argentina no podía negociar, ¿acaso los buitres ignoraban que nuestra delegación tenía las manos atadas? ¿Y qué estuvieron haciendo entonces nuestros enviados cuando decían que iban a negociar durante los últimos dos meses? Por alguna razón, esta negociación nos hace acordar a la siguiente escena de "Fargo" (si hubiera que elegir, habría que ver desde 0:35):
Cliente: Ud. me llamó hace veinte minutos y dijo que lo tenía. Listo para hacer la entrega, dijo. Venga y lléveselo. Y aquí está Ud., haciéndome perder el tiempo y el de mi esposa, y yo voy a pagar diecinueve quinientos por este vehículo.
Jerry: Está bien, voy a hablar con mi jefe. Vea, ellos instalan ese TrueCoat en la fábrica, no hay nada que podamos hacer, pero voy a hablar con mi jefe.
Cliente: Estos tipos acá, estos tipos. Siempre lo mismo. Siempre es más!
Jerry: ¿Vas a ir a los Gophers el domingo?
Vendedor: por supuesto.
Jerry: ¿No tendrías ahí un ticket de más?
Vendedor: ¿Estás bromenado?
Jerry: Bien, él nunca había hecho esto antes, pero viendo que se trata de circunstancias especiales, él dice que le puedo sacar cien al TrueCoat.
Cliente: Cien. Ud. me mintió, Sr. Lundegaard. Ud. es un mentiroso descarado. Un mentiroso del carajo.
Cliente: Cien. Ud. me mintió, Sr. Lundegaard. Ud. es un mentiroso descarado. Un mentiroso del carajo.
Cliente: ¿Dónde está mi maldita chequera? Terminemos con esto.