miércoles, 27 de agosto de 2014

Llamado a la Solidaridad: cuiden los Logros



En una reciente alocución ante la Bolsa de Comercio la Presidenta ha planteado un desafío fascinante para quienes se dedican tanto a la teoría como a la psicología políticas:

"Yo lo único que le pido a los argentinos es que cuiden lo que hemos logrado. Porque energía, alimentos, ciencia y tecnología, como lo he dicho siempre, van a ser las tres claves de este siglo XXI. Y creo que podemos decir con humildad, pero también con mucha serenidad y firmeza, que este Gobierno ha hecho por la ciencia y por la tecnología, por la recuperación de la soberanía hidrocarburífera, por el desendeudamiento de los argentinos y por la inclusión social, lo que no se hacía desde muchas décadas" (click).

Si nuestros lectores nos lo permiten, y solamente para analizar el desafío que nos ofrece la Presidenta en este pasaje, vamos a generalizar las motivaciones por las cuales los individuos adoptan una u otra posición política (i.e. kirchnerismo o antikirchnerismo, solamente para simplificar la discusión) en dos grandes conjuntos: auto-interés y principios. Si combinamos las motivaciones posibles con las posiciones obtenemos el siguiente cuadro de doble entrada el cual vamos a rellenar con algunos ejemplos:



Auto-interés
Principismo
Kirchnerismo
La gran masa de votantes según Cristina, a juzgar por sus palabras. Fito Páez, Maradona, ¿Insaurralde? 
Cristina, militantes y Víctor Hugo Morales. 
Antikirchnerismo
Buitres internos y externos (hasta hace poco solamente querían dinero), y estúpidos en general. ¿Fito Páez?
Antipatrias, enemigos del pueblo, buitres en una palabra (desde hace poco resultó ser el caso que el dinero buitre está subordinado a un proyecto político) y malvados en general.


El pedido ("cuiden lo que hemos logrado"), entonces, es claramente fascinante. En efecto, ¿por qué agentes racionales al menos en términos de auto-interés iban a dejar de apoyar o votar a un Gobierno que hizo tanto por ellos en términos de alimentos, energía y ciencia y tecnología? Ciertamente, quizás mucha gente no esté tan convencida de las bondades del conocimiento científico y tecnológico (quizás inspirados por cierto romanticismo o defensa del medio ambiente, aunque semejante motivación haría que nos hubiéramos desplazado hacia el principismo), pero todos disfrutamos de un bien público como la energía, y ciertamente todo el mundo quiere comer, sobre todo el número significativo de personas que tienen que acceder a los alimentos sobre la base del asistencialismo estatal. La redundancia del mensaje entonces salta a la vista. De hecho, el solo auto-interés debería dar por tierra con la explicación moral que otrora Hernán Brienza atribuyera al errático comportamiento electoral, como si la ingratitud de los millones de incluidos pudiera derrotar al cálculo interesado (no nos merecemos a Cristina).

Por supuesto, quizás hasta el auto-interés quede nublado a veces por la intervención de factores distorsivos de (¿hace falta decirlo?) los medios. Hace rato que dejamos atrás la ingenuidad de, v.g., un Tomás Moro, para quien “a poco que se proceda razonable y moderadamente, la fuerza de la verdad tiene que brotar e imponerse al fin por sí misma” (Utopía, II). Moro podía darse el lujo de creer algo semejante exclusivamente porque no conoció a Clarín. 

Esperemos que a nadie se le ocurra recordar que no hace mucho, con Clarín a toda marcha, este Gobierno obtuvo el 54 % de los votos. La pregunta que debemos hacernos, parafraseando al Cuervo Larroque, es por qué el 46 % restante no votó a este Gobierno. Otro punto interesante es el que surge de la consideración según la cual el sector más favorecido por este Gobierno ha sido el de los banqueros. Semejante hecho podría explicar por qué ha mermado, dicen, el apoyo al Gobierno, ya que si bien según el INDEC la clase media empieza, por así decir, a los diez dólares diarios, no hay tantos banqueros en el país—al menos hasta ahora—como para poder ganar una elección democrática sobre esa base.  

Huelga decirlo, la admonición presidencial seguramente no está dirigida al kirchnerismo principista, el cual difícilmente necesite que la Presidenta le recuerde qué se espera de él, a menos que los medios hayan comenzado a hacer mella en los militantes, lo cual es altamente improbable.     

De ahí que, aunque duela reconocerlo, la única explicación posible—excluyendo la de la estupidez de un número significativo de compatriotas—es que la oposición al Gobierno se basa en principios, y no en el auto-interés. Las consecuencias de esta explicación tiene múltiples aristas, una más fascinante que la otra. En primer lugar, quienes creen que la vida moderna, incluyendo a las ciencias sociales, se han economizado por completo, se equivocan. No todo el mundo busca maximizar su interés a partir de un orden de preferencias.

En segundo lugar, no es ninguna novedad que la burguesía nacional a pesar de que nuestro país le ofrece las mejores posibilidades para invertir, sin embargo prefiere otra vez perder dinero y por principios comprar dólares y/o llevarse sus dólares a otro lado o peor aún, dejarlos aquí pero debajo del colchón, y todo, insistimos, en contra de su propio auto-interés. No hay otra explicación, ya que es sabido que no conviene ahorrar en dólares, tal como la Presidenta nos lo ha hecho saber repetidamente. ¿O será que la estupidez abunda entre quienes creen ser tan racionales? No sería la primera ni la última vez. Y qué decir de los buitres externos, los cuales prefieren perder dinero con tal de destruir al país (buitres pero principistas). Es más, como buenos terroristas que son, están dispuestos a dar la vida con tal de destruirnos (pero Terrorista, che). 

Si alguien creyera que la democracia consiste precisamente en una lucha principista entre diferentes posiciones, deberíamos entonces recordarle a esta persona que el único principio compatible con una democracia genuina es el kirchnerista. En efecto, el kirchnerismo no es un partido más, es la encarnación de la democracia, del pueblo y de la patria. Toda otra o-posición principista es por definición antidemocrática, antipopular y antipatria, por no decir satánica, dispuesta a ir al infierno con tal de destruir al país.

A veces no nos damos cuenta de la suerte que tenemos de contar con un Gobierno capaz de enfrentar enemigos tan formidables. Con el auto-interés trata cualquiera. Pero al mal principista, a esa combinación que ha fascinado a generaciones de lectores de Milton, sólo Cristina puede hacerle frente. Es hora de preguntarnos entonces, parafraseando a John F. Kennedy o a Hans Jonas, no qué es lo que Cristina puede hacer por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por ella. Es lo menos que podemos hacer. 

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